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El Retorno a la Montaña

El actual escenario de crisis socioeconómica para las sociedades y mayor crisis política para los gobiernos -bajo un virus que cambió toda agenda- no es nuevo en el mundo. Se produjo también siglos atrás y empoderó a una humilde comunidad que marcó la historia.

Por: Gary Ayala | Director de El Minuto en Perú


Una epidemia mortal se produjo en el mundo occidental conocido cuando Marco Aurelio gobernaba como emperador (año 165 d.C.). Los dioses romanos eran las divinidades oficiales que protegían a los soberanos y velaban por todo el universo; el pensamiento griego era el que predominaba culturalmente con todos sus fundamentos sobre la vida; el judaísmo había sufrido un gran golpe en su hegemonismo con la destrucción de Jerusalén y un movimiento considerado hereje surgía con mucha mística.



La “Peste antonina” se prolongó durante 15 años y dejó muchas víctimas. Estudios fiables consideran que hasta 25 millones de personas -de una población intercontinental estimada en 75 millones- murió por este mal. El propio emperador falleció infectado lo cual causó tremendo impacto ya que su investidura constituía presencia cuasi celestial.

En la mente de aquella sociedad, el castigo provino cuando Cayo Avidio Casio ordenó asaltar la ciudad de Seleucia del Tigris (actual Iraq) y uno de sus legionarios ingresó a un templo de Apolo donde abrió un cofre que creía con tesoro, pero del cual brotó un vapor que maldijo al imperio. Entonces, los paganos en Roma acudieron a los templos para pedirle perdón al dios ofendido.

Un fenómeno social con una doctrina moral impresionó mucho en aquel tiempo. La comunidad vista como una secta manifestó algo inusual en aquella mentalidad imperial. Los cristianos atendían a sus enfermos frente al rechazo y repudio que los romanos mostraban con sus propios familiares infectados; los cristianos ayudaban a los extraños en sus comunidades con el mismo espíritu con el que atendían a los suyos. Habitualmente, había desprecio para quienes no adoraban a las deidades romanas.

Esta caridad fue notoria en medio de la angustia extendida en todos los sectores sociales. Los cristianos fueron visibilizados como personas solidarias y valientes, aun cuando algunos grupos leales a sus creencias politeístas especulaban que la epidemia era obra cristiana porque la llegada de la enfermedad coincidía con la expansión de aquella fe tan sólida e indeclinable.

El médico investigador, Galeno (129-201 d.C.) describió la sintomatología de la peste: Erupciones ulcerosas, fiebre, diarreas, pérdida de voz, tos con sangre y mortalidad al día número doce de aparecidas las erupciones. El tratamiento que realizó con leche y orines de niños no tuvo efectos positivos, por tal motivo, se retiró de Roma para refugiarse en el Asia Menor. No faltaron estafadores que ofrecieron pócimas y curaciones “efectivas”.

Los cristianos se fortalecieron en credibilidad, porque su actitud coincidió con el mensaje que difundían. Por su parte, los romanos, ratificaron el culto por el poder y la supremacía de la fuerza como un principio donde la mansedumbre era un defecto.

Transcurridos casi 70 años, una nueva pandemia mortal llegaría al imperio romano (entre 249 y 270 d.C.) la cual sería conocida como “La Peste Cipriana”.

El nombre del nuevo enemigo viral fue dado por la gran preocupación que mostró el famoso obispo de Cartago, Cipriano, quien calificó al nuevo mal como el apocalipsis debido a la calamidad generada. En ese contexto, el religioso resaltó el rol cristiano: “Qué sublime, permanecer en pie en medio de la desolación de la raza humana, y no quedar postrado con aquellos que no tienen esperanza en Dios”.

La actitud pagana fue necia y egoísta puesto que cada persona trató de salvarse como pudo. Muchos integrantes infectados del mismo hogar fueron trasladados a lugares alejados para ser abandonados hasta que muriesen. Los enfermos fueron llevados a senderos y parajes alejados. Y grandes cantidades de muertos fueron amontonados en determinados lugares sin recibir formal sepultura.

Nuevamente, los cristianos destacaron por su gran humanismo, atendieron a los enfermos, propios y extraños, enterraron con dignidad a sus muertos y a los paganos; acogieron a los desvalidos para darles alimento y posada. Hasta la nobleza cristiana dio atención caritativa a sus siervos y esclavos afectados. La convicción de la creciente doctrina fue que si se moría en la ayuda se daba un voto de martirio por amor a Jesucristo.

Solo en Roma, habitada por más de un millón de personas, murieron hasta cinco mil por día en su momento pico. En Alejandría -la otra metrópoli hegemónica de su tiempo- del medio millón de habitantes, solo sobrevivieron 190 mil.

El cristianismo se consolidó como una dimensión relacionada con el verdadero Dios para miles de personas que dejaron a las deidades tradicionales. Contrariamente, el imperio se debilitó, pues, perdió a miles de soldados y tuvo que convocar a gente extraña; asimismo, resquebrajó la seguridad de sus fronteras hasta llegar a ser más vulnerables. También la autoridad imperial se vio perturbada por el padecimiento general.

Los posteriores estudios han coincidido mayormente que tanto la primera peste como la segunda fueron ocasionadas por una especie de viruela.

