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Defensa no Provocativa una idea polémica

En 1995 fue publicado un libro, titulado Defensa No Provocativa. Una propuesta de reforma militar para la Argentina. Los directores de la obra, Thomas Scheetz, un economista de origen estadounidense y el coronel Gustavo Cáceres.

En 1995 fue publicado un libro, titulado Defensa No Provocativa. Una propuesta de reforma militar para la Argentina. Los directores de la obra, Thomas Scheetz, un economista de origen estadounidense y el coronel Gustavo Cáceres.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director Diario El Minuto para Argentina


Estos dos profesionales eran responsables del proyecto de reforma militar financiado por la Fundación Ford. Entidad no exenta de polémica, dado su injerencia en América Latina como influencia en muchos dirigentes políticos.

Esta peculiar propuesta tiene su origen fuera de América latina y fue difundida activamente desde la Escuela de Defensa Nacional cuando era Nilda Garré ministra de defensa, durante la presidencia de la Dra Fernández de Kirchner.

El concepto Defensa No Provocativa.

Esta idea nace en Europa, como una solución al desarme de Europa del Este y la generación de medidas de confianza con la caída de la Cortina de Hierro. El objetivo según sus defensores de la una “estrategia de seguridad defensiva” es acabar con la inestabilidad y crear las condiciones para una retracción positiva. Entre las premisas de este proceso de “reducción” de tensiones, las propuestas giran en torno a modificaciones en el despliegue, creación de fuerzas de carácter regional, para evitar la carrera de “movilización”; reducción de armamento ofensivo (esto es uno de los aspectos más polémicos).

La razón de reducir armamento ofensivo, tiene que ver para que la contraparte no perciba ser amenazado de ser invadido/atacado. Asimismo el despliegue debe reducir la posibilidad de blancos rentables para el caso de un ataque. Entre las medidas de confianza se sugiere la reducción de fuerzas móviles, como las mecanizadas/blindadas., y potenciar capacidades defensivas a través de fuerzas ligeras armadas con armamento guiado inteligente, despliegue disperso.

La “seguridad defensiva” conocida por estos lados como “Defensa No Provocativa” es un concepto que surge del nivel estratégico con sus consecuencias a nivel operacional y táctico.

Las fuerzas navales y aéreas también se ven limitadas por este concepto. Por ejemplo el profesor Robert Neild, en un viejo artículo de la revista “Desarme” de Naciones Unidas, allá por 1995, nos habla de buques de guerra ofensivo y defensivo.

En el caso argentino, por ejemplo, estas ideas lograron convertir al portaaviones – la Armada operó buques de este tipo entre 1958 a 1987 – en mala palabra. Este autor, como otros defensores de esta tesitura, muestra como una estrategia de menor costo económico. Este ha sido un argumento recurrente para justificar la reforma militar argentina.

Este concepto es mostrado como una suerte de garantía de seguridad colectiva y estabilidad. Dado que considera que una disminución sustancial de determinadas capacidades militares, consideradas ofensivas, como las fuerzas de choque blindado o fuerzas aéreas de largo alcance, son claves para generar confianza y seguridad.

El grupo terrorista Hamas, no posee aviones, ni buques, ni tanques, y ha demostrado en más de una ocasión acciones netamente ofensivas. Hezbollah, también es otro ejemplo, de cómo estas teorias, tienen muchos puntos flojos.

En el caso argentino, los autores de la obra citada, señalan que la Defensa No provocativa, fue pensada para un contexto distinto, especialmente para Europa del Este. No obstante ello, sobre una lectura sesgada especialmente de la derrota argentina en la Guerra de 1982 y una visión también bastante superficial sobre la evolución de la tecnología militar, especialmente al hablar del llamado “arsenal barroco”, donde aviones y buques de guerra quedarían obsoletos por el desarrollo de nuevas armas guiadas, como misiles, municiones guiadas, etc.

Una serie de consideraciones sobre el alza del costo de armamento, considera que en un futuro, incluso para las grandes potencias, adquirir nuevos desarrollos, por ejemplo en materia de aviones de combate puede ser inviable.

