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Coronavirus: Pugna global y amenaza a la libertad

La crisis del Coronavirus ha llevado a diversas democracias a imponer un verdadero toque de queda, al mejor estilo de la totalitaria China, como un mecanismo para reducir contagios. Dado el alud de pacientes, que han colapsado sistemas de salud, siendo las principales víctimas los adultos mayores.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director Diario El Minuto para Argentina


El mundo solo habla de Coronavirus, de su impacto, mortalidad, los medios nos inundan con información, detalles. Nada que envidiarle al cine catástrofe de Hollywood.

Estados Unidos y China están librando una guerra que va mas allá de lo comercial, sino abarca lo tecnológico, cultural. Pekín se ha convertido en un actor global de peso y tarde o temprano iba a chocar con el coloso americano.

Estados Unidos victorioso de la guerra Fría en 1989, se convirtió en la década del 90, en la única potencia. Pareciera que el sueño de la pax americana se hacía realidad. Este proceso quedó frenado por el 11-5 en 2001, luego del atentado contra la Torres Gemelas en Nueva York, comenzó una nueva etapa para el Mundo.

Estados Unidos era una potencia financiera de primer nivel, convirtiéndose en una herramienta de control global. El fenómeno de Sillicon Valley, permitió que Estados Unidos estuviera a la vanguardia de la tecnología. La supremacía de Estados Unidos, claro está, reside en su poderoso complejo militar industrial, cuya influencia en los líderes que ocupan la Casa Blanca es más que notoria. El papel de “fabrica” del mundo pasó a China.

Mano de obra barata y un régimen de mano de hierro garantizaría al capitalismo del siglo XXI ganancias y presencia a nivel global. China atrajo grandes empresas de Europa, Estados Unidos y Japón Esto fue posible gracias a las condiciones impuestas por el proceso llamado kaifang en 1984, de la mano del secretario general del Partido Comunista Chino, Deng Xiaoping. Hábilmente los chinos con planificación y una gran capacidad de organización, adquirieron voz propia en la economía global. Enormes tasas de crecimiento, gran capacidad de ahorro, le permitió convertirse en un actor a considerarse. China irrumpió en el siglo XXI, como potencia económica y también militar. Una política exterior de alto nivel, le ha permitido convertirse en una pieza clave para muchos países. En África, China ha desembarcado con fuerza y muchos países son dependientes económicamente del gigante asiático.

Empresas chinas traen sus propios trabajadores, imponen sus propias condiciones a gobiernos desesperados por el subdesarrollo, y además, las empresas chinas no están sujetas a controles de lucha contra la corrupción como muchas compañías occidentales. China trae carreteras, ferrocarriles, generación de energía, pero no desarrollo.

La transferencia es escasa. Tiene una gran billetera, y los líderes chinos saben jugar con ello. El choque con Estados Unidos no se hizo esperar. La Casa Blanca no quiere competidores que pongan en riesgo su papel en el mundo. Los desaciertos de la política exterior de Estados Unidos son explotados por chinos y rusos, quienes avanzan a pasados agigantados, no solo en África, Próximo Oriente, sino la propia América Latina.

La batalla por la tecnología, es una realidad, como se puede apreciar con el caso del gigante chino de la telefonía y comunicaciones, Huawei y la red 5G. Estados Unidos no duda en presionar abiertamente a quienes les abren las puertas a los chinos.

En el marco de este conflicto global por la tecnología, el control de rutas comerciales, recursos estratégicos y críticos, China actúa en diversas direcciones. Por un lado las bases y facilidades para su creciente expansionismo marítimo.

Las empresas chinas son un actor de peso en el transporte marítimo, no solo por flota mercante, sino en el comercio de contenedores, control de puertos y facilidades, muchas ubicadas en áreas sensibles, como Yibuti, en el punto de conexión entre el Mar Rojo y el Indico. La Ruta de la Seda es una apuesta geopolítica de alto vuelo, que aspira al control de alguna manera del espacio euroasiático.

