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La receta neozelandesa para el desarrollo: ¿Una salida para Argentina?

El gobierno del presidente Alberto Fernández, anunció la imposición de nuevos impuestos al sector agrario, en un intento de paliar el gigantesco déficit fiscal. Las políticas agrícolas del kirchnerismo, ha sido objeto de agrias críticas, y no cabe duda que esto se tradujo en pérdida de mercados de exportación y un Estado que devora recursos, que no se revierten en servicios e infraestructura de calidad.

En diversos medios argentinos, han traído como ejemplo, el caso de Nueva Zelanda. En esta nota explicamos la radical reforma económica de dicho país, preservando un sector agroalimentario extremadamente competitivo.

Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina.


Nueva Zelanda es miembros de la Comunidad Británica de Naciones o Commonwealth. En 1907 alcanzó su plena autonomía política, contando con parlamento y gobierno responsable propio. En 1931 por el Estatuto de Westimister, Nueva Zelanda se convirtió en la práctica de un estado soberano, que fue completado en 1947.

Este país ha sido pionero en el voto femenino, otorgado en 1893. El país participó activamente en las dos guerras mundiales y también como estrecho aliado de Estados Unidos en Asia Pacífico, participó en la guerra de Vietnam.

Estrechamente ligado a la economía británica, el ingreso del Reino Unido a la Comunidad Económica Europea, tuvo su impacto negativo para Nueva Zelanda. El modelo económico de posguerra estaba en crisis, la inflación y la caída del empleo era una realidad, lo que demandaba reformas urgentes.

El estado de bienestar impulsado por los laboristas hizo crisis. Este modelo fue puesto en marcha a fines de los 30, como mecanismo para hacer frente a la crisis global de aquellos años. El Estado tuvo un papel central en materia de desarrollo, a través de programas de vivienda social, apoyo al sector industrial, infraestructura. La competitividad del sector ganadero, facilitó la financiación de los programas de expansión del mercado interno, subsidios y expansión del gasto público. Las inversiones extranjeras se centraron en determinados sectores competitivos como la industria de la carne, mecánica, etc.

La demanda estable de productos de Nueva Zelanda por parte de Gran Bretaña, contribuyó a este crecimiento. Las cosas cambiarían radicalmente con el ingreso de Londres a la Comunidad Económica Europea. La crisis arrastró al Partido Nacional, luego de una década en el poder, y para 1984, llegaba al poder los laboristas, que llevaron a cabo importantes reformas.

David Longe, líder del partido Laborista, en 1984, fue elegido primer ministro, nombrando a Roger Douglas, al frente del ministerio de Finanzas. El modelo de desarrollo basado en la transferencia de recursos del sector agro exportador al sector industrial y servicios, quedó agotado. Los intentos de diversificar la economía, como la fuerte apuesta a la exportación de aluminio y productos de acero, no dieron resultados.

En 1980 la inflación era una realidad, junto con el desempleo y un clima de agitación en la sociedad. Los laboristas lanzaron una serie de reformas radicales, orientadas a convertir al país en una economía competitiva, reformar el Estado, que era una pesada carga y generar empleo. Las reformas serían conocidas como “rogernomics”. Entre las medidas destacadas por el gobierno laborista, fueron una política monetaria restrictiva, desregulación del mercado y una verdadera “guerra” a la burocracia.

La reforma del Estado, fue sin ninguna duda radical. Las medidas mas destacadas fueron: presupuesto base cero (obliga a cada departamento a justificar sus gastos), privatizaciones, profesionalización de la administración pública, desregulación y simplificación de la legislación. Los cambios de la administración que merecen destacarse fueron el nuevo régimen de ingreso, gestión por objetivos, fin de los ascensos por antigüedad, reemplazado por mérito. El salario de los funcionarios estaba sujeto a su buen desempeño.

La racionalización de las estructuras del estado, generó importantes ahorros que se centraron en salud y educación. El programa de liberalización económica incluyó el fin de los subsidios, apertura del mercado, además de una radical reforma impositiva. El objetivo era crear un “clima de negocios”.

Las reformas tuvieron su impacto negativo, la industria pagó un alto precio, por décadas de proteccionismo, no tuvo la capacidad de reconvertirse a tiempo. Esto obedeció a una serie de factores, especialmente porque nunca hubo un importante desarrollo y la imposibilidad de generar economías a escala. El ascenso de los llamados “Tigres Asiáticos”, dejó de lado, la posibilidad de desarrollar ciertas capacidades industriales, solo tuvieron éxito determinados sectores ligados al sector agroexportador. El modelo de “rogernomics” mejoró al Estado, generó crecimiento apoyado en los sectores competitivos de la economía, como el agrario, turismo y servicios.

