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Huanta: Jazmines, Violetas, Geranios y Margaritas

La singular gesta de sacrificio y fidelidad del pueblo de Huanta por la corona entre 1792 y 1828, la hermanó con el pueblo católico de La Vendée, opuesto a la revolución francesa en 1793-1794 al sufrir el primer genocidio de la era moderna europea.

Hoy, la soberbia lanzada desde un medio que ejecuta el fundamentalismo de la propaganda política en Perú, ofendió a un himno de heroicidad civil ocurrido en aquel lugar en 1969. Grave error.

Por: Gary Ayala | Director de El Minuto en Perú.


Huanta, ciudad erigida entre un paisajismo de sueño con valles, lagunas y árboles frutales de exquisita fragancia, comarca bendecida con un cielo de blanquísimas nubes y un clima que acaricia con seductor calor y amigable viento campestre a los caminantes de su suelo, es capital de la provincia del mismo nombre en el departamento del histórico Ayacucho en cuyas pampas se forjó en 1824 la independencia definitiva del coloniaje español.

La historia de esta ciudad está marcada por la impresionante fidelidad de sus habitantes a sus convicciones lo cual constituyó un hito sui géneris en América. En 1792, su población española era de 219 personas y la de Huamanga -luego, principal metrópoli de Ayacucho- solo de 169. Aquella mayoritaria presencia marcaría una casta almagrista muy significativa para comprender lo que significa defender un ideal, aunque todo esté en contra.

Al respecto, la rebelión de Túpac Amaru contra la presencia ibérica en 1780, hecho que no solo surgió en favor del pueblo indígena, sino que proclamó la emancipación de los negros casi dos siglos antes que Martin Luther King en los Estados Unidos y que el mundo conoce poco, sin embargo, no generó gran resonancia en Huanta, es más, sus gentes reclutadas fueron al Cusco para combatir el levantamiento.

Los indígenas en Huanta rechazaban los abusos de los colonialistas pero su economía era propicia gracias al comercio de la coca.

En 1814, hubo una sublevación en Cuzco y los españoles nuevamente hallaron refugio en Huanta; en cambio, en Huamanga se juntaron los independentistas. En 1824 el ejército peninsular volvió a dominar las dos ciudades.

La lealtad huantina (celebraba misas dominicales por el rey y defendía con bravura su posición) fue condecorada el 22 de febrero de 1821 por el rey Fernando VII, a través del virrey, José de la Serna, con el título: “Fiel e Invicta Ciudad de Huanta” y un escudo de armas con un castillo blanco sobre un monte y la oración “Jamás Desfalleció”. Fue el último blasón que la corona entregó en el nuevo mundo a un pueblo que luchó por una causa en nombre de Dios, incluso, declarada ya la independencia el 28 de julio de 1821.

Después de la Batalla de Ayacucho, el ejército vencedor ejecutó venganza contra Huanta donde, sus pobladores realistas e indígenas habían aprendido a convivir no obstante los enconos como culturas contrapuestas. Los patriotas saquearon la ciudad y les exigieron que paguen al Estado 50 mil pesos bajo pena de muerte, confiscación de bienes y cárcel.


Ciudad de Huanta, Esmeralda de los Andes


La producción y movimiento comercial de la coca fue trasladada a la ciudad de Huánuco para agravar el castigo al pueblo que retó a todo un régimen continental.

Pero, entre 1825 y 1828, indígenas nobles de Iquicha (Huanta) leales al rey, sacerdotes y ex soldados españoles liderados por el arriero Antonio Huachaca, conocido por su catolicismo, rectitud y solidaridad comunitaria (llegó a general de brigada realista), se levantaron contra la nueva república. Defendieron derechos ganados y rechazaron tributos, el diezmo por la coca, la Constitución vitalicia bolivariana y al presidente vitalicio.

El ejército republicano, en respuesta, ejecutó el plan “Pacificación”: Atacó Huanta, ejecutó hombres, vejó mujeres, mató ganado, profanó iglesias e incendió casas. Fue una masacre total.

Huachaca, les gritó: “Ustedes son más bien los usurpadores de la religión de la corona y del suelo patrio (…) ¿Qué se ha obtenido de ustedes durante estos tres años de su poder?, la tiranía, el desconsuelo y la ruina de un reino…”. Y no pudieron capturarlo.

Era tanto el garbo de este campesino, analfabeto e íntegro en su moral que se ganó el odio patriota y un pedido de 2,000 pesos por su cabeza. Pero, a la vez fue admirado, hasta que el presidente de la república, Luis José de Orbegoso viajó personalmente en 1834 a Huanta para ofrecerle prebendas como un cargo de funcionario de Estado a cambio del cese de su rebeldía. El guerrero no accedió y no hubo reunión. Finalmente se trasladó a la selva para convertirse en una leyenda.

Historiadores europeos y latinoamericanos hallan similitud entre los pueblos de Huanta y La Vendée (Francia) que se opuso a la revolución francesa en 1793-1794 y sufrió el primer genocidio de la era moderna: Hombres, mujeres, niños, ancianos y enfermos fueron quemados, decapitados y ahogados por defender su religión y monarca. Ambos pueblos dieron al mundo una lección de fidelidad y devoción, más allá del significado social.

El indomable carácter huantino se manifestó nuevamente en 1896-1897 cuando el presidente Nicolás de Piérola monopolizó la comercialización de la sal y creó un impuesto.

