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2022: El año que triunfo la guerra y la ilegalidad internacional

El Minuto | Termina un año complejo. El año nos sorprendió con la guerra de Ucrania. Pero este no ha sido el único conflicto, sino que la violencia se ha expendido. El derecho y el diálogo han sido los grandes ausentes en este año 2022 que se termina.  

Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro , Director de Diario El Minuto para Argentina

En febrero de 2022, los titulares del mundo nos sorprendieron con la invasión de Rusia a Ucrania. viejo conflicto que databa de 2014, que estaba a fuego lento. Tarde o temprano, sino se buscaba una salida política, iba estallar el conflicto. Kiev, por razones políticas, no solo que no respetó los Acuerdos de Minsk, sino que buscó escalar la crisis con los estados rusos creados en 2014, bajo el amparo del Kremlin. La diplomacia fracasó estrepitosamente en los primeros días de la guerra.  La Operación Militar Especial, como denomina Rusia a la invasión, tenía una serie de objetivos bien definidos y que fueron alcanzados: la destrucción de las fuerzas armadas de Ucrania, el desmantelamiento de las milicias de extrema derecha, e impedir que Kiev ingresara a la OTAN.

La respuesta a los llamados de Ucrania, fue tardía y errática. Estados Unidos tomó la iniciativa e impuso sus condiciones. Los ucranianos librarían la guerra según los estrategas del Pentágono. Se estima que nueve millones de ucranianos salieron del país, incluyendo dos millones que han huido a Rusia. La Agencia de Naciones Unidas para Refugiados, señala que, en octubre de 2022, había nada menos que un millón de refugiados internos. Esto pone de manifiesto el alcance de la invasión. El Banco Mundial estimó que el costo de reconstrucción de Ucrania es de unos 350.000 millones de euros.  La Unión Europea prometió ayudas por 18.000 millones de euros hasta 2023. En el plano militar se estima que unos US$ 40.000 millones han sido enviados en ayuda, tanto material, mantenimiento y personal de combate extranjero.

En el campo de batalla, las fuerzas ucranianas gracias al planeamiento y asistencia de Estados Unidos y sus socios de la OTAN, especialmente el Reino Unido han logrado ciertos éxitos tácticos, como la recuperación de Jersón y 6.000 km2 de territorio ocupado por Rusia. La información de inteligencia ha permitido a las fuerzas de Kiev tener conocimiento sobre el despliegue ruso y poder actuar. Mientras que Ucrania y la OTAN se aferran a una visión convencional de la guerra, desde el Kremlin la visión es distinta.  Las fuerzas rusas se han replegado de manera ordenada, “acortado” la línea de frente. A fin de evitar posibles escenarios de “solidaridad” entre rusos y ucranianos que al fin de cuentan comparten cultura, religión e historia, muchas unidades son formadas por minorías étnicas de la Federación Rusa, generalmente menos favorecidos socialmente frente a los eslavos, lo que incrementa su animosidad en la guerra.

Rusia libra una guerra híbrida, con frente en lo político, económico, informativo y militar. El hermetismo es total, de ambos bandos, pero de los rusos es más y poco se sabe de las pérdidas, costos o intenciones en el largo plazo.  Los medios de comunicación nos han inundado de la palabra “invasión”, mostrando la posibilidad que el Kremlin iba tomar Kiev u ocupar Ucrania en su totalidad.  Las fuerzas armadas rusas no están preparadas, ni diseñadas para este tipo de operaciones a escala. La estrategia rusa ha sido crear un “cordón” de seguridad, que abarca áreas históricamente ocupadas por rusos o ligadas a la economía rusa. 

El Mar Negro es controlado por Rusia en su mayor parte, se ha roto el aislamiento geográfico de Crimea, conectando territorio ucraniano ocupado con el Donbás (este generaba en su momento antes de la crisis de 2014, el 30% de las exportaciones de Ucrania). Los rusos se hicieron con el control de la principal central nuclear ucraniana, privando a los ciudadanos del gobierno de Kiev del 25% de la generación de electricidad, además de limitar totalmente el acceso al mar y controlar la mayor cuenca de carbón del país. 

