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Ángela Merkel: La Canciller de Hierro

Ángela Merkel, canciller alemana por 16 años, anunció su retiro del liderazgo político de Alemania. Piloto de tormentas, se ha transformado en una líder de proyección global, con un fuerte consenso en la población germana.

Deja un país como la primera potencia del bloque Europeo y una de las economías más importantes del planeta. La proyección de Alemania de la mano de frau Merkel, sin ninguna duda dejará una huella en la historia de las relaciones internacionales.

Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Argentina


En noviembre de 2005, Ángela Merkel, doctora en química cuántica, nacida y educada en su momento en la extinta República Democrática Alemana, era elegida por el Parlamento alemán como jefe de gobierno, que según la Ley Fundamental alemana, recibió el título de Canciller.

Esta mujer, era políticamente conservadora, líder del histórico UCD o Unión Cristiano Demócrata, el partido de un peso pesado de la política alemana, Helmut Kohl, el artífice de la reunificación alemana.

Los inicios no fueron para nada fáciles, especialmente por el papel que tenía Alemania en Europa y fuera de ella. Su mandato estuvo lleno de desafíos, desde lo económico, político, y la crisis global del COVID 19, pero su particular estilo, le permitió estar en el poder por varios períodos consecutivos, formando diversas coaliciones con partido de centro y centro izquierda, que a pesar de las tensiones y pugnas políticas, se ha granjeado una enorme popularidad entre los alemanes, y también fuera de las fronteras europeas, como una de las grandes mujeres y líderes del siglo XXI.

Merkel, no estuvo exenta de críticas, más en los comienzos de su carrera, al ser considerada como “poco carismática” por su moderación y discurso pausados. Este tono moderado, fue sin ninguna duda, lo que permitió ampliar la base electoral, y se transformó en una virtud a la hora de las negociaciones con otros líderes globales.

Líder pragmática, ha sabido adaptarse a la circunstancias, lo que la llevó a posiciones claramente progresistas, que facilitó su convivencia con los socialdemócratas y formar gobiernos estables y duraderos. Esto se trasladó en el ámbito económico, se ha caracterizado por el equilibrio fiscal, déficit cero y prioridad en políticas sociales.

En estos años de “Era Merkel”, Alemania se convirtió en un actor económico clave en Europa, la verdadera locomotora en la UE, teniendo por ende un papel importante en los programas de ajuste fiscal y rescate luego de la crisis financiera global de 2008.

La austeridad, regla de hierro, de la política económica de la Canciller, no ha estado exenta de crítica, especialmente para hacer frente a la competencia china, la digitalización y la dependencia de los combustibles fósiles. A pesar de la revolución de 2011, donde Merkel, dio un impulso decidido a la generación de energías alternativas y el cierre paulatino de las centrales nucleares, especialmente por la tragedia de Fukujima en Japón.

Alemania tiene como serios desafíos, el no quedarse fuera de la expansión de las industrias tecnológicas, adaptar su industria a los nuevos tiempos, el impacto geopolítico y económico que implicará la llamada Ruta de la Seda, por el cual, para muchos, significará un mayor grado de dependencia de la UE de la economía china.

Sea como fuere los resultados de la gestión económica de Merkel, son alentadores, redujo la deuda en un 20%, seis períodos consecutivos de superávit fiscal, bajos niveles de desempleo en comparación con otros socios europeos, y un marcado ritmo de crecimiento de las exportaciones, y más moderado de la economía.

La llegada del COVID, que puso contra las cuerdas a las democracias occidentales, por las medidas restrictivas, propias de un régimen dictatorial, generó también problemas en Alemania. Este es un país federal y requiere de consensos para aplicar medidas de este tipo.

Merkel, logró en cierto punto, equilibrios, apoyado por un vasto paquete de estímulos y apoyo a familias y empresas, por cientos de miles de millones de euros.

El programa tiene como objetivo salvaguardar empresas de valor estratégico e impulsar empresas innovadoras. La célebre aerolínea nacional, Lufthansa, fue objeto de un importante rescate, que permite al Estado alemán, tener poder de veto, e impedir que intereses ajenos intervengan en la empresa. El sector PYME también fue objeto de programas de ayuda, en atención a la pérdida de la competitividad alemana frente a las potencias asiáticas.

La influencia china es creciente, especialmente en sectores como la producción de robots industriales y hasta en la célebre Daimler Benz, lo que demandado que la misma Merkel, exigiera a sus socios europeos limitar la creciente influencia china. La crisis COVID; habilitó a la Canciller a impulsar limitaciones para inversores no europeos e impulsar la creación de grandes empresas, para competir con Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, China.

Por otro lado, la sociedad Pfizer –BioNtech, de capitales alemanes, sin ninguna duda ha sido un impacto positivo para Alemania, dado el rol que ha tenido la ciencia germana en el desarrollo de las vacunas, que tienen tanta demanda a nivel global.

Otras poderosas empresas, como Bayer, también se posicionan como grandes proveedores, que abre una puerta a mantener a Alemania, como un líder en este campo, frente a la creciente competencia china, que por cuestiones de transparencia, es objeto de críticas.

