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Diplomacia con Humanismo, Perú reivindica a la RASD

El Minuto | Cuando en el año 2006 un investigador social asumía el estudio sobre un pueblo africano muy rico el cual sufría violación de los derechos humanos y saqueo de sus riquezas, se marcaba en el Perú una cruzada por la solidaridad y defensa de un pueblo feudalizado. La República Árabe Saharaui Democrática se hizo conocer localmente de modo humanista a partir del impulso de aquel estudioso -autor de este artículo- quien hoy celebra con muchos el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre su país y aquella nación.

Escribe: Gary Ayala, Director de El Minuto en Perú

El Sahara Occidental se ubica en el norte de África en la orilla del Océano Atlántico, está invadido por el reino de Marruecos desde 1975, tiene casi 600 mil habitantes que viven cercados por un muro de 2,720 kilómetros de extensión y tres metros de alto con cerco minado; otros casi 250 mil saharauis huidos viven como refugiados en el desierto argelino de Tinduf donde está instalado el gobierno de la RASD. Sus habitantes hablan el castellano.

La riqueza natural de este pueblo está en los yacimientos de fosfatos entre los cuales está el más grande del mundo (Bucraá); los bancos de peces considerados los mejores del Atlántico; las grandes reservas petroleras y gasísticas; la arena industrial llevada a Europa; y piedras preciosas de la familia de los diamantes como la circonita, entre otros. Todo explotado por el invasor, mientras los saharauis sobreviven en lamentables condiciones en pleno siglo XXI, en la era del bitcoin y de las redes digitales de permanente mutación.

Pero, ¿Qué tanto se vincula el Perú con la RASD? Pertinente es recordar al presidente peruano, Fernando Belaúnde Terry (1963-1968/1980-1985) quien en su segundo gobierno (1984) reconoció a la República Árabe Saharaui Democrática y estableció una buena amistad con este país dentro del marco jurídico internacional. Llegado el gobierno de Alberto Fujimori Fujimori (1990-1995/1995-2000) y el de su socio Vladimiro Montesinos Torres, ambos encarcelados por graves crímenes, el Estado peruano, de modo unilateral, sorpresivo y sospechoso, congeló (1996) las relaciones diplomáticas.

“Los gobiernos de la República del Perú y de la República Árabe Saharaui Democrática, inspirados en los principios y propósitos de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas y de conformidad con lo que establece la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, acuerdan en la fecha el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países”, manifestó el 8 de setiembre de este 2021 el comunicado número 017-21 proveniente del Ministerio de Relaciones Exteriores en Lima.

Un Trayecto de Fraternidad y Mística

Entre la tribulación que trajo la pandemia, la crisis política y la desinformación de un sector del país sobre el tema, la decisión del gobierno de Pedro Castillo Terrones sobre la RASD, ha generado gran satisfacción en las almas que valoran la dignidad humana.

Inevitable resulta evocar las reuniones de café -cual emulación a los jóvenes revolucionarios franceses del siglo XVIII quienes lograron el traspaso del poder de la nobleza feudalista a la burguesía capitalista- cuando sin más recursos que el dinero para financiar el café varias personas aceptaron difundir la causa saharaui en el Perú. Se acordó entonces invitar a más ciudadanos para generar una corriente sensibilizadora con los miles de niños, mujeres, hombres y ancianos que padecían un gueto en su propio territorio conjuntamente con la depredación de su patrimonio nacional.

Qué importante es ahora reseñar el pensamiento de los integrantes del grupo pro saharaui peruano para comprender la naturaleza del movimiento. Si bien el suscrito -de formación socialcristiana- convocó primeramente a colegas de su ámbito profesional, los que se adhirieron provenían de las canteras de la socialdemocracia peruana, del liberalismo globalista, del progresismo colectivista, hasta de la catolicidad conservadora. Todos, practicamos una doctrina humanista, totalmente distinta a los proto saharauistas que ideologizaron y politizaron la causa como guerra fría.

Notas publicadas en algunos medios de Lima, conferencias realizadas en círculos culturales, literarios y académicos, además de las declaraciones del embajador saharaui en Misión, Ali Salem Sidi Zein (posteriormente embajador plenipotenciario en Ecuador, país que reconoce al Estado saharaui) expandieron el mensaje saharaui en la capital limeña y en varias ciudades del país. La aparición de diversas asociaciones generadas en el apostolado fraternizante consolidó también el corporativismo pro saharaui.

Sin embargo, el contraataque marroquí nunca estuvo ausente, el acoso e intimidación contra los humanistas en el propio territorio peruano fue escandaloso, tanto como la ostentación de recursos logísticos gracias a lo cual contaron con acomedidos operadores.

El suceso ocurrido con la posterior embajadora en Misión, Jadiyetu El Mohtar Sidahmed, fue dramático. Llegó al Perú por un acuerdo verbal entre el presidente, Brahim Gali y el ex presidente, Pedro Pablo Kuczynski, los cuales dialogaron en Quito durante la asunción del presidente ecuatoriano, Lenin Moreno. Los saharauis confiaron en Kuczynski. Jadiyetu permaneció un tiempo y se marchó, pero al querer ingresar por segunda vez fue impedida bajo el cargo de representar un “peligro internacional”, estuvo 18 días en el piso del aeropuerto del Callao y luego la forzaron a subir a un avión rumbo a España.

Lo peculiar en todo esto fue la presencia activa de congresistas fujimoristas en el mangoneo a la Superintendencia de Migraciones y en la expulsión violenta de la saharaui.

Un Pueblo con Clamor Internacional

La Corte Internacional de Justicia de La Haya reconoce la autodeterminación del pueblo saharaui, la ONU aprobó un referéndum para solucionar el conflicto, además, muchas personalidades han pedido incluir los derechos humanos en la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO). Marruecos lo ignora.

Tampoco España, asume su rol como Estado administrador del Sahara Occidental al cual debe descolonizar, según la ONU. Las pretensiones de recuperación de las libertades y derechos inherentes a la persona humana de los saharauis encuentran, de este modo, una pétrea barrera mientras sus recursos no cesan de ser explotados.

El pueblo que defendieron el pacifista, Nelson Mandela; el escritor y pensador Eduardo Galeano; el premio nobel de literatura, José Saramago; el premio nobel de la paz, Adolfo Pérez Esquivel; el ex presidente, José Mujica; hasta el premio Oscar de la Academia, Javier Bardem, entre tantos filósofos, historiadores, políticos, humanistas e instituciones como el Centro Carter, ganador del Premio nobel de la Paz con el ex presidente norteamericano Jimmy Carter, espera justicia. El Perú se ha reincorporado a esa noble tarea.

La causa saharaui es un asunto de principios y de valores, de sustento jurídico y de soberanía reconocida por todos los foros mundiales. Ojalá que la diplomacia de la comunidad internacional se constituya en una herramienta con capacidad suficiente para lograr la libertad de seres humanos que lo único que anhelan es ser dignos autores de su propio destino en su ancestral territorio.

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