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Bocanada de aire fresco

No es relato ni ciudadanía, son cifras concretas las que cuentan ante los aumentos exponenciales y desoladores de las casi más de 75.000 muertes por COVID y las mediáticas palabras de un presidente que dijo cuidarnos de la pandemia con cuarentenas estrictas, prometiendo a duelo de campaña: asado, heladeras llenas y jubilaciones dignas con un 20% de aumento a la hora de asumir y sumando al hoy la promesa de vacunas.

Por: Daniel Defant | Corresponsal Argentina


La realidad cruda muestra que son muchos los que no llegan ni a polenta; los argentinos comienzan a sentir la necesidad de una bocanada de aire fresco cuando todo está casi perdido a sabiendas que poco queda de su futuro y el cerebro, la voluntad y las manos para prepararse y encausar un nuevo destino.

Ha sido altamente complaciente para esta sociedad sin rumbo y al acecho para poder renacer de sus propias cenizas escuchar al ex presidente Mauricio Macri en un programa televisivo al que llamamos “Mesaza” para darnos a conocer su historia y su primer tiempo de jugada dejando reflejada la revancha de un segundo tiempo.

“Un pais sin moneda, es como jugar al futbol sin pelota” dijo; dejando en claro que el mundo puede vivir bien sin Argentina, más la Argentina no puede vivir sin el mundo. Fueron conceptos muy claros para revertir lo que el populismo a duras penas hoy nos está dejando.

¿Qué futuro se puede brindar a estas y a futuras generaciones si no tenemos la capacidad de pensar para revertir el rumbo?

Llegamos como sociedad a tocar fondo, bien el fondo y más que el fondo.

Ojalá sea todo para darnos cuenta en donde estamos y hacia dónde queremos ir, por eso vale darnos una buena radiografía:

Nunca tuvimos de, por cierto, un modelo de país trazado, menos planes estratégicos para cambiar nuestro paradigma.

Hoy lo estamos pensando, así no es el modo o la forma de actuar y debemos hacerlo hoy o nunca; la Patria nos necesita a todos sin diferencias con menos divisiones y una diversidad plural para encontrar el camino.

La intención de juzgar el pasado con valentía para poner un verdadero punto final sin impunidad aquel que osara oponer resistencia al viento patagónica de la venganza.

La evidencia siempre estuvo al alcance de nuestras manos, no la supimos aprovechar.

Pasión y recaudación es la verdadera teología o religión empleada para generar la fábrica de pobres que hoy tenemos y luego publicitar en un slogan.

Allí están los templos y las cuentas bancarias para certificarlo todo; Puerto Madero, Calafate y Sacerdotes amigos incorporando millonarias ofrendas a la causa.

Una Argentina cerrada, aislada y alejada del mundo contemporáneo con la idea de seguir cerrando exportaciones como si no supiese que se cuenta con la máquina de hacer plata, pero no dólares.

Podríamos hacer un repaso minucioso de otras tantas medidas emblemáticas que convivieron con esa matriz contaminada por el sectarismo o el engaño institucionalizado.

Hoy la sociedad toda despierta, comienza ese bellos adolecer para arribar a reglas de juego claras y dejar de subsidiar tanta pobreza endémica y al mismo tiempo negar los pobres en las estadísticas.

Todas las algaradas estatistas tuvieron y tendrán esa pátina formidable de propaganda que enlaza negocios a varias puntas y en varios planos con el incomprobable resarcimiento del Ser Nacional.

En eso no hay matices.

Pueden enarbolar la soberanía petrolera con la expropiación de YPF, la metodología de escarche simbólico para activar el nacionalismo en la causa de Malvinas o esconder sospechas de corrupción convertidas en clima con la excusa de soberanía monetaria para quedarse con la empresa privada que imprime nuestros billetes pintados en diversos colores sin valer nada.

El Kirchnerismo inteligente debería cuidarse mucho de no convertirse en un malversador serial de grandes causas, pero no lo está haciendo.

Creo que la osadía (transgresión) como herramienta política ha sido preferentemente peronista y folclóricamente argentina.

Fue osado, temerario y transgresor Carlos Menem en 1989 cuando días después de haber ganado la elección con la imagen de caudillo nacionalista y su promesa de “Revolución Productiva” a cuestas, entrego el timón económico a Bunge y Born abrazando las ideas liberales de mercado con la fe de los conversos.

Su audacia fue eficaz y se consagro de la mano de un Domingo Cavallo cuando pulverizo el cáncer de la hiperinflación mediante la convertibilidad que lo invistió en prócer.

Tanto éxito obtuvo en esa larga luna de miel entre los bolsillos y la estabilidad del uno a uno que la transgresión se convirtió en un icono cultural de los años noventa.

Hacer desaparecer el Estado fue tan transgresor como popular entre los actuales apóstatas que niegan su participación en el consenso privatista.

Forma todo parte de nuestra historia, como la es la del mismo Raúl Alfonsín que decidió sentar cabezas de la Dictadura en el banquillo de los acusados cuando los excomandantes no eran precisamente ancianos incontinentes necesitados de pañales.

