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Argentina: una semana en manos de psicópatas

El Minuto | La psicopatía es una alteración de la personalidad determinada por el narcisismo, la impulsividad y las conductas de control y manipulación. Vale decir que para la psiquiatría, esta definición se aplica perfectamente al dúo que gobierna Argentina desde hace casi dos años.

Por:  Agustín Dragonetti | Corresponsal El Minuto, Argentina 

Desde la derrota del domingo 12 de septiembre, se vive una seguidilla de bochornos y batallas palaciegas dentro del gobierno nacional. La cara y los gestos de la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner, cuando toda la plana mayor del gobierno subió al escenario del Centro Cultural “C”, búnker del oficialismo en el barrio porteño de Chacarita, para reconocer la fenomenal derrota sufrida en las primarias, hacían presagiar que algo sombrío se avecinaba.

El lunes no hubo declaraciones ni del presidente en funciones ni de la vicepresidente, que trataron de deglutir el histórico fracaso electoral del peronismo kirchnerista. Quienes sí salieron a hablar fueron la candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz (quien fuera ninguneada de manera evidente por Cristina en el escenario el día de la derrota) y Santiago Cafiero, uno de los blancos predilectos del kirchnerismo de paladar negro. “Fue una cachetada”, dijo Tolosa Paz. “Con las herramientas que usamos hasta ahora no alcanza”, analizó la candidata a diputada y agregó: “me parece que hay un presidente y gobernadores que van a tener que tomar el toro por las astas y empezar a trabajar sobre la resolución de los problemas”.

Por su parte, el ex jefe de Gabinete echó las culpas al coronavirus por el fracaso electoral. “Las medidas de cuidado que desde el punto de vista de la pandemia sirvieron, desde el punto de vista electoral generaron un clima muy adverso”. De las vacunaciones VIP, la manipulación ideológica a la hora de comprar vacunas, la cuarentena más extensa del mundo, y las fiestas y reuniones del presidente en la etapa más dura del confinamiento, el desplazado ex jefe de Gabinete no dijo ni una palabra.

El martes, Cristina Fernández le pidió una reunión urgente a su presidente en Olivos, no en la Casa Rosada, para que no haya muchos testigos de lo que tenía que decirle. Lo que se habló allí durante las 3 horas que duró la tensa charla en la que se dijeron de todo, puede inferirse con lo que sucedió después.

Al día siguiente, viendo que Alberto Fernández no hacía rodar ninguna cabeza a manera de sacrificio para calmar los ánimos de la “diosa Cristina”, la vicepresidente les ordenó a algunos de los ministros y secretarios de su riñón presentar las renuncias a sus respectivos cargos. Los ministros del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro; de Justicia, Martín Soria; de Ciencia y Tecnología, Roberto Salvarezza; de Cultura, Tristán Bauer; la titular del PAMI (Programa de Atención Médica Integral), Luana Volnovich y de la ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social), Fernanda Raverta, dimitieron a sus cargos. Con el pasar de las horas se unieron el ministro de Medio Ambiente, Juan Cabandié; el titular de Aerolíneas Argentinas, Pablo Ceriani; el titular de ACUMAR (Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo), Martín Sabbatella; Victoria Donda, a cargo del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) y el viceministro de Educación Jaime Percick.

En tanto, el ministro de Hábitat, Jorge Ferraresi; de Obras Públicas, Gabriel Katopodis; de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta; de Seguridad, Sabina Frederic y de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, revelaron que el mismo lunes pusieron sus renuncias a disposición del presidente en ejercicio, pero no formalmente. Si no lo hicieron “formalmente”, me pregunto a quién le dejaron la renuncia. Cosas de la política argentina.

Ni lerdo ni perezoso, el presidente formal en funciones se mostró con el ministro de Economía, Martín Guzmán (marcado por el ultrakirchnerismo como el responsable de no volcar millones de pesos a los bolsillos de los argentinos y tener una política de ajuste fiscal, en contraposición a lo que habrían hecho los economistas k para mantener a su electorado), durante la presentación en Casa Rosada del proyecto de Ley de Promoción de Inversiones Hidrocarburíferas junto a un grupo de gobernadores de las provincias argentinas productoras de hidrocarburos. El presidente formal en funciones mostró así su respaldo político al ministro Guzmán. No había vuelta atrás.

