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2020: El año en que vivimos en peligro

La pandemia del COVID 19, puso contra las cuerdas a la economía global. En varios casos, pudieron gestionar la crisis y explotarla de manera positiva

La pandemia del COVID 19, puso contra las cuerdas a la economía global. En varios casos, pudieron gestionar la crisis y explotarla de manera positiva, como el caso de China. En otros, genero el derrumbe de su economía con sus efectos políticos.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto Argentina


Aquella “aldea global” que nos hablaban en los 90, dio paso a que cada país se encerrara en sí mismo para hacer frente a un problema que requiere de liderazgo global. Así observamos el pobre papel de la Organización Mundial de la Salud, ni hablar de Naciones Unidas, especialmente ante crisis como Nagorno Karabaj.

La pandemia fue sin ninguna duda una oportunidad para China, que aspira convertirse en 2035, en la primera potencia global. Una apuesta optimista, pero la crisis sanitaria, gracias a su política de asistencia en materia de insumos médicos, además de una abultada billetera, prometiendo inversiones, le ha permitido incrementar sustancialmente su presencia en el Sudeste de Asia, Pacífico, África y parte de América Latina. La Ruta de la Seda es otra gran maniobra geopolítica para extender la influencia de Pekín en Asia Central, proyectándose sobre el Oriente Medio y la misma Europa.

China invirtió millones de dólares en la construcción de complejos portuarios en diversos estados insulares del Oceanía, reemplazo la presencia de Estados Unidos en una base naval de Camboya. Pekín consolida su presencia en el Pacífico e Índico, e incluso este expansionismo marítimo, se traduce en el plano militar.

En el estratégico Puerto de Yibuti, los chinos tienen presencia, en un área que controla el acceso del Mar Rojo con el Oceánico Índico. En Sri Lanka, China también tiene facilidades navales, y por la venta de aviones caza, incrementa su influencia política, en desmedro del poderoso vecino indio. El creciente poder chino, se ha sentir en las aguas que separan con Taiwán.

Esa sabido que para el 2049, el régimen chino quiere unificar el país, ello implica anexar Taiwán, todavía en manos de un gobierno que se considera el legítimo representante de China, pero con un papel cada vez menor.

El régimen comunista chino tiene un mayor peso que Taiwán, y solo un número decreciente de países reconocen al régimen de Taipéi, como el gobierno “legítimo” chino. Las fuerzas aéreas del Ejército de Liberación Popular chino, realizaron estos meses maniobras agresivas, lo que impulsó al gobierno chino en Taiwán, a incrementar su gasto militar y un programa de adquisición de sistemas de armas de Estados Unidos, de por sí insuficiente, debido a la torpe política de la Casa Blanca de no vender equipos de mayores prestaciones.

La política de Trump, hizo que Estados Unidos perdiera presencia en la zona de Asia Pacífico, como el enfriamiento de sus relaciones con los aliados europeos. Las políticas proteccionistas, con visión de corto plazo, puso en evidencia que Estados Unidos tiene problemas de competitividad en sus productos industriales. La estrategia de Kissinger de fortalecer a China en el marco de la competencia contra la extinta Unión Soviética, ha demostrado ser contraproducente.

El mar de China es un área de conflicto, donde confluyen intereses de la República Popular China, Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunei, especialmente por el control de las islas Spartly y otras, dado que existe un potencial importante en materia de hidrocarburos. El expansionismo chino, es fuente de preocupación.

Japón y Corea del Sur, realizan fuertes inversiones en materia de defensa. India, ha tenido choques fronterizos y ha transferido a su vecino Myanmar, un submarino de diseño ruso tipo Kilo. Este peculiar país, ahora está siendo objeto de una investigación por parte de la Corte Internacional, por las graves violaciones de derechos humanos a la minoría musulmana, rohyngá, víctimas de políticas de limpieza étnica, enviando al exilio a casi un millón de ellos a vivir miserablemente en la empobrecida Bangladesh, además de las miles de muertes ocasionadas por la represión del ejército de Myanmar (la antigua Birmania).

Rusia es otro gran poder emergente, la vacuna Sputnik V, denostada por los poderes mediáticos, sin ninguna duda será una herramienta para incrementar la presencia rusa en los países subdesarrollados.

Los países centrales se están quedando con toda la producción de vacunas contra el COVID producidas en Estados Unidos y Europa, especialmente Pfizer, Astra Zeneca, Johnson and Johnson, Moderna, etc.

Esto deja del juego al grueso de los países en vías de desarrollo, agregándose las condiciones impuestas por los fabricantes y las corrupciones locales. Esta es la oportunidad de Moscú, para mostrarse como tabla salvadora. Argentina es un buen ejemplo de ello. Rusia regresó con fuerza al continente africano, instalando una base naval en Sudán, con jugosos contratos de armamento en Egipto, Argelia, o brindando seguridad por medio de la empresa de servicios militares Wagner en la República Centroafricana.

