La expulsión de Ginés González García: crónica de un final anunciado, aunque tarde

Mientras el grueso de los argentinos miraba con asombro lo que sucedía en Perú con el escándalo por las 487 vacunaciones contra el COVID para altos funcionarios del gobierno de Francisco Sagasti (inclusive el ex presidente peruano Martín Vizcarra y otros ex ministros durante su gestión), en Argentina sucedía algo similar.
Por: Agustín Dragonetti | Corresponsal de Argentina
Este viernes estalló el “vacunagate”. A través de la confesión de Horacio Vervitsky en su columna del programa “Habrá consecuencias”, de la radio kirchnerista El Destape, se conoció algo que la escritora y filósofa Beatriz Sarlo ya había insinuado: para los funcionarios y amigos del poder argentino.
“Me ofrecieron la vacuna por debajo de la mesa y dije: “Jamás!, prefiero morirme ahogada de Covid”, había dicho Sarlo en el programa televiso “A dos voces”, por el canal TN a comienzos de febrero. En ese momento no se le dio mayor trascendencia porque la escritora no ahondó en detalles sobre el suceso.
También sonaron las primeras alarmas en las últimas semanas sobre lo que sucedía con las vacunaciones irregulares en diversas partes del país. Había ciertas noticias que daban cuenta de funcionarios, legisladores y militantes del oficialismo que estaban siendo vacunados sin ser parte de los grupos de prioritarios o de riesgo.
“Ustedes se acuerdan que hace unos meses yo dije que prefería esperar unos meses antes de vacunarme y ver qué efectos secundarios podía haber. No tenía prisa, que no me iba a apurar para vacunar. Bueno, pues ayer me vacuné”, declaró en su columna radial el ex terrorista de la organización Montoneros devenido en periodista y defensor de los derechos humanos.
“Me puse a averiguar dónde hacerlo, llamé a mi viejo amigo Ginés González García, a quien conozco de mucho antes que fuera ministro, y me dijo que tenía que ir al Hospital Posadas.
El Hospital Posadas está en Palomar, creo que es partido de Morón, pero el barrio es Palomar y está ahí nomás de la villa Carlos Gardel. Y cuando estaba por ir recibí un mensaje del secretario de Ginés que me dijo que iba a venir un equipo de vacunadores del Posadas al Ministerio y que fuera a darme la vacuna”, amplió Verbitsky, quien, entre otros, se aplicó de manera irregular la vacuna rusa Sputnik V.
El Hospital Posadas está en Palomar, creo que es partido de Morón, pero el barrio es Palomar y está ahí nomás de la villa Carlos Gardel.
Inmediatamente sus declaraciones se diseminaron como mancha de aceite, provocando pedidos de renuncias, investigaciones, repudios y varias conjeturas.
Rápido de reflejos, el presidente Alberto Fernández le pidió la renuncia a Ginés González García, su mediocre ministro de Salud. González García fue el mismo que en febrero del año pasado, un mes antes que se declarara la cuarentena más larga del mundo, dijo: “hoy en la Argentina me preocupa más el dengue que el coronavirus”, que es “un virus circunscripto a China”.
En marzo, mientras el país se disponía para afrontar la pandemia, aseguró que el Estado argentino se estaba aprestando “para garantizar que los insumos se distribuyan con equidad, para que estén disponibles para todos los argentinos”. Hoy suena a una verdadera canallada.
En medio del debate por la finalmente sancionada ley de aborto, el ahora ex ministro se despachó con una frase que despertó indignación en los sectores provida y hasta científicos: “Acá no hay dos vidas como dicen algunos: es una sola persona y lo otro es un fenómeno (con respecto a los fetos) que no está correctamente utilizado. Si no fuera así, estaríamos ante el mayor genocidio universal”. Sin palabras.
Tampoco se cumplió el megaplan de vacunación masiva de la población prometido por el presidente Fernández y González García. Se prometieron 20 millones de dosis, de las cuales solo arribaron al país 1.220.000 vacunas (entre la primera y segunda dosis de la vacuna rusa), es decir casi el 6% del contrato firmado con Rusia.
Hay que decir que el incumplimiento del convenio no es culpa del gobierno argentino, por lo cual se compraron de apuro 580.000 dosis de la vacuna Covishield, una variante de la elaborada por el laboratorio AstraZeneca aunque producida en India y otro millón de dosis de la vacuna china Sinopharm.
Cabe recordar que la llegada del primer envío de vacunas rusas tuvo un uso político digno de una república bananera, fiel al estilo de la falsa épica del kirchnerismo. Con respecto a esto último, el slogan oficial para sus militantes es que el país ya inoculó a 500.000 personas. Esto significa una clara manipulación de la información, ya que para que una persona esté inmunizada debería recibir dos dosis de la vacuna contra el coronavirus, algo que no está sucediendo.
Volviendo al “vacunagate”, las explicaciones de los acusados son, si se quiere, ridículas. Por ejemplo, la dada por el diputado nacional Eduardo Valdés. El legislador kirchnerista (cercano al Papa Francisco) sostuvo que “no pensó que estuviera haciendo algo ilegal”. “Nunca le sacaría la vacuna a nadie, todo lo que hice fue porque viajaba a la ciudad de México y pensé que tenia que llegar vacunado”. Valdés iba a ser parte de la comitiva presidencial que viajaría este domingo a México para la entrevista protocolar entre Manuel López Obrador y Alberto Fernández para profundizar el vínculo político y generar convenios de promoción comercial.