El desarrollo de sistemas de armas de determinada complejidad está relacionado con intereses del complejo industrial militar, en el caso de Estados Unidos. En parte es así, pero por otro lado, la supremacía de Estados Unidos en el campo militar, está estrechamente ligado con la defensa de los

intereses de este país a lo largo y ancho del globo. Es indudable que el gasto de defensa, resulta antipático ante otras necesidades, pero no podemos verlo como un factor de limitación del desarrollo. Sino más bien al contrario, según los casos. Suecia con su concepto de “defensa total” a pesar de ser una pesada carga al erario público, no impidió que el país se convirtiera en un país desarrollado y con alto nivel de vida.

La defensa no provocativa fue definida es una política militar de acuerdo con la cual, de concepción estratégica militar y operacional, la magnitud y la composición, la organización y equipamiento, la logística,, el adiestramiento, las comunicaciones debe ser tales que sin, ambigüedades, sean capaces de defender eficazmente el propio patrimonio territorial, pero a la vez sin ambigüedades, deben carecer de capacidad para operar ofensivamente mas allá de las fronteras.

Uno de los objetivos es generar climas de distensión y reducción de carrera de armamentos. En lo que se refiere a las fuerzas armadas, las fuerzas terrestres, deben tener una capacidad limitada a operar de manera defensiva: la armada, debe limitarse aguas territoriales, seguridad de las comunicaciones marítimas; y la fuerza aérea debe retener capacidades para brindar apoyo a las fuerzas navales y terrestres dentro de las fronteras nacionales.

La panacea está en el uso de armas guiadas y uso de municiones inteligentes. Los autores consideran que la única estrategia viable para Argentina, por su situación económica.

Esta postura debe estar apoyada por una política exterior, donde se pondera el apoyo de Estados Unidos como garante en cierto punto de seguridad y organismos internacionales. Históricamente desde la Casa Blanca se ha motorizado la reducción de las fuerzas armadas de la región, salvo casos puntuales, a los fines de reducir costos de mantenimiento, dependientes de la industria de defensa de Estados Unidos y con muy limitada capacidad de combate.

En el caso de la reforma propuesta se valoriza el rol de la inteligencia estratégica y la reforma del sistema existente, potenciar la movilidad estratégica y aplicar el concepto de “unidad” como implementaron los canadienses en 1968 (y que por cierto dieron marcha atrás). Es una reforma, orientada a que sean desde el punto de vista económico lo más barato posible.

Ello no quita que compartimos la idea que las Fuerzas Armadas (en adelante FFAA) tienen estructuras administrativas, de personal sobredimensionadas, como su despliegue anacrónico, agregándose un ministerio de defensa, con exceso de organismos y por ende personal civil.

Desde 1983, las fuerzas armadas dejaron de ser prioridad, como la política defensa nacional, esto tuvo consecuencias negativas de público conocimiento. En los 90 en el marco de la reforma del Estado, el alineamiento a Estados Unidos – a veces con una actitud hasta infantil – y una peculiar visión del mundo, donde de repente, la Argentina no tenía hipótesis de conflicto de interés de la defensa nacional. Esto convirtió a las Fuerzas Armadas en un lastre presupuestario, que por razones diversas, nadie se atrevía a llevar una reforma estructural.

Mientras que al otro lado de la frontera, Chile, si estaba llevando a cabo una serie de reformas, destinadas a reducir el número de efectivos, reducir su despliegue a puntos determinados, compensado con un programa de modernización del equipamiento. Las privatizaciones, mal llevada a cabo y bajo cuestionamientos diversos, la reducción de personal de manera desordenada tuvo como saldo un pesado lastre fiscal, tanto para el pago de pensiones y retiros militares, como sostener infraestructura y medios con escasos recursos. Bajo un criterio economicista, esta teoría estratégica, es mostrada como una solución dado que desde el punto de vista financiero tiene un impacto limitado.

