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La Marina alemana en la Segunda Guerra Mundial

Seguimos recordando algunos aspectos de la Segunda Guerra Mundial, en el marco de los 75 años de su finalización. En este caso la Flota de Alta mar alemana en la Segunda Guerra Mundial.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director Diario El Minuto para Argentina


La Marina de Guerra o Kriegsmarine, fue sorprendida en pleno desarrollo, cuando estalló la contienda. Los planificadores navales esperaban tener el potencial adecuado para enfrentar al Reino Unido recién para 1945.

A pesar de los limitados medios con que contaba Alemania, el Alto Mando naval decidió lanzar una serie de planes ofensivos, muchos de ellos sumamente audaces. La pérdida del poderoso acorazado Bismarck, replegó a las fuerzas navales principales a las aguas del Mar del Norte y el Ártico. Ello no impidió que la marina alemana estuviera presente en los mares del globo, a través de sus buques corsarios y submarinos.

La Marina alemana, tenía un origen reciente. Esta nació en 1871 con la fundación del imperio alemán, tras la guerra franco prusiana. A fines del siglo XIX, con la adquisición de un imperio ultramarino, la creciente competencia con el Reino Unido, de la mano del brillante almirante von Tirpitz, se construyó en una década una formidable flota de superficie, que a pesar de no llegar al nivel de la marina británica, si era un rival a considerar por la calidad de sus buques y tripulaciones.

La Primera Guerra Mundial trajo aparejado lecciones para los marinos del Reich. Los riesgos de una batalla naval decisiva, dado la superioridad británica, llevaron a los estrategas navales a realizar acciones contra el tráfico mercante aliado en distintas partes del globo.

Esto fue llevado por buques de guerra, como el mítico crucero Emden de la mano del capitán de navío Müller, recordado como un verdadero caballero del mar. Los llamados buques mercantes armados. Estos hundieron cientos de miles de toneladas de mercantes aliados. Luego el Arma submarina, hizo aparición y que por sus reglas empeñamiento, fue hundido el trasatlántico Lusitania, que derramó el vaso y llevó a Estados Unidos a ingresar a la guerra.

La Flota de Alta Mar, finalmente salió a ejecutar una serie de incursiones en la costa británica, se topó con la “Gran Flota” y terminó en la batalla de Jutlandia, victoria táctica alemana, pero derrota estratégica, dado que el bloqueo naval no pudo ser roto. En 1918 con el fin de la Primera Guerra Mundial, la Flota de Alta Mar fue confinada en la base naval británica de Scapa Flow, donde sería hundida por sus propias dotaciones.

El tratado de Versarilles, prohibió disponer de submarinos, aviones y portaaviones. La flota alemana fue limitada a seis viejos acorazados, seis cruceros ligeros, y doce destructores.

En los años de entreguerras, la marina alemana sufrió los tiempos turbulentos de la Alemania de Weimar, que debía enfrentar los pagos de reparaciones de guerra, la corrupción, miseria social y una crisis propia de una potencia en bancarrota. Bajo estas limitaciones el programa de construcciones navales estuvo condicionado.

Bajo la gestión del almirante Hans Zenker, fue publicado un libro polémico, escrito por el vicealmirante Wolfang Wegener, Estrategia de la Guerra Mundial, quien sostenía que en caso de una nueva guerra contra Gran Bretaña, la marina del Reich, debería contar con bases en Francia y Noruega.

Si esto no era viable, Alemania debía llevar a cabo un sistema de alianzas para neutralizar a los británicos. Sus opiniones fueron severamente discutidas y rechazadas. Pero el devenir de los acontecimientos le dio la razón. En 1928, la gestión del almirante Zenker debía tomar una decisión para el reemplazo de los veteranos acorazados. Había dos opciones, un monitor de costas o un crucero de batalla, para operar en ultramar. La decisión fue la construcción de los “panzerschiff” que serían conocidos como “acorazados de bolsillo”.


Panzerschiff „Admiral Graf Spee“ (1934) | Panzer DB | Flickr

 Crucero de Batalla Panzerschiff.


Mas de un historiador los considera cruceros pesados. El primero de ellos fue el Deutschland. Esta arma revolucionaria, llevaba los cañones propios de un acorazado, tenía un importante blindaje, pero a su vez tenía la autonomía y velocidad de un crucero de batalla.


Almirante Erich Raeder.


