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Israel: ¿Víctima del populismo?

El Minuto | Israel está pronto por cumplir 75 años de existencia. El país enfrente una crisis política sin precedentes, en medio de una escalada de acciones terroristas. Los intentos de imponer una reforma judicial, que responden a los intereses políticos del primer ministro Netanyahu, desató la tormenta en la sociedad israelí.

Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina

El primer ministro Netanyahu, impulsó con apoyos en la coalición de gobierno, una importante reforma del Poder Judicial, para ser sometido al Parlamento.  El objetivo de los cambios que impulsa el ejecutivo israelí, es limitar el campo de acción de la Corte Suprema y los tribunales inferiores.

Los sectores religiosos apoyan la reforma, dado que consideran al alto tribunal israelí, como bastión del progresismo o izquierdas.  Ejemplo de ello, fue una sentencia sobre la posibilidad que parejas del mismo sexo pudieran tener embarazos subrogados, lo que provocó la ira de los sectores más conservadores.

Netanyahu, tiene un particular interés en la reforma judicial, dado que tiene causas pendientes por fraude, soborno y abuso de confianza. Un tribunal en Jerusalén lleva su caso. Pero las cosas cambiarían si tuviera directa incidencia en la selección de jueces, o logra incidir de alguna u otra manera en el alto tribunal israelí.

La reforma contempla cambios en el comité que selecciona los jueces. Hoy está compuesto por miembros que designan a los magistrados por medio de un mecanismo de consenso entre la política y los integrantes del poder judicial. Este comité también selecciona los jueces del máximo tribunal israelí.

Los cambios que propone el gobierno, permitiría el control absoluto del comité, rompiendo con los equilibrios existentes.  En cuanto al Tribunal Supremo, perdería el poder de invalidar las llamadas “Leyes Básicas”. Dado que Israel carece de Constitución, el país está regido por un marco legal, conocido como Leyes Básicas o Fundamentales, que son la base constitucional del Estado de Israel.

Estas son aprobadas por el Parlamento, por citar algunos ejemplos, encontramos la ley que regula el funcionamiento del legislativo, la ley de funcionamiento del Presidente, la declaración de Jerusalén como capital del Estado, el considerar a Israel como nación judía, o la ley sobre Derechos Fundamentales. 

En su momento, la ausencia de Constitución, generó críticas dentro de Israel, ya que por medio de mayorías e intereses políticos circunstanciales podrían modificarse las normas básicas que regulen el funcionamiento del gobierno, los controles sobre este o los derechos y garantías para los ciudadanos. 

Es por ello que el legislador, con habilidad, le otorgó al Poder Judicial, atribuciones, para evitar este tipo de abusos.  Además, la reforma del gobierno exige que las leyes generales, solo pueden ser objeto de revisión y con mayoría especial de 12 jueces, sobre los 15 que forman el alto tribunal.

Otra medida más que cuestionables, es la posibilidad que leyes anuladas – inconstitucionales en nuestro lenguaje jurídico – por el alto tribunal, con una mayoría especial parlamentaria de 61 miembros, puedan ser puesta en vigor nuevamente. Desde el punto de vista de la seguridad jurídica, esto puede generar desconfianza fuera del país.  El gobierno de Joe Biden, lo hizo saber de manera directa.

Las limitaciones no terminan ahí para el Tribunal Superior. Este tiene la facultad de impedir que funcionarios condenados por delitos, puedan regresar aspirar a tener cargos públicos.   El líder Aryeh Deri, de un partido religioso, su acceso al gobierno fue vetado por la justicia, por estar condenado por delitos financieros. 

Estas atribuciones de la justicia se extienden para declarar la inhabilidad para acceder al cargo de primer ministro, vetar proyectos políticos, que sean considerados contrarios a las leyes fundamentales del país.

Estamos ante una Justicia “robusta” que se ha caracterizado históricamente por ser independiente. Vale la pena recordar que jueces israelíes, fallaron a favor en su momento por palestinos que reclamaban ser considerados “residentes nativos” de Jerusalén Este. Esto hirió sentimientos de sectores nacionalistas – hoy en el gabinete israelí – y como también otra decisión sobre el servicio militar para jóvenes religiosos, dado que estos solicitaban una excepción, que les permitiera cumplir con sus estudios. Esto llevó a ver para determinados sectores muy religiosos a ver al Tribunal Supremo, como un bastión laico y de izquierdas.

La sociedad israelí se movilizó, esto llegó a sindicatos, estudiantes, e incluso reservistas de las fuerzas armadas hicieron saber su oposición.  Personal de la fuerza aérea, no se presentaron a programas de entrenamiento. Diez antiguos jefes de la fuerza aérea, enviaron una carta abierta al primer ministro “Bibi” Netanyahu, para que diera marcha atrás con la reforma. 

