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Escribir nos da la oportunidad de aprender, sumergirnos en la complejidad y reflexionar acerca del rumbo tecnológico, económico, sociológico y ambiental que la humanidad está tomando en estos tiempos pandémicos.

Por: Daniel Defant | Corresponsal el Minuto de Argentina


Para poder avanzar entre escrito y escrito, publicación y publicación me hace encarar un cambio a nivel espiritual, haciéndome algunos interrogantes que apuntan a una reconciliación de lo que necesitamos curar del pasado, vivir del presente y conquistar del futuro.

¿En dónde nos encontramos?

¿Hacia dónde nos dirigimos?

¿Qué propósitos tenemos?

A lo largo de muchas páginas y de la mano de muchas ideas de reconocidos economistas, biólogos, filósofos, escritores y periodistas destacados, intente demostrar que estamos yendo a toda velocidad que por inercia no notamos, estrellarnos contra un muro es imperativo para la continuidad de la vida como la conocemos. Lo que tenemos por delante exige una metamorfosis espiritual para traspasar ese muro. Los muros, son obstáculos que se interponen ante nosotros y lo que nosotros queremos lograr.

Siempre son enormes y cuando logramos atravesar uno el siguiente es aún más grande. Para triunfar se necesita desarrollar la tenacidad de ir sobre el muro convirtiéndolo en nuestro amigo leal.

Los perdedores se aterran de los muros.

Los ganadores los aman.

Lo que importa no es el muro, es el propósito fundado en tres conceptos:

· Una nueva conciencia.

· Una nueva cultura.

· Un nuevo sistema de organización.

La premisa, por supuesto, es que cada uno asuma una nueva relación humana con el prójimo y con la vida en general.

Dicho esto, el interrogante es:

¿Con cuánto tiempo contamos antes del impacto?

¿Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses o años?

Nuestra evolución como en alguna ocasión lo he dicho y vuelvo a reiterarlo nunca fue lineal, todo lo contrario, la sociedad, al igual que las especies naturales, progresa dando saltos exponenciales para acomodarse luego en una nueva meseta o zona de confort.

Avanza, se desvía, se detiene y vuelve avanzar, hasta que se produce un nuevo salto.

Nuestro recorrido futuro pronto encontrara un nuevo punto de inflexión.

Los detonantes los traerá la complejidad del nuevo muro que se avecina.

¿Qué pasa si nos adelantamos en el tiempo y nos trasladamos al año 2050?

¿Se habrá extinguido la vida y nuestra especie?

¿Permanecerán los océanos?

¿Que será por entonces de la contaminación, la perdida de hábitats y del cambio climático de los que tantos hoy hablamos?

Muchos interrogantes, para pocas respuestas y pronósticos reservados solo para expertos y futuristas adivinadores de tiempos impredecibles para el hombre común.

Hemos entrado en una nueva era donde ya somos capaces de programar los genes como si se tratara de un software.

Somos capaces de reprogramar la información genética de plantas y animales para mejorar el rendimiento o su resistencia a climas adversos y plagas.

Ya estamos casi muy cerca de secuenciar nuestro propio genoma humano o ADN para programarlo todo, ante lo que creíamos imposible e impracticable.

Mas en los viejos tiempos se necesitaba unos diez años para inventar una vacuna que hoy la obtuvimos a tan solo un año de pruebas y ensayos, aunque nos cueste repartirla empleando logísticas adecuadas y más que bien organizadas.

Ray Kurzweil, un futurista estadounidense muy reconocido y director de ingeniería en Google, asegura que el mundo se acerca rápidamente a un punto de inflexión en que la inteligencia artificial pronto dejara atrás las capacidades humanas.

Lo llama “singularidad”, porque considera que el desarrollo exponencial de la nueva tecnología hace imposible predecir cómo se desarrollará el futuro de la humanidad después de este punto.

La “singularidad tecnológica” implica la posibilidad de que las maquinas se automejoren recursivamente.

Kurzweil vaticina que las repeticiones de este ciclo darán lugar a una “explosión de inteligencia”: las maquinas diseñarán a las siguientes generaciones de máquinas, cada vez más potentes e inteligentes, superando en consecuencia la capacidad intelectual humana.

Pero no solo eso, en sus pronósticos no avizora todo esto allá por 2050, sino mucho antes: 2040 – 2045, otros investigadores lo predicen aun antes y otros quizás un poco más, pero no tan lejos.

Todos coinciden en que este medio siglo será clave.

Estas transformaciones nos llevan a la necesidad imperiosa de desarrollar un nuevo lenguaje para gestionar este conocimiento en un contexto muy complejo.