Pin on U-Boats

El sucesor de Zenker, fue el almirante Erich Raeder, antiguo oficial de estado mayor de la Flota de Alta mar. Era un oficial de sólida formación, moral y sentido de responsabilidad. Ello motivó al presidente mariscal Hindenburg a nombrarlo al frente de la Marina. Bajo su gestión se sentaron las bases para eludir el Tratado de Versailles. Las medidas más destacadas una oficina de diseño de submarinos con sede en La Haya, Países Bajos, la construcción de un submarino en Finlandia, uso de mercantes como cruceros auxiliares y buques de pesca como dragaminas. También puso en marcha un programa de pilotos civiles, para ser empleados cuando sea factible en una futura aviación naval (frustrado por el mariscal Göering, cuando llegó a ser ministro del Aire). La llegada de Hitler como Canciller del Reich, abrió un nuevo capítulo, complejo dado que Raeder, no quería involucrar a su fuerza en la política. Esto tuvo sus contratiempos, por ejemplo, la imposibilidad de crear una aviación naval. Hitler buscó ganarse la confianza de Raeder. En 1935, se firmó el tratado anglo germano sobre armamento naval. Berlín logró un éxito diplomático de primer nivel cuando le fue autorizado a tener una marina equivalente al 35% de la británica.

El plan naval de Raeder era contar para 1944, con 365 buques. En 1936, entraba en servicio el primer submarino alemán en Kiel, el U -1, evidencia que desde hacía tiempo los alemanes, llevaban a cabo un programa de rearme a espaldas del tratado de Versailles. A partir de este momento comenzó un programa acelerado de construcciones navales, que incluyó dos “acorazados de

bolsillo”., cruceros de batalla y ligeros, los formidables acorazados Bismarck y Tirpitz. En 1937, Raeder, habló abiertamente de emplear el poder naval en un conflicto con el Reino Unido. El clima de ilegalidad internacional que vivía el mundo era notorio. Los japoneses estaban embarcados en la guerra con China, Italia había conquistado Etiopía; Checoslovaquia por el pacto de Munich desapareció como Estado y Austria, por medio del llamado Anchluss se integró al III Reich. Estas concesiones dadas por Londres y París, estaban en el marco de una táctica de apaciguamiento a Hitler. Este lo vio como actos de debilidad y alimentó sus ambiciones beligerantes.

Redoblan los tambores de Marte. La flota alemana puesta a prueba

El 1 de septiembre de 1939. Alemania invadió Polonia, y se desató una de las mayores tragedias del siglo XX. Alemania contaba con 75 buques (contando aquellos desplazaban mas de 500 toneladas) frente a 275 que operaba el Reino Unido. La idea de alcanzar el 35% del tonelaje británico, quedaba todavía lejano y dado la nueva realidad de la guerra, imposible. El ataque naval a Polonia estaba en manos del llamado Grupo Naval Este, que constaba de dos veteranos acorazados pre-dreadnought, tres cruceros ligeros, nueve destructores, un torpedero, ocho lanchas rápidas, cuatro escoltas, ocho dragaminas y diez submarinos. Los polacos podían oponer un destructor de 1500 toneladas, un minador oceánico de 2.200 toneladas, dos torpederos, dos patrulleras, seis dragaminas y cinco submarinos costeros. Había otros dos destructores que habían sido enviados al Reino Unido, con la intención que siguiera la lucha en caso que Polonia cayera.

El ataque las defensas costeras polacas de Westerplatte, recayeron en el acorazado Schleswig-Holstein. El contralmirante Lutjens, atacó con una fuerza de destructores y torpederos a la flotilla naval polaca causando importantes daños. Raeder presionó a Hitler para que autorizara acciones contra el tráfico marítimo aliado, este demoró varias semanas, muy preciadas, para dar una respuesta. Mientras tanto los británicos, no perdieron el tiempo y atacaron el comercio alemán, hundiendo varios mercantes.

Finalmente a mediados de septiembre comenzaron las operaciones contra el tráfico mercante de la mano del acorazado Graf Spee, quién extendió sus operaciones al sur del Ecuador. Luego pasó al Océano Índico. Su campaña, le costó a las flotas mercantes aliadas la pérdida de diez buques. 50.000 toneladas, una cifra modesta para algunos historiadores, pero el éxito del Graf Spee, residió en el despliegue de medios navales en su búsqueda (cuatro portaaviones, tres cruceros de batalla, diez cruceros pesados y cinco ligeros) reduciendo la presencia naval británica en aguas metropolitanas.