Los pobres programas de seguridad y defensa de las antiguas metrópolis europeas y Estados Unidos, son superados por un proveedor no tan exigente en materia política como es Rusia. En Oriente Medio, Moscú también se convirtió en un actor clave como en otros tiempos. En Siria, Rusia es clave para el régimen de Al Assad, que se ha impuesto en la cruenta guerra civil, pero también ha sido un freno para el crecimiento del salafismo azuzado por las monarquías conservadoras del Golfo Pérsico, Estados Unidos y Turquía.

La ruptura del histórico acuerdo nuclear por parte de Trump con Irán, abrió las puertas para un acercamiento de Teherán con Rusia y China. La crisis del Cáucaso con la nueva guerra de Nagorno Karabaj, Moscú fue el árbitro indiscutido.

Por un lado castigó a los armenios, cuyo gobierno se acercó a la Unión Europea. La falta de ayuda militar concreta, permitió que Azerbaiyán recuperara tierras ocupadas por Armenia que rodeaban el enclave, pero esto tuvo su punto final, cuando Turquía que apoyó con asesoramiento militar y 4.000 mercenarios sirios, iba más allá de lo que podría tolerar Moscú.

Finalmente se impuso un alto el fuego, la república de Artsaj o Nagorno Karabaj, controlado por los armenios quedó en manos de una fuerza de pacificación rusa. Todo un mensaje a los contendientes.

Nadie puede hacer lo que quiere en el Cáucaso, sin permiso del Kremlin. La crisis COVID fue un duro golpe para Rusia, dado las altas tasas de contagios, muertes y su impacto en la economía, ello no ha impedido que Putin desplegara una hábil estrategia, que el país siga siendo un actor global.

El principal punto débil de Rusia, es la carencia de un sector privado dinámico, fuera del complejo industrial militar, que pueda convertirse en una herramienta para incrementar las inversiones y proyección del país.

La UE le dijo adiós al Reino Unido, luego de una compleja negociación que duro años. Alemania sigue siendo un país líder en el bloque, pero la crisis sanitaria, no tuvo una estrategia conjunta y cada país hizo lo que pudo, comprando la “receta china” de cuarentenas, a excepción de Suecia, que con un costo en muertes, mantuvo libertades y no impuso, cierres masivos de comercios, industrias y toques de queda, que como hemos visto, no dieron resultado.

La presión migratoria, el envejecimiento de la población, la amenaza de grupos anti sistema, la inestabilidad de ciertas áreas al sur de Europa, el Mediterráneo y el Próximo Oriente, son riesgos a la seguridad de la UE, que los lideres pareciera no querer ver, como también la urgente necesidad de revisar las relaciones con Rusia.

Espacios que antes eran relativamente pacíficos como el Mar Negro y el Mar Báltico, son escenarios de tensión, como también el Ártico. En este siglo XXI, no cabe duda que Europa debe reinventarse, como lo hizo luego de la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos con su polémico presidente, Donald Trump, en esta pandemia, no ha hecho que acumular errores y quedarse fuera de momentos clave. El poderoso complejo científico y tecnológico, aún es difícil de alcanzar por China, prueba de ello es el programa de desarrollo de vacunas, pero en materia de insumos médicos, los chinos se han transformado en un actor clave. Incluso los propios Estados Unidos se vieron obligados a importar insumos chinos, producidos por empresas norteamericanas.

La Casa Blanca se embarcó en un conflicto por cuestiones arancelarias, proteccionismo, la tecnología 5G para comunicaciones, aunque con un triunfo táctico de Washington, en el plano geopolítico, la influencia china en el Asia Pacifico es cada vez mayor. Aliados clave como Filipinas o Taiwán, no recibieron el apoyo que precisan de Estados Unidos.

Es más, la torpe mirada de Trump, vetó una ley de presupuesto militar, dado que la misma no contenía previsiones sobre controles a redes sociales como Twitter y Facebook, en guerra abierta con el presidente.

Los responsables del Comando Unificado del Pacífico, observan con preocupación el crecimiento exponencial de las fuerzas navales chinas, mientras que Estados Unidos, aún con superioridad tecnológica, en materia cuantitivativa está en ligera desventaja. Los conflictos con los aliados europeos, ha impedido tomar acciones concretas con la presión del terrorismo internacional, la crisis de Ucrania, Siria y el aliado incómodo, Turquía, que se está convirtiendo en una suerte de “Caballo de Troya” dentro de la OTAN, pero las reacciones de la Casa Blanca son tardías y con poco efecto sobre el presidente Erdogan, personaje con ideas trasnochadas, que será un factor de problemas a futuro.

