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La neutralidad de Austria ¿Modelo para Ucrania?

El Minuto | En 1955, cesaba la ocupación militar de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial en suelo austríaco. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética, dejaban el país, en el marco de un tratado, que no solo reconocía su soberanía plena, sino estableció un estatuto de neutralidad perpetua. Posteriormente con rango constitucional y vigente al día de hoy, como fue manifestado por el gobierno de Viena ante la guerra de Ucrania.

Por Jorge Alejandro Suarez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina

En 1918 con la derrota en la Primera Guerra Mundial del imperio Austro Húngaro, los aliados vencedores, determinaron su desintegración, y así nació una pequeña república austríaca, débil y desarmada. No en vano el nacionalismo pangermánico tuvo una importante difusión en Austria pregonando su incorporación al vecino alemán. Austria por medio del llamado Anchluss, en 1938, fue anexada al III Reich alemán y desapareció como estado. En 1945, por medio de una Proclama del mariscal británico Alexander, Austria era reconocida de alguna manera como entidad política, y “país liberado”. En 1943, por medio de la Declaración de Moscú, los aliados reconocieron la necesidad de liberar Austria, lo que de alguna manera facilitó su restablecimiento como estado separado de Alemania. Las potencias aliadas ocuparon el país en 1945, estableciendo cuatro áreas de influencia y un consejo aliado, al cual estuvo subordinado el gobierno provisional austríaco, liderado por el canciller Karl Renner, socialdemócrata. Antiguo partidario de la unión con el III Reich, no dudó, a fin de entenderse con los soviéticos y el resto de los Aliados, a renunciar expresamente a una posible unión entre Alemania y Austria. En 1946, el gobierno provisional amplió su margen de autonomía, en un proceso de concesión escalonada de potestades soberanas por parte del Consejo Aliado.

En 1952, Stalin propuso al canciller Konrad Adenauer, la unidad de Alemania, a cambio de un estatus de neutralidad permanente. El viejo canciller germano rechazó la idea, con el temor que el país quedara supeditado a Moscú por medios de una neutralidad forzada, como el caso de Finlandia. Optó por mantener su postura pro occidental, a pesar que ello implicara el mantenimiento de la división de Alemania. Los políticos austríacos, optaron por aceptar un estatuto de neutralidad, sacrificio que para ellos valía la pena, a cambio de la unidad nacional. Existía además una serie de factores que favorecía a los políticos austríacos de evitar una influencia soviética en el plano interno. Las fuerzas del Ejército Rojo, cometieron muchos abusos, lo que le restó base social al Partido Comunista local, en las elecciones, por ende, la posibilidad de imponer un gobierno títere, era poco probable. Por otro lado, Austria si se benefició del Plan Marshall, a diferencia de Alemania, que solo beneficio al sector controlado por los Aliados occidentales. En 1950, hubo una serie de huelgas de tinte revolucionario, apareciendo la sombra de un golpe comunista, que finalmente fue sorteado. La prioridad de Moscú, no era Austria, sino Alemania. En ese año, ante las tensiones crecientes entre los aliados, los comandantes militares fueron reemplazados por comisarios civiles. La ayuda occidental, fue de gran importancia para la reconstrucción del país, dándose por finalizada el Plan Marshall en 1953.

Los austríacos navegaban en aguas peligrosas, con Stalin que se negaba abandonar el territorio y poner fin a la ocupación militar. Ello inquietaba al liderazgo político, por el temor de la imposición de un gobierno pro soviético. La muerte de Stalin en 1953, generó nuevas esperanzas, pero las luchas intestinas en torno a la sucesión del temible Secretario General del PCUS, demoraron las negociaciones entre Austria y la URSS. En 1955, el canciller Raab, fue convocado a Moscú, abriendo las puertas para la negociación del llamado Tratado de Estado. En esos momentos, Jrushov, que buscaba volver a plantear la existencia de una Alemania unificada y neutralizada, optó como muestra de su voluntad real de respetar sus promesas, un acuerdo similar con Austria. El 15 de mayo de 1955, fue firmado el Tratado de Estado para la Restauración de un Austria Independiente y Democrática, destacándose entre las cláusulas más relevantes, el retiro de todas las fuerzas de ocupación, recuperación de la plena soberanía, establecimiento de un régimen de neutralidad – que fue agregado a la Constitución austríaca – la recuperación de “ propiedades alemanas” por US$ 150 millones, compra de los pozos petroleros controlados por los soviéticos, protección de los monumentos erigidos por los vencedores.

El Tratado de Estado fue ratificado en 1956 por el gobierno austríaco y en el antiguo Palacio Imperial de Schonbrunn, celebrado en un banquete, donde fueron empleados la vieja vajilla de los emperadores Habsburgo. El país recuperaba finalmente su plena independencia, suprimida en 1938.

Las reacciones de los Aliados fueron dispares. Estados Unidos se mostró escéptico, dado que pensaban que detrás de esta maniobra, el país caería en la órbita soviética. Discretamente armó el pequeño ejército austríaco. Los franceses apoyaron la idea de neutralidad, dado que esto alejaba a las tropas soviéticas de sus fronteras, además la posibilidad de una neutralización de Alemania, reducía los temores por el rearme alemán. El gobierno de Alemania Federal, observo con desconfianza, dado que consideraba que era una maniobra soviética para controlar indirectamente a los austríacos. Desde la perspectiva de Moscú, el Tratado de Estado, era visto como un éxito, se había logrado que Viena no sea integrada a la OTAN, evitando de esta manera la aparición de un bloque continuo que conectara a Italia con Alemania Federal, integrada a la Alianza.