Los estrategas del Kremlin, apuestan a una guerra de desgaste, teniendo como objetivo, el potencial nacional de Ucrania, especialmente plantas de energía, restricciones a las exportaciones de cereales.  Los cortes de energía y agua potable, tienen como objetivo minar la moral de la población y hacer inviable la economía de Ucrania.  En otras palabras, los rusos crearon una zona, que sirve de plataforma para lanzar ataques selectivos, contra la retaguardia civil enemiga.  Es posible que Rusia busque que la “cuerda” de la ayuda occidental se tense cada vez más.  Es de público conocimiento que la industria de defensa de Estados Unidos, tiene problemas para satisfacer la demanda de Ucrania, agregándose las necesidades propias y de aliados.  Existencias de blindados, repuestos, material de artillería, que estaban en países de Europa del Este, que usaban equipos de origen ruso / ucraniano, fueron enviados en masa a las fuerzas de Kiev.

La crisis llevó a gobiernos de centro izquierda, como el alemán, apostar ambiciosos programas de inversión, en más de 100.000 millones de euros.  Europa en general se ha embarcado en planes de renovación, siendo el gran beneficiario de esto, poderosos contratistas de Estados Unidos, y en menor medida la propia industria europea, golpeada por recortes del área de defensa y la competencia externa.

En materia energética, Estados Unidos es el gran beneficiario de las sanciones a Rusia, que reduce su papel como proveedor de gas y petróleo, agregándose el papel de los países árabes, especialmente actores como Arabia Saudita y Argelia. Países que casualmente tienen buenos vínculos con Moscú. Las sanciones impuestas por Europa y Estados Unidos, no han tenido el efecto esperado. A pesar que Rusia está en recesión, el PIB cayó solo el 3.5%. Las economías en expansión de China e India, son los nuevos mercados para Rusia, agregándose África, donde el rol como “exportador” de seguridad, es creciente.

La guerra de Ucrania aisló a Rusia de Occidente, una apuesta riesgosa del Kremlin. Su resolución dependerá de las negociaciones que lleven a cabo Estados Unidos y Rusia. La Secretaria del Tesoro Janet Yellenen noviembre de 2022, en Indonesia, señaló Acabar con la guerra de Rusia en Ucrania es un imperativo moral, es lo mejor que podemos hacer por la economía mundial.  Las elecciones de medio término, no dieron un triunfo definitivo, ni a republicamos, ni demócratas, por ende, habrá que esperar hasta 2024, para saber que, ocurrirá con Ucrania.

Voces republicanas señalan que hay que cambiar de estrategia en Ucrania, y por ende terminar con “cheques en blanco” a Kiev. ¿Ucrania será el Vietnam del Sur del siglo XXI? No lo sabemos, pero hay una semejanza que preocupa, la ausencia de una estrategia clara, para salir del conflicto. Rusia no cederá, y surge un escenario que impulse maniobras indirectas, como un mayor apoyo a Irán, su reconocimiento al régimen Talibán, y el doble juego de Turquía. Recordemos que el presidente Erdogan, amenazó abiertamente a Grecia, su “aliado” en la OTAN, por la cuestión de las delimitaciones de espacios marítimos, ricos en gas.

La postura irreductible de las partes, ponen a Ucrania en una situación dramática, dado que padece el rigor de la guerra, perdió el 15% del territorio nacional y el 25% de la población son refugiados, además de la destrucción de bienes e infraestructura, son evidencia, que la comunidad internacional ha hecho un serio retroceso, y que el principio de inviolabilidad de las fronteras de los estados, es letra muerta.  Ni hablar de la sanción de crímenes de guerra, que seguramente quedarán impunes.

Europa tiene conflictos dormidos, pero que deben ser atendidos. El nacionalismo serbio en Bosnia, donde el fantasma de un nuevo conflicto está presente. Las tensiones entre Serbia y Kosovo. El Cáucaso donde reina una paz siempre endeble, sujeta al rol de Moscú. La Unión Europea, depende de Washington, y carece de una estrategia de seguridad propia, que se traduce en debilidad, especialmente al vulnerable flanco sur, por la presión migratoria desde el norte de África, el terrorismo, el aliado “incómodo” turco en la OTAN, el plan nuclear iraní. No cabe que la UE, atraviesa una crisis de liderazgo.

El avispero del Próximo Oriente.

