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Argentina Gestión de crisis en tiempos de pandemia

En el mes de marzo, el presidente Alberto Fernández por medio de un Decreto de Necesidad y Urgencia, sostenido por el consenso social y político, estableció el régimen de Aislamiento Social Obligatorio, imponiendo una serie de restricciones, que incluyó el cierre de gran parte de la actividad económica del país.

El que sabe planifica, el que no sabe descentraliza y se ocupa de minucias intrascendentes (Federico Frischknecht)

En el mes de marzo, el presidente Alberto Fernández por medio de un Decreto de Necesidad y Urgencia, sostenido por el consenso social y político, estableció el régimen de Aislamiento Social Obligatorio, imponiendo una serie de restricciones, que incluyó el cierre de gran parte de la actividad económica del país.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina


Estaba previsto que la crisis durará solo dos meses. Semanas antes el ministro de Salud de la Nación Ginés González García sostenía que el problema del COVID 19 no llegaría a la Argentina hasta el mes de junio.

Errores de apreciación tendría sus consecuencias. Ahora se debate en la Región Metropolitana de Buenos Aires volver al punto de partida, poniendo en evidencia que algo sin ninguna duda falló.

A la hora de escribir esta nota, Argentina cuenta con más de 30.000 personas que han contraído el COVID 19 y un millar de fallecidos. El grueso de los pacientes están en la llamada Área Metropolitana de Buenos Aires, conformado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (3 millones de habitantes) y una veintena de partidos (municipios) de la Provincia de Buenos Aires (unos 9 millones de habitantes) concentrados en una zona de unos 3500 km2.

Este espacio geográfico concentra una elevada densidad de actividades industriales, comerciales y financieras. Solo la Ciudad de Buenos Aires genera el 20% del PIB argentino.

A pesar del peso económico que tiene la región citada, tiene serios problemas habitacionales, de infraestructura y de calidad de servicios públicos, consecuencia de falta de planificación y visión de largo plazo. Las diferencias políticas entre el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (que obtuvo su autonomía en 1996) y la Provincia de Buenos Aires, y el gobierno de la Nación, han impedido concertar políticas. Incluso durante la gestión de Cambiemos, donde los tres gobiernos tuvieron el mismo signo político, los avances fueron muy limitados.

La crisis del COVID 19 encontró una vez más, a la región metropolitana con gobiernos de signos políticos distintos, que por mezquindades políticas, para evitar pagar el “costo” de la crisis sanitaria, ha derivado en roces, comportamientos autoritarios y echarle la culpa al otro, en vez de asumir las responsabilidades que les competen.

La Argentina en muchos aspectos ha pecado de improvisación en gestión de crisis. Un ejemplo de ello fue la guerra de 1982, donde pareciera que nadie aprendió nada. El país se vio sorprendido por la respuesta del adversario, la infraestructura quedó de manifiesto que no estaba preparada para afrontar una movilización a escala, ni en el mas alto nivel existió un Gabinete o Comité de Crisis, como contaron los británicos.

En materia económica también observamos grados de improvisación y serios problemas para alcanzar consensos en el arco político para hacer frente a problemas de largo plazo, como la deuda externa. Los ejemplos siguen, que van desde la Tragedia de Once (accidente ferroviario que le costó la vida a medio centenar de pasajeros por el estado lamentable de las trenes) hasta la pérdida del submarino ARA San Juan (perdido con 44 tripulantes, donde quedó reflejado la falta de mantenimiento adecuado y la precariedad de los medios militares en Argentina).

En marzo de 2020 el coronavirus golpeó a las puertas de Argentina. En una primera instancia existió consenso sobre las medidas a tomar, que desde el punto de vista constitucional son cuestionables, fue tolerado en general por la sociedad y gran parte del sector político. El presidente formó un comité de expertos médicos ad hoc como órgano de asesoramiento para las medidas relativas a la pandemia.

Pero se observó en un primer momento, dificultades para movilización de recursos, y medir las consecuencias sociales y económicas del cierre de numerosas actividades. La imposibilidad de que millares de industrias y comercios, como también de millares de personas ligadas a la economía informal como autónomos de poder llevar a cabo sus actividades, acarreó un verdadero drama.