La Defensa No provocativa y su posible implementación para Argentina

Thomas Scheetz (economista de origen estadounidense radicado en Argentina), tiene posturas radicales, de neto corte economicista. Lo conocimos mientras fue profesor de Economía aplicada a la Defensa, en la Escuela de Defensa Nacional.

Allí de primera mano escuchamos sus peculiares teorías. Observamos un profundo desconocimiento de lo que es la conducción militar y el empleo de sistemas de armas. Todas sus teorías están basadas en el fracaso de la guerra de 1982. Es más, no solo habló abiertamente de su postura antimilitar, sino que puso en evidencia su defensa de desmantelar lo poco que quedaba de industria de defensa y que Argentina recurriera al mercado internacional. La existencia de aviación naval como del ejército, son “gastos” y deben unificarse con

la fuerza aérea. Las fuerzas armadas deben estar orientadas a la seguridad externa, pero como era común, y lo sigue siendo, sin citar escenarios de conflicto. Salvo en su libro, citado al principio, donde consideraba que la principal amenaza militar era Chile. Incluso la propuesta de reforma del ejército se centró en un posible ataque chileno. En 1995, las cosas habían cambiado con dicho país, creemos que era una manera intencionada para negar el real conflicto que tiene Argentina, la cuestión Malvinas.

Scheetz, considera que la infantería de marina es un arma “ofensiva” y por ende debería ser suprimida, como la flota de superficie. No tiene sentido para este economista, devenido en experto de defensa, contar con fragatas, cuando es mas barato y menos “provocativo” contar con baterías de costa, submarinos costeros y lanchas rápidas.

Según Scheetz, estas son herramientas capaces para hacer frente a una invasión. La única manera de rechazar una invasión desde el mar, es contar con fuerzas con capacidades similares a la fuerza agresora. La guerra de 1982, puso en evidencia el nivel de flexibilidad de una fuerza naval con portaaviones en el plano estratégico y táctico.

La historia tiene sobrados ejemplos sobre las posibilidades de las fuerzas invasoras desde el mar con aviación de combate embarcada, que le permite golpear en la profundidad del dispositivo enemigo, además de proveer apoyo aéreo a las fuerzas de asalto.

Asimismo, nadie invitó al profesor Scheetz a navegar en el Atlántico Sur, lo que hubiera permitido conocer de primera mano la futilidad de emplear lanchas rápidas para la defensa de un espacio marítimo como el argentino. Limita las ventajas a la tecnología. Considera que la defensa del territorio propio, se ve potenciada por el desarrollo de nuevos sistemas de armas. Es por ello considera que la defensa terrestre estaría en manos de una infantería ligera dispersa, armada con equipos antitanque y antiaérea, apoyados por una reserva estratégica.

Juega un rol por ejemplo, programas de forestación y otras medidas que ayuden a ocultar el despliegue propio. La fuerza aérea aglutinaría a la aviación naval y el comando de aviación del ejército. Su poder se centraría en interceptores y no cazabombarderos. El profesor ignora sobre los aviones multi role. Esto pone en evidencia el desconocimiento sobre determinados temas puntuales. La armada, quedaría limitada lanchas rápidas, misiles con bases en costas, submarinos y aviones con capacidad de lanzar minas, para contrarrestar una invasión. Un verdadero disparate. Esto es refutado implícitamente en el libro, en el capítulo dedicado a las fuerzas navales.

Un aspecto interesante, es señalar la ventaja del misil como herramienta de superioridad y su ventaja costo eficacia para hundir un portaaviones como el USS Nimitz. Una vez más desconoce lo que es la guerra en el mar. Los portaaviones operan en grupos de batalla con cortinas de escoltas, medios de patrulla y alerta temprana y dado la flexibilidad del empleo de su aviación, rápidamente puede poner fuera de combate baterías con base en la costa del enemigo.

Según Scheetz, el poder defensivo argentino según su propuesta, invitaría a reducir tensiones regionales. Se olvida que dichas hipótesis, como por ejemplo con Brasil estaban superadas desde 1982. En cuanto a Chile, a pesar de diferencias de demarcación de límites, el caso de los Hielos Continentales, las relaciones eran más bien, distintos que en 1978 y 1982. Malvinas, no es vista como escenario de conflicto. Pareciera que el despliegue militar británico no es provocador, ni amenaza a la Argentina.

