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Après moi, le déluge, la frase que el kirchnerismo hace propia

El Minuto | El tercer gobierno kirchnerista está golpeado y desesperado. El devastador resultado de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del 12 de septiembre hizo volar por los aires la frágil autoridad -siempre cuestionada, hay que decirlo- del presidente formal en funciones, Alberto Fernández. Y para peor, lo llevó a tomar medidas desacertadas que se pagarán muy caras en el mediano plazo.

Por: Agustin Dragonetti | Corresponsal el Minuto de Argentina

Hagamos un breve racconto de cómo estamos hasta hoy: dos días después de la peor paliza electoral del peronismo en su historia, Cristina Fernández de Kirchner les ordenó renunciar a 9 ministros y varios secretarios y subsecretarios de Estado, en un claro intento de vacío de poder y para mostrar la capacidad de daño del kirchnerismo duro dentro la alianza gobernante. La frutilla del postre fue la carta pública que Cristina le dedicó al presidente formal, donde dejó en claro, por si hacía falta tal aclaración, que ella lo eligió para encabezar su gobierno y que se perdió la elección legislativa por la culpa exclusiva de Alberto Fernández y su círculo íntimo. Fue una semana al rojo vivo que dejó una herida que aún no ha cicatrizado y que desequilibró al gobierno, a pesar de los cambios en el Gabinete. Ese desequilibrio lo lleva a cometer error tras error, que incluye una radicalización de famoso “relato K” (una épica y construcción de la historia que nunca existieron o solo existe en la imaginación del kirchnerismo y sus cómplices) y medidas económicas delirantes. Todo hace pensar que es una sangría de dinero inútil para revertir tamaño fracaso.

A menos de una semana de las elecciones generales del domingo 14 de noviembre, cinco encuestadoras de primer nivel (Giacobbe & Asociados, Synopsis, Real Time Data, Opinaia y la Universidad de San Andrés) revelan que sus sondeos ponen al primer espacio opositor (Juntos por el Cambio) con 10 puntos de promedio por encima del oficialismo, aunque restan cerca de un 15% de votantes indecisos. Para Giacobbe & Asociados, para tomar una de las mediciones de la última semana, el 67% de los encuestados no votaría al oficialismo. Pero también hay que tener en cuenta otros factores a la hora de hacer un análisis más completo. En primer lugar el gran ausentismo de las primarias, donde participó el 66,21% de los electores habilitados. En segundo lugar el “voto útil”, que corresponde a votantes que eligieron a fuerzas menores para no votar por el Frente de Todos o Juntos por el Cambio y que posiblemente optaran por alguno de los dos principales espacios políticos. Y tercero, el voto blanco o nulo, que sumados alcanzaron entre el 5 y el 7%. Para el primer caso, los analistas sostienen que quienes no asistieron a votar corresponden a sectores sociales que votan al peronismo, por lo que se acortaría la brecha entre oficialismo y oposición, aunque no necesariamente.

“Plan platita”

Tras la derrota de las PASO, el gobierno se abocó a intentar recuperar los votos perdidos. Para ello decidió abrir la billetera para utilizar dinero que no tiene con fines puramente electorales. Se estima que hasta las elecciones del 14 de noviembre el gobierno volcará a la calle unos $160.000 millones para estimular el consumo. El plan de seducción del electorado va desde una línea de préstamos con devoluciones en hasta 30 cuotas mensuales destinadas a los gobiernos provinciales (según informes del Ministerio del Interior, el gobierno nacional transfirió en septiembre $ 284.224 millones a las provincias), hasta viajes de egresados gratis para los alumnos de la provincia de Buenos Aires que cursan el último año del colegio secundario. Todo artilugio necesario para revertir la derrota es válido.

El paquete económico-electoralista para intentar dar vuelta los resultados de los comicios de septiembre pasado, incluyen: suba del piso salarial a partir del cual se paga el impuesto a la Ganancia (con un costo fiscal de unos $8.000 millones); aumento del salario mínimo a $ 32.000, un incremento que también llega a beneficiarios de algunos planes sociales; una insignificante alza de las jubilaciones con un patético y ridículo bono de apenas $318 al mes; extensión del programa de Recuperación Productiva (REPRO II), herramienta creada para asistir a las empresas afectadas por las restricciones que el gobierno impuso durante la pandemia; aval para los retoques a los acuerdos de las paritarias anticipadas; bonos extraordinarios para empleados públicos; millones destinados para obras públicas; refuerzos presupuestarios para los programas Potenciar Trabajo, becas PROGRESAR y políticas alimentarias, entre otros. Y la lista y anuncios siguen todos los días.