Rusia, aliado de Pekín, por razones de oportunidad, observa con suma atención este juego. El éxito del régimen chino pasa por el sistema totalitario, que no duda en dar una dura respuesta a cualquier tipo de disidencia. China es una potencia global, por ende para quienes denuncian por la situación de derechos humanos, a veces explotado vagamente por Estados Unidos, cae en saco roto. A pesar que China es una potencia, tiene una gigantesca clase media, consumidora y que es objeto de seducción por parte de Occidente,

dado que son una enormes masa de millones de potenciales turistas y por ende, consumidores, tiene grandes bolsones de pobreza, desigualdad en las regiones, carencias importantes en lugares remotos del país. Además existen siempre personas que aspiran a mayores libertades, no solo políticas, sino culturales, como los tibetanos y los uigures (donde estiman que millares están en campos de detención bajo la acusación de “islamista”. En Hong Kong, un grupo de jóvenes reclaman democracia y se convierten en un dolor de cabeza. El régimen, no puede vulnerar el peculiar estatus de dicha región autónoma, y no puede mostrar al mundo una dura represión, como fue la de 1989. En la “aldea global” las noticias viajan como reguero de pólvora.

Estados Unidos sabe que estamos ante un mundo multipolar, que ha tenido serios reveses geopolíticos, especialmente en el conflicto sirio. La OTAN, tiene posturas díscolas frente a diversos conflictos y la llegada al poder de un personaje como Donald Trump, potencia tensiones con los aliados europeos, siempre remisos a mayores compromisos. El nuevo “inquilino” de la Casa Blanca, sabe que Estados Unidos está perdiendo lugares, que es urgente recuperar cierto rol en materia productiva.

Las políticas proteccionistas de Trump lo colocan contra el poderoso establishment financiero, sus aliados europeos y la propia China. Busca reducir su creciente influencia y se embarca en una nueva fase de la rivalidad con Pekín. Trump quiere recuperar el papel en materia industrial que supo tener Estados Unidos.

La llegada de la crisis del coronavirus, terminó por un tiempo prolongado la tensión en Hong Kong. Las potenciales disidencias en China, fueron neutralizadas al imponerse en riguroso toque de queda y un control estricto de la población. Quienes protestaron por la mala atención en muchos centros de salud fueron silenciados. La crisis obligó a la población a alinearse con el régimen, y la vida de millones quedó supeditada a evitar contagiarse y mantener el aislamiento social. En un mundo tan conectado, tarde o temprano, el virus llegó para quedarse en Europa. Continente con población envejecida, pero que tiene su peso en la economía global. A pesar que muchas firmas europeas producen en China, no deja de ser el Viejo Continente una competencia en muchos ámbitos, incluyendo el tecnológico.

Los gobiernos, especialmente de Italia y España, subestimaron el problema y vino la tragedia. Los sistemas de salud se vieron sobrepasados y los gobiernos decidieron seguir con la “receta china” de aislar a millones de personas en sus hogares y de paso paralizar parte de la economía. Esto sin ninguna duda traerá consecuencias políticas a los socios de la UE, donde más de una voz cuestiona las instituciones comunitarias y la falta de una respuesta adecuada a la crisis.

Hace tiempo que los europeos les cuesta tener una postura clara con Rusia y el conflicto de Ucrania, los refugiados, Irán, la guerra Siria, entre otras cosas. Mientras que la UE se debilita y seguramente las contradicciones aumentan, China mantiene su fortaleza. El virus ha permitido encontrar una justificación para el encuadre de la población y acallar voces incómodas.

Estados Unidos, presiona a la UE, como es el caso de la presión directa del presidente Trump, para hacerse con una vacuna contra el coronavirus, ante empresas alemanas. Quiere ganarle la partida a China. Mientras tanto, la receta china de aislar la población, es vista como una salida aceptable como mecanismo para impedir los contagios. Pero no se miden sus consecuencias a mediano plazo en materia económica y genera un peligroso antecedente para nuestras democracias. Esto en los países en vías de desarrollo de América Latina, será realmente dramático.

Las bolsas se desploman, cae el precio del petróleo y las materias primas en general. Nuestros países son más vulnerables que nunca. Tarde o temprano gobiernos desesperados, golpearan las puertas en Pekín o la Casa Blanca por créditos. Estos sin ninguna duda impondrán sus condiciones, para nada ventajosas para quiénes fueron a tocar las puertas.