En el marco europeo, hubo resistencia de diversos gobiernos, que generó tensiones y discusiones, especialmente con los gobiernos de Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Austria. En la cumbre de julio de 2020, Merkel expresó. Saldremos de la crisis más fuertes que antes si reforzamos la cohesión y la solidaridad. Nadie saldrá de ésta solo, somos todos vulnerables. La solidaridad europea no es un gesto humanitario, es una inversión sostenible. No es solo un imperativo político, merece la pena y nos traerá beneficios.

Esto permitió, luego de arduas negociaciones, un paquete de recuperación para los socios de la UE, siendo los principales beneficiarios, países muy afectados por el COVID, como los casos de Italia, Francia y España. La experiencia de la pandemia, no cabe duda que se debe repensar en la UE, en muchos aspectos.

No cabe duda que el liderazgo de Merkel fue decisivo a la hora de plantear un programa de reconstrucción post covid. Esto pone en evidencia el lugar ganado por Berlín, bajo la batuta de la Canciller.

En política exterior, Alemania apostó al multilateralismo, especialmente como impulsor de las cumbres G 20. La cuestión de los refugiados, fue objeto de grandes polémicas en Europa, a pesar de granjearle una importante popularidad, también potenció a los grupos de derecha y anti sistema, e importar un problema social a largo plazo. Millares de inmigrantes de Oriente Medio, tiene valores y una cultura, muy distinta a la Alemania del siglo XXI.

Tenemos serias dudas como serán asimilados, o más bien se convertirán en un problema social, como el que tiene Francia hoy día. El balance de la política migratoria es dispar. Por un lado Merkel, se convirtió en una líder de rostro “humanitario”, pero sus socios, por cuestiones políticas internas, no cumplieron con las cuotas de admisión, asimismo, la UE ha sido permeable a las presiones de gobiernos como Turquía, que obtuvo 6.000 millones de euros en ayuda para frenar la oleada de migrantes, en un contexto de cuasi extorsión por parte del presidente Erdogan.

Más sutil ha sido Marruecos, que recibe ayuda de la UE para frenar las migraciones ilegales, sin rendir cuentas, y con un mecanismo de abrir el “grifo” y permitir que millares de inmigrantes asalten los puestos fronterizos de Ceuta y Melilla, o con precarias embarcaciones intenten llegar a las costas europeas, para seguir obteniendo ayudas, que poco y nada les llegan a los migrantes desesperados que ven en Europa su salvación.

Este aspecto, Merkel, ha sido demasiado tolerante y cedió a las presiones para evitar repetir la crisis vivida con miles de personas pululando por los caminos de Europa, buscando asilo.

En 2005, Alemania, tenía un papel algo desdibujado en la política exterior, el antecesor de Merkel, el socialdemócrata Gerhard Schröder, con su tenaz oposición a la invasión de Irak, generó un distanciamiento con la Casa Blanca y la misma OTAN.

En aquel año flamante canciller Merkel, dio un giro, y promovió un acercamiento a Estados Unidos, la OTAN y sus vecinos del Este Europeo.

Este cambio, no se tradujo, en un mayor compromiso en materia de seguridad, del que ha sido objeto de críticas Alemania, por no invertir acorde a su estatus en el concierto internacional. La política de Merkel estuvo marcada en este cambio, por la defensa de valores y la libertad.

En 2014, la anexión de Crimea por parte de Rusia, rompió con la tradicional Ospolitik, de una suerte de entendimiento con Moscú. El gobierno alemán estuvo a la cabeza de exigir sanciones a Rusia, lo que abrió una brecha en las relaciones germano rusas.

Esto ha generado críticas de los socialdemócratas, que apuestan a un mejor diálogo con Rusia, y no han dudado de cargar tintas al gobierno de Ucrania por la crisis con Moscú

Merkel se caracterizó por tener una política exterior muy activa, más allá de los aspectos criticables con la crisis migratoria Alemania ha ganado su lugar, como nación líder. Esto se observa en la misma UE, donde Berlín es un actor a considerar, y nadie en la UE no toma decisiones, sin el visto bueno germano por lo menos en las grandes decisiones, especialmente económicas.

La cuestión del Brexit, la salida del Reino Unido de la UE, con sus complejas negociaciones, Berlín tuvo un papel destacado, dado el impacto de la salida de Londres del bloque. Sin ninguna duda fue uno de los grandes desafíos que tuvo que enfrentar Angela Merkel.

Los analistas veían que la salida de los británicos, iba afectar, no solo cuestiones comerciales, sino la pérdida de un aliado en las negociaciones en Bruselas, frente a los intereses franceses. Pero finalmente hemos visto, que Alemania, mantuvo su rol de liderazgo.

En palabras de Merkel, los lazos con el Reino Unido, seguirán siendo sólidos, a pesar del Brexit. Pero para la Canciller, Europa es un factor clave para la prosperidad de Alemania. En el marco de las ásperas negociaciones por el plan post COVID, Angela Merkel reflexionó: La respuesta es que Europa tiene que actuar junta.

