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Entre la pandemia, una labor que marca la vida

En Iquitos, capital amazónica en Perú, el relato de un miembro de la Brigada Humanitaria de la Dirección Regional de Salud, Ricardo Shupingahua Mendoza, es revelador. Se encargó del destino final de las víctimas del Covid-19. Información para América Latina y el mundo hispano.

Diversas actividades realizadas en la coyuntura de la pandemia han sido destacadas como primera línea, la de los médicos, enfermeros, militares, policías y periodistas. De cada especialidad se registran víctimas en todo el mundo.


Por: Gary Ayala | Director del Diario el Minuto en Perú


En Iquitos, capital amazónica en Perú, el relato de un miembro de la Brigada Humanitaria de la Dirección Regional de Salud, Ricardo Shupingahua Mendoza, es revelador. Se encargó del destino final de las víctimas del Covid-19. Información para América Latina y el mundo hispano.

Entrevista: Carmen Chapiama Ruiz, corresponsal en Perú

“Nunca hubo fosa común. Todos están registrados y georreferenciados”, declara el entrevistado en contundente respuesta ante especulaciones sobre supuestas fosas comunes para las víctimas del covid-19 en la ciudad de Iquitos, Loreto.

Ricardo Shupingahua Mendoza, biólogo, como responsable del proceso final de los cadáveres de la Brigada Humanitaria de la DIRESA Loreto, Dirección Regional de Salud, recuerda como ejemplo un día pico (05/MAY) el cual no puede borrar de su memoria, guarda todo el escenario vivido aquel día, cuando él y su equipo trabajaron 24 horas sin parar, sin dormir, recogiendo más de 100 cadáveres de fallecidos por covid-19 entre sospechosos, confirmados y otras causales en las viviendas y en los hospitales de Iquitos.

El promedio de fallecidos solo en las viviendas -hace memoria- era de 30 diarios, sin contar con calles y hospitales, un solo crematorio no era suficiente. “Desde la DIRESA nos encargábamos de todo”, dice.

“Las brigadas, no se daban abasto, la gente se quejaba porque decían que no atendíamos sus llamadas”. Un día, enfatiza, trabajaron las 24 horas sin parar. Había personal contratado de manera extra pero no se le podía exigir más de sus horas.

Entonces, quedaban solo el jefe de DESA, Dirección Ejecutiva de Salud Ambiental, y el equipo de la Brigada Humanitaria quienes tenían que mostrar la cara y llegar hasta las viviendas.

En particular, recuerda tres semanas de trabajo imparables durmiendo en las oficinas de la DESA para no contagiar a sus familiares. Pese a tanto sacrificio, muchos de ellos perdieron a sus seres queridos sin siquiera disponer de tiempo para llorar a sus muertos, o para detenerse un instante ante dicha tristeza.

Desde el 25 de abril, día en el que se elevó el número de contagios y muertes, comenzaron otros duros momentos: “Nos quedábamos solos porque la mayoría se estaba enfermando y había mucho miedo”.

Comenta que los cadáveres eran trasladados en un camión de la Marina de Guerra, como único vehículo. Nadie quería prestar ni alquilar; en paralelo afrontaban el rechazo de los vecinos y también a los moradores de la zona de un frigorífico. “Los moradores protestaban para que no llevemos los cadáveres a guardarlos allí hasta que podamos trasladarlos al cementerio Covid, debido que eran muchos y no podían permanecer en los pasadizos de los hospitales”.

¿Por qué en lugar de cremar a los fallecidos eran llevados al cementerio Covid?

“El protocolo demandaba que si no hay crematorio, la segunda opción para inhumar, era seleccionar un terreno exclusivo para el cementerio Covid, estaba prohibido el entierro de fallecidos covid en otros cementerios, esto sólo tenía que determinarlo el Comando Covid.

“Hasta que la normativa cambió. Ahora indica que cualquier cementerio particular puede habilitar un terreno para entierros covid dentro de sus instalaciones y que los familiares pueden llevar allí a sus seres queridos”.

¿En el cementerio COVID se utilizaron fosas comunes?

“En el cementerio COVID, nunca se utilizaron fosas comunes, todos los entierros se hicieron mediante la normativa. Los cadáveres nunca se pusieron unos encima de otros. Cada fallecido está debidamente registrado y georreferenciado, tiene sus propios espacios aún en espacios compartidos.

Tal es que por mandato judicial se ha devuelto los cuerpos de cuatro fallecidos”.

“Ahora se está haciendo nichos individuales separados cada cincuenta centímetros para el entierro de los fallecidos -cuyos familiares autorizan- porque no cuentan con recursos económicos. El que tiene posibilidades llama a su funeraria para trasladar a su ser querido a otro cementerio y asume un costo mayor dentro de los cementerios”.

El procedimiento para el recojo de un fallecido en vivienda de acuerdo al protocolo, es que la gente llama a la policía y ellos llaman a la brigada. Luego, “Nos constituimos a la vivienda, hacemos llenado de la ficha técnica y dependiendo del análisis de la ficha se determina mediante la prueba rápida si el fallecido es positivo al covid”.

Sin lugar a dudas, una actividad propia de tiempos de guerra que deja lecciones para reflexionar.

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