El gobierno dispuso una serie de medidas en materia de ayuda sociales, aportes para el pago de cargas salariales, créditos, pero no fueron suficientes para una economía que no crece desde 2011. Los impuestos siguieron siendo los mismos de siempre como las tarifas de servicios públicos. El Estado no tomó medidas de austeridad, como vimos el rechazo que tuvo el mismo presidente de la nación de reducir salarios de altos funcionarios.

Un mensaje que cayó bastante mal. El peso de la crisis ha recaído de lleno en el sector privado, con el cierre masivo de empresas y millares de personas sin empleo.

En el marco de la emergencia se presentaron una serie de fases, que habilita una serie de actividades, según la situación sanitaria. Así vimos mañana, tarde y noche, un desfile de médicos opinando sobre estadísticas, tasa de letalidad, cantidad de camas de hospital disponibles, medidas de prevención y un largo etc. En la sociedad se infundió temor, a tal punto que vimos que muchos pacientes, a veces en el marco de la sospecha de tener COVID 19, fueron víctimas de hechos violentos, estigmatización.

Así sabemos que en lugares donde están pacientes de COVID 19 son vigilados para que no violen la internación y no salgan de sus lugares de confinamiento. Una suerte de estado policial, que nos recuerda a las medidas draconianas del régimen de China. No cabe duda que la estrategia de comunicación fue muy mala. No es generar miedo, sino responsabilidad. El temor – razonable – de las autoridades era evitar ver las escenas de Italia y España, dos países con una pésima gestión, donde el sistema de salud se saturó, viendo escenas tremendas de pacientes agonizantes en pasillos de hospital, casi sin atención.

Otro factor extremadamente negativo ha sido el manejo de la incertidumbre. Un ejemplo las constantes prórrogas, las idas y venidas, sin medir consecuencias en aspectos que van mas allá de la pandemia (de por si un problema gravísimo). Es sabido que el COVID 19 es una enfermedad compleja y presenta muchas aristas, siendo el principal problema el nivel de contagios y cómo afecta a sectores afectados por patologías, siendo uno de los colectivos sociales los adultos mayores.

A ello se agrega una serie de novedades que provienen del mundo académico, no exento de contradicciones que dificultan a la hora de la toma de decisiones. El rol de la Organización Mundial de la Salud ha sido lamentable, funcional a los intereses del gobierno Chino, deseoso de ocultar las falencias de la gestión que ha costado miles de vidas, tal vez cientos de miles dentro de sus propias fronteras.

Así observamos que el uso de “tapa bocas” o barbijos en un momento fue rechazado, y veíamos a numerosos médicos en la televisión hablando tajantemente de que resultaba innecesario, para luego pasar a defender enfáticamente que si había que usarlo. La polémica sobre el confinamiento, también existe limitaciones, dado que acarrea no solo problemas de índole económico, sino también social con consecuencias para la salud mental y también física de muchas personas.

La nueva cuarentena del AMBA arrancó con protestas, más controles ...

Diversos grupos protestaron en el Obelisco. (Foto: AFP).


Existen colectivos sociales, por problemas de discapacidad física o mental, que precisan recreación y actividades de apoyo, que dado las circunstancias les está vedado, por el régimen aplicado, agregándose que las autoridades locales han dictado resoluciones, muchas veces contrario a derecho, no hace más que complicar las cosas. Estos son una serie de elementos que en el proceso de una gestión de crisis debe ser tomado en cuenta.

Muchos se llenan la boca que estamos ante una “guerra” que el enemigo es un ser invisible, el COVID 19/Coronavirus. La crisis de la pandemia se desarrolla en el medio de una pugna global, donde encontramos a China, que compite abiertamente por el liderazgo global frente a Estados Unidos, donde observamos que Pekín aprovechó con suma habilidad la crisis para ganar posiciones frente a su adversario, que por la política impulsada por Trump, realiza una maniobra de repliegue, para recuperar poder nacional, no exento de gruesos errores geopolíticos, estratégicos y torpezas políticas.

