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La India recuerdos de un viajero

Alberto Maestre Fuentes es el Corresponsal viajero de Diario El Minuto. Desde hace muchos años ha dedicado parte de su vida a conocer el mundo. En el marco de esta crisis del COVID 19, ante el drama que vive la India, quisimos hablar con el Dr Maestre Fuentes sobre este país, de por único, donde conviven múltiples culturas, lenguas, religiones milenarias. País lleno de contrastes y contradicciones, que lo hacen algo fascinante para los estudiosos.

Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina


Alberto que edad tenías cuando viajaste a la India. Cual fue tu decisión de conocer este país tan complejo y contradictorio.

Era apenas un chaval universitario de 22 años que compaginaba estudios con un pequeño trabajo, por horas.

Así, por las mañanas, estudiaba en la facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona y, por las tardes, trabajaba en el Registro de la Propiedad, ganándome mis primeras pesetas.

Después de un año ahorrando al máximo y, privándome de muchas otras cosas, pude cumplir mi sueño de ir a India.

Y tenía muy claro que India tenía que ser el primer país no europeo en visitar.

Eso se debía a que mis padres tenían un gran amigo jesuita, Daniel Ferrando, que era rector del seminario de Goregaon, un suburbio de Bombay. Las veces que venía a España, pasaba por casa y siempre nos explicaba las maravillas y contrastes de este gran país.

Daniel Ferrando era valenciano de nacimiento, pero indio de corazón, puesto que llevaba toda su vida en India. Incluso su acento, denotaba que utilizaba poco la lengua de Cervantes.

Siempre al marcharse nos insistía que fuéramos a visitarlo y que el seminario podría ser nuestro alojamiento, cuando estuviéramos en Bombay y el puente para adentrarnos en el subcontinente indio. Así que la idea se fue gestando. La decisión estaba tomada.

Aquel primer viaje. Que impresión te dejo. Que lugares visitaste.

Después de un año organizándolo y contando los meses, luego semanas y finalmente, días para que llegara, cuando salí de la terminal del aeropuerto de Bombay, la primera impresión fue de decirme a mí mismo, “en donde me he metido”. Era todo un caos de personas gritando y yendo de un lado para otro. Tras mucho regateo, pude tomar taxi hacia el seminario. Durante el recorrido, de casi una hora, debido al tránsito, casi no podía casi respirar.

El olor tan penetrante mezclado con una humedad máxima se me hacía insoportable. No saqué el pañuelo, para taparme la nariz, por respeto al taxista.

Cuando llegué al seminario, Daniel me recibió con su alegría de siempre, lo que me dio tranquilidad.

El recorrido de mi viaje a India, lo había planificado con mucha precisión.

Me estoy refiriendo a 1986, que no existía internet ni los vuelos de bajo coste.

Después de varias cartas y consultas monté el viaje. La idea era pasar una semana con Daniel en Bombay y luego marchar a Delhi, Agra y Katmandíu, la capital del entonces Reino de Nepal.

Recuerdo el día que me presenté ante las oficinas de Air India en Barcelona para comprar los billetes. Era la mejor opción, puesto que, al volar con ellos, tenías un vuelo gratuito doméstico.


Taj Lake Palace


Al final el trayecto sería: Barcelona-Frankfurt (con Iberia) para continuar con Air India a Bombay con escala en Delhi, en un Boing 747, increíblemente decorado el interior con representaciones indias y que sería mi primer vuelo en el emblemático Jumbo, llamado también, la reina de los cielos. Luego, Bombay-Delhi (Air India); Delhi-Katmandú-Delhi (Royal Nepal Airlines) y regreso Delhi-Roma (Air India)-Barcelona con Iberia (aunque este último, al perder el enlace, por retraso de la salida de Delhi, se cambiaría por Roma-Madrid-Barcelona también con Iberia. El viaje a Agra lo haría en autobús, pues la Guía del Trotamundos que había comprado en mi querida librería de viajes, Altaïr, así lo recomendaba como mejor opción económica.

Sería un recorrido básico, puesto que el presupuesto no daba para más, pero por lo menos conocería un poco de este país tan inmenso, aunque fuera una pequeña pincelada.

Podría palparlo, in situ, “meterme” en él.

Quería saber cómo era ese conglomerado de pueblos, unidos bajo una única bandera, tan cargado de historia y distinto al nuestro mundo occidental.

