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El “país” fantasma el caso Transnistria

En el mundo existen territorios que de facto son estados, con diversos niveles de reconocimiento, muchos de ellos son casos poco conocidos para la opinión pública.

Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director Argentina


La implosión de la Unión Soviética dejó como saldo muchos conflictos, dado que los nuevos estados independientes surgidos del fin del imperio soviético, entraron en un proceso de exacerbación nacionalista, poniendo contra las cuerdas a minorías étnicas y religiosas, que fueron incorporadas con diversos estatutos, por decisión de Moscú, sin tener en cuenta la voluntad de dichas poblaciones.

Asís estallaron conflictos muy graves como los casos de Nagorno Karabaj, Chechenia, que fueron los más conocidos. En la poco conocida Moldavia, poblaciones eslavas y de otras minorías, decidieron proclamar una república independiente bajo el amparo de Moscú.

La República Moldava Pridnestroviana, mas conocida como Transnitria, es un estado de facto, no reconocido internacionalmente, ubicado en sobre el río Dniéster, entre las fronteras de Moldavia y Ucrania. La zona fue poblada por pueblos eslavos, tártaros y túrquicos.

Desde fines del siglo XVIII, la colonización rusa y ucraniana fue intensa, dado la necesidad de defender la frontera sudoeste del imperio ruso.

En tiempos soviéticos, se convirtió en república autónoma soviética, con una minoría de habla rumana, y para 1940, con la anexión de Besarabia, territorio de Rumania, como consecuencia de los Pactos Ribbentrop – Molotov. Así nació de la fusión de dicho territorio y la región de Trans Dniéster, la república socialista soviética de Moldavia.

En 1990, con el fin del régimen soviético, Moldavia comenzó a dar los pasos hacia la independencia, en el marco de un creciente nacionalismo, donde el idioma rumano es reivindicado y se adoptan diversas medidas, para romper con el pasado bajo la égida de Moscú. Incluso los líderes moldavos, consideran que Transnistria seguirá su propio camino, dado la presencia mayoritaria de eslavos. En dicho año, el gobierno moldavo denunció el Pacto Ribbentrop – Molotov, incluyendo la incorporación forzada de Transnitria.

En este contexto, el líder de dicha región, Igor Smirnov, fue detenido por los servicios de seguridad moldavos, fuera de control político, lo que abrió un abismo entre las partes. Dicho político había liderado un sindicato, que representaba los intereses de los trabajadores de la región, motorizando la oposición a la política centralista de Moldavia.

En junio de 1990, diputados transnitros y gagauzos, se retiraron del legislativo moldavo y en septiembre en el marco de una agonizante Unión Soviética, es proclamada la República Socialista Soviética de Transnistria, en pie de igualdad con las repúblicas federadas soviéticas.

A pesar de las tensiones, hasta ese momento el presidente moldavo, Mircea Snegur, planteaba un estado multiétnico, con un Trans Dniéster autónomo.

El ascenso del líder nacionalista Mircea Druc, aceleró los problemas cuando la idea de una unión con Rumania podría ser realidad. El “moldavo” que tiene escasas diferencias con el rumano, fue declarado lengua nacional, el ruso perdió su lugar, y el alfabeto latino fue adoptado.

Esto generó mayores tensiones con las minorías eslavas y gagaúza, que se potenciaron con el discurso contradictorio de Chisinau. Incluso, en este proceso de “romanización” el país dejó de ser Moldavia para ser la República Moldova.

Finalmente en 1991, Druc, dejó el cargo de primer ministro, pero la crisis estaba desatada. En marzo de 1991, los territorios de Transnistria y Gagauzia, por medio de un referéndum apostaron ser parte de la Unión Soviética, pero el golpe de Estado de agosto de 1991, firmó el acta de defunción del estado soviético, dado que este fracasó y comenzó una rápida descomposición.

