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Guinea Ecuatorial: Otro Estado Hispanohablante surgido de la aplicación Racista del Colonizador Europeo.

En la República saharaui, la lengua castellana goza de un status preferente, pero existe otro estado en África donde el castellano es el idioma oficial. Es la República de Guinea Ecuatorial que logró, su independencia de España, en 1968.

La República de Guinea Ecuatorial, Otro Estado Hispanohablante, Surgido de la Aplicación Racista del Colonizador Europeo.

En la República saharaui, la lengua castellana goza de un status preferente, pero existe otro estado en África donde el castellano es el idioma oficial. Es la República de Guinea Ecuatorial que logró, su independencia de España, en 1968.


Por: Alberto Maestre | Corresponsal Diario el Minuto de España….


El discurso racista y la violencia sin freno, practicada por diferentes países europeos en la colonización de África en el siglo XIX daría lugar, tiempos más tarde, a que la misma se realizara en la propia Europa.

España no fue ajena a ser partícipe de dichas acciones en África, aunque la misma fuera a menor escala, pues su potencial no era comparable a los del Reino Unido, Francia o Alemania, pero no por eso no dejó de practicar los mismos discursos racistas y de violencia, en contra de los pueblos africanos a los que quería someter a su control.

España en el siglo XIX y, hasta 1976 en que cedió, ilegalmente, a Marruecos y Mauritania su última colonia africana del Sahara Español, fecha por tanto que marcaba el final de su presencia colonial africana, llegó antaño a controlar posesiones en el norte africano (el norte de Marruecos -protectorado español de Marruecos-, Ifni -provincia de Ifni- y el Sahara Occidental -provincia del Sahara Español) y también en el África subsahariana, la cual se limitó a la colonización de lo que es hoy la República de Guinea Ecuatorial.

Centrándonos en esta última colonia española del golfo de Guinea, hay que señalar que la presencia oficial española en lo que es actualmente la República de Guinea Ecuatorial, se inició el 1 de octubre de 1777 con la firma del Tratado Preliminar de San Ildelfonso por el cual Portugal cedía a España las “islas de Fernando Poo, Corisco y Anobón y el territorio adyacente” y a cambio los españoles les cedían sus posesiones de Santa Catalina (actualmente Brasil), y finalizaría el 12 de octubre de 1968 cuando los guineanos obtengan su independencia.

Si España adquirió de Portugal estos territorios africanos sin apenas población europea ni infraestructuras comerciales, se debía a los intereses españoles de quererse establecer en aquella zona para poder participar del comercio de esclavos mediante la creación de empresas esclavistas.

Por una parte, España estaba perdiendo su imperio colonial y por otro lado, Gran Bretaña en 1807 había abolido la esclavitud lo que modificaba el destino de esta colonia que España había adquirido de Portugal.

Por los tratados hispano-británicos de 1817 y 1835 contra el tráfico ilegal de personas, se creaban mecanismos para castigar el comercio de esclavos, creándose en la isla de Fernando Poo (actualmente Bioko) y Freetown tribunales mixtos para llevar a cabo dicha tarea.

Es decir, con la creación de dichos tribunales estos territorios que había adquirido España para una finalidad concreta (participar del comercio de esclavos) se convertían para todo lo contrario, es decir, para castigar a quien participara de dicho comercio.

En este contexto, los británicos procedentes de Sierra Leona, crearían en la isla de Fernando Poo en 1827 la ciudad de Clarence (más tarde llamada por los españoles Santa Isabel y actualmente denominada Malabo, la actual capital de Guinea Ecuatorial).


Violencia rampante en la Guinea Ecuatorial. Los chinos matan a escopetazo a  un militar ladrón en Bata. - El Muni


El Tribunal contra la represión de la esclavitud, en verdad nunca llegó a funcionar en Fernando Poo y, los británicos (negros y mulatos) que se establecieron en ella, se dedicaron al “comercio legal de aceite de palma y otros productos menores”, por lo que estas islas pasaban a formar una pieza más de toda la estructura de ultramar británica.