Directo al Joven Corazón                 

En un imperio de gran hegemonía la germinación de un mensaje dejado por alguien al margen de la ley y ejecutado en una cruz no era muy prometedora. Las condiciones sociopolíticas eran adversas, pero el cristianismo irrumpió en contraposición al régimen romano: Humildad frente a la soberbia, pacifismo frente a la fuerza, dadivosidad frente a la codicia y amor frente al odio. Fue demasiado, impactó en los jóvenes.

La sociedad romana no tenía como prioridad a los adolescentes ni a los niños, estaba estructurada para las personas con libertad y de éstas para los varones. El aborto era algo natural, incluso las enseñanzas de Platón (427-347 a.C.) y Aristóteles (384-322 a.C.) aprobaban la eliminación de los hijos no deseados o nacidos con defectos. Séneca (4 a.C.-65 d.C.) lo consideraba un derecho civil. El infanticidio no tenía pena. Irónicamente, las adopciones eran preferidas pues se ahorraba la manutención hasta cierta edad.

La mujer estaba desvalorizada, muchas nacidas eran ahogadas al ver que no eran varones. Las mujercitas permitidas en vivir se entregaban para casamiento a los doce años pues así las familias se libraban de mantenerlas. Ante este sistema, el cristianismo acogió a la niñez y adolescencia en orfandad y precariedad, les dieron alimento, curación y posada. Los niños propios fueron enaltecidos. Las mujeres cristianas se casaban a partir de los 18 años.

El cristianismo quebró la verticalidad y machismo de aquel tiempo con dignificación para el ser humano, respeto por la familia y rechazo de la poligamia e infidelidad, tanto del hombre como de la mujer.

A diferencia de los grupos sectarios y fundamentalistas, el cristianismo manifestó un trato al prójimo acorde a su doctrina original: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha, del mundo” (Santiago, Cap. 1, verso 27).

La juventud que vio la luz cristiana hasta el siglo III halló una coincidencia entre la prédica del Nazareno y la actitud que sus seguidores demostraron a través de la vida social. Los jóvenes, pobres o de mejores condiciones, se sintieron empoderados como personas y partícipes de una gloria eterna, las mujeres se sintieron por fin dignificadas en la Tierra y con similar derecho eterno. Se produjo un fenómeno de gran impacto generacional.

¿Cómo se había cultivado este pensamiento? Jesús, utilizó una metodología en su misión: 1. Convocó a sus recursos humanos en campo. 2. Brindó capacitación doctrinaria a partir de una conferencia magistral conocida como el Sermón de la Montaña. 3. Ejerció entrenamiento inductivo con la técnica de la “Teoría de la Parábola” (historia con cimiento moral) 4. Hizo trabajo de campo con interacción frente a autoridades religiosas para sintetizar el mensaje (polémica y el debate sobre la ley).

Asimismo: 5. Materializó el poder divino y dignificó al humano a través de energía supraterrenal (milagros) donde otorgó investidura al creyente “Tu fe, te ha sanado”. 6. Asumió el desenlace de su obra en “La Pasión”, comprendida desde la negociación de Judas con los sacerdotes hasta la aparición de Jesucristo a María Magdalena. 7. Consagró el apostolado para la difusión de su mensaje en el mundo. 8. Enseño a los bautizados a practicar un estilo de vida con bondad y humildad, distinto a los principios reinantes.

La Montaña

Si, actualmente, la población cristiana del mundo es el 31% ¿Cabe otra humanización?

La pandemia del siglo XXI tiene componentes que la humanidad ya vivió 18 siglos atrás. El tiempo no ha cambiado la naturaleza de las necesidades fundamentales: Trabajar para alimentarse, habitar en una vivienda, utilizar vestido y vivir en una familia, sobre todo, vivir en paz en la sociedad donde tocó nacer y residir.

El virus y sus variantes han infectado hasta el mes de marzo del 2021 a más de 126 millones y 100 mil personas; ha matado a casi 2 millones y 800 mil personas, ha dejado secuelas psicosomáticas en muchos y también ha destruido hogares con la pérdida de integrantes. Los gobiernos de cada país han entrado en crisis política y sus sociedades en crisis socioeconómica. No obstante, este escenario no es nuevo para el planeta.

La tecnología, los modelos sociales y pensamientos filosóficos sobre la existencia humana han evolucionado, incluso las confesiones religiosas y la propia iglesia romana han asumido innovaciones, pero la mística humanista de esos cristianos nativos del siglo III quienes profesaron su fe antes de que un mandato imperial legitimara por edicto a una iglesia, es ahora muy necesaria.

Practicar la bondad en toda su dimensión puede resultar la actividad menos rentable en estos tiempos, la caridad convertida en programa social hasta puede tener dosis de corrupción; pero, en toda época la vida tributada al prójimo marcará siempre una diferencia. Aquellos cristianos del pasado no la tuvieron fácil, también los derribaba el sistema social y la pandemia, pero sembraron una semilla de humanismo en el mundo.

¿Qué es lo que deben ver, oír y sentir los millennials y los centennials para que encuentren en el cristianismo una fuente de dignificación y una herramienta para sus proyectos de vida? Está en la inteligencia, voluntad y decisión de cada persona, cualquiera que fuese su condición social, emprender el retorno a la montaña, allí donde el gran predicador dejó su mensaje y señaló el camino para vivir mejor. Hoy, es el mejor tiempo.

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