Estos dos últimos sectores absorbieron al desempleo generado por la crisis industrial, consecuencia de la apertura de la economía. El retorno de la centro derecha al poder, dado que las reformas liberales fueron objeto de controversia en el seno del Partido Laborista, no significó el fin de las reformas, sino hubo verdaderas políticas de estado, adaptando el modelo a las circunstancias de los 90. El sector agrícola, de perfil exportador, también tuvo importantes reformas, al terminarse los subsidios y adoptarse políticas destinadas a promover la competitividad. El sector sufrió una reconversión, con una asistencia mínima del Estado.

El shock no fue tan duro como muchos pensaban, el sector logró adaptarse y abrir nuevos mercados en el marco de los diversos tratados de libre comercio que tiene el país. Destacándose el firmado con Australia. El país firmó numerosos acuerdos de libre comercio, con el claro objetivo de no repetir la historia, de depender de un mercado, como de un solo producto.

Las políticas impositivas beneficiaron ampliamente al sector exportador, destacándose por su elevado desarrollo tecnológico en los procesos. Por ejemplo: determinados productos lácteos, empleados con fines medicinales, requieren altos estándares de calidad, que el país ha logrado alcanzar.

Las reformas impositivas favorecieron a sectores de mayores ingresos, manteniendo el país un nivel de desigualdad importante, comparándolo con otros países desarrollados. A pesar de la desigualdad entre los sectores de altos y menores ingresos, el país tiene patrones de vida propios de los Estados desarrollados, con una renta de US$ 42.000 por habitante (hace dos años estaba en el puesto 25 en el ranking mundial).

El gobierno de Nueva Zelanda, dado la vulnerabilidad de su economía, especialmente atada a bienes primarios, ha buscado diversificar la oferta como también los potenciales mercados, teniendo como objetivo la reducción de la dependencia del mercado chino. En la búsqueda de diversificar los productos de exportación, encontramos las industrias audiovisuales. El país fue escenario de la célebre película “El Señor de los Anillos” y el Estado ha promovido mecanismos para incentivar este tipo de industrias.

Existe un debate sobre la necesidad de apostar a las industrias del conocimiento, que demanden alta tecnología y sea un generador de alto valor agregado. El gobierno conoce la vulnerabilidad de depender de la exportación de bienes primarios.

Un problema que arrastra el país, es la emigración de mano de obra altamente calificada, especialmente a Estados Unidos o Australia, etc. El país tiene un lastre en materia social, es considerada escandalosa la indigencia del 1%, además de los problemas en materia de gestión de programas de salud, lo que llevado al actual gobierno laborista a lanzar el Presupuesto de Bienestar, que tiene una serie de ejes: vivienda social, un país medioambientalmente sustentable y reducir la emisiones de carbono, acorde a los tratados internacionales. Las políticas sociales son bastantes activas y uno de los objetivos ha sido reducir la tasa de pobreza en la tercera edad, a través de subsidios a los programas de ahorro provisional.

Nueva Zelanda ha sido objeto de varios estudios, especialmente en materia de racionalización y gestión por resultados. Los salarios de los funcionarios quedaron sujetos a su desempeño. Además de un programa de profesionalización. Los ascensos quedaron sujetos a un régimen de méritos. La reforma del Estado, incluyó un importante programa de privatizaciones.

Roger Douglas instaló frente a empresas del Estado a directivos del sector privado, para hacer eficientes dichas empresas, y luego privatizarlas. El peso del Estado en la economía pasó del 42% del PIB al 35%, esto también impactó en la presión fiscal que se ha reducido La deuda externa llegó a ser solo el 15% del PIB, en 2008, aunque se ha expandido al 30% del PIB., previéndose que se reduzca al 23% del PIB.

La disciplina fiscal ha sido uno de los pilares del crecimiento del país y en ello son coincidentes los observadores. El país ocupa el puesto 51 por su comercio exterior en el ranking mundial y el puesto 53 por su PIB. Asimismo es considerado uno de los países mejores para “hacer negocios” dado las facilidades para los inversores y la seguridad jurídica.

En este año el país alcanzó el primer puesto a nivel global. Sin ninguna duda el alto nivel de transparencia que tiene, con 87 puntos, en las encuestas sobre corrupción, coloca a Nueva Zelanda entre los países menos corruptos del mundo.

Organismos internacionales han sido siempre optimistas por las tasas de crcecimiento de Nueva Zelanda, que se ha visto limitada por la crisis COVID 19. En cuanto a la tasa de desempleo según los expertos – calculada en el 4.4% – la consideran moderada y su nivel de vida, comparable a los países desarrollados.