Esta vez, indígenas indignados se levantaron en armas luego de buscar un diálogo que resultó estéril. El ejército peruano con modernos fusiles, cañones e instruida caballería arrasaron sus pueblos pero el suceso sirvió para lograr acuerdos que devolvieron la paz.

Flor de Retama

El proceso electoral que define presidente el 6 de junio (2021) entre Pedro Castillo Terrones y Keiko Fujimori Higushi, colocó a Huanta en el escenario nacional. La periodista Milagros Leiva de Willax TV -medio que ejecuta el fundamentalismo de la propaganda política en favor de Fujimori- prosiguió el libreto de vincular al entorno de Castillo con el terrorismo a casi un mes de la votación. Indujo con alevosía que quien canta la canción “Flor de Retama”, como la cantante, Martina Portocarrero, era de Sendero Luminoso.

La reacción la desasnó con cátedra. Se recordó lo ocurrido el 21 y 22 de junio de 1969.

Padres de familia y estudiantes protestaron y enfrentaron a la policía, ese año, debido a un decreto que obligaba a pagar en adelante por los servicios del colegio público. Cien jóvenes muertos y desaparecidos costaron derogar la norma. Los estudiantes del Perú recuperaron posteriormente la gratuidad de la enseñanza gracias a ese sacrificio.

En esa circunstancia, el profesor del emblemático colegio Gonzáles Vigil de Huanta, Ricardo Dolorier, enterado del suceso (estaba fuera de la ciudad) y de la muerte de dos de sus alumnas, sintió una gran conmoción y en homenaje a quienes defendieron la educación pública, le dio vida al himno de los huantinos, artistas, juventudes, intelectuales con labor social, humanistas, políticos del pueblo, y de quienes cultivan sensibilidad social.

“Flor de Retama, la compuse para descargar de mi alma una terrible opresión, un cotidiano dolor que me oprimía sin pausa ni reposo, pero sobre todo, por la indignación que había, que incendiaba mi corazón…”, declaró el autor. La canción inmortalizaba una noble acción encarnada por adolescentes en nombre de todos sus congeneracionales del país, y por padres. No tuvo jamás ninguna relación con ningún movimiento terrorista.

“La sangre del pueblo tiene rico perfume / Huele a jazmines, violetas, geranios y margaritas”, canta en un homenaje salido de la profundidad del alma.

Desde el ciudadano de a pie, estudiantes, emprendedores, obreros, profesionales, campesinos, ejecutivos, comunidades de diversos sectores sociales de todas las regiones del país han cerrado filas por el respeto al valor que contiene la canción.

La arrogancia de los operadores del fujimorismo les ha generado un boomerang político, social y cultural en su estrategia del miedo. Tocaron una fibra sensible que trasciende coyunturas y gobiernos.

Vale recordar al aristócrata Manuel Prado Ugarteche. Presidió al Perú en 1939-1945 (lapso, Segunda Guerra mundial donde apostó por los aliados) y 1956-1962. Fue liberal y se opuso a los gobiernos de Guillermo Billinghurst Angulo y de Augusto Leguía y Salcedo, defendió el triunfo electoral de Haya de la Torre en 1962 y fue considerado pro comunista. Fernando Belaúnde Terry, presidente del Perú (1963-1968 y 1980-1985), liberal, fue llamado “joven comunista” por los ultraconservadores de su tiempo.

El comunisteo y terruqueo no es nuevo, surge del sector adepto al orden establecido, principalmente el socioeconómico, porque le conforta y lo siente hasta producto de su capacidad bendecida; pero también proviene de organizaciones oscuras que cuidan su poderío. En esta actitud, sus lenguajes proyectan al peligroso vulnerador con el simbolismo del horror; en cambio, elevan su modelo como el ideal de libertad y sociedad.

Muchas investigaciones científico-sociales en Latinoamérica, Norteamérica y países europeos, han demostrado los efectos de las cargas mediáticas en determinados grupos sociales. Personas sometidas a esas cargas pueden variar su mirada y llegar al punto de romper valores que cultivaron originalmente: “Es mala, pero es buena”, “La rechazo, pero la apruebo”.

El fenómeno psicológico de la disonancia cognoscitiva se masifica, se acuñan conceptos ajenos a los valores de las personas para que defiendan prácticas que dañaron su propia carne y la de los suyos para lo cual las colocan ante un terror producido estratégicamente. Quienes manipulan grandes medios saben que en los tiempos de polarización política el sujeto se hiper sensibiliza y se predispone fácilmente al odio y a la parcialización extrema.

Pertinente es recordar lo que un joven maestro decía a sus estudiantes de periodismo en la década del ’90: “Si tus palabras, solo repiten las palabras de tu televisor, ya no eres tú”. Quien vive a oscuras siente dolor en sus ojos cuando lo toca la luz, si resiste y prosigue con los ojos abiertos se habituará, amistará y convivirá con ella, si reacciona solo con instinto y la rechaza, su mundo será la oscuridad y sus actos provendrán de las tinieblas.

Los adolescentes de un pueblo histórico conocido como “La Esmeralda de los Andes” que defendieron el derecho de estudiar, que tuvieron como ideología creer en la educación y que se reencarnaron en los milennials y centenials de las plazas del Perú en noviembre del 2020, legó un ejemplo de valentía.

Ellos fueron inmortalizados en Flor de Retama, canción que sumerge en un digno tributo a quien la canta y que la indigencia cultural y moral es incapaz de ver.

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