Así y todo, por el efecto devastador de la inflación, la multimillonaria asistencia que se está repartiendo queda neutralizada. Como el dato mata al relato, la coyuntura está señalando que cuando se llegue a la fecha de la elección general, el poder adquisitivo de la sociedad será más bajo que el que se registró en septiembre pasado, cuando el gobierno sufrió la peor derrota electoral del peronismo en su historia.

Financiamiento del paquete electoralista kirchnerista

Para financiar tamaño delirio electoralista, el gobierno echó mano a las herramientas que siempre han fracasado: asistencia en forma permanente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) al Tesoro, ingeniería financiera y calentar el consumo a través de la emisión monetaria descontrolada. Más de lo mismo.

El Banco Central ya le transfirió al Tesoro más de $1 billón en lo que va del año. En octubre, sin ir más atrás, el BCRA ya le giró al Tesoro $162.712 millones entre Adelantos Transitorios ($145.000 millones) y Transferencia de Utilidades ($17.712 millones).

A su vez, el ministro de Economía, Martín Guzmán, incorporó al presupuesto de manera polémica los U$S 4.334 millones recibidos en agosto por derechos especiales de giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI). El pase de los DEG a pesos habilitó el uso para gastos internos, tal como pretendía Cristina Fernández de Kirchner. A su vez emitió letras intransferibles por un monto equivalente a 10 años de plazo, que le vendió a la entidad bancaria para hacerse, a su vez, de más pesos. De no haber recurrido a esta entelequia contable, Guzmán no iba a disponer de dinero para el gasto electoralista.

Para alentar el consumo y calentar la economía, el gobierno está imprimiendo a razón de 1 millón de billetes de $1.000 por día. Tal es así, que la elevada demanda obligó a la Casa de la Moneda a contratar la producción de billetes en el exterior. Todo un dato revelador.

Dólar e inflación

Hoy Argentina coexiste con alta inflación (con una proyección cercana al 52% para fin de año) y enormes brechas en el mercado cambiario (que ya supera el 99%). Esto es fruto de un exceso de emisión monetaria para financiar al déficit del Tesoro, en un contexto de gran inseguridad sobre el rumbo económico post 14 de noviembre. Los sueldos y las ayudas sociales a los sectores de menores recursos están llegando a fin de año con el peor nivel adquisitivo desde las primarias. Esto obedece a que la inflación deglutió buena parte de las mejoras otorgadas por el gobierno durante el año.

Tras un mes en que el Banco Central mantuvo durante casi 21 días posición compradora, finalmente el último viernes vendió U$S 290 millones en el mercado de cambios. Se trata de un récord desde el 25 de octubre de 2019. Esto se debió principalmente a la fuerte demanda de importadores y por la tendencia a la dolarización que suelen caracterizar las épocas electorales en Argentina. Pero también porque el mercado está desconcertado con las diferentes señales políticas y económicas que recibe de funcionarios y dirigentes oficialistas (control de precios, restricciones a la adquisición de divisas y confrontación con el FMI), donde se divisa una falta de rumbo para poder salir de los delicados problemas que sufre el país.

La gente común y los mercados tenían como barrera -si se quiere psicológica- los $200 por cada dólar. Esa barrera se quebró el jueves 4 cuando el dólar paralelo tocó finalmente los $200. Es que ese valor de la divisa verde era una de las mayores preocupaciones del equipo económico antes de los comicios de noviembre por el impacto negativo en los precios y, consecuentemente, en la inflación. El aumento del blue puede obedecer a dos factores: como gran parte de la economía argentina es informal, todo lo producido en ese sector se dolariza a través del dólar paralelo. Pero también parte del sector económico registrado, que no tiene acceso al mercado de divisas, va hacia el mercado paralelo para dolarizar sus ganancias.

Por otro lado, el sector financiero está buscando perspectivas para resguardarse de un eventual salto del tipo de cambio posterior a las elecciones generales.

Para los amigos extranjeros vale explicar que se llama “dólar blue” al valor del billete estadounidense que se paga en el mercado paralelo, donde se consiguen dólares libres de las limitaciones estatales pero, lógicamente, a un precio mucho más elevado.

Si bien el ministro de Seguridad, el inefable Aníbal Fernández, dijo que “el dólar blue es un mercado marginal que no influye en la vida de los argentinos”, le guste o no termina repercutiendo indefectiblemente en la pendiente inflacionaria, porque las listas de precios de los comercios, pequeñas y medianas empresas y empresas importadoras que, si bien su costo no está atado al blue, juega en el costo de reposición de mercaderías. A la sazón, una suba del dólar blue, que tiene su correlato en menos oferta de divisas estadounidenses, limitaciones a las importaciones y caída del stock de mercaderías, se traslada a aumento de precios. Tan simple como eso.