Mientras la vicepresidente ensayaba vaciar de poder y sustento político al presidente, en una verdadera pulseada por el control del poder real, el jueves 16 se filtró un audio de la diputada ultra kirchnerista Fernanda Vallejos. En diálogo con un interlocutor al que llamaba “Pedro”, la diputada (quien está imputada por “omisión maliciosa”, por no informar en su declaración jurada de 2014, al ingresar al Senado, otros dos trabajos que supuestamente tenía en el Ministerio de Economía y en la Cámara de Diputados de la Nación), se despachó a gusto contra el presidente formal y parte de su gabinete. “Lo que pasa es que todos esperábamos que el enfermo de Alberto Fernández, el lunes a las 8 de la mañana, estuviera haciendo una conferencia de prensa en un escritorio con todas las renuncias sobre la mesa, diciéndole a la Argentina, no que había escuchado el mensaje de las urnas como dijo hipócritamente.

Se ve que además de ciego es sordo porque jamás ha escuchado nada”, se expresó Vallejos. “Y este señor (por el presidente en funciones) que gracias a Cristina y nosotros y nosotras está sentado en el sillón de Rivadavia, no tiene ningún mérito propio para estar sentado ahí. Entonces, se tiene que allanar a lo que le diga Cristina porque Cristina es la representación del pueblo argentino”. Si esto no es fundamentalismo k, no sé cómo llamarlo. Lo peor estaba por llegar. “El tipo está atrincherado… así atrincherado en la Casa Rosada, y él es un okupa porque no tiene votos, no tiene legitimidad, no lo quiere nadie”. “…este mequetrefe, que aparte no sirve para nada. Y la gente no lo quiere, no lo quiere porque justamente no se ha subordinado a la política para la cual fue elegido”. La diputada ultra k le decía a su interlocutor (quien sería alguien de la provincia de Entre Ríos) que el mandatario buscaba “conservar su núcleo de inútiles que están de prestado ocupando las oficinas de la Casa Rosada sin hacer nada”, y aseguró que “no hay conducción política en el Gabinete” porque Santiago Cafiero “es un payaso”.

En su análisis sobre la gestión de la pandemia, Fernanda Vallejos no se anduvo con medias tintas. “No se asistió a la gente como se la debió haber asistido. Eso impidió además tener una política sanitaria muchísimo más efectiva y evitar un montón de muertes, porque tuvimos que abrir antes de tiempo y mal, porque justamente la gente se estaba cagando de hambre.

Se siguió cagando de hambre”. “La política económica se debió subordinar a la política sanitaria no a la reducción del déficit fiscal y a cumplir con el mandato del FMI”, opinó Vallejos, al tiempo que manifestó que el ministro de Economía “hizo un presupuesto donde se partía de la premisa de que en marzo terminaba la pandemia” y sentenció: “Eso era una mentira que todos sabíamos”.

Esto era algo que los periodistas y algunos dirigentes de la oposición veníamos remarcando desde mediados de 2020 y principios de este año, ante lo cual los funcionarios y voceros del kirchnerismo se encargaron de tildarnos de golpistas y poco menos que terroristas que atacaban las “medidas sanitarias” impuestas por el gobierno, entre ellas la cuarentena más larga del mundo, que se cargó con miles de puestos de trabajo, comercios y pequeñas y medianas empresas.

Que ahora lo diga alguien que es casi un alter ego de Cristina Kirchner, es casi una confesión. Y a confesión de parte, relevo de pruebas. Después de conocerse los audios, la diputada se disculpó a través de su cuenta en Twitter: “Lamento haber agraviado a compañeros con mis palabras y hago públicas las disculpas del caso”, dijo.

Ese mismo jueves, día en que ingresó al Congreso el Presupuesto 2022, Cristina Kirchner hizo pública su carta abierta. Fue una carta demoledora. En sus distintos párrafos, la vicepresidente dejó en claro varias cuestiones: que había funcionarios que no servían, que le marcaba la agenda al presidente sin que este le hiciera caso en varios asuntos, y que la culpa de la desesperante situación económica y social y la derrota en las urnas era de Alberto Fernández y su equipo.