La ausencia de liderazgo en la crisis, donde cada país hizo o hace lo que puede, donde la ilegalidad está a la orden del día, como observamos con el caso de la Mossad, la inteligencia israelí, que ante actos de verdadera piratería por insumos médicos, salió a una verdadera “caza” para garantizar a Israel los recursos para hacer frente a la crisis.

El gobierno israelí tuvo una estrategia clara, hizo una apreciación correcta de la situación, dado que su inteligencia estratégica funcionó. Otro caso exitoso, es Taiwán, que al identificar tempranamente el problema, y gracias a la experiencia, por cierto traumática, por la gripe SARS, estaba preparado para hacer frente a una crisis sanitaria. Una acertada apreciación de la situación, le permitió poner en marcha medidas de manera temprana, poniendo en evidencia un adecuado planeamiento y gran capacidad para gestionar la crisis. El mecanismo de toma de decisiones y planeamiento.

La toma de decisiones cuenta con tres niveles diferenciados.

  • Nivel político o institucional que como dice el experto argentino en estrategia y organizaciones, Federico Fricschknecht, condensa los fines individuales en un objetivo común.
  • Nivel de dirección o planeamiento, que traduce los objetivos comunes en criterios aptos para decidir la acción.
  • Nivel de ejecución. Aplica la os criterios decisorios especificando la acción a seguirán cada oportunidad: es el sistema nervioso que permite corregir la acción del gobierno en función de las circunstancias y los resultados.

El planeamiento, teniendo en cuenta objetivo resultado de la decisión política, elige metas, planes o programas que deberán llevarse a cabo en las decisiones del área de ejecución. Hablando más claro, los ministerios tienen el rol de planeamiento sobre sus respectivas áreas. Existe la figura del jefe de Gabinete a nuestro juicio debería ser el “jefe de estado mayor” del presidente. El drama del COVID 19 dado su impacto, afecta a diferentes aspectos de la vida del país y es por ello que debe tener una visión integral, no solamente sectorial.

La toma de decisiones, demanda contar con información. La Apreciación de la Situación, que para su correcta puesta en marcha requiere de tres elementos: simplicidad, eliminando detalles redundantes, pronóstico para agregar información ausente acerca del futuro y una correcta interpretación de datos, para obtener todas las conclusiones posibles, para dar significado a la información.

Cuando la información es escasa, el “estado mayor” debe hacer inteligencia, tratar de obtener todas las informaciones posibles de los datos existentes, interpretar, plantear consecuencias que puedan extraerse de los datos obtenidos, evitando que el gobierno termine en cosas triviales o centrándose en lo irrelevante., concentrándose en lo realmente relevante. Taiwán e Israel, hicieron una correcta apreciación de la situación e hicieron inteligencia sobre los datos que no contaban. En el caso de Taiwán, esa “buena inteligencia” le permitió identificar que la neumonía de Wuhan, era algo nuevo e identificar claramente el riesgo que era, a pesar del velo que impusieron los chinos.

En el caso de Israel, su “inteligencia” le permitió identificar claramente la realidad para obtener insumos críticos para su sistema de salud. Argentina tomó nota de esta situación dos meses más tarde y es sabido los problemas para obtener insumos, que condiciona al país frente a proveedores externos, con sus condicionantes políticos.

Los planes deben establecer claramente, qué, quiénes, dónde y cuando y como se ejecutan, indicando prioridades, normativas a sancionar; la misión: ámbitos geográficos de aplicación; fechas de cumplimiento de cada una de las metas; localización del control y sus criterios de aplicación, etc. Citando nuevamente al Dr Frischknecht, las decisiones dispersas, sin estructura son irrecuperables. Insistimos, más allá de lo complejo que una enfermedad como el COVID 19, una adecuada apreciación, buena inteligencia, permite atravesar el temporal, reduciendo riesgos, que siempre los hay.