En ese mismo mes, Moldavia se declaró estado independiente. En 1992, la guerra era una realidad, Rumania, envió consejeros militares y Moldavia, formó sus fuerzas armadas. Estados Unidos también apoyó la causa moldava. Transnistria, formó sus milicias, llegando a contar 9.000 soldados, apoyados por el XIV Ejército ruso, estacionado en la zona. Bien conducidos y armados, las tropas transnistrias hicieron frente exitosamente a las moldavas.

El general ruso G. I. Yákovlev, jefe del citado ejército, era favorable a los independentistas, fue relevado por un oficial con posturas neutrales, sustituido a su vez por el competente general Aleksandr Lébed, quien fue responsable de la evacuación de las fuerzas rusas en Moldavia y evitar que los arsenales cayeran en manos de dicho país. Este dirigió exitosamente los combates en el bosque de Gerbovetskii, dando

por finalizado el conflicto, con el retiro de las tropas moldavas completamente derrotadas. Las fuerzas rusas, quedaron como garantes de la paz en la zona, luego de un acuerdo entre los presidentes ruso Boris Yeltsin y Mircea Snegur, de Moldavia, firmados la ciudad de Estambul.

El conflicto quedó congelado durante años, con algunos acercamientos de las partes, a instancias de la Organización de Seguridad y Cooperación de Europa u OSCE. La república de Transnistria o Pridnestroviana, cuenta con un importante complejo de generación de energía eléctrica, que abastece a la vecina Moldova, siendo empleada como arma de presión de Tiraspol, contra la política de Chisinau, de bloquear a su vecino.

En 2006, los habitantes de este estado “fantasma” votaron por amplia mayoría por integrarse a Rusia. Algunos observadores independientes, consideran que tal vez la realidad puede ser más bien distinta, a pesar de existir un importante consenso de la población a favor de Rusia, las características del régimen de Tiraspol, genera dudas sobre la transparencia del referéndum del citado año.

En 2014, el líder del parlamento local, ante la anexión rusa de Crimea, quiso que el “país” siguiera el mismo destino, sin éxito. El rechazo de Rusia, tiene que ver con emplear el conflicto, como arma de presión a las autoridades moldavas.

La legislación rusa, como la misma Constitución, imponen a Moscú el deber de proteger el llamado “Mundo Ruso” que implica a 25 millones de ruso parlantes que quedaron en las antiguas repúblicas soviéticas.

Estas poblaciones, antes con un rol de dirigentes en tiempos de la Unión Soviética, en muchos casos son ciudadanos de segunda, especialmente en los países bálticos, que por una legislación discriminatoria, a muchos rusos nacidos allí, le son privados el derecho a la ciudadanía plena.



Esto es motor de conflictos entre Moscú y sus vecinos, especialmente con los estados báltios y Ucrania.

En el caso de Transnistria, esta suerte de mandato o destino manifiesto, es un excelente argumento, para encubrir una maniobra geopolítica, de mantener la influencia de Moscú en una zona de colisión de interés con la OTAN y la UE.

No en vano, Rusia ha instalado un consulado en Tiraspol, frente a las protestas de Moldova. Asimismo, existe una clara estrategia de Moscú de promover el uso del idioma ruso como la difusión de la fe ortodoxa, con el claro objetivo de extender la influencia política rusa fuera de las fronteras nacionales.

La OTAN y especialmente Estados Unidos, han venido impulsando un acercamiento de los países de la antigua URSS. Esto ha sido visto por Moscú como un avance contra sus propios intereses y un intento de aislar a Rusia.

Es por ello que el enclave de Transnistria juega un rol clave para impedir que tanto Moldova como Ucrania decidan dar el paso y buscar integrarse a la OTAN, como a la UE.

Pero esto es algo muy lejano aún, dado que ambos países, por los altos niveles de corrupción, carecen de instituciones confiables para dar ese salto. En el caso de Moldova, conocido como el “pozo negro de Europa” es sabido como han prosperado poderosas organizaciones criminales, dedicadas a la trata de personas, tráfico de órganos, armas y drogas entre otras cosas.