“Como no soy mentirosa y mucho menos hipócrita (nunca digo en público lo que no sostengo en privado y viceversa), debo mencionar que durante el año 2021 tuve 19 reuniones de trabajo en Olivos con el Presidente de la Nación. Nos vemos allí y no en la Casa Rosada a propuesta mía y con la intención de evitar cualquier tipo de especulación y operación mediática de desgaste institucional”, explicó CFK.

“En las primeras 18 reuniones, la última de ellas el 07/09/2021, siempre le plantee al Presidente lo que para mí constituía una delicada situación social y que se traducía, entre otras cosas, en atraso salarial, descontrol de precios -especialmente en alimentos y remedios- y falta de trabajo, sin desconocer, obviamente, el impacto de las dos pandemias: la macrista primero y la sanitaria a los 99 días de haber asumido el gobierno. Igualmente siempre remarqué la falta de efectividad en distintas áreas de gobierno”.

“También señalé que creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales. No lo dije una vez… me cansé de decirlo… y no sólo al Presidente de la Nación. La respuesta siempre fue que no era así, que estaba equivocada y que, de acuerdo a las encuestas, íbamos a ganar “muy bien” las elecciones. Mi respuesta, invariablemente, era “no leo encuestas… leo economía y política y trato de ver la realidad”, relataba la vicepresidente.

“Recuerdo que, cuando perdimos las elecciones legislativas en la Provincia de Buenos Aires del año 2009, con Néstor como candidato a Diputado Nacional -después de la 125 y de la crisis global del 2008-, quien Alberto considera con justicia el mejor presidente de la democracia, el día lunes siguiente a las elecciones no sólo renunció a la titularidad del Partido Justicialista, sino que yo como Presidenta de la Nación pedí la renuncia de quien fuera mi Jefe de Gabinete, entre otros. Y ¡ojo!… habíamos perdido en la Provincia de Buenos Aires pero habíamos ganado a nivel nacional”.

“Sin embargo ahora, al día siguiente de semejante catástrofe política, uno escuchaba a algunos funcionarios y parecía que en este país no había pasado nada, fingiendo normalidad y, sobre todo, atornillándose a los sillones. ¿En serio creen que no es necesario, después de semejante derrota, presentar públicamente las renuncias y que se sepa la actitud de los funcionarios y funcionarias de facilitarle al Presidente la reorganización de su gobierno?”. Cristina pedía sangre para lavar la mancha dejada por la paliza electoral más grande en la historia del peronismo.

“El martes 14 tuvo lugar, otra vez en Olivos, mi última reunión con el Presidente de la Nación. Habían transcurrido 48hs sin que se comunicara conmigo y me pareció prudente llamarlo y decirle que tenía que hablar con él. Deje pasar 48hs deliberadamente, para ver si llamaba (debo decir que de las 19 reuniones, la mayoría fueron a iniciativa mía). Allí le manifesté que era necesario relanzar su Gobierno y le propuse nombres como el del Gobernador Juan Manzur para la Jefatura de Gabinete”.

“Aunque en realidad, nadie debería sorprenderse por mi propuesta: el 18 de mayo de 2019 le propuse a todos los argentinos y argentinas como candidato a Presidente de la Nación a Alberto Fernández”. CFK deja en claro quién tiene el mando real del país.

“¿Por qué cuento esto? Porque no voy a seguir tolerando las operaciones de prensa que desde el propio entorno presidencial a través de su vocero se hacen sobre mí y sobre nuestro espacio político: Alberto Fernández quería que el Dr. Eduardo De Pedro fuera su Jefe de Gabinete y fui yo la que no estuvo de acuerdo. Mal podría ahora promoverlo para ese cargo”.

“A propósito de la categoría de funcionarios que no funcionan… el vocero presidencial escaparía a aquella clasificación. Es un raro caso: un vocero presidencial al que nadie le conoce la voz. ¿O tiene alguna otra función que desconocemos? ¿La de hacer operaciones en off por ejemplo? Verdadero misterio”.