Hubo incidentes callejeros, las universidades cerraron en señal de protestas. En Tel Aviv se movilizaron nada menos que 200.000 personas e incluso fue bloqueada una importante autopista por horas. Los sindicatos llamaron a la huelga. La crisis duró semanas, y mostró las divisiones en la sociedad israelí, que son fuente de preocupación para observadores dentro y fuera de un país clave en el Próximo Oriente.

La “batalla” por la Justicia, generó muchas tensiones, agregándose el endurecimiento desde el discurso, de quienes apoyaban la reforma, y lo que estaban opuesta a ella. El ministro de defensa, Yoav Gallant, se mostró contrario a la reforma y “Bibi” lo destituyó. Esto empeoró aún más las cosas. Mientras tanto, dado que la coalición de gobierno controla el Parlamento, permitió que parte de la reforma fuera aprobada. El presidente israelí Isaac Herzog solicitó frenar el proceso de reformas: Llamo a los líderes de todas las facciones de la Kneset, tanto de la coalición como de la oposición, a poner a los ciudadanos del país por encima de todo y actuar con valentía y responsabilidad sin más demora. Este no es un momento político, es un momento para el liderazgo y la responsabilidad. 

La creciente oposición en las fuerzas armadas, sindicatos, dentro del mismo Likud, el partido de Netanyahu, llevó al gobierno a frenar la reforma e instar a un diálogo, hasta fines del mes de abril.  No cabe duda que el primer ministro, con cuentas pendientes en la justicia, volverá a la carga, la pregunta será la reacción de la sociedad israelí, como de sectores claves de la economía, como el tecnológico que ven con alarma, la perdida de la independencia del poder judicial. El shekel tuvo una caída frente al dólar, y calificadoras de riesgo internacional de renombre, dejaron en claro que la seguridad jurídica también es ponderada en sus análisis.

La polémica creación de la Guardia Nacional, la amenaza terrorista y geopolítica regional

El polémico ministro de Seguridad, Ben Gvir, tiene en carpeta la idea de crear una guardia nacional, bajo su control. Esto generó críticas del Jefe de la Policía Nacional Kobi Shabtai, y la fiscal general del país, Gali Baharav-Miara. La fuerza de seguridad propuesta por Ben Gvir, tendría como objetivos combatir el terrorismo, delitos especialmente vinculados con la población árabe, emergencias nacionales y restaurar el orden y la buena gobernanza. Las críticas del ministro a la Policía, por su accionar contra los manifestantes, abrieron una brecha importante, agregándose la oposición de esta de apoyar la creación de esta nueva fuerza de seguridad.

Finalmente, el gabinete de ministros, dio luz verde a esta fuerza, al parecer de unos 2.000 efectivos, que tendrá competencias que se superponen con la Policía.  Esto demandará gastos por US$ 278 millones.  Las funciones de la nueva fuerza quedan poco claras, y avanza en competencias propias de la Policía Nacional, en materia de orden público y contraterrorismo. Vale la pena destacar que la policía israelí, es una institución altamente profesional, lejos de estar politizada. Crear una fuerza que compita con el presupuesto y con competencias superpuestas, abre el cambio al conflicto.

La escalada terrorista continúa. La Autoridad Palestina, solo es una formalidad y los sectores más radicalizados están ganando terreno. Un atentado palestino que terminó en la muerte de seis israelíes y a una ucraniana en Neve Yaacov, colonia judía de Jerusalén-Este.  El atentado coincidió con el 27 de enero, día Internacional de las Víctimas del Holocausto. Esto llevó al gobierno, a fines de enero, a impulsar la tenencia de armas para civiles. Un juego realmente peligroso. La Policía incluso apoyó la iniciativa. Las demandas por tenencia de armas, treparon rápidamente a 17.000 solicitudes.  El 29 de enero un adolescente palestino de 13 años, ataco con un arma de fuego contra dos israelíes, siendo heridos de gravedad.

En marzo, Tel Aviv fue escenario de un nuevo atentado, donde tres jóvenes fueron heridos por arma de fuego. El terrorista, fue abatido por las fuerzas del orden. El autor de los hechos era palestino y Hamas, reivindicó el hecho como de su autoría.

El drama del terrorismo, escaló en 2022, comenzando su derrotero, en la ciudad de Beer Sheva, en el sur del país. Allí, un beduino, Mohammed Abu al-Kiyan, asesinó a cuatro personas. En su carrera homicida, apuñalo a una empleada de una estación de servicio, luego arrolló a un rabino, y finalmente terminó en un centro comercial, donde asesinó a dos personas.