Algo realmente preocupante, que los medios de comunicación transmiten como modelo exitoso, el riguroso control social chino. En tiempos de robotización, muchos empleos desaparecerán y las desigualdades en el mundo son cada vez más acusadas, las democracias tienen ante si serios desafíos. No faltaran los grupos de poder nacional y transnacional, que vean con buenos ojos, el recorte de libertades, por un bien mayor, el orden.

El coronavirus ha disciplinado a un actor regional díscolo como es Irán. Le sigue en el segundo puesto después de China en número de muertos e infectados. No hace mucho, Estados

Unidos dio un golpe estratégico y paso a mejor vida al comandante de las fuerzas especiales, general Soleimani, artífice de la estrategia militar iraní en el Próximo Oriente. Teherán amenazó con duras represalias. El atentado contra dicho general iraní, generó hondo malestar en muchos sectores de la opinión pública de la región. La crisis del coronavirus, ha replegado a Irán y la baja de los precios del petróleo, complican aún más al régimen.

América Latina no tuvo una respuesta conjunta al problema. El MERCOSUR no tuvo postura común y cada socio, hizo lo que mejor le parecía. Argentina se fue al extremo y decreto aislamiento social, en el marco de un decreto de dudosa constitucionalidad. La solución “china” es vendida como una panacea.

Recordemos que China es un régimen totalitario y la transparencia en materia de información genera muchas reservas. La solución de Corea del Sur no ha sido tomando en cuenta. Argentina como el resto de los países de la región, cuentan con sistemas de salud precarios, especialmente si se aleja uno de las grandes ciudades.

Chile va camino hacer lo mismo que Argentina, como también Perú. Sea como fuere los países de la región saldrán muy mal parados. Quedarán más expuestos a la pugna global de Estados Unidos y China.

La caída de los precios de los productos de exportación, generará más problemas. La crisis del coronavirus, ha permitido que la crisis económica, recesión, pobreza, desempleo, avance criminal y los escándalos de corrupción pasaran a segundo plano. Un ejemplo de ello es Argentina, donde los medios no se cansan de hablar del tema coronavirus, olvidándose que el dengue es un serio problema de salud, la crisis de seguridad, los papelones de la Justicia Federal, que no ha llegado a nada en materia de investigación de la corrupción durante el kirchnerismo.

Los cuatro años de falta de rumbo de Mauricio Macri, sirve para echarle toda la culpa, de décadas de abandono que tiene el país en muchas cuestiones. Solo a titulo de curiosidad, la infraestructura hospitalaria en Argentina, mayoritariamente es de hace mas de cincuenta años. El coronavirus es objeto de largas horas de televisión, al mejor estilo cine catástrofe, mostrando cifras de muertos en el mundo, especialmente Italia.

A pesar que es sabido que muchas otras enfermedades, matan en mayor grado o que hay elevado número de contagios de dengue, mal de Chagas, o dramas humanitarios de magnitud, donde la gente muere por causas evitables en campos de refugiados, pero parece que la OMS o la comunidad internacional no tiene tanto interés en aquellas personas.

La pandemia será una buena excusa para muchos políticos para justificar la crisis de sus propios países, y además de ser terreno ávido para la especulación y los oportunistas de siempre. El coronavirus, un tema que hay que ocuparse y adoptar medidas, pero no que implique crear un peligroso antecedente de restringir nuestras libertades.

Los políticos rápidamente desesperan y se dejan llevar por soluciones mágicas, que implican antecedentes muy negativos. Es probable que mis palabras sean antipáticas para muchos, pero lo siento no somos políticamente correctos. Siempre intentamos ir más allá.

El coronavirus es una consecuencia más de una pugna entre dos potencias, que de alguna manera obtendrá importantes réditos. Es imperiosa una estrategia de largo plazo y tener el suficiente valor para no dejarse llevar por las circunstancias. Desde hace tiempo están atacando nuestros valores, creencias, cultura, para vaciarnos de contenido y dominarnos. Ahora vienen por nuestras libertades y economías, para ser alineados a los actores en pugna de este conflicto global. Esto es solo un ensayo, de lo que puede estar por venir mas adelante. Esperemos equivocarnos.

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