Eso hizo que se fuera desarrollando en Fernando Poo una comunidad de “habla inglesa, religión protestante, vocación comercial y amplias relaciones en aquel tejido colonial, que sería enormemente influyente hasta la descolonización definitiva del país en 1968.

Toda esta situación llevaría que el 18 de abril de 1839 se iniciaran conversaciones entre los gobiernos de Londres y Madrid sobre la cesión de estos territorios; finalizando la negociación el 4 de abril de 1841 por la cual el gobierno británico compraba al español esta colonia, por la cantidad de 60.000 libras esterlinas, que el gobierno español aceptó en un principio, pero cuando el acuerdo debía de ratificarse por las Cortes españolas el mismo fue finalmente rechazado debido a la presión que realizó la prensa española a la venta de los territorios guineanos.

A partir de este momento el gobierno de España organizaría expediciones oficiales a Fernando Poo, a pesar de no haber ninguna empresa española interesada en competir con las que ya estaban operando en dicho territorio.

Pero seguirá siendo una colonia en la que España no tenía presencia y que de seguir así España hubiera tenido que renunciar a la soberanía de dichas posesiones en virtud de lo acordado por las Conferencias de Berlín (15 de noviembre de 1884 y 26 de febrero de 1885) en la cual se reconocía el principio de “uti possidetis iure” que disponía que ningún país europeo podría reclamar sus derechos de soberanía sobre un territorio africano si no ejercía a la práctica el control del mismo.

Para el estado español mantener dichas colonias bajo su soberanía, en un siglo en que su Imperio se estaba descomponiendo por momentos, representaba sobre todo prestigio y honor, y por eso la prensa española reaccionó tan airadamente cuando el gobierno británico propuso la mencionada compra de las mismas y para los claretianos, que jugaran un papel básico en la colonización el establecerse en dichas colonias representaba la ocasión de “salvar” a los “negritos salvajes” pero así mismo no contaminados de la “modernidad” en que estaba sumida la vieja Europa y de hacer de ellos verdaderos cristianos y ciudadanos que se pudieran ganar la vida dentro de unas estructuras occidentales donde la misión tendría el control absoluto.

Estos eclesiásticos veían la posibilidad de intervenir directamente en las vidas de estas personas en contraste con lo que estaba sucediendo en Europa a medida que los cambios que se estaban produciendo por la urbanización provocaba una reducción de control social sobre el individuo y la pérdida de influencia de la iglesia católica.

Aunque la colonización efectiva por parte de España de estos territorios comenzaría en 1858, es decir unos años antes a las Conferencias de Berlín, la misma consistiría en una “pequeña dotación militar y la ayuda civilizadora de una limitada comunidad jesuita. El comercio permanecería en manos británicas”.

El sistema educativo utilizado por los miembros de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, los claretianos, fundada en la localidad catalana de Vic, en 1849 por Antoni María Claret, y el sistema económico occidental, serían los encargados de hacer efectiva la colonización de los territorios guineanos, en un momento en que España no disponía ni de recursos públicos o privados para llevar a cabo dicha tarea.

Los sistemas educativo y económico, como herramientas, para conseguir la destrucción de los diferentes pueblos guineanos ecuatoriales e implantación de la civilización occidental, serán unos de los elementos básicos para conseguirlo. Y este será tratado por diversos autores.

Los occidentales negaban que los diferentes pueblos de estos territorios tuvieran cualquier tipo de identidad propia. Para ellos eran meros salvajes sin “civilizar”.

Así, Alonso Carlos Fleitas, aunque nacido en Cuba de padres canarios, el cual se estableció en Guinea Ecuatorial en la década de los años 40 hasta los 60 del siglo pasado, personaje muy influyente en la colonia, ostentando diferentes negocios y llegando a ser alcalde de Santa Isabel, en su obra, Guinea: Episodios de la vida colonial, publicada en 1989, expondrá la importancia que tendrá el sistema capitalista para imponer la civilización occidental en la colonia y, como este, cambia ya, desde los primeros tiempos, el sistema económico de los diferentes pueblos guineanos, con la introducción de diferentes clases de semillas, como la del cacao, la cual se llegaría a cultivar a gran escala hasta convertirse en la primera fuente de riqueza de la zona.