El ahora ex vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, siempre fue cuestionado por no aparecer en público explicando o comunicando cuestiones de Estado, aunque cabe decir que fue el propio Néstor Kirchner quien inauguró que el vocero presidencial comunique poco o no comunique, función que cumplía oficialmente Miguel Núñez, ex vocero presidencial de Néstor y Cristina Kirchner.

Además, Biondi fue el único funcionario nacional que el 18 de diciembre del año pasado, en un acto de la plana mayor del gobierno nacional en La Plata, no aplaudió cuando la vicepresidente habló de “funcionarios o funcionarias que no funcionan”. Eso era algo que CFK no se lo iba a perdonar.

“Confío, sinceramente, que con la misma fuerza y convicción que enfrentó la pandemia, el Presidente no solamente va a relanzar su gobierno, sino que se va a sentar con su Ministro de Economía para mirar los números del presupuesto”, exigió CFK.

La carta finalizó con una cuasi advertencia: “Cuando tomé la decisión, y lo hago en la primera persona del singular porque fue realmente así, de proponer a Alberto Fernández como candidato a Presidente de todos los argentinos y las argentinas, lo hice con la convicción de que era lo mejor para mi Patria. Sólo le pido al Presidente que honre aquella decisión… pero por sobre todas las cosas, tomando sus palabras y convicciones también, lo que es más importante que nada: que honre la voluntad del pueblo argentino”.

La respuesta del presidente en funciones llegó vía Twitter, ensayando algo de autoridad: “He oído a mi pueblo. La altisonancia y la prepotencia no anidan en mí. La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido”. Posteriormente, se extendió un poco más en el diario oficialista Página/12. “Ella me conoce, sabe que por las buenas a mí me sacan cualquier cosa. Con presiones, no me van a obligar”. Alberto Fernández añadió: “Tiempo al tiempo. El que se apura se equivoca”. Veremos qué tan equivocado está con su cambio de ministros y secretarios.

“Nuevo” gabinete

El viernes fue un día febril de idas y vueltas de negociaciones para, tal como le exigió Cristina al presidente en funciones, cambiar a “los funcionarios que no funcionan” y relanzar el Gobierno de cara a tratar de modificar el paupérrimo resultado de las PASO en las generales de noviembre.

Se impuso, una vez más, la voluntad de la vicepresidente. Santiago Cafiero fue cambiado por quien pedía la “jefa”, abriendo también una crisis institucional en Tucumán, terruño del gobernador Juan Manzur, el nuevo jefe de Gabinete de ministros.

Cafiero fue designado al frente del ministerio de Relaciones Exteriores en reemplazo de Felipe Solá, quien se enteró de las buenas nuevas por teléfono a través del propio.

Cafiero, en una escala de su vuelo en El Salvador, en pleno viaje hacia México donde tenía previsto participar de la cumbre de la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Un papelón. También voló por los aires el vocero de Alberto Fernández, Juan Pablo Biondi, quien fue reemplazado por Juan Ross.

El cristinista Eduardo De Pedro (quien no volvió a su despacho en la Casa Rosada desde que presentó su fallida dimisión y se resguardó en el despacho de Cristina Kirchner), sigue como ministro de Interior, al igual que Martín Soria, otro k duro, que seguirá como ministro de Justicia.

Vuelven ex funcionarios del kirchnerismo: Daniel Filmus, ex ministro de educación de Néstor Kirchner que estaba a cargo de la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la cancillería, va como secretario de Ciencia y Tecnología y Julián Domínguez, vuelve al ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.

Pero la frutilla de la torta fue la designación de Aníbal Fernández al frente del ministerio de Seguridad y Justicia, desplazando a otra de las “funcionarias que no funcionan”, Sabina Frederic, a quien desde el kirchnerismo (y también desde la oposición) la fustigaban por su ineficacia al frente de una cartera tan sensible, amén de frases muy desafortunadas.