Eventualmente las tecnologías de la información coparan todo el espectro tecnológico y científico humano.

Nos fusionaremos con las tecnologías y el ritmo del progreso se intensificará también exponencialmente.

¿Cuál será el futuro de nuestros países, naciones, provincias y aldeas globales?

¿Como administraremos un mundo que cambia mil veces más rápido que durante todo el siglo pasado en unos pocos años?

Sin dudarlo atravesamos tiempos en los que concluyen dos problemas:

El primero es el colapso de los recursos planetarios.

Y el segundo, inmediatamente posterior, es nuestra incapacidad de poder entender y seguir al ritmo de los cambios que nos están ocurriendo.

Lo cierto es que todos nosotros estamos generando un conocimiento emergente que nos va a permitir acompañar colectivamente esta evolución.

Potenciados por la interconectividad, estos commons de conocimiento que están emergiendo son las arcas que nos permitirán traspasar el muro.

Los nuevos sistemas de administración serán commons: sistemas descentralizados y autogobernados, ni nodo céntricos ni jerárquicos.

Este conocimiento emergente y colectivo nos permitirá gestionar la complejidad planetaria de recursos escasos y de cambio climático para lograr la sustentabilidad de la especie y acompañar el progreso exponencial que entraña la singularidad de la que hablan Kurzweil y otros autores.

Hace más de quinientos años, la invención de la imprenta hizo que la humanidad aprendiera a leer y divulgo el conocimiento acumulado hasta la Edad Media a una escala monumental en comparación con el pasado.

En nuestra Nueva Era, los algoritmos son el nuevo abecedario.

El abismo entre quienes manejan este lenguaje y quienes no lo hacen es tan grande ahora como el que existió tras la invención y difusión de la imprenta entre alfabetizados y analfabetos.

A la humanidad todavía le tomo muchos años aprender a leer, escribir y adoptar plenamente el nuevo medio que cambiaría la conciencia de nuestro ser social.

Estamos aproximándonos ahora, a un ritmo exponencial, a esa misma amplitud en relación al nuevo lenguaje que emerge de la Red.

Estos cambios son profundos a nivel sistemático y están ocurriendo de manera exponencial y disruptiva.

En consecuencia, lo que estamos construyendo para trascender el muro de complejidad al que nos aproximamos es un nuevo sistema humano completamente interconectado en red y descentralizado, que detecta la complejidad y evoluciona.

Un sistema que toma control mediante algoritmos y adapta nuevos sistemas de gobierno; que aprende y provoca la emergencia del conocimiento necesario para readaptarse.

Este cambio no está ocurriendo a nivel de líderes de gobiernos mundiales.

Estamos ante una transición, en la que conviven dos estructuras: la céntrica y la distribuida.

El sistema distribuido es superior porque tiene la capacidad de entender mucho más rápido lo que está pasando, de modificarse a sí mismo y de generar un emergente que retroalimenta el cambio.

Es auto poético, resiliente, interdependiente y genera un modelo superior de gestión.

Ahora bien, nada de esto tiene sentido si no aprendemos a ser más humanos; si no nos reencontramos con nosotros y el planeta.

Qué manera tan contundente de formular los desafíos que intentamos desarrollar, para enfrentar a los muros.

Ajustar las bases estructurales permite el alineamiento de la postura y el natural acomodamiento que equilibra el sistema, lo suelta, toma conciencia de sus límites y los expande.

Es el acto de traspasar los límites físicos lo que permite el traspaso de los limites mentales.

La interdependencia genera aceptación, entendimiento y un consecuente salto de conciencia que es evolución cognitiva.

Nuestras estructuras se están modificando y son las que están generando el cambio, el alineamiento, el conocimiento y la conciencia que nos lleva en algunos ratos a pensar que estamos en el mejor de los tiempos, y en otros a pensar lo contrario, estar en el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; aprendiendo a construir nuestro mejor futuro colectivo.

Asistimos a una reconfiguración completa de nuestra sociedad: está cambiando nuestra forma de pensar y actuar; y la lógica con la que interpretamos el mundo que nos rodea.



Comenzamos a entender y aceptar nuestra responsabilidad como humanos y, de ese acto, surge el HOME HACKER: “un individuo proactivo”, más consciente, que reacciona frente a la realidad y la modifica.

El Homo Hacker asume el desafío que le plantea esta era y se compromete a utilizar el conocimiento para superarlo y encontrar soluciones para nuestra sustentabilidad como especie.

Para finalizar, solo restan dos interrogantes:

¿Eres uno de ellos?

¿Estas listo para comenzar a enfrentarte a los muros?

Tuyas son las respuestas… yo en lo personal tengo las mías.

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