Durante mi primera etapa del viaje, en Bombay, visité toda la ciudad, con su famosa Puerta a la India realizada en tiempos del imperio británico, con ocasión de la visita oficial al Raj británico de los reyes-emperadores Jorge V y María, en 1911 y la Estación Victoria (hoy denominada Chhatrapati Shivaji). También visité la isla Elefantina, enfrente a Bombay, con sus impresionantes templos construidos en grutas y algunos templos hinduistas de los alrededores.

Luego marché a Delhi donde pude visitar el nuevo y viejo Delhi con la impresionante mezquita y la tumba de Humayn, entre otros lugares. De allí me trasladé a Agra con su emblemático Taj Mahal, símbolo de India y su Fuerte Rojo y, a sus afueras, las ruinas de la antigua capital del imperio mogol de Fatehpur Sikri.

De regreso a Delhi volé a Katmandú donde pude contemplar sus pintorescos templos y mercados y pasear por sus calles y plazas, incluida la bella y animada plaza Durbar.

Y de Katmandú volví a Delhi, y después de unos días regresé a Barcelona.

En total fueron 30 días sin parar.

Que aspectos positivos te impactaron de la India y cuales fueron los negativos.

A pesar que los primeros días lo pasé mal, debido a la pobreza extrema que veía y los olores, que hicieron, incluso que me pasara por la cabeza volverme antes de tiempo a Barcelona, enseguida esa idea quedó disipada porque India me llegó al alma y me cautivó para siempre. Y eso fue por sus contrastes extremos y por su interioridad.

Lo que más me impactó de forma positiva fueron la dignidad y sensibilidad de sus gentes. La devoción que tienen a sus tradiciones y sus ganas de celebrar cualquier acontecimiento. Pensemos que conviven diversas religiones y los hinduistas tiene miles de dioses y por ello no es de extrañar que casi cada día se celebren procesiones y fiestas en honor de alguno de ellos.

Sus templos y monumentos, son de gran belleza, forman un patrimonio único y reflejan un pasado impresionante.

También me impactó de forma positiva la red de transporte público, como la gran red de ferrocarril heredada de tiempos de los británicos.

Por el contrario, ver, como vi, leprosos en la calle, moribundos tirados, como si fueran basura y no cuestionarse las castas, y el estado de las cosas y como a la mínima te seguían un montón de personas, niños y mayores, pidiéndote limosna, te llegaba a producir bastante pena y estrés.

Cuales fueron las razones para regresar a la India. Los lugares que visitaste.

Era un destino que quería regresar. Pues como he dicho me enamoró y me ha servido en mi forma de ser.

Regresé hace unos años, en 2005. Es decir 29 años después de mi primer viaje.

Esta vez fue totalmente distinto.

Entramos por Delhi. Una ciudad que encontré más modernizada, pero que conserva su esencia. Han construido un metro moderno, limpio y eficaz. Después de pasar unos días nos fuimos a Amritsar, en Punjab, cerca de la frontera con Pakistán, y pudimos contemplar el Templo Dorado, centro de los sijs. Allí se dejan de lado las clases sociales y todos ayudan en la limpieza, mantenimiento y cocinas. Cualquiera puede colaborar y comer y dormir allí, sin importar de donde viene y a que se dedica. Ver esa armonía humana en ese marco, es indescriptible. Como veneran y cuidan de forma delicada el Libro Sagrado y al final del día como lo trasladan a otra estancia en procesión, con esa devoción, te llega a emocionar.

De allí comenzamos nuestra ruta de ensueño por el Rajasthan.

Que voy a decir de este estado indio. Era como estar transportado a otro tiempo. Estar viviendo en un cuento de ensueño y no querer salir de él.

Mandawa, con sus casas decoradas por sus ricos comerciantes de antaño; el desierto del Thar y Bikaner, con su Templo Karni Mata, el templo de las ratas, por él cual entras descalzo, como en todos los templos, y está plagada de ratas que son cuidadas y veneradas; y la ciudad fortificada del desierto Jaisalmer, Jodhpur, Ranakpur, con sus templos de mármol jainistas del siglo XV, que te deslumbra; Deogarh y Udaipur con su lago Pichola y el Taj Lake Place, antiguo palacio de verano del maharaja y hoy día hotel, de mármol, en medio del lago y que tuvimos ocasión de hospedarnos tres días inolvidables. Tengo que decir que este hotel palacio fue abierto al público, poco después de haber sido utilizado para varias escenas de la película de James Bond, Octopussy.

