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Cuando la Era de la Modernidad Sólida Llega a su Fin: Córdoba Decide Permanecer Sólida

En esta intrigante reflexión sociológica, se aborda la transición entre la era de la modernidad sólida y la modernidad líquida, destacando el caso de Córdoba, una ciudad que ha decidido permanecer sólida en medio de un mundo en constante cambio y fluidez.


El Minuto | Cuando la era de la modernidad solida ha llegado a su fin; Córdoba ha decidido permanecer sólida.

Por Daniel Defant | CorresCuando la era de la modernidad solida ha llegado a su fin; Córdoba ha decidido perponsal de Argentina

Demás esta decir que los sólidos a diferencia de los líquidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran.

En cambio, los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen.

Por eso la metáfora de la liquidez es la adecuada para aprehender la naturaleza de la fase actual de la modernidad.

La disolución de los sólidos es el rasgo permanente de esta fase.

Los sólidos que se están derritiendo en este momento, el momento de la modernidad líquida, son los vínculos entre las elecciones individuales y las acciones colectivas.

Es el momento de la desregulación, de la flexibilización, de la liberación de todos los mercados.

No hay pautas estables ni predeterminadas de esta versión privatizada de la modernidad.

Y cuando lo público ya no existe como lo sólido, el peso de la construcción de pautas y la responsabilidad del fracaso caen total y fatalmente sobre los hombros del individuo.

El advenimiento de la modernidad liquida ha impuesto a la condición humana cambios radicales que exigen repensar los viejos conceptos que solían articularla.

Zygmunt Bauman examino desde la sociología cinco conceptos básicos en torno a los cuales ha girado la narrativa de la condición humana:

1) EMANCIPACIÓN.

2) INDIVIDUALIDAD.

3) TIEMPO/ESPACIO.

4) TRABAJO.

5) COMUNIDAD.

Como zombis, esos conceptos están hoy vivos y muertos al mismo tiempo.

Esta Córdoba ganadora la misma que ha decidido no cambiar y permanecer sólida, nos induce a un interrogante clave para entenderlo de otra forma.

¿Desde la solidez es posible la resurrección – o reencarnación – es factible?

Y, si no lo es, como disponer para ellos una sepultura y un funeral decente.

Las imágenes de solidaridad comunitaria se forjan para que los hombres puedan evitar el deber de enfrentarse mutuamente.

Mediante un acto voluntario, una mentira si se quiere, el mito de la solidaridad comunitaria dio a los humanos modernos la oportunidad de ser cobardes y ocultarse de los otros.

La imagen de la comunidad es purificada de todo lo que pudiera expresar diferencia, y más aún conflicto., en cuanto a quienes somos “nosotros”.

De esta manera el mito de la solidaridad comunitaria es un ritual de purificación.

Sera que ha llegado la hora de purificar?

La trampa, no obstante, es que “el sentimiento de identidad común es una falsificación de la experiencia”.

De este modo, los que han ideado y supervisan los templos del consumo son, de hecho, maestros del engaño y artistas embaucadores.

En sus manos, la impresión se convierte en absoluto: no es necesario plantear más preguntas; si se las formulara, quedarían sin respuestas.

Dentro del templo, la imagen se convierte en realidad.

Las multitudes que colman los corredores del shopping se aproximan tanto como es posible a la “comunidad” ideal imaginada que no conoce la diferencia (más exactamente, no conoce ninguna diferencia importante que requiera confrontación, enfrentamiento con la otredad del otro, negociación, esclarecimiento y acuerdo sobre el modus vivendi).

Por tal razón esa comunidad no exige ninguna negociación, ningún trato, ningún esfuerzo por entender, solidarizarse ni conceder.

Todos los que se encuentran allí pueden suponer, con cierta seguridad, que todos los demás son los que se encuentran o se cruzan han ido allí con el mismo propósito “ganar”, seducidos por los mismos atractivos (reconociéndolos por lo tanto como atractivos), movidos y guisados por los mismos motivos.

“Estar adentro” crea una verdadera comunidad de creyentes, unificados por los fines y también por los medios., por los valores que respetan y por la lógica de la conducta que adoptan.