Finalmente el acorazado alemán entabló combate con una fuerza superior británica, comandada por el comodoro Harwood, un fatídico 13 de noviembre de 1939. El buque alemán pudo daar severamente al crucero pesado Exeter, pero ante la imposibilidad de concentrar el fuego en un solo blanco, sufrió el castigo de los otros buques de la escuadra de Harwood, formada por dos cruceros ligeros. Dado los daños sufridos en la llamada “Batalla del Río de la Plata” el buque alemán, se dirigió al puerto de Montevideo. Los daños en la planta motriz y un boquete de dos metros en la proa, impedían el regreso a Alemania.

Anclado en puerto el Graf Spee estuvo expuesto a un juego diplomático, existía la posibilidad que con mínimas reparaciones, pudiera escapara antes que llegaran refuerzos desde Malvinas. El derecho internacional establecía que ningún buque de guerra podía permanecer más de 24 horas. Pasado el plazo sería internado. Finalmente los uruguayos concedieron noventa horas. El capitán alemán, Hans Langsdorff, sepultó a los muertos y recibió una orden de Berlín: dirigirse al puerto de Buenos Aires, donde las relaciones diplomáticas eran más amistosas, o abrirse paso combatiendo hasta Alemania.

Internar el buque quedaba descartado. Las opciones eran escasas, los rumores del despliegue de una fuerza naval importante para dar caza al Graf Spee, eran cada vez más fuerte. Finalmente el capitán de navío Langsdorf, decidió volar su buque antes que pudiera caer en manos enemigas. Refugiado en Buenos Aires, escribió dos cartas, una a su esposa y otra al alto mando naval. Decidí desde el principio asumir las consecuencias que implicaba esta decisión.

Un capitán con sentido del honor no puede separar su propia suerte de la de su buque. Pospuse mi intención todo lo que pude, ya que era responsable del bienestar de la tripulación a mi mando. Ya no puedo hacer nada más por la gente de mi barco y tampoco podré tomar parte activa en el actual conflicto de mi país.

Ahora solo puedo probar con mi muerte que las Fuerzas Armadas del Tercer Reich están dispuestas a morir por el honor de su bandera. El capitán Langsdorff se envolvió en la bandera del imperio alemán, por la cual combatió en la primera Guerra Mundial y se quitó la vida de un disparo. Mientras los aliados veían el final de buque alemán como una victoria, semanas antes, habían recibido con amargura, el hundimiento del acorazado Royal Oak, en la base naval de Scapa Flow, de la mano de un célebre submarinista, Gunther Prien.

La flota de alta mar alemana no permaneció pasiva en puerto. Hubo salidas frente a las costas noruegas con la finalidad de destruir buques de patrulla británicos, minar aguas en la costa oriental británica y atacar en la medida de lo posible el tráfico mercante en el Atlántico Norte. Así fueron enviado al mar, los cruceros de batalla Scharnhrost y Gneisenau. Estos participaron de un combate donde fue hundido el crucero auxiliar Rawalpindi, que combatió con valor y determinación.

En 1940, Hitler, declaró que la “zona de destino” era Noruega, priorizando en la estrategia alemana, la ocupación de dicho país. El almirante Raeder, sabia de la importancia de controlar el tráfico costero noruego, especialmente por el hierro sueco enviado vía el puerto de Narvik hacia Alemania. Los británicos habían logrado en la guerra del 14, imponer un riguroso bloqueo a esta zona con las consecuencias para el Reich. Los tiempos se aceleraron, cuando el buque petrolero alemán

Altmark, atracó en Noruega con 299 prisioneros de guerra británicos. Winston Churchill, primer lord del almirantazgo, consideró que era intolerable dicha situación y ordenó su rescate. El capitán de navío Vian, al grito “Aquí está la Marina” rescato a los marinos prisioneros en el Altmark, lo que generó la ira de Hitler y las protestas noruegas por violar su neutralidad.


General von Falkenhorst.