Observadores diversos consideraron que la escalada de terrorismo, tiene que ver con la llegada de una coalición de partidos religiosos, nacionalistas y sectores duros de la derecha, bajo la batuta del polémico Benjamín “Bibi” Netanyahu.  Algunos socios de la coalición, fueron parte de organizaciones extremistas y su discurso, dista mucho de instar al diálogo, no solo con los árabes, sino con sectores políticos israelíes.  Desde la misma Casa Blanca dejaron sentir su preocupación, ante un Próximo Oriente, realmente explosivo, y la cercanía de los aliados árabes, con Rusia y China. Ante este escenario, Israel es el único aliado fiable en la región, pero el ascenso de determinados actores de la política israelí al gobierno, genera dudas y los temores de una escalada, son motivo de preocupación para el Departamento de Estado.

El gabinete israelí, apela a soluciones, propias de los populismos de derecha, generalmente con efectos de corto plazo, polarizan la sociedad, algo que es funcional este estilo de política – tanto de izquierda como la derecha – evitando, asumir responsabilidades para solucionar los problemas de fondo. La escalada terrorista, es respondida con una campaña para armas civiles, crear una fuerza de seguridad con funciones difusas, e impulsar reformas institucionales que responden a intereses del electorado que los llevó al poder, sin medir las reacciones del resto de la sociedad. La coalición, también es endeble, y los une más que convicciones políticas, sino el “espanto”. 

En el marco de la polarización de la sociedad israelí, que impacta en el desempeño de la economía y las críticas de su principal aliado, los Estados Unidos, está el problema palestino que se agrava, y puede ser una herramienta para desestabilizar por parte del gran “titiritero” de grupos terroristas, que es Irán. Este actor, aspira a tener el arma nuclear, sus problemas en el frente interno, en la histórica pugna entre conservadores y reformistas, puede ser zanjada con un conflicto externo, que sirva de excusa, para borrar de un plumazo a los sectores moderados e imponer el legado de Jomeini, evitando cualquier cuestionamiento al poder de los ayatolás. 

El restablecimiento de relaciones diplomática entre Arabia Saudita e Irán, es mala señal, para nuestro modesto entender, para Israel que por medio de los llamados “Acuerdos de Abraham” busca generar un frente para contener a Teherán. En esta jugada, Riad, era y es pieza clave., pero el acercamiento con los iraníes, abre un capítulo de escepticismo. 

La guerra de Ucrania, parece no tener un fin cercano. Las posturas irreductibles de Estados Unidos y Rusia, afectan la seguridad internacional. El Kremlin es un actor clave en el proceso de negociaciones sobre el plan nuclear iraní. Israel actúa con cautela y evita provocaciones innecesarias. Es vital para la seguridad nacional israelí, que Irán tenga alguna barrera de contención, y esta solo puede darse, si hay cierto diálogo entre Rusia, Estados Unidos, China y los europeos, un escenario poco probable, algo que Teherán aprovecha y gana tiempo a su favor.

La crisis del gobierno palestino, ha sido explotada por Hamas, que tiene un peso cada vez mayor en la opinión pública palestina. El espejismo de la violencia, encandila a muchos y convertirá a la Autoridad Palestina en una verdadera olla a presión, y el escenario de un conflicto entre facciones palestinas, solo contribuirá a mas caos y mayores acciones terroristas.

El virus del populismo

Israel parece que ha sido víctima del populismo. El gobierno busca acciones que tienen efecto de corto plazo. La polarización, impulsada por este tipo de fenómenos tanto de izquierda como de derecha, es un juego peligroso y afecta a la estabilidad institucional.

La reforma judicial impulsada por el gobierno israelí, responde a intereses partidarios o personales, como el caso de Netanyahu. Su contenido, rompe con los equilibrios de poder del Estado israelí. La independencia del Poder Judicial, es sinónimo de seguridad jurídica y esto impacta en el mundo de los negocios e inversiones. El avance del gobierno sobre la Justicia, puede derivar en actitudes autoritarias.  Otro juego realmente riesgoso, la introducción de pena muerte para los terroristas.

Un comité parlamentario dio luz verde para el debate del proyecto.   Los dirigentes israelíes, una vez más toman medidas, pensadas en un sector de electorado, con efectos de corto plazo.

Israel es la única democracia del Próximo Oriente, cuyo éxito, residió el respecto a una serie de reglas de juego, equilibrio de poderes, y la existencia de consensos entre los principales actores políticos sobre los objetivos nacionales. El sectarismo y los intereses mezquinos, pueden poner en riesgo los logros alcanzados en estos 75 años de existencia. Israel es un país del primer mundo, potencia tecnológica y un actor de peso global, a pesar de su reducido tamaño.  El país requiere, que la dirigencia política, deje de lado intereses sectoriales. El panorama geopolítico e internacional, no es nada alentador y los peligros sobre la existencia del Estado, son ciertos,  y ello exige, consensos y un diálogo nacional que permita mantener a la sociedad israelí cohesionada, ante las posibles pruebas que en un futuro próximo deba enfrentar.

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