En 2008, un alto mando de la OTAN, general Scheffer, visitó la empobrecida Moldova, dado el valor geopolítico que juega este país, en el marco de la estrategia de la organización de ampliarse hacia el Este.

En 2014, el presidente Dodón, de Moldova, tal vez consciente de la situación de su país, no siguió el camino de su predecesor, que había firmado acuerdos de libre comercio con la UE. La dependencia económica en relación a Rusia, es creciente y eso el presidente moldavo lo sabe, a pesar de tener un parlamento controlado por “europeístas”.

Quienes emigran de Moldova, no lo hacen a la vecina Rumania, de por si también con serios problemas económicos y desempleo, a pesar de ser parte de la UE, sino a Rusia. Esto pone en evidencia la peculiar relación entre Chisinau y Moscú.

El presidente Dodón, ha intentado mantener un diálogo con el presidente Transitorio Vadim Krasnoselsky, con la propuesta de un modelo federal y con un estado moldavo neutral frente a la UE y Rusia.

El gobierno en Chisinau, enfrenta otra tensión separatista, el de la región de Gagauzia, que a pesar de ser una población de fe ortodoxa, por ser una etnia turcomana, los lazos con Turquía son crecientes.

Un escenario de secesión, pone en riesgo la viabilidad del estado moldavo, que para muchos, si este se hace realidad, terminará siendo absorbido por Rumania, debido a los lazos culturales, históricos, étnicos y lingüísticos.

La creciente tensión entre Rusia y Occidente, el conflicto de Ucrania, incrementan el valor de Transnistria, que a pesar de mantener un modesto componente militar, se convierte en un factor a considerar por Kiev.

En 2014, el aeropuerto local, comenzó a ser reconstruido, en clara señal de romper el aislamiento.

El apoyo velado de Rusia a esta pequeña república, está estrechamente ligado, a su política de impedir la expansión de la OTAN y la UE, además de dar un mensaje a Moldova, especialmente ante un escenario de unificación con Rumania, algo poco probable, pero que para Moscú es motivo de preocupación, como también de seguir el camino de integrarse a la UE como la OTAN.

Incluso se habla que llegado el caso, que Moldova diera ese paso, Rusia rompería su neutralidad en el conflicto, reconociendo abiertamente a Transnistria.

El “Estado fantasma” y Moldova.

Transnistria, o República Moldava Pridnestroviana (RMP) cuenta con 4163 km², habitados por unos 560.000 habitantes, formado por moldavos (32,10%), rusos (30,35%), ucranianos (28,81%), búlgaros (2,50%), gagaúzos (0,74%), polacos (0,32%) y minorías judía, gitana, etc. La mayor parte de la población es eslava y el 90% son ortodoxos, dicha iglesia tiene gran apoyo del gobierno local.

Los intentos de otras iglesias, especialmente protestantes, han tenido serias dificultades para operar en el territorio. La RMP significa el 40% del sector industrial, de la empobrecida economía de Moldova.

El modelo económico de la RMP, es de de carácter mixto, donde el estado tiene fuerte injerencia como promotor y socio. Los principales sectores, son el siderúrgico, metalúrgico (gran parte en manos rusas) y textil, además existe una política de promoción del turismo.

Asimismo, este país “fantasma” es responsable de la provisión de energía eléctrica a Moldova, dado que controla las centrales hidroeléctricas del río Dniéster.

Rusia tiene un rol importante en materia económica, especialmente por la provisión de gas, como ser el mercado natural para los productos, también es responsable de proveer pasaportes a muchos habitantes, lo que facilita su conexión con el mundo exterior.

La RMP, no escapa al destino de su vecino moldavo, dado que es un centro donde grupos criminales operan con importante margen, especialmente los dedicados al tráfico de armas, drogas, personas y órganos.

El sistema político, prevé un régimen multipartidario y de carácter presidencialista, pero por diversas fuentes se sabe, especialmente la OSCE, las libertades son limitadas, tanto en materia de expresión como cultural.

Esto no es algo raro en el mundo post soviético, donde la mayoría de las repúblicas ex soviéticas, se decantaron por procesos autoritarios o dictaduras abiertas como fue el caso de Turkmenistán.