El Estado nación por sí solo no tiene futuro. A Alemania solo le irá bien si a Europa le va bien. El multilateralismo, el euro y la vigencia de la UE, fueron los grandes ejes de su estrategia exterior, con sus idas y venidas, por la existencia de fuertes asimetrías en el bloque, especialmente con los socios del sur y el Este de Europa.

Sin ninguna duda, tuvo una fuerte vocación europeísta, trató siempre de mantener unido al bloque, le tocó hacer frente al terrible vendaval que fue la crisis financiera global de 2008. Intentó sostener una política exterior basada en una serie de valores, no en vano, no acompañó a sus socios de la OTAN en la aventura libia.

Alemania tiene una deuda pendiente en su rol en la seguridad internacional. Sus inversiones en defensa, no coinciden con el estatus internacional del país. Las Fuerzas Armadas tienen problemas de reclutamiento por el envejecimiento poblacional, la falta de interés de los jóvenes en la carrera militar, y la agonía se potencia desde el fin del servicio militar obligatorio. Fragatas, submarinos, aviones de combate, tiene fallas y problemas por falta de inversiones. Este es el gran debate que tiene que darse Berlín, es una potencia, pero sin un “músculo militar” adecuado a su posición global.

Los intereses alemanes, hoy no solo se limitan a Europa, sino se extiende mucho más allá. Los roces con Trump, que redujo la presencia de Estados Unidos en lugares como Oriente Medio, la propia Europa, genera vulnerabilidad, especialmente por el auge de los islamismos radicales, las migraciones no controladas, los roces con Rusia, y aliados incómodos como Turquía, cuyo presidente con su agenda exterior, genera más dudas que certezas, y precisa un mensaje claro, para sugerir al polémico Erdogan, de qué lado del mostrador esta.

Las relaciones con Estados Unidos, estrecho aliado de Berlín, y con una fuerte presencia militar, a pesar del fin de la Guerra Fría. La llegada de Donald Trump, fue otro frente de tormenta. La torpe política de Trump, especialmente en materia comercial y la presión para que Europa, invierta en defensa y seguridad (en este aspecto debemos darle la razón al tempestuoso Trump), generó muchos roces entre aliados ambos lados del Atlántico.

La política pragmática de Alemania hacia Moscú, no exento de altibajos, por escándalos vinculados a ciberataques, las críticas abiertas de Berlín al régimen de Putin, generó roces con la Casa Blanca.

Merkel, sabe que Rusia es un actor clave en materia energética, y por ende actúa de manera pragmática, posiblemente evitando que exista una escalada entre ambos países. La llegada de Joe Biden como presidente de Estados Unidos, ha sido vista por muchos analistas, como una bocanada de aire fresco para Europa y especialmente para Berlín.

El regreso al Acuerdo Climático de París, a la Organización Mundial de Salud, fueron señales claras que la nueva gestión de la Casa Blanca, regresaba a los cauces normales de la política exterior de Estados Unidos. China es un actor que genera temores, agregándose las críticas de la Canciller a la escasa transparencia de Pekín sobre el tema del COVID 19. Alemania tiene un gran competidor en materia industrial y precisa de recuperar aliados de peso como Estados Unidos.

El peculiar liderazgo que ha tenido esta brillante política, se ha caracterizado por la austeridad en el aspecto personal, especialmente en el aspecto de vida privada. No se deslumbró por el poder, como le pasa a muchos líderes.

Asimismo, para muchos es un personaje enigmático, difícil desentrañar lo que realmente piensa y con una extraordinaria voluntad, que le ha permitido hacer frente a muchos frentes de tormenta, presiones de todo tipo.

Merkel tuvo una política exterior basada en valores de europeísmo, multilateralismo, intentos de profundizar el bloque de la UE. No cabe duda que su gestión, Alemania se ha posicionado como un actor global. El diálogo y los consensos han sido su carta de presentación, como ha sido observado en el Consejo Europeo.

En situaciones realmente complejas, cuando las conversaciones estaban trabadas, la propia Merkel, no dudaba de dialogar por separado hasta llegar a un acuerdo. Superó la crisis de la Constitución europea, reemplazada por el Tratado de Lisboa.

Sabe escuchar a los socios menores del bloque, algo que Macron, no hace. Líderes políticos y del mundo de la empresa, han destacado que es una mujer que sabe escuchar. Su carácter reflexivo, le permitió superar la cuestión COVID.

En el otoño europeo de 2021, termina una etapa no solo para Angela Merkel, como una figura histórica de peso de Alemania post Segunda Guerra Mundial, al nivel del inolvidable Konrad Adenauer, sino para Europa. Esta mujer brillante, austera, ha marcado una época.

Se va por la puerta grande, la Canciller de Hierro, no por su carácter autoritario o dureza, sino por la firmeza de sus valores y convicciones, y una gran entereza moral, por su imagen austera y por haber tenido que enfrentar tormentas, que a cualquier político tradicional, lo hubiera acabado. Merkel, hizo historia.

El que decide dedicar su vida a la política sabe que ganar dinero no es la prioridad. Ángela Merkel

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