El alineamiento a las posiciones duras con Israel, dio por tierra la política de apaciguamiento a Irán, y abrió las puertas para que los duros del régimen de Teherán impongan su criterio. La muerte del general Soleimani, de la Fuerza especial Quds, no causó el efecto deseado. Irán sigue teniendo fuerte presencia en Oriente Medio, y poco nada se ha hecho por ejemplo para lidiar con el Hezbollah.

La crisis del COVID, donde Estados Unidos pudo haber tenido una política de liderazgo, recuperar espacio perdido, no fue factible por la personalidad del presidente Trump, y terminó con una crisis económica, que puso en evidencia lo endeble de su modelo. Su papel rozando lo patético, permitió que este “vacío” fuera explotado con habilidad por otros actores. En lo referente América Latina, el estilo Trump, se puso en manifiesto con la crisis de Venezuela. Puras amenazas, pero nada en concreto que generara una crisis en el régimen imperante.

Las sospechas de que sectores del régimen chavista como de las fuerzas armadas, estén ligados al narcotráfico, generan un serio problema de seguridad, especialmente para los endebles estados de América Central y México, donde las organizaciones criminales, son un serio desafío al Estado.

Las elecciones presidenciales, también escandalosas, dieron el triunfo al candidato demócrata Joe Biden, un hombre de la política tradicional, con sus vicios, pero puso en evidencia que la estrategia de polarización de Trump, no es bien recibida por el votante, ni por el sector tradicional del Partido Republicano, que dieron señales claras que no se puede ir contra el “sistema”.

Es probable que Estados Unidos haga un giro a posturas tradicionales, de acercamiento a los europeos, pero los desaciertos geopolíticos de Obama y Trump, serán difíciles de solucionar. Sino observemos el atolladero afgano, fracaso de la OTAN y la ONU, además de Estados Unidos, donde el débil gobierno de Kabul negocia con los extremistas Talibán, ni hablar del caos de Libia o Irak.

África, también se vio afectada de sobremanera por la pandemia. Países con serios problemas de infraestructura sanitaria, ha expandido rápidamente el virus, pero ironías del destino, un elevado nivel de población joven, ha limitado el número de muertes. La crisis sanitaria es solo una de las tantas que afectan al continente africano. En el Magreb, una manifestación en la zona de amortiguación que separa las zonas ocupadas por Marruecos y la zona liberada de la República Saharaui, terminó en un ataque armado de fuerzas marroquíes, ante la presencia de la misión de Naciones Unidas, MINURSO, violando el alto el fuego.

El resultado son choques armados a lo largo de los muros defensivos. Marruecos niega hechos, mientras que Naciones Unidas informó del conflicto. Marruecos no ha reaccionado como muchos esperaban, sino más bien ejerce una presión abierta sobre España sobre los enclaves de Ceuta y Melilla, impulso a las migraciones ilegales a Canarias, y la política de apertura de consulados en la zona ocupada.

No cabe duda que los saharauis no están en la agenda internacional, y dependerá del apoyo de Argelia y en menor medida de Mauritania, además de las posibles reacciones de China y Rusia, frente a un aliado extra OTAN, que es Marruecos que busca proyectar su influencia en áreas de interés de estos países. La Unión Africana está dividida, política que llevó a cabo Rabat (funcional a los intereses franceses) y su respuesta a la crisis saharaui será limitada.

Naciones Unidas, es solo papel mojado, el veto francés en el Consejo de Seguridad, impide que el derecho internacional y especialmente los derechos humanos sean respetados en el Sahara (tema de derechos humanos, históricamente Francia ha querido dar lecciones en diversas partes del mundo, en el Sahara, los intereses estratégicos de París, llevan a que esto sea una excepción).

Etiopía entró en conflicto con Egipto, por el complejo hidroeléctrico sobre uno de los ríos que es fuente del Nilo. Tiempo después estalló la crisis de la región de Tigré, donde el primer ministro Ahmed, decidió recurrir “manu militari” a sofocar esta crisis sediciosa.

Es posible que existan maniobras desestabilizadoras, que han buscado históricamente que Etiopía no disponga libremente de su potencial hídrico. En la franja del Sahel Sahara, el terrorismo campa a sus anchas.

Malí, sigue siendo inestable e inseguro, la ayuda francesa, no ha sido suficiente, y la misión de Naciones Unidas, ha tenido un alcance limitado. El salafismo se expande gracias al caos libio, que dejó importantes arsenales a merced de bandas de diverso tipo, la trata de personas, drogas y contrabando, son negocios más que lucrativos. La caída del régimen de Gadafi, facilitó que las costas libias fueran la plataforma para el tráfico de inmigrantes, drogas, armas

hacia Europa. Presuntas ONG bien intencionadas, facilitan la llegada de migrantes, ante una Unión Europea, que termina siendo víctima de presiones de países como Marruecos o Turquía que piden ayuda para hacer frente a los refugiados, pero que termina siendo un círculo vicioso para alimentar corrupción y mecanismos de presión. África es una gran deuda pendiente de democracia, desarrollo y seguridad.