Además, hará referencia a como se van transformando a las sociedades guineanas a través de la economía, transformación que se llevará a cabo pero que no estará exenta de oposición y rechazo por parte de los colonizados. Remarcara la importancia que tiene para la consolidación de este proceso, la visita del gobernador a Río Muni en los años veinte del siglo XX.

El modelo económico español se acabará consolidando a partir de 1927 año en que los colonos pueden acudir, sin trabas, a los mercados del interior e incrementándose las poblaciones ubicadas en puntos estratégicos.

Alonso Carlos Fleitas señala también que para la imposición de este sistema comercial jugará un papel muy importante también la propia administración colonial: “Controlado por los administradores territoriales, se crea el ciclo mensual de mercados, donde el indígena puede vender sus productos directamente al comerciante español, que ha de estar provisto de una patente de compra autorizada por la administración. De esta forma el nativo concurre al mercado con su mercancía, y bajo el control personal del administrador, se inicia la operación de compra-venta. El producto se cobra en pesetas de acuerdo con los precios establecidos, y controlados siempre por los administradores. La moneda en poder del indígena sirve para realizar sus compras en las factorías de los centros comerciales, y para sus transacciones tradicionales”.

Mariano de Castro, doctor en Filosofía y Letras, catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Educación Secundaria Condesa Eylo Alfonso de Valladolid, cooperante de Educación en Guinea Ecuatorial durante los años 1983 a 1985 y participante en el Primer Congreso Hispano Africano de Cultura, del libro del que es coautor, Origen de la colonización española de Guinea Ecuatorial (1777-1860), publicado en 1992, señalará como estos territorios guineanos ecuatoriales, a pesar de las diversas dificultades en que se encontraban los españoles en su colonización -”allí donde el clima y la vegetación, las gentes y las costumbres, son tan extrañas para los europeos, que no son capaces de asimilarlas y, luchando contra numerosas dificultades”, servían a estos para adquirir prestigio político una vez que regresaban a la península, además de la búsqueda de beneficios económicos.

Además en esta obra, indica que el discurso utilizado por los colonizadores, una vez más, será la de conseguir convertir a los guineanos al catolicismo y para ello, políticos y militares españoles, como Primo de Rivera, remarcarán que estos guineanos, sobre todo los habitantes de las islas (las primeras colonizadas realmente, en contraste con el territorio continental de Río Muni cuya dominación no fue completa hasta los años veinte del siglo pasado) eran dóciles para dicha labor.

Gustau Nerín, nacido en Barcelona en 1968, antropólogo y profesor de la Universidad de Paul-Válery de Montpellier, en su obra, Guinea Equatorial. Història en blanc i negre, publicado en 1998, remarcará la visión que tenían los europeos de los africanos, a los cuales consideraban seres inferiores sin estructuras y que se movían por meros instintos naturales.

El discurso racista será el utilizado para querer demostrar que la mentalidad del guineano era inferior a la del español y con esto se podría justificar su “salvación por medio de la civilización” y para ello se utilizarán diversos medios, como el descrédito, siendo muy común hasta casi finales del periodo colonial, actitudes por parte de los blancos de burla y menosprecio sobre las actitudes de los diferentes pueblos guineanos, considerándolos inferiores.

E incluso se llegará a dudar entre diversos autores españoles sobre la condición humana de los propios guineanos al presentarlos como “cuerpos sin alma, bestias cercanas al hombre, sin la facultad de pensar y sentir”.

También Gustau Nerín señala que hay que tener presente que el concepto de sexualidad de los colonizadores era muy diferente a los colonizados pues, los españoles durante el periodo colonial, consideraban que la sexualidad era algo que se tenía que esconder, mientras que los guineanos y, africanos en general, consideraban que la sexualidad era una parte de su universo.