Después seguimos a Jaipur donde pudimos contemplar el original palacio de los Vientos y disfrutar la estancia de varios días en el increíble Rambagh Place, otro hotel palacio. De allí seguimos el viaje y visitamos Pushkar, Khajutraho, con sus templos eróticos, Agra y, finalmente, la sagrada ciudad de Benarés.

En esta última pudimos vivir la fe hinduista en toda su plenitud y cómo van a morir allí muchos feligreses, pues, según sus creencias, quien acaba sus días en Benarés ya no se volverá a reencarnar y entrará en el Nirvana. A pesar de tener escasos conocimientos de la religión hinduista y de esta civilización milenaria, pasear por Benarés, sin rumbo y ver a estas personas llenas de fe y presenciar las innumerables cremaciones que no cesan día y noche, te conmueve totalmente.

Que lugares te quedaron como pendientes para conocer.

Tengo pendiente visitar el sur del país al igual que Orissa en el este y la zona del Himalaya, y por supuesto repetir cualquier lugar de allí, pues es para volver siempre.

Cual es tu apreciación de la India como país en general, especialmente en el aspecto político en el plano internacional

Hay que destacar que es la democracia más grande del mundo, pues no hay país más poblado que él que tenga un régimen democrático.

En mi primer viaje, en la guerra fría, me acuerdo que la Coca Cola y muchas franquicias de EEUU no estaban presentes en el país. Casi todos los coches eran de la marca india TATA. Era un país con democracia y miembro de la Commonwelth y de los Países No Alineados y en política exterior, seguía, más bien a la URSS, en contraposición a su vecino y enemigo Pakistán, cuyo dictador, el temible general Muhammad Zia-ul-Haq era aliado incondicional de EEUU.

También, en esos años, India llegó a reconocer a la República Saharaui la cual tenía embajada en Delhi y que pude ver en el barrio de Asian Games Village donde me alojaba entonces. Ahora India está plagado de productos de EEUU y el McDonalds de Jaipur es el centro de la clase media que degustan la hamburguesa estrella vegetariana, “Mag Maraja”.


Palacio de los Vientos.


India rompió relaciones con la República Saharaui. Actualmente es un país emergente y pude observar, una clase media importante que la otra vez no pude constatar.

Como crees que serán los próximos meses para la India ante esta pandemia.

Debido a que se vive mucho fuera de las casas y la socialización es muy fuerte y forma parte de su elemento diario, veo que será difícil atajar el contagio causado por el Covid-19, pero no nos engañemos, los gobiernos indios tienen una política muy buena en el campo de la educación y saben concienciar a su pueblo.

Sus campañas educativas llegan a todas partes. Me acuerdo en mi primer viaje los letreros gubernamentales que plagaban todos los vagones de trenes de cercanías y estaciones que promovían, por ejemplo, el control de la natalidad mediante la práctica del aborto legal, que me escandalizó, puesto que en España todavía estaba penalizado.

¿ Esperas regresar a la India y por qué ?

Por supuesto que volveré y espero que más de una vez. Te llena tanto. Entiendo a las personas que han viajado multitud de veces al subcontinente indio. No te lo acabas. Es imposible.

No descarto, más adelante, incluso pasarme largas temporadas allí, pues vuelves renovado, limpio. Es más que un viaje a un lugar. Es viajar a tu propio interior personal. Te marca de tal manera que te ayuda.

Es difícil de explicar. Me acuerdo que cuando volví de mi segundo viaje le comenté a mi padre que la India había cambiado y él me dijo. No, Alberto, el que ha cambiado eres tú. Y es verdad.

El primer viaje supuso el impacto sobre un chico que entraba en contacto, por primera vez, con una civilización totalmente distinta a la suya y que no sabía asimilar y entender completamente, pero que al final, le encantó y le sirvió para valorar también lo que tenía e intentar ser feliz, pues la vida es un don que hay que aprovechar.

En el segundo viaje, este chico había crecido y madurado y pudo saborear, más tranquilamente, todo aquello.

Cuando se pueda iré con los ojos cerrados.

Es un país que recomiendo siempre que hay que visitar o, mejor dicho, vivirlo.

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