Las fronteras impuestas por las potencias coloniales generan tensiones en países, que son meras construcciones artificiales. Nigeria con sus tensiones entre el norte islamizado y el sur animista y cristiano, agregándose el poder creciente del siniestro grupo Bojo Haram.

La República Centroafricana que busca la paz el caos del Sudán del Sur, rico en petróleo, pero desgarrado por conflictos tribales. Los presidentes eternos de Gabón, Camerún, Uganda, Ruanda por citar ejemplos, donde la palabra democracia es solo una forma. Las tensiones secesionistas, como Ghana, con la minoría ewe, que quiere separarse, creando la república de Togoland.

El drama de la desertificación que expulsa a una población afectada por la explosión demográfica. China es un actor clave, a través de créditos, obras de infraestructura genera mayor dependencia e incrementa su influencia en los países de África Oriental y central.

América Latina enfrentó con una pésima infraestructura sanitaria la crisis del COVID. La debilidad de las instituciones regionales, impidió una estrategia común para hacer frente a la pandemia. Cada país adoptó medidas erráticas y carentes de estrategia clara, desde el extremo de Brasil de dejar todo en manos de los niveles subnacionales, con cientos de miles de muertos y un presidente, Jair Bolsonaro, que se dedicó a sus bravatas para consumo de su electorado más fiel.



Argentina también carente de estrategia clara, se embarcó en una cuarentena estricta – como Perú – con el derrumbe de una economía golpeada desde 2011, siendo la respuesta del gobierno repetir como un mantra, la culpa es de sectores opositores, como de la gestión del ex presidente Macri.

La falta de estrategia en Argentina, tuvo como consecuencia problemas para acceder al mercado internacional de vacunas, solo está llegando la Sputnik de Rusia, en medio de una política poco transparente, que genera dudas sobre la eficacia de dicha vacuna (gracias a campañas mediáticas, lobistas y un gobierno que tampoco ayuda aclarar las cosas).

En la región el COVID puso en evidencia la ausencia de interés en políticas de salud, acceso a sectores vulnerables (en Perú, Bolivia, la gente debía pagar por el oxígeno para sus familiares en estado grave).

Otra hubiera sido la historia, si existiera un liderazgo regional, Brasil estaba llamado a ello, para buscar estrategias de cooperación y una postura regional única para acceder al mercado de vacunas e insumos médicos. En materia política, Perú está en el marco de una crisis política profunda y problemas de gobernabilidad; en Bolivia regresó el partido MAS de Evo Morales, con una oposición dividida y un gobierno interino, que no supo generar expectativas; Chile con el debate de una reforma constitucional, como si eso fuera la llave para romper con la desigualdad existente, pero un llamado de atención es la presencia de grupos radicalizados, que ponen en jaque la tradicional estabilidad institucional chilena.

Venezuela con su dictadura y un endeble presidente Guadó, reconocido por un creciente número de países, pero no existe ni la capacidad, ni la voluntad de buscar la paz en dicho país. La región no tiene la fuerza para que Caracas tenga un gobierno democrático y un plan de reconstrucción nacional. Cuesta creer que un país tan rico en recursos, tenga el 80% de la población en la pobreza.

Colombia sigue con sus mismos males, consecuencia de la corrupción, desigualdad y un Estado con escasa presencia, especialmente para sectores más vulnerables. América Central sigue contra las cuerdas por el drama del crimen organizado, el mundo se ha olvidado de los abusos del gobierno de Nicaragua, y México, pareciera que empieza a decepcionarse del presidente López Obrador, por los desaciertos en su política de seguridad y la gestión de la crisis sanitaria.

La pandemia puso en riesgo nuestras libertades, los gobiernos en nombre de la salud, avanzaron sobre cuestiones sensibles, no exento de abusos. Peligroso ensayo, que demanda un fuerte compromiso ciudadano, dado que nuestras democracias han sido puestas a prueba.

Estamos ante la puerta de una nueva etapa, de un mundo más conflictivo, una creciente competencia por el liderazgo global, un mayor deterioro del ambiente, que genera un fenómeno poco tratado, los refugiados “ambientales”, el calentamiento global que pone en riesgo la existencia de pequeños estados insulares, el control por recursos hídricos, el ascenso de los grupos anti sistema, los populismos; la depredación de los océanos; el control por las “tierras raras”, el fortalecimiento de actores no estatales, en el escenario internacional, desde poderosas ONG, como organizaciones terroristas y del crimen organizado. El 2020, sin ninguna duda deja a un mundo con más pobres, más conflictivo. No cabe duda que ha sido el año en que vivimos en peligro.

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