La guerra de Ucrania, ha permitido que un actor como Irán, encuentre una “ventana” para presionar por el acuerdo nuclear, ante una Europa necesitada de fuentes alternativas de energía. Rusia tiene una política de preservar su arsenal, frente a la guerra de Ucrania, y ello impulsó en una primera etapa usar material anticuado, para luego buscar proveedores de armas baratas. Irán tiene un rol en la seguridad del Cáucaso, área muy sensible a los intereses rusos y de esa manera hacer de “contrapeso” frente a la influencia turca.  Teherán y Moscú, tienen ciertas hipótesis de confluencia respecto a Siria, además, existe un claro interés de Irán, de ser una alternativa para la economía rusa a través de los puertos persas en el Golfo.  Rusia es un actor clave en el desarrollo nuclear y el sector de misiles, los ayatollahs los saben.  El régimen de Teherán aprovecha la crisis de Ucrania, para avanzar sobre el Acuerdo Nuclear. La Organización Internacional de Energía Atómica, reconoció que Irán, aumentó sus reservas de uranio enriquecido en un 60% (para un arma nuclear se requiere el 90%). Las críticas a las negociaciones, son la ausencia de presiones reales, sobre el programa balístico iraní, donde hay desarrollos importantes Israel es el país que percibe directamente la amenaza iraní y ha movilizado su diplomacia para evitar que Irán obtenga las mayores ventajas con el Acuerdo Nuclear.

El régimen iraní tiene sus preocupaciones, dado las sanciones internacionales, que afectan su economía, pero que siguen siendo una poderosa arma para el discurso nacionalista y antioccidental puertas adentro, además de justificar el clima represivo del régimen. La muerte de Mahsa Amini, desató una oleada de protestas, que terminaron con medio millar de muertos, 14.000 detenidos con largas condenas a prisión y varios condenados a muerte. En este mes de diciembre fue ahorcado el joven activista, Majid Reza Rahnavard, de 23 años, acusado de asesinar a un soldado de la Milicia Basij (una rama del Cuerpo de Guardianes).  El régimen a pesar de disolver la policía de la moral, una medida cosmética, mantiene su inflexibilidad a cualquier cuestionamiento y actúa con una severa represión y ejecuciones públicas.  Hay nuevas sanciones, pero su efecto es limitado. Mientras tanto Teherán, explota hábilmente las contradicciones de Occidente en su propio beneficio.

Las monarquías conservadoras del Golfo, ven con preocupación el ascenso de Irán. Su influencia geopolítica en Siria, Irak, Yemen, y Líbano, además de su proyección fuera de la región. El arsenal de misiles balísticos y la estrategia de zona gris que tiene el régimen, es un serio problema de seguridad. Teherán controla a miles de combatientes irregulares en los países citados, agregándose el clima de violenta opresión de poblaciones chiitas en Bahréin y Arabia Saudita, abre todo un escenario que preocupa a los líderes del Golfo Pérsico. Los iraníes son expertos en maniobras desestabilizadoras. En este contexto está el acercamiento de Israel y varios estados árabes, comenzando por la potencia en ascenso, Emiratos Árabes Unidos, seguido por Sudán, Marruecos, y Bahréin. La política israelí, imbuida de “realpolitik” tiene como objetivo, neutralizar el apoyo a sectores radicalizados palestinos, crear un frente común ante la amenaza iraní y evitar hipótesis de colusión entre los estados árabes contra intereses israelíes.

Creemos que estamos ante una alianza táctica. El rol de Estados Unidos en la región, no es el mismo que hace años atrás. Prueba de ello, es el rechazo de Arabia Saudita de imponer cupos a la producción petrolera y la posición de los estados árabes respecto a Rusia. Al fin de cuentas, ninguno de ellos, adhirió a las sanciones de Occidente. Los líderes israelíes, han percibido esto, y con un elevado grado de autonomía estratégica, maniobran en el avispero del Próximo Oriente. 