Fernández también se reunirá con el megaempresario Carlos Slim, socio comercial de la firma farmacéutica AstraZeneca, que produce la vacuna de Oxford contra el coronavirus en Argentina, pero que se fraccionan en México, para luego ser distribuidas en el continente. La excusa de Valdés es una mentira, ya que, según un estudio del Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, de Rusia, y republicado por la prestigiosa revista médica The Lancet, se alcanza la inmunidad, una vez aplicada la vacuna Sputnik V, a los 40 días, tiempo bastante menor entre que se inoculó el diputado k y su suspendido viaje a México.
Quienes también recibieron la vacuna VIP (hasta lo que se sabe ahora) fueron el senador kirchnerista Jorge Taiana, Salomón Schachter, un médico traumatólogo cercano al ex ministro González García y profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires; el líder sindical del gremio de Camioneros Hugo Moyano, su esposa Liliana Zulet y su hijo menor, Jerónimo, de 20 años; Félix Guille, (directivo del sector de la salud), Florencio Aldrey Iglesias (empresario, dueño del diario La Capital de Mar del Plata y de varios hoteles), al igual que sus familiares Dolores Noya Aldrey y Lourdes Noya Aldrey; el empresario marplatense Seza Manukian y el empresario Félix Guille. Varias de estas personas no se encuentran entre los grupos prioritarios de riesgo que el propio ministerio de Salud de la Nación estableció por protocolo para proporcionar la vacuna o accedieron a la misma en un distrito que no les concernía.
El líder sindical del gremio de Camioneros Hugo Moyano.
¿Operación contra Ginés González García?
El viernes, cuando se desencadenó el affair, surgieron varias dudas. La primera, ¿por qué Horacio Verbitsky salió a ventilar lo que sucedía intramuros del poder con el suministro de la vacuna contra el coronavirus para los amigos cercanos al gobierno? Varias son las especulaciones al respecto. El relator de fútbol devenido en periodista militante del kirchnerismo, Víctor Hugo Morales, sostuvo en el canal ultra k C5N que Verbitsky no pensó que su revelación podía traer consecuencias. “No se dio cuenta”, dijo al aire VHM.
Realmente cuesta creer que Horacio Verbitsky, habituado a operaciones de inteligencia y mediáticas (tanto en democracia como cuando fue segundo jefe de inteligencia de la organización terrorista Montoneros, durante la década de los 70) hiciera una declaración “sin darse cuenta”. Además, Verbitsky mencionó en su confesión pública que se enteró que José Antonio Aranda, uno de los directores del
Grupo Clarín (enemigo acérrimo del kirchnerismo junto con Héctor Magnetto, CEO de Clarín y culpable de casi todos los males del país, según el relato de los militantes mediáticos k), también había consultado en el ministerio de Salud sobre la posibilidad de vacunarse allí. “Me entero ahí (en el Ministerio de Salud) que también iba a vacunarse el número dos de Clarín, José Antonio Aranda, que también había averiguado en el Ministerio, pero que planteó que no quería la vacuna rusa sino la inglesa; él quiere la vacuna de Oxford AstraZeneca, así que va a ir el lunes.
Pero, bueno, me imaginaba el posible encuentro con José Antonio Aranda, ja ja ja… No nos cruzamos, pero hubiera sido gracioso”, expuso por Radio El Destape Verbitsky. No solo Aranda desmintió lo expresado por el ex terrorista montonero, sino que el renunciado Ginés González García negó que Aranda le haya pedido ser vacunado: “Nunca me pidió nada”, le dijo el ministro al propio diario Clarín tras ser consultado sobre el tema.
La segunda pregunta que surge es el porqué de una teórica operación política contra el echado Ginés. Si bien como ministro de la cartera de Salud se manifestó su inoperancia -hasta la fecha hay 51.000 muertos por la pandemia de coronavirus, una pandemia que nunca llegaría a Argentina, según él- González García es amigo del presidente. ¿Acaso el ex ministro está entre los “funcionarios y funcionarias que no funcionan”, según lo expresado por Cristina Fernández de Kirchner en la carta abierta del 26 de octubre del año pasado? En ese momento Ginés manifestó que “jamás me iría de un lugar en el medio de esta situación.
La peleo todos los días y la voy a seguir peleando. ¿Cómo me voy a ir en este momento?”. Lo que se sabe es que el kirchnerismo duro venía cuestionando a González García desde hace bastante tiempo. Y también se conoce que Carla Vizzotti tiene el respaldo de ese sector del gobierno.
La otra cuestión que generó la lógica incertidumbre de periodistas y analistas políticos es si la reemplazante de González García, Carla Vizzotti, hasta hace unas horas secretaria de Acceso a la Salud (en la práctica, viceministra de Salud) estaba al tanto de lo que estaba sucediendo en su cartera. De ser así, estaríamos a las puertas de otro entuerto.
Y la pregunta central que debe ser respondida de manera expeditiva es: ¿El presidente de la Nación, Alberto Fernández, conocía la vacunación irregular de funcionarios y amigos del poder k?
Son dudas que deben ser develadas en lo inmediato por la salud de la institucionalidad argentina. Seguramente en las próximas horas, días o semanas, conoceremos más de esta interna feroz desatada en el seno del gobierno.