Nikolaus von Falkenhorst (17.01.1885 – 18.06.1968) – Reichsfoto

El puerto de Narvik, se convirtió en objetivo militar, dado que los aliados querían emplearlo para apoyar a los finlandeses, y por otro lado bloquear la salida del mineral de hierro hacia el Reich. En los primeros días de febrero, el general von Falkenhorst, fue elegido para mandar la operación de invasión de Noruega, contando para ello con cinco horas de preparación. En los juicios de Nuremberg, el general contestó como preparo la invasión: comprando una guía de viajes Baedeker. Con esa peculiar herramienta fue planeada la ocupación de Noruega. El 1 de marzo, Hitler emitió su directiva estratégica donde estaba previsto la ocupación simultánea de Noruega y Dinamarca. En este operación, la marina germana tuvo un importante papel. Las fuerzas navales alemanas desplegaron 5 grupos navales, que incluían dos acorazados de bolsillos, cruceros pesados, ligeros. 14 destructores y buques auxiliares. Los objetivos eran una serie de puertos clave de Noruega, que iban desde Narvik – donde salía el vital hierro sueco – Trondheim, Bergen, Oslo y otras ciudades del sur noruegas. Esta operación incluía la captura de aeródromos clave, que facilitaría un rápido control del país y eliminar cualquier tipo de resistencia organizada. Los británicos reaccionaron con la operación “Wilfred” con un acorazado y cuatro destructores. Los británicos llevaban a cabo acciones de minado de las aguas noruegas, con la finalidad de interrumpir el tráfico costero alemán en Noruega.

Hábilmente los alemanes, luego de un combate naval, lograron impedir que los británicos se acercaran a la costa, lo que facilitó la conquista de Narvik. En Oslo, los alemanes perdieron el crucero Blücher por accionar de la artillería de costa, causando serios contratiempos para el desembarco de tropas. La enérgica respuesta de la Fuerza Aérea alemana permitió la captura del vital aeropuerto y facilitar la caída de la capital noruega. El 10 de abril, el grupo de la Flota Metropolitana británica con tres acorazados, dos cruceros pesados y un portaaviones se hizo a la mar, rumbo a Noruega. El accionar de submarinos británicos terminó con un crucero, serias averías al acorazado de bolsillo Lützow.

En la segunda batalla de Narvik los británicos hundieron los destructores alemanes desplegados. El intento de recuperar una serie de puertos noruegos, entre ellos el vital Narvik, fracasaron, por la resistencia alemana, apoyada eficazmente desde el aire. La superioridad aérea germana era visible. El mismo Churchill reconoció que dividir fuerzas entre distintos objetivos, limitó la defensa de Narvik, que tenía importancia estratégica para la economía de guerra alemana.

En junio, el almirante alemán Marschall, zarpó con una fuerza compuesta por los buques de primera línea alemana, Scharnhorst, Gneisenau, Hipper y cuatro destructores. Estos atacaron la base aliada de Halmstad, cercana a Narvik hundiendo buques logísticos.

El 8 de junio fueron hundidos un portaaviones, el Glorius y tres destructores. La campaña de Noruega, había concluido. En el seno de la marina alemana hubo un conflicto, dado que el almirante Raeder, recriminó al vicealmirante Marschall, por su “autonomía” en el plano táctico. Marschall estaba plenamente convencido que el comandante de la Flota debía tener iniciativa en el plano táctico y dado las diferencias con Raeder, renunció a su cargo, siendo reemplazado por Günter Lutjens.

La operación Weserübung como denominaron los alemanes la invasión de Noruega y Dinamarca, fue una victoria en el plano estratégico. Las preciadas bases noruegas fueron capturadas, fue garantizado el tráfico de mineral de hierro sueco rumbo Alemania. No obstante ello las pérdidas fueron importantes: un crucero pesado, dos cruceros ligeros, diez destructores, cuatro submarinos y averías de distinta importancia para los dos poderosos cruceros de batalla y un crucero pesado.

Los corsarios

La guerra en el mar, llevó a los marinos del Reich a los confines del mundo. Por un lado poderosos buques eran desplegados como en la campaña de Noruega, pero también los torpederos conocidos como Schnellboot, construidos por centenares, libraron una dura guerra en las aguas del Mar del Norte, con sus similares británicos.

El accionar de las llamadas “fuerzas sutiles” alemanas significó para el tráfico aliado el hundimiento de 230.000 toneladas en buques de diverso tipo. Los buques de guerra hundidos fueron 40 unidades, entre ellos nada menos que dos cruceros, siete destructores. Los alemanes orientaron el accionar de sus fuerzas sutiles, contra el tráfico costero británico, donde fueron más eficientes que los británicos en este aspecto.

Estos últimos en cambio, tuvieron un mejor desempeño en combates navales, gracias al empleo de recursos como el radar y las prestaciones de las patrulleras británicas. Los alemanes perdieron 309 buques de sus fuerzas sutiles, de las clases S (para acciones de combate) y R (con capacidad de llevar a cabo escoltas de convoyes, minado, dragaminas y búsqueda y rescate), frente a 233 buques británicos. Esto pone en evidencia la dureza de los combates en el Mar del Norte y el Canal de la Mancha, hasta al final de la guerra en mayo de 1945. Las operaciones con lanchas rápidas, se llevaron en diversos teatros de operaciones, que incluyeron el Mediterráneo.

Alemania como en la Primera Guerra Mundial, con una flotilla de mercantes armados, lanzó acciones contra las líneas de comunicación marítimas aliadas. La conquista de Francia, permitió contar con bases desde Cabo Norte en Noruega hasta los puertos atlánticos del Golfo de Vizcaya. Las ideas del almirante Wegener – recahzadas en los 20 – se habían hecho realidad. Esto facilitaba al Reich eludir el bloqueo naval aliado. Asimismo facilitaba el ataque al tráfico aliado. La suspensión de la invasión de Gran Bretaña, luego de la derrota de la llamada “Batalla de Inglaterra” donde la fuerza aérea alemana, no pudo imponerse a su par británica, alivió al almirante Raeder, quién concentró el esfuerzo de guerra en aprovechar las ventajas de las nuevas bases navales.

La suspensión del Plan Z, rearmen naval alemán, por el inicio precipitado de la guerra, orientó las construcciones navales, al convertir a buques mercantes, en cruceros auxiliares. Verdaderos “maestros del disfraz” dificultaba su identificación y gracias a su poder de fuego, podían llevar a cabo acciones contra el tráfico aliado, operaciones antisubmarinas o llegado el caso entablar combate con buques tipo destructor o crucero ligero de los Aliados.

Estaban armados con cañones de 5.6 pulgadas, minas navales, torpedos y ametralladoras de diversos calibres. Los nueve “corsarios” que recorrieron los mares del mundo, hundieron 138 mercantes, unas 847.000 toneladas, más un crucero auxiliar de 6800 toneladas. Quién se alzó con el mayor número de victorias fue el Atlantis, del capitán de navío Rogge, que hundió 145.897 toneladas en buques mercantes.

Este buque que no pudo ser localizado por los Aliados, estuvo en el mar 603 días. La marina alemana montó un excelente sistema de aprovisionamiento móvil, que permitía cruceros de guerra a los “corsarios” o “raiders” como le decían los británicos.

El Orion, contaba con un hidroavión de exploración. Este buque llegó a lugares como Nueva Zelanda, donde fondeó campos minados frente al importante puerto de Auckland. Causó también daños al tráfico mercante, al hundir por ejemplo al Niagara cargado con oro valorado en 2.5 millones de libras esterlinas de la época. El Thor, otro de los buques “corsarios” enfrentó tres combates contra cruceros auxiliares británicos, lo que puso en valor el talento táctico de su comando, capitán Otto Kähler.

El Penguin, que llegó a dar la vuelta al mundo dos veces que hundió o capturó más de 136.000 toneladas en mercantes, fue hundido por el crucero pesado británico Cornwall, donde solo se salvaron 60 marineros alemanes. La andanada británica, dio justo en el compartimiento donde se alojaban las minas.

Se fueron con el buque, su capitán, Ernst-Felix Krüders, 203 prisioneros y 342 tripulantes. Era el 7 de mayo de 1941 frente las Islas Seychelles.

En el marco de esta guerra de “corso” , fueron enviados los buques de primera línea Admiral Hipper, Scheer Scharnhorst y Gneisenau. En el período 1940-1941 fueron de grandes victorias atacando el tráfico mercante. La necesidad de defender los intereses en el Mediterráneo, impidió a los británicos contrarrestar las acciones alemanas en el Atlántico. La, habilidad táctica alemana de la mano del almirante Lütjens, permitió que los cruceros Scharnhorst y Gneisenau regresaran sin novedad al puerto francés de Brest.

De la “Batalla del Atlántico” al relevo del almirante Raeder

El almirante Raeder, tenía serias dificultades, especialmente porque la guerra encontró a la marina de guerra alemana en una situación vulnerable, sin haber alcanzado el tercio del potencial de la británica, a lo que se unía las rivalidades frente al ministro del Aire, mariscal Goering, que impidió contar con un arma aérea naval y a Hitler, personaje ignorante en materia naval, y que cuando impuso criterios al respecto, solo causó problemas. Un ejemplo de ello, fue su obsesión por Noruega, queriendo que el grueso de la flota alemana, se desplegara en bases de dicho país, ante la posible invasión británica.

Lectura errónea de un ataque comando británico sobre las islas Lofoten, además de otros puntos, donde fueron hundidos 18.000 toneladas en buques mercantes, y destruidas instalaciones costeras. Los raids de comandos en Noruega, hicieron creer a Hitler, que era factible un ataque Aliado de mayor escala. En este contexto, fue lanzada la Operación Ejercicio Rin, que involucraba al orgullo de la flota, el acorazado Biscmarck. Junto a este buque serían desplegados los cruceros de batalla Gneisneau y Scharnhorst , al mando del almirante Lütjens.

Dada la situación militar, había retrasos en el despliegue de dichos buques. En una conversación que tuvo el citado almirante con un camarada de promoción, Conrad Pantzig, señaló, ante la sugerencia de quedar en puerto, A la vista de la desigualdad de fuerzas, opino que debo sacrificarme pronto o tarde. He dado por terminada mi vida privada y estoy decidido a llevar a cabo con honor la tarea que se me ha asignado, de una forma u otra.

El plan era ejecutar una operación en pinza, donde el Bismarck, apoyado por el crucero pesado Prinz Eugen atacaría el tráfico mercante del Atlántico Norte, junto a los cruceros de batalla apostados en Brest desde el sur, obligaría a los británicos a dividir fuerzas y distraer recursos en la escolta de convoyes.

Los ataques aéreos contra los cruceros pesados alemanes, impidió que estos fueran desplegados a tiempo, cuando el Bismarck estuviera en alta mar. Los contratiempos siguieron. Un buque de guerra sueco, avistó el poderoso acorazado alemán, su comando, informó a Estocolmo, donde la inteligencia británica interceptó el mensaje.

Churchill estaba enterado antes que Hitler de la salida del coloso de acero al mar. Raeder aceleró los tiempos, con la idea de obtener una victoria en el mar, con la finalidad de que Hitler diera la importancia que correspondía a la guerra en el mar. Este estaba embarcado en la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética. Raeder buscó persuadir al tirano alemán, para mejorar las condiciones con el régimen francés de Vichy – que había sufrido el ataque británico a la flota amarrada en Mers el Kebir – para disponer de bases en Dakar, ampliando el radio de acción de las fuerzas navales alemanas.

Hitler no escuchó. Los británicos no perdieron tiempo y desplegaron en Islandia el acorazado Hood, un acorazado nuevo y seis destructores. El almirante jede de la Flota Metropolitana, Tovey, se hizo a la mar con un portaaviones, un acorazado, cuatro cruceros y seis

destructores. La zona del estrecho de Dinamarca, por los hielos, las patrullas británicas y los campos minados, reducían el área segura para la navegación. Información errónea de la fuerza aérea alemana, hicieron creer a Lütjens, que el grueso de la flota estaba en Scapa Flor, cuando en verdad había salido en su búsqueda. El 23 de mayo de 1941, los cruceros Suffolk y Norfolk avistaron los buques alemanes. Comenzaba el drama. El 24 de mayo dichos buques se toparon con la fuerza del almirante Holland.

El crucero Hood y el flamante acorazado Prince of Wales, fueron hundidos por los alemanes. Los impactos de los británicos, generaron la pérdida de 1.000 toneladas de combustible al Bismarck, con sus consecuencias para lo que vendría. Lütjens, cometió un grave error, rompió el silencio de radio, pata transmitir la victoria a Hitler, creyendo que la Flota Metropolitana no lo seguía aún.

Esto fue interceptado por los británicos, quienes armaron una de las operaciones de caza más espectaculares de la guerra. 72 horas después, el Arma Aérea de la flota británica dejaba al Bismarck inmóvil, para ser destruido por el fuego concentrado de los acorazados Rodney y King Goerge V. No relataremos la tragedia de aquel combate naval. Se perdieron 2.200 marinos alemanes con el buque, que finalmente fue hundido por la propia dotación. Solo sobrevivieron 110 tripulantes. Lütjens murió en el combate y su segundo comandante, capitán de navío Lindenmann, se hundió con su buque manteniendo la posición de saludo militar. Un final “wagneriano”.

El fin de las operaciones de los corsarios, que fueron en gran parte destruidos, replegó a la marina alemana, más precisamente a su flota a las aguas del Mar del Norte. La idea de mantener a los cruceros Prinz Eugen, Scharnhorst y Gneisenau en Brest como flota en potencia, fue rechazada por Hitler. La zona “destino” sería Noruega. Raeder movilizó al gemelo del Bismarck, el Tirpitz hacia aguas noruegas. Las prioridades de la flota sería atacar los convoyes que atravesaban el Ártico rumbo al puerto soviético de Murmansk. Ahora el peso de los ataques al tráfico mercante en el Atlántico quedaría en manos del Arma submarina alemana, conducida por el almirante Karl Doenitz.

Las mejoras técnicas y de tácticas, permitió mejorar el desempeño de la flota de submarinos. Así apareció el concepto de “manada de lobos”, táctica de atacar en grupos, esto incrementaba el número de blancos posibles sobre los convoyes aliados, limitaba seriamente la respuesta de las débiles escoltas.

En el marco de estas mejoras, Doenitz, trasladó su cuartel general a Francia, donde centralizaba la información sobre ubicación de las flotillas operativas, también modificó los códigos de señales, dificultando la labor de la inteligencia aliada.

Los recursos eran limitados, y a eso se sumaba las exigencias de Hitler, que empleó un número de ellos en el Mediterráneo, para apoyar el esfuerzo de guerra del célebre Afrika Korps. Las limitaciones no impidieron que para 1942, por ejemplo el tráfico mercante entre Europa y América sufriera pérdidas por 3.1 millones de toneladas en buques mercantes (609 buques aliados contra 22 submarinos perdidos). Hacia 1943, las mejoras en materia de tácticas de lucha antisubmarina, mejoras en el radar, el empleo de aviación embarcada en apoyo a la seguridad de los convoyes Aliados, tuvo sus consecuencias. El Reich había pasado a la defensiva, pero no cabe duda que el Arma submarina generó serios trastornos al tráfico aliado.

Las últimas batallas

Desde 1942 las escasez de combustible, limitó las acciones de la flota. Esto fue un serio condicionante, que luego se extendería a la flota de submarinos. La experiencia en las operaciones en el Ártico y la posibilidad que el Tirpitz pudiera ser hundido, luego de fallidos intentos británicos, llevó a Raeder a pedir refuerzos de la Luftflotte V(flora aérea V de la fuerza aérea alemana( para dar prioridad a los ataques a los portaaviones británicos. Mientras tanto se aceleraron el programa de terminación del portaaviones alemán Graf Zeppelín, que por las demandas de la guerra, quedó en la nada. Solo el casco terminado, para luego ser hundido en 1945, en plena retirada alemana de los territorios del Este.

No cabe duda que la flota alemana pagaba caro el tipo de conducción de la guerra que imponía Hitler, agregándose el no contar con un arma aérea propia, lo que demandaba estar supeditado a las necesidades de una fuerza aérea que tenía muchas urgencias en los frentes del Este y del Mediterráneo. Las restricciones impuestas por Hitler, impedía que los comandantes navales tuvieran libertad de acción en el plano táctico. La falta de flexibilidad costaría caro y la operación “Arco Iris” (1943) donde una fuerza de cruceros alemana atacaría al próximo convoy aliado, estaba condenada al fracaso. La batalla del Mar de Barents, terminó en derrota, fallas en la ejecución del plan por parte del almirante Kummetz, la inacción del comandante del Lützow, favorecieron a los británicos.

Hitler desató su furia contra la flota alemana, luego de una hora de críticas, esta sería desmantelada, sus cañones y tripulaciones pasarían a engrosar la llamada “Muralla del Atlántico”. Solo quedarían destructores, buques de menor porte y submarinos. El almirante Raeder defendió la existencia de la flota La respuesta de Htiler fue insultos e injurias. Poniendo en evidencia el grado de ignorancia del dictador en temas navales. Raeder solicitó ser relevado del mando y propuso como sucesores, a los almirantes Carls o Doenitz. Raeder tenía muchos enemigos en el régimen nazi, por razones ideológicas. Doenitz, considerado por Hitler como alguien que valía la pena, por la labor del Arma Submarina y también por su lealtad ideológica. Bajo el comando de Doenitz. Hitler suspendió la idea de liquidar la flota. Doenitz, concentró en el fiordo de Altenun acorazado, un acorazado de bolsillo y un crucero de batalla. Esto persuadió a los británicos a suspender los convoyes de verano a la Unión Soviética. El concepto de flota en potencia tenía su valor estratégico. En

diciembre de 1943, el almirante Erich Bey, un oficial de destructores, llevó a cabo el ataque a un convoy aliado, terminado en la llamada Batalla de Cabo Norte. La experiencia táctica británica, se impuso, además de la superioridad en materia de poder de fuego y una fuerza de mayor capacidad. Erich Bey no solo que fue derrotado, sino que se perdería junto al crucero Sshanrhorst. Tras esta derrota, quedó en aguas noruegas, el solitario Tirpitz, luego de intentos de hundirlo por medio de submarinos enanos británicos que lograron infiltrarse en el fiordo donde estaba oculto el buque, fue hundido por ataques masivos de aviones británicos. En octubre de 1944, un nuevo ataque terminó con el buque, que se dio vuelta, llevándose consigo a 1.000 hombres, que mientras se hundía el buque cantaban el himno alemán.

Las marina alemana llevó a cabo una de las acciones más heroicas de la segunda guerra, la evacuación de dos millones de refugiados ante el avance soviético. 20.000 civiles encontraron la muerte por el accionar de minas, submarinos soviéticos, y ataques aéreos. Este es un episodio poco conocido, pero la marina alemana, tuvo un gran talento para organizar en poco tiempo, para llevar a cabo en los últimos meses de la guerra la evacuación de tanta gente. Un ejemplo del drama fue el caso del transatlántico Wilhelm Gustloff (25.484 TRB), que oficialmente había embarcado 8.956 personas, cuando en verdad tenía 10.580. Este buque fue hundido por un submarino soviético S-13, a pesar de ser considerado buque hospital y navegar con luces encendidas, fue atacado igual, llevándose consigo a 9.343. La tragedia más importante del siglo XX. Los buques de guerra alemanes supervivientes participaron en tareas de minado, escolta de convoyes en el Golfo de Botnia, apoyo de fuego a las tropas alemanas que se retiraban del frente del Este.

Pocos buques de la flota sobrevivieron, un crucero pesado, un par de cruceros ligeros y una importante flotilla de torpederos, cazasubmarinos, patrulleras, buques de guerra de minas, submarinos y auxiliares diversos. Kart Doenitz, fue nombrado Führer y Canciller de Reich, por el mismo Hitler antes de quitarse la vida. Su jefatura de estado duró unos días, hasta que fue detenido por los británicos en Flensburgo junto a su gobierno. La Marina no participó de intrigas políticas, a excepción del caso Canaris. Esto fue en parte gracias al sentido del deber que le impregnó el almirante Raeder.

Final

Alemania no podía equiparar su capacidad de construcción naval como la británica y sus aliados. Ello incidió en la estrategia naval alemana, que en una primera instancia se centró en planes ofensivos. Podemos identificar que las grandes líneas de la estrategia de Raeder, era obtener bases o puntos favorables para eludir el bloqueo británico, que le permitiera por otro lado lanzar acciones contra la flota metropolitana, dividir fuerzas y destruirlas en oportunidades favorables.

La guerra de corso jugaba un papel importante para estrangular el comercio marítimo británico y para ello se precisaban bases en Noruega, y luego Francia. Hitler nunca comprendió la estrategia naval de Raeder, estaba empecinado en atraer a los británicos, o por lo menos creía que estos no impedirían sus sueños del imperio terrestre que ambicionaba. En el plano naval, Hitler tuvo muchas contradicciones y total falta de flexibilidad. En este marco, los líderes navales alemanes promovieron la construcción de buques pensados para la guerra de corso, como los casos de los acorazados de bolsillo.

El estallido de la guerra el 1 de septiembre de 1939, sorprendió a la marina alemana en pleno proceso de construcciones. El tipo de conducción estratégica de la guerra, limitó la cooperación interfuerzas, unida as las intrigas nazis y la política de “divide y reinarás” de Hitler, a fin de ser siempre el que tuviera la última palabra. La falta de flexibilidad en el plano táctico tuvo sus consecuencias, pero también debe reconocerse, mas allá de las especulaciones que nos tienen acostumbrados algunos historiadores, que las fuerzas navales alemanas estaban en clara inferioridad de condiciones.

Algo totalmente distinto lo que sucedía con los británicos, agregándose la ventaja que la Royal Navy contaba con su propia arma aérea y aviación basada en portaaviones, integradas en grupos de combate naval equilibrados, lo que le daba gran flexibilidad y gran radio de acción a la flota. Los historiadores británicos son coincidentes, que una fuerza naval alemana con aviación embarcada, hubiera permitido al Reich adueñarse de los mares del Norte. Sea como fuera, aún con las limitaciones materiales, logísticas y geográficas, los marinos del Reich, fueron temidos y respetados en el mar.

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