La gran jugada es normalizar relaciones con Arabia Saudita, es un escenario complejo. El régimen saudí guardián de los lugares santos del Islam, sentándose a dialogar con Israel abiertamente, puede generar mucho rechazo en la opinión pública regional, que sin ninguna duda será explotado por Irán y otro advenedizo, Turquía.  Israel, ahora se enfrenta al desafío de un nuevo gobierno, con sectores religiosos y nacionalistas, lo que demandará alcanzar consensos sobre política exterior, especialmente de la mano del pragmático Netanyahu, quién sabe que Arabia Saudita, es pieza clave para hacer frente a Irán.

Los palestinos divididos en dos gobiernos rivales, uno de ellos que es una realidad virtual, el de Abbas, está siendo funcional a la agenda de Hamas. Es un callejón sin salida. No ha tenido gestos de condena ante ataques terroristas contra civiles israelíes o del caso dramático de Fero, el joven israelí druso, secuestrado por una milicia, aún agonizante de un hospital, para usarlo como “moneda de cambio”. Pareciera que el apoyo a la causa palestina, por parte de los estados árabes, quedará reducido a una declaración de buenas intenciones. Este vacío, busca ser llenado por Irán y un nuevo “aspirante” a potencia, Turquía.

China el sueño de ser potencia hegemónica

La crisis COVID, que tuvo su origen en China. La política de confinamiento extremo, finalmente fue quebrantada por una sociedad harta de los abusos del Estado, en el marco de un objetivo, que dista de ser realista, eliminar los contagios de coronavirus. Es altamente probable, que detrás de estas medidas draconianas, se escondan otros objetivos, vinculados con las características del régimen, de imponer mayores controles a la población, ahogar cualquier disidencia, especialmente ante un escenario de crisis económica. El foco de libertad, que persistía en Hong Kong, finalmente fue eliminado. Por medio de una ley, China, recortó los resabios de democracia o libertad que existían en el enclave.  La pandemia sirvió para silenciar la oposición al avance de Pekín. Las medidas de la nueva ley de seguridad, por ejemplo, el sostener una pancarta de protesta, o llevar una camiseta con eslóganes de los grupos opositores, puede significar ser detenido y dar inicio a una investigación sobre la base de la ley de seguridad nacional. En una serie de movimientos bien calculados, la oposición democrática fue acorralada y neutralizada.  El lema “un país, dos sistemas” se transformó en un recuerdo, a 25 años de la devolución del enclave por parte del Reino Unido a China.

Xi Jinping, en un proceso de concentración de poder, que viene desde 2018, rompió con la regla de limitar la reelección del Jefe de Estado.  En sus manos quedó la jefatura del Estado, el liderazgo del Partido Comunista y el comando de las Fuerzas Armadas.  La crisis derivada del COVID, las tensiones con Occidente, la reducción de la interdependencia, impulsó al régimen a promover un modelo que apuesta al consumo sobre la inversión.  El gran interrogante, es el cambio que impuso Xi en el modelo de conducción heredado por Deng Xiaoping, al ver los excesos de Mao con su culto a la personalidad y concentración del poder, estableció un liderazgo colectivo. Xi rompió con esta regla y ha concentrado un poder similar a Mao.  La crisis COVID, le ha permitido al régimen tener un grado de control sobre la población, mucho mayor.  La Guerra de Ucrania, fue una mala noticia, a pesar de las ganancias de corto plazo, especialmente al enfocar a Estados Unidos sobre Europa, en vez del Pacífico. Pero las tensiones con Occidente, sin ninguna duda afectaron a la economía china, que está sufriendo un proceso de desaceleración. Importantes gigantes tecnológicos se están retirando del país. 

La fuga de capitales es una realidad.  Una crisis económica, no es una buena noticia, para un régimen de las características del chino. Sin ninguna duda buscará válvulas de escape. Un ejemplo de ello la tensión creciente con Taiwán. Ejercicios militares de las fuerzas armadas chinas, alarmaron al gobierno de Taipéi. Estas consistieron en maniobras agresivas, violación del espacio aéreo como ataques cibernéticos. El ascenso de China como poder militar, es motivo de preocupación, llevando a países como Japón, a expandir su gasto de defensa, como también Indonesia, donde tienen una clara percepción que Pekín, está subiendo la apuesta y afecta sus intereses nacionales, especialmente en el Mar de la China Meridional.  Australia, es otro actor que ve con preocupación, recientes acuerdos con las Islas Salomón y Pekín, que abrirían las puertas para una base naval.