El gobierno de Tiraspol, cuenta con una constitución propia, moneda – el rublo de la RMP – sistema financiero (conectado al ruso), bandera que recuerda los tiempos soviéticos e himno nacional. No obstante ello, existe una fuerte corriente de lealtad hacia Rusia, a pesar de ser un territorio multiétnico, pero que sin ninguna duda ven en Moscú la garantía de paz y seguridad hace más de dos décadas.

La incapacidad de Chisinau, de por sí con serios problemas internos, de llegar algún acuerdo, incrementa el rol de Rusia en el conflicto, que le permite rodear a Ucrania y proyectar su influencia hacia el Mar Negro y de alguna manera incidir en los Balcanes.

Moldova, es una frontera entre dos áreas de influencia. El Dniéster ha sido históricamente la línea divisoria entre Rusia y Occidente. Las fronteras heredadas, surgen de un diseño impuesto por Moscú en 1940.

El objetivo de unir la antigua Besarabia con Transnistria, tenía que ver con la creación de un estado tapón, entre la vecina Rumania, ligada a Occidente (en esos tiempos aliado del III Reich), y la entonces Unión Soviética. La historia de Besarabia esta ligada al antiguo principado rumano de Moldavia, luego conquistado por los turcos, que gobernaron hasta 1812, cuando el territorio pasó a manos rusas. En 1918, las poblaciones rumanas de Besarabia, se declararon independientes y se incorporaron a Rumania.

Transnistria, es un territorio separatista entre el río Níster y la frontera oriental de Moldavia con Ucrania. 


En 1940, por razones meramente geopolíticas, Moscú regresó a la zona, y fusionó dos regiones con realidades étnicas e históricas bien diferenciadas. Incluso en el plano económico, dado que el sector poblado por los eslavos, fue el más industrializado, frente a la agrícola parte occidental.

En la década del 30, se impusieron una serie de cambios culturales, bajo la batuta comunista, de usar el alfabeto cilirico, en vez del latino, creando una “identidad moldava” con el claro objetivo de romper los lazos entre los campesinos de lengua rumana con la vecina Rumania. La UE como la OTAN, no han ofrecido mucho a Moldova.

En su momento Estados Unidos compró la moderna flota de aviones Mig 29 que operaba la Fuerza Aérea moldova, pero Washington, nunca proveyó un reemplazo, dejando al país sin capacidad de defensa del espacio aéreo, quedando inerme frente a Rusia (Estados Unidos pagó US$ 40 millones por 7 aviones MIG29 y 500 misiles antiaéreos, además de enviar equipo militar de segunda mano, vehículos de escaso valor militar y material de ayuda humanitaria).

La corrupción en Moldova, también significó mal vender una veintena de MIG 29 almacenados a Yemen y Eritrea. Las ayudas de la UE son insuficientes y no existe un interés real por este país, mas allá de ser una preocupación para seguridad europea, especialmente los Balcanes, por el poder del crimen organizado en este país.

Las partes en conflicto, tienen una historia común, bajo el dominio soviético, que estableció un modelo de economías complementarias, donde actualmente Rusia, juega un rol importante, por ser el principal mercado para las economías endebles de dichos actores.

La OTAN, Estados Unidos y la UE, se han llenado la boca de promesas, un salto al vacío, siguiendo el camino de Ucrania, puede derivar en un enfrentamiento directo con Rusia.

Tiraspol podría cumplir el sueño de incorporarse a este país o por lo menos ser reconocido abiertamente por una gran potencia y por ende por sus aliados más cercanos. En el caso moldavo, seria abrir la caja de Pandora, especialmente con la región de Gagauzia, donde hay que tener en cuenta la diplomacia de Ankara, en relación a las poblaciones de origen turco.

No cabe duda que la geopolítica impone una realidad, la neutralidad, frente a los grandes jugadores en pugna en la zona: la UE, OTAN y Rusia, más allá de sueños y fantasías de los líderes locales.