Los austríacos encontraron la vía libre para acceder a Naciones Unidas. La neutralidad impuesta de alguna manera, no impidió que Viena mantuviera una política muy cercana a Occidente. En materia de seguridad, esto llevó a realizar una importante inversión en materia de defensa, contando siempre con un pequeño ejército, bien equipado. En los últimos años, esto fue objeto de polémica con la adquisición de una escuadrilla de aviones Eurofighter EF 2000, decisión que tiene que ver con la política de neutralidad que requiere una estrategia de defensa autónoma. Austria forma parte de la Unión Europea desde mediados de los 90 y mantiene una activa participación en misiones de mantenimiento de paz bajo la bandera de Naciones Unidas. El no formar parte de alianzas militares, permite en cierto modo, un grado de libertad de acción en la política de seguridad como externa del país, sin estar supeditado a condicionantes de sus aliados o estructuras supranacionales. La principal desventaja, es la necesidad de mantener un nivel relevante en inversiones en materia de defensa, pero que el caso austríaco, dado el contexto donde está inserto el país, no requiere el esfuerzo, que hacen otros actores, como Finlandia o Suecia.

Las tensiones con Rusia como otros problemas de seguridad que debe afrontar Europa, como los refugiados, terrorismo, la inestabilidad del Norte de África y Próximo Oriente, han impulsado que sectores de la política austríaca, especialmente conservadores, apoyen la idea del ingreso del país a la OTAN. Salvo Suiza y el pequeño Liechtenstein, el resto de los vecinos de Austria son parte de la alianza atlántica. Esto ha generado ciertas polémicas en la política en Viena, pero en el marco del conflicto de Ucrania, el país volvió a ratificar su política de estricta neutralidad.

¿Neutralidad el camino para Ucrania?

Las tensiones entre Rusia y Ucrania, se incrementaron con el deseo de Kiev de ser parte de la OTAN, unido a la política abiertamente hostil hacia las poblaciones ruso parlantes. En 2014, Moscú por medio de un fait acompli logró controlar Crimea, área de vital importancia, no solo por la mayoría de rusos étnicos, sino como base de la Flota del Mar Negro y un control efectivo de dicho espacio marítimo, de vital importancia para acceder al Mediterráneo. La crisis derivo en la pérdida de dos regiones del este del país en manos de dos gobiernos separatistas controlados por rusos, con un elevado grado de desarrollo industrial y producción minera, que afectó seriamente la economía de Ucrania.

La escalada de la tensión, ante posturas irreductibles, llevó al conflicto armado que observamos entre Rusia y Ucrania. No cabe duda que la percepción del Kremlin, sobre los mensajes dados desde la OTAN, la UE, y la propia Ucrania, llevaron a la conclusión que existía una amenaza real contra los intereses nacionales propios. A nuestro entender la salida del conflicto residirá en un compromiso entre las partes involucradas, sobre el futuro estatus de Ucrania. Algo complejo de conseguir, dado que las partes involucradas buscan generar el mayor daño posible y un desgaste, que permita estar en las mejoras condiciones para imponer sus objetivos en las negociaciones que se lleven a cabo, cuando se alcance algún tipo de cese al fuego.

La posición geoestratégica de Ucrania, demanda un estatuto de neutralidad, con el firme compromiso de no admitir bases extranjeras en su territorio, dado que se ubica en área de colisión de intereses. Un camino que deberían haber adoptado los líderes de Kiev, a los fines de garantizar la integridad del territorio heredado desde 1991. Siguiendo el ejemplo de los austríacos en 1955, que optaron por mantener la unidad territorial, la independencia a cambio de una serie de concesiones en materia de seguridad y política exterior. Ello no impidió tener relaciones cercanas con Occidente, en el plano político como económico. Los resultados están a la vista, décadas de estabilidad, seguridad y desarrollo económico.

En la búsqueda de la paz, Ucrania, no solo debe garantizar su neutralidad, sino debatir sobre el estatus de las repúblicas separatistas rusas. El caso de las islas Aland, puede ser un camino a seguir, garantizando a dichas repúblicas un amplio régimen de autonomía con supervisión internacional, sin la necesidad de romper las fronteras heredadas de 1991. La cuestión de Crimea, donde los actores involucrados tienen posturas casi irreconciliables, es uno de los grandes escollos. Es indudable que Rusia debe participar en un régimen de compensaciones por el tema Crimea, así como una activa participación de la reconstrucción de Ucrania, como mecanismos de promoción de la paz y reconciliación, junto a la Unión Europea y Estados Unidos, que deben apoyar los esfuerzos para la recuperación ucraniana. Los líderes occidentales, deben reconocer el rol de Rusia como factor de estabilidad y seguridad, y su papel como potencia. La necesidad de alcanzar un acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, que pone en riesgo la seguridad del Próximo Oriente, demandan tener a Rusia en la mesa de negociaciones. La estrategia de extender la OTAN hacia áreas de influencia tradicionalmente de Moscú, ha generado conflictos e inestabilidad creciente.

El devenir de los acontecimientos, indican que la solución vendrá manu militari, lo que abre las puertas a la desconfianza, inestabilidad que perdurará por mucho tiempo. Solo la grandeza de los principales líderes de las grandes potencias, podrán generar alguna esperanza en alcanzar la ansiada paz.

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