En septiembre de 2022, al finalizar su mandato como Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michele Bachelet, presentó un duro informe sobre la situación de la minoría musulmana de los uigures.  Donde hay indicios de crímenes contra la humanidad. Unos cincuenta países avalaron la denuncia, incluyendo a países como Israel o Turquía. Informes independientes hablan de un millón de personas detenidas sin causa en campos de trabajo forzados, agregándose la campaña de esterilizaciones forzadas. Esto tienen como objetivo imponer un cambio demográfico a favor de los chinos han. En Tíbet, el clima de represión y los incentivos a la instalación de chinos, permitió que, en varias décadas, convertir a los tibetanos en una minoría, sujetos a un proceso de aculturización.

China es un perturbador, tomando las palabras almirante francés, Raul Castex, en la década del 30, escribió una obra extraordinaria, “Teorías Estratégicas”, siendo generalmente potencias terrestres.  Este tipo de Estados, están embebidos en una suerte de mística, religioso, social o político. China, como lo fue en su momento la revolución rusa, esta imbuida de una mística política. Sus dirigentes, consideran que para garantizar el mantenimiento del creciente poder económico y tecnológico del país, debe traducirse en el plano político. La democracia es cuestionada e incluso vista como amenaza. En este contexto de “misticismo” el perturbador ahoga libertades políticas, sociales y económicas, con el objetivo de subordinar a la sociedad a esos presuntos fines superiores para los que sirve el estado perturbador.

Ejemplo de ello, es la política de “COVID cero” y la imposición de un estado policial, que vigila la vida de la población en todos sus aspectos.  Las ambiciones de Pekín, sobre la base de la Nueva Ruta de la Seda, choca con los intereses de las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos.  La crisis económica china, puede llevar al régimen a buscar en un mayor enfrentamiento con Occidente, sobre la base de un riesgo calculado, a través del apoyo a la instalación de gobiernos afines a los intereses de Pekín, el uso de actores desestabilizadores como Corea del Norte.

Los frentes olvidados

El 22 de julio de 2022, pasó por desapercibido la decisión de la Corte Internacional de Justicia, de tomar cartas en el asunto rohinyá.  Esta es una minoría musulmana perseguida por la dictadura militar de Myanmar, tanto en manos del ejército como de milicias budistas. Gambia fue el estado que presento el caso.  En Bangladesh, los rohinyá encontraron refugio, alcanzando la cifra de más de un millón de personas, viviendo en una situación más que precaria.

El gobierno de Dacca, invirtió varios millones de dólares en la isla Bhasan Char, para alojar a miles de refugiados, dado las condiciones extremas que se viven en Cox Bazar, el campo de refugiados más grande del mundo.  Este grupo ha sido privado de sus derechos por el régimen militar, con el objetivo de expulsarlos del estado de Rankhine y reemplazarlos por birmanos budistas.  Por ley tienen restricciones de circular libremente en el país, como de acceso a la educación superior.  A pesar de las sanciones, Myanmar, ha mantenido su política. En su momento hubo un acuerdo de repatriación, pero la ausencia de garantías, impide que esto se lleve a cabo. Se estima que más de 25.000 rohinyás fueron asesinados en el marco de la limpieza étnica iniciada en 2015.

Afganistán, abandonado a su suerte por Estados Unidos y sus aliados, cayó en manos de los talibanes. Estos instauraron un régimen de terror, regresando las ejecuciones públicas, los castigos corporales y la eliminación de los derechos de la mujer. Se estima que unos 20 millones de afganos pasan hambre. El país es un paraíso del narcotráfico, el cultivo de opio se expandió en un 30%. Vale la pena recordar que esta es la fuente de financiamiento de las milicias talibanes, además de fuentes externas, como Qatar, quien ha tenido un rol como mediador entre Estados Unidos y el movimiento talibán. Ello no impide que existan sospechas que el apoyo vaya más allá de lo diplomático.  A pesar del clima de terror, el régimen talibán, ejerce el control por medio de señores de la guerra. Estamos ante un estado fallido, de alianzas cambiantes.