Por todo lo anterior resultaría hasta cómico, si no fuera algo preocupante y dramático, que Roberto Feletti, el secretario de Comercio Interior, anunciara que el 20 de noviembre entraría en vigencia hasta el 8 de enero el plan para retrotraer los precios de productos de más de 1.4400 sumo masivo a los valores del 1 de octubre pasado, lo que comúnmente se conoce como congelamiento de precios. Inclusive convocó a las cámaras que agrupan a las empresas farmacéuticas para discutir la evolución de los precios de los medicamentos, un sector que tiene un alto componente de insumos que no se producen en el país. Los congelamientos de precios no solo no han funcionado, sino que han generado desabastecimiento de mercaderías a lo largo de la historia en que se aplicó este parche económico. “Va a haber desabastecimiento. Cuando a un productor se le termine el producto que ya tiene fabricado, si eso le provoca pérdida, no lo va a volver a fabricar, no hay manera”, advirtió Mario Grinman, presidente de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC). El gobierno vuelve a utilizar en su desesperación medidas económicas desacertadas, porque el congelamiento de precios no solo puede generar escasez en las góndolas, sino que además pueden favorecer un mercado negro o aquietar la actividad económica generando más desempleo.

El post 14

El gobierno está quemando todas sus naves de cara a las elecciones legislativas del 14 de noviembre próximo. Pero no parece alcanzar. Todos los días se producen marchas y manifestaciones pidiendo más planes sociales, más trabajo o más alimentos. Para un gobierno kirchnerista que le marquen la cancha organizaciones afines a su ideología es casi un sacrilegio. El jueves 28 fue un día que quedará en la memoria del kirchnerismo (aunque es experto para dar vuelta la realidad). Manifestantes del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) Histórico, integrante del Frente Piquetero, ingresaron por la fuerza al Ministerio de Desarrollo Social, destrozando vidrios, computadoras y otros objetos del hall del edificio, además de herir de gravedad a dos personas. Hasta ahí el hecho violento. El hecho simbólico ocurrió en la puerta del ministerio. Los militantes escribieron con harina de maíz “Basta de polenta” (en referencia al alimento más básico que se consume en los hogares más humildes). Esa consigna es un golpe demoledor para un gobierno que se dice peronista (aunque para el peronismo “ortodoxo” el kirchnerismo no es peronista).

Por todo esto los analistas arriesgan que van a ser dos años, a partir de noviembre, muy difíciles, con las incertidumbres propias de las múltiples variables que se manejan.

Los escenarios post 14 son varios, veamos:

  • Desde lo político, una nueva orden de CFK para vaciar de poder a Alberto Fernández como ocurrió después de las PASO, pero a una escala total.

  • Una radicalización del kirchnerismo que corra a Alberto Fernández a un costado (si es que todavía pueden correrlo más) y tome el control del poder real. Esto supone un cambio de gabinete, con el ministro de Economía en primer lugar.

  • Desde lo económico, el gobierno podría devaluar el peso, limitar las importaciones, o realizar un desdoblamiento cambiario, es decir un tipo de cambio comercial regulado y un tipo de cambio financiero algo más suave. Y, por supuesto, llegar pronto a un acuerdo con el FMI para despejar el panorama de los vencimientos externos.

“Después de nosotros, el diluvio”

Esa frase del rey francés Luis XV, describe perfectamente al kirchnerismo duro: no importa lo que sobrevenga en el país cuando ya no esté en el poder. Y si los encuestadores tienen razón y se produce una derrota aún peor que la de hace dos meses, la fractura en el gobierno será total. El kirchnerismo (léase Máximo Kirchner y, por supuesto, Cristina Kirchner) va a ir al golpe palaciego para tomar el control de los próximos dos años de gobierno y buscar la reelección presidencial del 2023, pero esta vez será una lista k pura. Nada de tibios.

Al círculo rojo del kirchnerismo no le importa vaciar de poder al presidente (como lo hizo en septiembre) ni la gobernabilidad. Lo que importa es mantener el poder a toda costa. Y llevarse puesto al presidente está en la agenda post 14.

Quienes sí olfatean la derrota y actúan en consecuencia, son los sindicalistas de la CGT. De hecho, hace tiempo que empezaron a alejarse del gobierno. No tanto por Alberto Fernández, sino por Cristina. Máximo y La Cámpora, la organización ultra k que dirige Máximo. En la reunión que mantuvieron en la sede del gremio de UPCN los principales gremialistas, los llamados “gordos de la CGT”, acordaron endurecer sus posturas ante el gobierno. Pero también le sugirieron al presidente en funciones romper directamente con CFK.

Faltan escasos 7 días para las elecciones legislativas y la incertidumbre es mucha. El lunes 15 estaremos hablando de lo que viene. Esperemos que el diluvio no ahogue nuevamente a Argentina.

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