Aníbal estuvo en Casa Rosada el miércoles, donde ingresó poco después de las 17 horas, mientras el presidente formal en funciones se reunía con sus ministros más cercanos, luego de haber almorzado y pasado la jornada con Mario Ishii, el intendente de José C. Paz, uno de los “barones peronistas” del conurbano bonaerense, donde logró una aplastante victoria en su distrito en el cual la lista 2, que contaba con su apoyo, obtuvo el 47,4% de los votos. Si bien en un principio se rumoreaba que podría ser el candidato a la jefatura de Gabinete de Ministros, tras su retirada de Balcarce 50, fiel a su estilo agresivo, irónico e histriónico, les dijo a los periodistas que allí se apostaban que el presidente “no me ofreció nada, no le pedí nada. Quedamos en seguir hablando”. Consultado sobre los posibles cambios que se barajaban, Aníbal dijo que “si estuviera en su lugar (en referencia a Alberto Fernández), yo lo haría antes del 14 de noviembre”, día de las elecciones generales. También tuvo que aclarar que no fue a la Rosada en calidad de “emisario” de Cristina Kirchner.

¿Ahora qué?

Hechas las modificaciones ministeriales que demandaba CFK, cabe forzosamente preguntarse qué sucederá de ahora en más. Por más que Alberto Fernández haya enarbolado banderas blancas de tregua para poder renegociar “su” gobierno con su (¿ex?) socia política, la alianza entre kirchneristas y moderados (porque el “albertismo” nunca llegó a construirse por falta de espaldas o interés para hacerlo) ha quedado seriamente debilitada. Y todavía falta la madre de todas las batallas que supone la elección general legislativa del 14 de noviembre, donde todo hace conjeturar que la derrota del oficialismo aun puede ser más catastrófica.

La figura de Alberto Fernández ha quedado muy debilitada -aun más de lo que estaba- y depende de varios factores para mantener cierta estabilidad en su mandato, del que aún restan 2 años por delante. Una de esas variables es la relación cordial que mantiene Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados (quien se mantuvo en una posición, por llamarla de alguna manera sutil, equidistante en esta crisis) con el jefe del bloque del Frente de Todos, Máximo Kirchner, líder de la agrupación ultra kirchnerista La Cámpora, el otro foco de conflicto con el peronismo ortodoxo (gobernadores, intendentes y sindicalistas). El enfrentamiento entre éstos últimos y los camporistas es tal que no aportaron el tradicional ejército de fiscales para las PASO.

Otra de las cuestiones que desvela Alberto Fernández es cómo volver a seducir en dos meses a un electorado que padece las vicisitudes del mal manejo de la economía que impactó de lleno en los bolsillos de la sociedad.

Desde el kirchnerismo creen que la unidad de la coalición se jugará en las medidas económicas que tome el gobierno en los próximos días. Se sabe que entre las disposiciones económicas que implementará el gobierno se cuentan un aumento del salario mínimo de entre el 46 y el 48 por ciento, una nueva edición del IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) pero limitado a los sectores más afectados por la inflación, el desempleo y la pobreza, un bono extraordinario para jubilados que cobran la mínima, y novedades para aquellas personas que perciben la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la Asignación Universal por Embarazo (AUE). También se evalúa una línea de créditos a tasa cero para trabajadores asalariados, el lanzamiento del plan PreViaje para jubilados. Además, presentaron un proyecto para que el gobierno disponga por decreto una suba salarial para trabajadores del sector público y privado.

¿De dónde saldrá el dinero para afrontar esta batería de medidas de carácter electoralista? Si bien es casi incendiario tirar todo por la borda para revertir una derrota electoral, aún falta ejecutar el 2,4% del PBI (algo inadmisible para un gobierno peronista, lo que es casi un sinónimo de mala gestión). También hay quienes proponen desde el kirchnerismo utilizar los US$ 4.334 millones que recibió del FMI en agosto en concepto de derechos especiales de giro (DEG), para paliar las necesidades de la economía argentina. Y, eventualmente, recurrir a la remanida emisión monetaria, generando más inflación para un país que finalizará el año con una inflación que superará el 50%.

Los días y semanas venideras serán de vital importancia para que el gobierno intente recomponer el humor y minimice los riesgos a una derrota en noviembre peor de lo que fueron las del domingo 12.

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