El occidental observaba las danzas de los africanos en general como un mero espectáculo, como cuando veían en Europa un ballet. Pero en la realidad guineana las danzas no cumplían una función lúdica, sino que era mucho más complejo e importante y tenían funciones rituales religiosas para conseguir una mejor caza, o que una pareja tuviera mucha descendencia, etcétera.

Para los guineanos sus danzas no jugaban un papel de mero espectáculo, sino que se trataban de rituales semisagrados que jugaban un papel muy importante en sus vidas.

Todos estos prejuicios que señalados Gustau Nerín y la falta de conocimiento de la realidad guineana, llevará a que se considere al guineano como un niño grande al que hay que controlar y llevar por el buen camino, desde la aplicación de una política paternalista. Es decir, se le equiparará con un menor de edad sin capacidad jurídica.

Para llevar a cabo dicha política, se creará en 1904 el Patronato de Indígenas el cual estaba compuesto por autoridades, colonos y sacerdotes españoles con la misión de ir tutelando al guineano no emancipado.

Esta institución llegó a existir hasta el año 1959, es decir hasta nueve años antes de la independencia del país.

Jacint Creus, nacido en Vic en 1954,doctor en Antropología y de Historia de África, profesor de la Universitat de Barcelona, en su artículo “Cuando las almas no pueden ser custodiadas: El fundamento identitario en la colonización española de Guinea Ecuatorial”, publicado en 2007, remarca la idea española, tanto de la administración como la de los misioneros claretianos, de que en dichos territorios se produjeran determinados productos, siendo el más importante el cacao, y, para ello era necesario que los “indígenas” se convirtieran en trabajadores eficientes para tal fin y entrara en el sistema económico colonial.

Nos dirá Creus que los claretianos que es establecieron en estas posesiones del África ecuatorial occidental en 1883 llegaron como “Misión de Estado”.

También Jacint Creus indica que los claretianos tenían muy clara la idea de que los jóvenes guineanos debían dejar su hábitat natural para integrarse en la cultura europea y que fueran “útiles” aprendiendo diferentes oficios señalándose que la expansión claretiana en Guinea española se realizará rápidamente lo que supondrá la ocupación a la práctica de dicho territorio lo que hará que el gobierno español apoye la construcción de nuevas misiones.

Así mismo indica Jacint Creus que uno de los objetivos de los misioneros claretianos era conseguir que los niños guineanos, separados por sexos, estuvieran en internados (ellos en internados dirigidos por los mismos claretianos y ellas en internados dirigidos por las concepcionistas), donde recibirían una “educación”. Así mismo las misiones tendrían fincas para que los antiguos alumnos de las mismas pudieran cultivar productos, como el cacao y contraer matrimonio entre ellos (convirtiéndose de esta manera también los claretianos y monjas concepcionistas en “celestinas” al proponer noviazgos entre sus alumnos) lo que daría origen a familias católicas autóctonas y a la creación posteriormente de pueblos católicos siempre regidos por la misión. Se intentaba con esta práctica que los jóvenes no quisieran volver a la selva y se produjera una ruptura entre estos nuevos ciudadanos con sus antiguas estructuras familiares y aquí es cuando el modelo de los misioneros claretianos se diferencia del gabonés al entender que “los alumnos retenidos pueden imaginar su propio futuro al margen de las estructuras familiares. Cuando la Misión se da cuenta de que puede sustituir a la familia sus funciones de protección y en su obligación de procurar un medio y un modelo de vida para ellos”.

Al convertirse estos jóvenes guineanos en productores de cacao significaba que los mismos, a través de los misioneros, entraban de pleno en el sistema de mercado. Todo esto será un atractivo muy importante para muchos de los jóvenes guineanos que verán en estas misiones la posibilidad de obtener una finca, en usufructo, para producir cacao, cuya venta estaba garantizada y además el de poder casarse con alguna compañera de la misión sin tener que pagar dote alguna y de tener una casa propia sin esperar mucho tiempo como era lo habitual en sus culturas autóctonas.