¿Rogernomics a la “argentina”?

La Argentina tuvo reforma del Estado en los 90, en un contexto de un gobierno donde la corrupción estuvo a la orden del día. Mientras Nueva Zelanda buscó tener un estado eficiente, sin corrupción y reglas claras, la Argentina destruyó al Estado. Las privatizaciones no trajeron eficiencia, sino más bien se abrió las puertas para el régimen de subsidios, que a largo plazo se convirtieron en una bomba fiscal y política. La Argentina ha expandido el gasto público a nivel federal, provincial y municipal a niveles alarmantes. El kirchnerismo, encontró en la generación de empleo público un mecanismo de control político, como de generación de empleo. Los Estados provinciales, son pesadas cargas al erario público.

No existe un empleo público profesional. Desde hace años, varía el gobierno, y con ello los empleados de turno. El gobierno del presidente Macri, perdió una oportunidad para lanzar grandes reformas. Miles de millones en préstamos fueron a financiar el gasto corriente, sin un programa económico consistente, finalmente el país volvió con las recetas por todos conocidas. La actual gestión del presidente Fernández, transita por los mismos carriles, sin planes de largo plazo, supeditado a cuestiones políticas del momento.

El Estado argentino es una pesada carga, gasta mal, tiene mala administración y problemas de gestión para llevar a cabo diversos proyectos. Los estado provinciales son máquinas de generar empleo público, a fin de mantener poderosas maquinarias electorales que benefician al gobierno local de turno. El alto grado de informalidad de la economía argentina, genera serias dudas sobre la viabilidad de seguir transfiriendo riquezas por medios de ayudas sociales y subsidios. La salud es un ejemplo, donde se gasta mucho y muy mal. El país tiene problemas para comprar vacunas, dado que tiene problemas de financiamiento externo, el cepo al dólar que ha tenido efectos contraproducentes.

Mientras limita al sector privado para el ahorro en divisa extranjera, el Estado dilapida alegremente cientos de milllones de dólares en una línea aérea, ineficiente y poco competiva. Es imperiosa una reforma estructural. Debemos debatir presupuesto de base cero, profesionalizar la administración pública, dejando de lado una costumbre bien argentina, de colocar a empleados adictos al gobierno de turno.

La Argentina debe racionalizar sus estructuras a nivel federal, reformar los Estados provinciales y sus pesadas burocracias ser reducidas. El estado gasta miles de millones en publicidad, y otros gastos que deben ser suprimidos. Los llamados Aportes del Tesoro Nacional ayudas del gobierno federal a las provincias, deben dar paso a créditos, los cuales las provincias deben devolver. El sector privado ha pagado muchos platos rotos para sostener un Estado, ya insostenible.

La Argentina no es competitiva por varios factores, la corrupción, las regulaciones, el alto nivel de conflictividad sindical, las cargas impositivas y las cambiantes reglas de juego. El país tiene serios problemas de infraestructura que encarece sustancialmente los productos que llegan a los grandes centros urbanos o son para ser exportados.

La Argentina precisa puertos, flota mercante, vías navegables, ferrocarriles, buenas carreteras. La mejora en el transporte, abarata costos y potenciaría las economías regionales. El país tiene un importante potencial para generar energía barata a gran escala.

Los importantes recursos hídricos, petrolero, nuclear y de energías renovables, deben ser objeto de interés del Estado. No se puede vivir de paritarias y conflictos permanentes en el ámbito laboral. El ahorro nacional debe orientarse a financiar al sector productivo, expandirlo y modernizarlo.

Argentina firmó en su momento junto a los socios del MERCOSUR un tratado de Libre Comercio con la UE, sin un debate amplio, que permita conocer las consecuencias para una economía tan vulnerable, a eso se agrega la falta de consensos, dado que el actual presidente Fernández, señaló que revisaría el acuerdo, que finalmente quedó en suspenso, por la oposición francesa. Pero es un ejemplo, de la falta de políticas de Estado. La Argentina carece de visión de largo plazo, de respeto a las reglas de juego.

Nueva Zelanda aporta interesantes lecciones al respecto, donde se ha simplificado el sistema impositivo y los inversores locales y extranjeros tienen amplias facilidades para operar. La idea de apostar por el mercado interno, ha sido una receta por todos conocidas y que termina en escenarios de inflación. La Argentina debe reconvertir su economía, con un claro perfil exportador.

Reflexión final

Nueva Zelanda no cabe duda que es un modelo exitoso. Reestructuró el Estado y su economía desde una perspectiva realista. