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La generación del 23, el sueño Argentino y un nuevo 25 de Mayo

El Minuto | Este país fundado por ficciones. Hasta donde recuerdo, la primera nación que me narraron, antes que aprendiera a leer, era una sucesión de estampas, en la que abundaban lluvias y desiertos, escribió Tomas Eloy Martínez en “El Sueño Argentino”.

Por Daniel Defant | Corresponsal el Minuto para Argentina

Esas estampas condensan rasgos de la identidad de este país que se fueron moldeando a lo largo de los años y de las generaciones.

Hay generaciones que soñaron la Argentina y la hicieron grande.

Delinearon estampas.

La generación del 37, que lleva por nombre el año (1837) en que se fundó el Salón Literario al que concurrían Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverria, entre otros, soñó los cimientos de la organización de Argentina e inspiro su primera Constitución Nacional.

La generación del 80 fue la dirigencia que lidero el país durante tres décadas de apogeo agroexportador y forjo el desarrollo del territorio; “una nación para el desierto argentino”.

En el Siglo XX, la generación que creció con el peronismo imprimió una nueva estampa al sueño de país y acuño la idea de la justicia social, y más cerca en el tiempo, el regreso a la democracia y los primeros años de la década del 80 fueron protagonizados por una generación de dirigentes que busco reconstruir la institucionalidad durante la primavera alfonsinista y dijo “Nunca Mas” a la violencia política y el quiebre del estado de derecho.

Sumidos hoy en una desesperanza que por momentos se vuelve asfixiante y con niveles de pobreza inimaginables tiempo atrás, parece difícil creer que la argentina pueda regenerarse sin nuevos sueños.

Por eso la recuperación de la Argentina vendrá con el protagonismo de una nueva generación.

No significa eso que este compuesta solo de jóvenes, aunque sin ellos sería imposible.

Pero si con los argentinos y argentinas, y con todos los ciudadanos del mundo con su corazón puesto acá – como vimos hace unos días en las calles de lugares tan lejanos y disimiles como Bangladesh o Ginebra – que hacen de este suelo su proyecto de vida.

Pero esta vez no será una pequeña minoría la que inspire un punto de inflexión como en los inicios de nuestra historia sino una mayoría silenciosa que la dirigencia política está llamada a interpretar y dar respuestas.

Ojalá en unos años llamemos la “Generación del 23” a esa “gran mayoría” cuya unidad, aun con diferencias, rompió la grieta para poner rumbo al progreso.

Es una mayoría compuesta por personas muy distintas entre sí, con necesidades y con intereses incluso contrapuestos, pero que tienen clara la búsqueda del bien común como condición de su propio progreso.

Esto balancea el peso de las diferencias ideológicas o partidarias.

Las une el anhelo por una Argentina que se desarrolle de forma sostenida y armoniosa, a lo largo y a lo ancho del suelo argentino; con un estado que asegure condiciones sin dejar a nadie atrás, pero deje de ser omnipresente; con un capitalismo de reglas claras y no de amigos y privilegios.

Una mayoría integrada por ciudadanos silenciosos que trabajan, estudian, gastan y quieren invertir.

Viven.

No son una elite.

No controlan la agenda.

No tienen “banca” ni desea tenerla.

No tienen acceso a los medios.

No agitan las redes sociales.

Ni cortan calles.

No se consideran iluminados, no quieren tener la respuesta a todo.

Muchos de ellos vieron alguna vez un país con mil problemas, pero con un sueño común, y lo extrañan.

Muchos ni siquiera vieron eso.

Es una mayoría que parecen invisibles a nuestros ojos mientras las minorías intensas y ruidosas acaparan toda la atención.

Pero aun con bronca y cansancio, siguen adelante.

Algunos por tenacidad, algunos por optimismo, otros porque no queda otra.

Muchos de ellos se quedan porque no tienen otro lugar donde ir.

La generación del 23 ya existe.

No es nueva, no hay que inventarla ni forzarla.

No es un slogan.

Se apunta a una vida tranquila y segura, hacer lo que tengan ganas, cumplir sus sueños, chicos o grandes, no importa, pero suyos y de nadie más.

Parece poca cosa, parece poco para reconstruir un país destruido.

Lector o lectora, si se mira hacia adentro por un instante seguro reconozcan sus propios sueños inconclusos.

En el optimismo de alcanzarlos y en el deseo de que todos los demás, sin distinciones, alcancen los suyos, está el secreto de la maravillosa generación del 23 asomada.

Es ella la que nos está convocando a un nuevo “Cabildo Abierto”; tratando de igualar aquellos hombres de mayo de 1810 a semejanza, hablamos de 213 años hacia atrás con miradas nuevas que buscan mirar 213 años hacia adelante.

Fueron aquellos hombres los que entendieron el “proceso revolucionario” con un cambio de época terminada seis años más tarde con la firma del acta que proclamaba nuestra independencia como producto de una “obra colectiva” en un hecho bisagra de la historia que logro deponer al Virrey Cisneros y dar lugar a la formación del primer gobierno patrio.

La semana de mayo comenzó el día 18 cuando un grupo de jóvenes de la elite criolla venia reuniéndose de manera secreta con grandes aspiraciones de libertad e independencia.

Se dieron varias citas, muchas y largas horas de debate se necesitaron para exigir la renuncia del virrey que aún se resistía a deponer su mandato buscando sin obtener éxito al querer tejer alianzas con los distintos sectores en un momento que no era más creíble.

Fueron por entonces los albores del nacimiento de la patria con las Provincias Unidas del Rio de la Plata.

Es así que el día 25 de mayo de 1810 queda conformada la primera junta presidida por Cornelio Saavedra junto a sus secretarios, doctores: Mariano Moreno y Juan José Paso junto a 6 vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu.

La “Generación del 23” tiene similitudes analógicas invitándonos a formar parte de un nuevo 25 de mayo, el del 23, en el que izamos nuestra bandera, la celeste y blanca de Belgrano entonando las estrofas de nuestro himno con la escarapela puesta en el corazón y son las cintas con los colores patrios las que habían sido repartidas por French y Beruti como distintivo de formar parte y gritar a los cuatro vientos:

¡¡¡VIVA LA PATRIA!!!

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