El régimen abrió las puertas para convertir al país es un santuario de terroristas. Operan grupos vinculados Al Qaeda, como también organizaciones extremistas que tienen sus agendas puestas en Asia Central y Pakistán.  El ISIS, a través de su filial Estado Islámico del Khorasan, ha lanzado ataques terroristas a escala, lo que pone en evidencia, el clima de caos reinantes en el país.  El aislamiento del régimen, abre las puertas para que China y Rusia, puedan obtener algún tipo de ventaja, o por lo menos plantear una estrategia de contención, evitando que la ideología talibán sea exportada al Asia Central, generando más problemas para las periferias de dichos países.  

En septiembre de 2022, hubo choques armados entre Kirguistán y Tayikistán pro el control de determinados valles y cuencas hídricas. En 2021 hubo choques armados, que terminaron con el desplazamiento de 40.000 personas. En su segunda edición, más de 100.000 civiles kirguises fueron evacuados. 

En noviembre de 2022, Etiopía llegó a un acuerdo con el Frente de Liberación de Tigray, que reclamaba la independencia de dicho territorio, luego de su ruptura con el gobierno del primer ministro Ahmed. Intereses sectarios, que se oponían a una nueva visión de Etiopía como país multinacional, agregándose la intención de Ahmed, de reemplazar la coalición gobernante, en un partido centralizado, generó tensiones. Es probable que también existan intereses geopolíticos, especialmente por la construcción de represas en la cuenca del Río Nilo, que afectan intereses de Sudán y Egipto, además de tensiones internas latentes. El costo de la guerra finalizada formalmente el 3 de noviembre de 2022, fue de más de 150.000 civiles y 2.5 millones de desplazados. La región de Tigray, aislada y sin apoyos externo, poco podía hacer ante las fuerzas etíopes y sus aliados eritreos.  Un bloqueo, que llevó a la hambruna a millares de personas, sin ninguna duda tuvo bastante que ver con el fin del conflicto.

En África hay otros conflictos, algunos de ellos silenciados y escasamente conocidos por la prensa internacional.  Desde el 2020, las fuerzas del ejército del Frente Polisario, volvieron a las armas, luego de la crisis de Guerguerat, al violar Marruecos los acuerdos de paz de 1991. Desde entonces se libra una serie de choques armados a lo largo de los muros defensivos, que separan la zona ocupada por Marruecos y las controladas por los saharauis. Poco y nada ha hecho la comunidad internacional por los derechos humanos y la situación de los saharauis. Argelia, emerge como un actor regional de peso, ha llevado a cabo maniobras militares cerca de la frontera con Marruecos, escalando la tensión entre ambos países.  Malí, luego del golpe de estado de 2021, vive momentos críticos. Francia, ha decidido retirarse, luego de una década de guerra contra el terrorismo, sin resultados satisfactorios. La Misión de Naciones Unidas, MINUSMA; creada para estabilizar el país, sus resultados también han sido exiguos.

Esto ha exacerbado los ánimos nacionalistas. Los grupos terroristas asolan el norte del país.  La presión de la opinión pública local y de los propios militares, llevó al gobierno de Malí, a buscar apoyo en el grupo ruso Wagner. Algo que hizo en su momento la República Centroafricana, y logró recuperar terreno perdido en manos de milicias y grupos rebeldes. El pago es por medio de recursos naturales. Rusia emerge como “exportador” de seguridad en África, en desmedro de los europeos que se repliegan y el rol que tenían el Reino Unido y Francia, está cada vez más desdibujado.

El cambio climático significará para algunos países su extinción, así lo ven los estados insulares de Nauru, Tuvalu o Kiribati.  Naciones Unidas nos está hablando de refugiados ambientales.  En este año que se va, hemos leído sobre riesgo de ataque nuclear, desplazamiento de millones de refugiados por el accionar del terrorismo y el cambio climático. El mundo ha tenido un serio retroceso en materia de libertades y derechos humanos. Mientras que se habla de crisis global por el aumento de precios de alimentos y energía, las industrias de defensa, se han convertido nuevamente en un negocio rentable. Miles de millones que podrían destinarse a luchar contra el cambio climático, pobreza, salud, se desvían para modernizar arsenales.  No cabe duda que este año 2022 que ya termina, podríamos calificarlo como el tiempo que perdimos la paz y la fuerza parece ser la herramienta para dirimir conflictos en un mundo cada vez más peligroso e incierto.

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