Todo esto llevará a la creación de una clase indígena privilegiada en relación con los otros indígenas de la colonia que no habían participado del sistema de las misiones, siendo estos últimos, la mayoría de la población, excluidos del sistema colonial o subordinados al mismo mediante la explotación indiscriminada pues se les considerará no emancipados y serán considerados por lo tanto como menores de edad.

Jacint Creus dejara bien claro las dificultades en que se irán encontrando los misioneros claretianos a la hora de querer implantar una identidad foránea (la española) a los habitantes de Guinea Ecuatorial, a los cuales, por otra parte, se les negaba que tuvieran cualquier tipo de identidad propia. La actividad de los misioneros, centrada en la educación que ellos ejercían en forma de monopolio (cedida por el Estado) tenía la ventaja, nos señalará Jacint Creus, de centrar la actividad misionera claretiana en los jóvenes con la idea preconcebida de hacerlos ciudadanos privilegiados y diferenciados del resto de la población.

La ayuda mutua del estado-religiosos claretianos será determinante para conseguir dichos objetivos. Además, Creus incidirá que la idea de que dicho propósito de transformar a los guineanos, no será fácil, debido al recelo mutuo existente entre colonizadores y colonizados y donde el factor fuerza será determinante para el desarrollo posterior de los acontecimientos, contando los claretianos con apoyo militar español para conseguir imponer su identidad.

La idea básica pues era la de convertir al sector social guineano más vulnerable, los jóvenes, en miembros de una nueva sociedad impregnada de los valores católicos y, para ello, los misioneros se proponían aislar a dichos jóvenes de su entorno natural, el cual era considerado por los misioneros salvaje y carente de moral aceptable e imposible de cambiar.

Podemos observar como España sirviéndose del discurso racista y, por tanto, considerándose con todo derecho para imponer, por la fuerza su propia civilización a unos pueblos considerados por ella como inferiores, no dudará en legitimar sus acciones en contra de estos pueblos al considerarlas positivos y beneficiosas para ellos.

El discurso será el de “civilizar” a los guineanos, englobándolos como una única entidad, sin tener en cuenta la naturaleza heterogénea de los mismos. Y para ello se servirá de los misioneros claretianos pues, como estado, era incapaz de llevar por si solo dicha tarea. Toda la agresión que se producirá a partir de entonces, en contra de los diferentes pueblos que vivían en esta colonia, se verá justificada en la metrópoli, pues se considerará necesaria para conseguir el objetivo final, la transformación de “negro salvaje” a “negro civilizado”. Por lo tanto, esta autodenominada labor “civilizadora” será llevada por la fuerza y negación de los otros.

Así mismo, dicho discurso, lleva consigo el de que los colonizados deben de agradecer lo que por ellos es efectuado ya que el colonizador considera que es por el bien de los mismos, no entendiendo sus reacciones adversas a la aplicación de este proceso “civilizador”.

Partiendo pues de esta premisa las herramientas utilizadas fundamentalmente serán las de la educación y la economía que se impondrán al sector más vulnerable de las sociedades guineanas, es decir a los jóvenes, a los que se consideran más propicios para conseguir la “transformación” deseada por los españoles. Tras este discurso de “salvar” y convertir a los guineanos en “civilizados” se escondía los intereses económicos de la metrópoli pues las tierras guineanas eran muy buenas para los cultivos, como el cacao y otros productos tropicales.

Si se dedicaban a la “conversión” del guineano era con la idea de que fuera útil para la economía de la colonia, sobre todo como mano de obra en las plantaciones y que también, los guineanos emancipados entraran completamente en el sistema de mercado.

A medida que fue avanzando la colonización en Guinea Ecuatorial, este discurso de transformar a estos pueblos, comenzó a dar sus frutos, aunque muchas veces los “jóvenes nuevos españoles católicos” adoptaban los elementos de la nueva civilización española de forma más bien fingida y, por mero interés práctico que por convicción, como lo intuían en más de una ocasión, los propios misioneros en sus crónicas.

Evidentemente el resultado de esta agresión fue la desestructuración de las diferentes culturas de los pueblos que forman la actual Guinea Ecuatorial.

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