En suma, el viaje a los “espacios de consumo” es un viaje hacia una anhelada comunidad que, al igual que la experiencia de comprar, está permanentemente “en otra parte”.

En esta Córdoba que decidió no cambiar, hoy hay quienes se sienten ganadores y otros perdedores en la lucha por la existencia que significa lucha por el espacio.

Un pueblo superior invade el territorio de su vecino más débil y salvajemente lo despoja y obliga a recluirse a espacios más pequeños y sigue invadiendo y apoderándose de sus magras posesiones.

La superioridad de esos expansionistas radica primordialmente en su mayor capacidad para apropiare, utilizar y poblar con su poder un territorio.

Existe hoy una comunidad silenciosa.

Es la que exige con su: ¡Basta de Hablar!  ¡Muéstremelo!

Voto si veo, y si no veo no voto.

Sea esta quizás la mejor justificación por lo que va en la historia democrática de Córdoba una amplia mayoría de un 40% decidió no ir a votar inducida por una Junta Electoral que no los obligo.

Para no obligar debe primero existir una ley de no obligatoriedad.

Quien no lo hizo salvo casos de exclusión es hoy un infractor de un acto eleccionario que no cumplió, el que debe cumplir por ley y sancionado si no lo hizo.

Córdoba quiso innovar.

Quiere dejar de ser solida en medio de tanta rigidez.

Siente la necesidad de pensar lo que nos hace pensar.

Su dialéctica negativa no se lo permitió.

Esa larga y tortuosa exploración de las formas del ser humano en un mundo poco hospitalario para con los humanos, termina con esta frase mordaz, aunque en definitiva vacía: “Después de cientos de páginas, nada ha sido explicado, ningún misterio se ha revelado, no hemos sido reconfortados”.

El secreto de ser humano permanece tan impenetrable como lo era comenzar el viaje.

Pensar nos hace humanos, pero ser humanos nos hace pensar.

El pensamiento no puede ser explicado, pero necesita una explicación.

El pensamiento no necesita justificación, pero no podría ser justificado, aunque lo intentáramos.

Adorno, nos dice una y otra vez que este atolladero no es un signo de la debilidad del pensamiento ni la marca de vergüenza de una persona pensante.

Muy por el contrario. En la pluma de Adorno, la desnuda necesidad se transforma en un privilegio.

Cuanto menos pueda ser explicado un pensamiento en términos familiares que tengan sentido para los hombres y mujeres inmersos en la tarea diaria para sobrevivir, más se acerca al nivel de humanidad, cuanto menos pueda ser justificado en términos de utilidad y beneficios tangibles o de acuerdo con su precio en el supermercado o bolsa, más alto es su valor humanizador.

La búsqueda activa de su valor de mercado y la urgencia de su consumo inmediato amenazan el valor genuino del pensamiento; y escribe Adorno:

“Ningún pensamiento es inmune frente a la comunicación, y manifestar en el lugar equivocado o en mala compañía es suficiente para minar su verdad”.

Pues el inviolable ostracismo intelectual es hoy la única manera de mostrar algo de solidaridad.

El observador desapegado se halla tan comprometido como participante activo; la única ventaja del primero es su entendimiento de ese compromiso y la infinitesimal “libertad” que radica en el conocimiento como tal.

Resulta evidente que el entendimiento es el punto de partida de la libertad.

Deberíamos replantearnos si esta Córdoba “ganadora” que decidió no cambiar es auténticamente libre en su andar.

La libertad no es la ausencia de compromisos sino la capacidad de escoger lo mejor, significa la oportunidad de ser lo que nunca pensábamos que seriamos; la responsabilidad es el precio de nuestra libertad. (responsabilidad de votar).

Para finalizar debo decir que soy cordobés de cuna; a esto que sigue lo quiero ver desde esta óptica, desde una modernidad liquida; una Córdoba que fluye; a mi entender es la mejor óptica que nos permite mirar mejor el horizonte de un futuro promisorio desde esta Córdoba decadente de hoy; careciente de intelectuales que ha dejado de ser aquella que alguna vez la vimos como la de “la bella estile y casta doctoral”.

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