Las reformas propuestas incluyen aspectos interesantes como crear secretarias de estado para cada arma, responsables de los aspectos administrativos y logísticos. El debate sobre la superpoción de responsabilidades administrativas, donde para el caso del ejército, se señala que debe haber una separación entre lo operativo y lo administrativo. El servicio militar voluntario, lamentablemente es sustentado por razones económicas, cuando existen otro tipo de razones que le dan valor a esta modalidad. La necesidad de una reforma provisional militar, un tema tabú y que es preciso una reforma estructural.

Planteos cuestionables es el concepto de “unicidad” al dotar al jefe de Estado Mayor conjunto de facultades de conducción operativa, la supresión de los estados mayores generales de las distintas armas.

El coronel Gustavo Cáceres, en el capítulo dedicado al ejército, propone como salida una drástica racionalización de estructuras y la creación de tres agrupamientos, desplegados en la zona austral y la región de Cuyo. Plantea aspectos para un profundo debate doctrinario sobre el despliegue del

ejército, sus costos, la necesidad de hacer un cambio en la composición de personal, teniendo como resultado final una fuerza de 23.000 efectivos. En lo concerniente a las fuerzas navales, en contradicción con lo sostenido por Scheetz, es propuesto un nuevo despliegue, con mayor presencia en puertos patagónicos. La idea de una aviación naval es conservada, pero queda descartado contar con un portaaviones y la infantería de marina, se limita a ser una fuerza de incursiones limitadas a posiciones enemigas en la costa.

También refuta la postura de Scheetz sobre el rol de la Armada en materia de seguridad marítima. El empleo de buques tipo fragata o corbeta en tareas de seguridad, aplicación de la ley de pesca, permite mantener desplegado un importante número de medios, adiestrar tripulaciones dado los días navegados, etc.

La fuerza aérea de la Defensa No provocativa, en el trabajo de Scheetz – Cáceres, el autor del capítulo pertinente (Comodoro Cabeza), no hace importantes innovaciones. Cuando fue publicado el libro la Fuerza Aérea retenía competencias en materia de aviación civil. La propuesta incluye transferirlas al secretario de Fuerza Aérea, planteando las condiciones para un eventual traspaso civil. El número de brigadas aéreas se reduce a cuatro y se plantea desplegar medios aéreos de combate en la base de Río Gallegos.

El trabajo de Acuña y Runza (Hacia la modernización del sistema de defensa argentino, Buenos Aires, Altamira, 2006), va mas allá y articula el componente operativo en una serie de alas aéreas y concentra los medios aéreos de la Armada y el Ejército bajo control de la fuerza aérea.

Vale la pena recordar al lector, que este debate, de colocar bajo control de la fuerza aérea todos los medios aéreos de las fuerzas armadas, ya fue zanjado terminada la Segunda Guerra Mundial. Una vez más una visión economicista, impone soluciones poco realistas.

El trabajo de Acuña y Runza se apoya en la reforma canadiense, en cierto punto en algunas reformas llevadas por el Reino Unido en materia de organización logística. Proponen una estructura y no queda bien en claro de las razones que los llevan a organizar dicha estructura. Se rompe con un principio, La misión de las FF.AA. surgirá de la puesta en marcha de una Estrategia Nacional definida, y el carácter de las fuerzas, su organización, su despliegue y su número dependerán de las exigencias de los objetivos a alcanzar.

Los cambios abarcan mayores competencias en materia administrativa y logística del Ministerio de Defensa, establecer una clara diferenciación entre las responsabilidades operativas y administrativas en las distintas fuerzas, suprimir el cargo de Jefe de Estado Mayor y su reemplazo, por el de Inspector General con meras funciones de administración y adiestramiento específico de la fuerza que conduce.