Lo que nadie había hecho en la América Latina de las libertades recuperadas se producía en Argentina como la mejor de todas las primaveras.

Todos fueron hechos que sumaron para luego caer entrampados en sus contradicciones, flagrancias y omisiones posteriores.

Repasar la historia también suma al coraje que hoy nos enfrentamos sacudidos en medio de una pandemia sin precedentes en la historia universal desde hace siglos.

Ni Néstor ni Cristina fueron víctimas directas del aparato criminal que puso en marcha Videla, su adhesión juvenil a la izquierda peronista en tiempos universitarios, como tantos otros miles, fue periférica a la acción y conducción de las organizaciones armadas.

Los testimonios de quienes hoy recuerdan esa parte de sus biografías no los hacen superar la categoría de “entusiastas”, que en jerga castrense luego quedo revertido con el mote peyorativo de “perejiles”.

Su retiro al sur del país y sus actividades posteriores durante la dictadura tuvieron mucho más que ver con el crecimiento del patrimonio personal que con la entrega desinteresada y militante de muchos de sus compañeros de ruta en aquel mismo tiempo.

El interrogante que dejaron flotando es:

¿Habrá sido esa carencia de épica combativa, de cierta llaneza administrativa de sus jóvenes vidas las que nos condujo luego a la sobreactuación y a la búsqueda frenética de reinventar la historia colectiva para poder maquillar adecuadamente las suyas?

La respuesta pertinente quedo solo para psicoanalistas, las que vislumbraron la arrolladora ambición de poder que cultivaron y potenciaron en su sociedad conyugal política, anidando el sueño de cumplir, cerrar, vengar y dejar a toda una generación trunca usufructuando el manual peronista bajo la consigna: “el que gana conduce y el que pierde acompaña”.

Así pudieron abrazarse sin pudor a un Carlos Menem que termina por vender las joyas de la abuela al que bautizaron como “el mejor presidente de la historia” mientras engordaban con regalías petroleras a Santa Cruz que manejaban a sus antojos.

Todo está sentenciado en su propio ADN que conforma el genoma político que contiene codificada la información basada en tres elementos fundamentales: autoritarismo, violencia política y corrupción aplicados desde el “Poder”.

Desde un “Poder” casi absoluto y a pesar de juicios políticos de por medio que hicieron uso de las atribuciones propias de una dictadura, desechando alianzas, comprando amistades ocasionales y dividiendo a toda una sociedad a modo de rebelarse, cuestionar y contradecir verdades desde algún profundo resentimiento aun no cicatrizado.

Algo así como un complejo infantil llevado a la adultez bajo la consigna de convertirse en “vengadores” de la injusticia total, superhéroes de aplaudidores clásicos devenidos en pingüinos redentores.

Que desde una altura difícil de homologar tuvo en cada uno de nosotros la gran tragedia colectiva.

Incapaces tal vez de reconocer que es la misma actitud de enjuiciar a los otros sin dar cuenta de las propias vidas es lo que delata culpas no reconocidas atrayendo el miedo disfrazado de hipocresía.

A esta altura no se logra saber si la sociedad convalida rechaza o simplemente observa contemplativa y negligente la tan propia mirada criolla, de los bovinos apacibles rumiando indolentes en la abundancia de sus pampas inmutables.

Así es como la propia historia que conforma la vida que es movimiento en su andar termina en una acción desmesurada con minorías que jugaron al juego de la supremacía y la supresión del otro para llevarse el trofeo de los peores tiempos sin llegar a saber que ha sucedido con las funciones elementales de todo Estado de derecho: Seguridad, Justicia, Educación, Salud, Vivienda y Jubilación Dignas… dejándolo a todo en otro lado, o del lado del olvido.

Me gustaría pensar que es el miedo al horror de mirarnos en el espejo donde nos quedan reflejadas todas las miserias humanas, escondidas en el tiempo que comienzan a reflejar el rostro autentico para dibujar el terror manifiesto difícil de desterrar.

Cuando vemos en los centros educativos y universidades el nicho adecuado para enterrar los recuerdos, el dolor clamado por nosotros y el de estas generaciones arrebatadas y violentadas que hacen tronar cacerolas ante la zozobra del bolsillo y el grito desplomado desplantado de la mano dura y balas de delincuentes que arrebatan hoy una seguridad que nunca supimos construir del todo.

En cada víctima hay una parte nuestra y en cada torturador vive la humanidad que negamos al no poder ver los extremos de nuestras propias alas.

En cada descalificación, en cada intolerancia, en cada desprecio hay una cuestión para conceder: el “Perdón” por otros, en reconocer nuestras propias culpas por la intransigencia y el sectarismo de toda una generación que ya se está yendo, pero necesita “perdonarse” para encontrar los responsables en el devenir, ese devenir que es la Patria Perdida de las viejas deudas aun no saldadas.

Solo así llegaremos al momento de una bocanada de aire fresco.

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