Hemos visto que la prensa de manera “alarmista” habla de rebrotes, nuevos contagios, en país que han superado el proceso de aislamiento, pero en aquellos que hubo planeamiento y objetivos claros, responden de manera adecuada y sus dirigentes son conscientes de los riesgos que asumen. En este proceso se debe tener en cuenta una serie de herramientas: presupuesto, conocimiento de la estructura de la organización del estado, a fin de asignar misiones específicas, normas, procedimientos y programas detallados.

El control de gestión, o como expertos en organización hablan de “tablero de comando” con un conjunto de indicadores, que permita comparar los datos alcanzados con los establecidos en la Apreciación de la Situación. En otras palabras, control implica comparar resultados con metas.

Argentina desde hace décadas precisa una profunda reforma administrativa, es sabido que existen organismos con funciones redundantes, problemas de coordinación, y planeamiento. La discrecionalidad ha convertido a muchos funcionarios en verdaderos feudos, con su impacto negativo en el uso de recursos, siempre escasos.

Es por ello que siempre se ha sugerido la reducción de niveles jerárquicos en la administración pública, a fin de ahorrar en recursos humanos, facilitar la comunicación y la velocidad de esta entre los distintos niveles; evitar distorsión en las órdenes/directivas, mejoras en el control y mayor eficiencia. En el marco de esta crisis, tenemos al Estado federal, que imparte sus directivas, luego las autoridades provinciales con sus interpretaciones y las locales, también se suman, complicando las cosas aún más. Esto dificulta

una estrategia clara y una correcta evaluación de la situación. No cabe duda que es indispensable un profundo reordenamiento. Es hora de hablar de “línea” y “estado mayor”.

Es por ello que para ampliar la capacidad humana de coordinación y evitar órdenes y contraórdenes, como vemos en esta crisis sanitaria en Argentina, es preciso despojar a ciertas del estado – de planeamiento, información, control, asesoramiento o servicio – de autoridad decisoria, limitándose a proponer los resultados de su análisis a funcionarios de “línea” responsables de seleccionar el plan más adecuado y emitir directivas para su puesta en marcha.

Estos estados mayores, reducidos a tareas de control y planeamiento. Este tipo de organismo – nosotros lo denominamos así para ser más gráficos en la explicación – incrementan sustancialmente la capacidad del funcionario decisor en materia de manejo de información. El que planifica reduce su carga de trabajo, la descentralización termina en que los funcionarios terminen abrumados.

En el marco de esta crisis vemos reuniones, disputas mezquinas, pero la realidad pone en evidencia que la ausencia de una estrategia clara, como de planeamiento, ha terminado con una situación delicada que afecta especialmente al Área Metropolitana de Buenos Aires.

Observamos que áreas vulnerables como asentamientos precarios – llamados barrios populares – se han visto afectados seriamente, a pesar del aislamiento social, problemas en la distribución de asistencia social, un número relevante de profesionales de la salud que se han visto contagiados, limitados recursos en materia de gestión de terapias intensivas, dificultades en los testeos e potenciales pacientes, y la posibilidad de un cierre de la poca actividad económica en la Ciudad de Buenos Aires, a instancias del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, que el problema es mucho más grave, dado que cuenta con muchas limitaciones de infraestructura sanitaria.

El gobierno de la Ciudad a pesar de haber actuado en muchos aspectos de manera positiva, también tiene falencias, dado que el éxito del aislamiento – con un elevadísimo índice de acatamiento – se vio desdibujado por el incremento de contagios en los asentamientos precarios, donde se hacinan un poco más del 10% de la población.

La crisis no ha explotado de manera exponencial, por el aislamiento social que es el más extenso que se aplicó en el mundo, pero que tiene seria fisuras, por la sencilla razón que no existe una estrategia clara. Es probable que la región metropolitana haga un retroceso en materia de libertad de movimientos aún más, dificultando la vida de muchas personas cuyo trabajo formal o informal está en la ciudad de Buenos Aires.

Las consecuencias será que el centro económico del país – político del país, termine con índices altísimos de pobreza, desempleo, la destrucción de millares de empresas en los cuales quedarán atrapados millares de argentinos, situación que es muy difícil de superar en el corto y mediano plazo.

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