Esto fue receptado por el decreto 727/2006 de Defensa, en el cual el jefe de Estado Mayor Conjunto adquirió competencias operativas – violando la ley de defensa nacional – y lo convirtió en la máxima autoridad frente a los otros jefes de las fuerzas armadas.

Durante la gestión como ministra de defensa, Nilda Garré, la idea de la Defensa No provocativa tenía base en la Escuela de Defensa Nacional, y llevó a cabo cambios en materia del sistema de planeamiento, basado en capacidades y no hipótesis de conflicto (palabra demonizada intencionadamente por sectores políticos), y proclamar a los cuatro vientos la conjuntez. Sea como fuere las fuerzas armadas siguieron siendo un lastre presupuestario, fagocitando su presupuesto en un creciente número de empleados civiles, organismos, pago de salarios de personal militar (hubo un crecimiento importante de generales, almirantes, coroneles, etc, como muestra del pésimo manejo en materia de personal de dicha gestión).

A pesar de las declaraciones, la idea de la Defensa No Provocativa, no fue llevada a cabo en la práctica, solo se mantuvo un inmovilismo, por diversas razones, entre ellas falta de interés político, unido a cuestiones ideológicas y las resistencias desde las mismas fuerzas a debatir en serio una reforma.

Defensa No provocativa. Disparate estratégico. Solución economicista.

La idea de la Defensa No Provocativa, es una suerte de solución de bajo costo, para el problema presupuestario argentino. Simplemente se reducen las fuerzas y son concentradas en algunos espacios determinados, donde teóricamente el país es vulnerable a un ataque externo. Cae en el prejuicio de “armas ofensivas “ y “armas defensivas”. La historia militar tiene claros ejemplos de que este concepto no existe. Otra cosa son las tácticas, que pueden ser defensivas u ofensivas. Un

ejemplo, lo tenemos con la modesta armada israelí de los 60 y 70, especialmente en la Guerra de Yoim kippur, en 1973, donde un ataque audaz de patrulleras lanzamisiles, puso contra las cuerdas a la poderosa armada egipcia, que contaba con fragatas y destructores. Citamos los ejemplos de los grupos Hezbolllah o Hamas, que carecen de armamento pesado, como tanques y blindados, y ello no impide que en el plano táctico, sus estructuras militares, actúen de manera ofensiva. Desarmarse, no implica necesariamente una garantía de paz. Asimismo, limitar la respuesta al espacio propio, e incluso considerar que una pérdida en manos enemigas, sea aceptable, puede tener consideraciones políticas muy serias.

La altamente posible llegada a la presidencia del Dr Alberto Fernández, con apoyo del kirchnerismo, genera la posibilidad que este tipo de ideas, que tuvieron cierta difusión durante la gestión de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, puedan volver a intentar implementarse. Observamos con preocupación, como en diversos medios hablan de reformar las fuerzas armadas, sin un debate sobre la estrategia nacional.

El Consejo de Defensa Nacional es el ámbito adecuado para este debate, que requiere de consensos políticos y recursos, además de un horizonte definido. Estos recursos pueden ser obtenidos de la enajenación de bienes, la readecuación de estructuras y de ordenar el gasto.

Estamos ante un contexto global, donde cada vez más las organizaciones como Naciones Unidas pasan a un segundo plano, de una suerte de “diplomacia de cañoneras” en más de un caso. La región donde estamos insertos, es poseedora de importantes recursos estratégicos y críticos, tenemos importantes vacíos demográficos, mares con recursos que generan un interés creciente de actores extrarregionales, el control de accesos interoceánicos y la proyección hacia la Antártida.

Esto requiere, un verdadero cambio de mentalidad en las clases dirigentes, la construcción de un verdadero diálogo regional de seguridad y defensa, infraestructura y políticas de desarrollo, además de un cambio radical para las fuerzas armadas. No tenemos dudas, que los conflictos que vendrán, no podrán ser enfrentados con batallones de infantería con lanzacohetes escondidos en bosques o patrulleros rápidos con lanzamisiles. La defensa nacional requiere de una Estrategia Nacional, sin visiones sesgadas, sin prejuicios ideológicos.

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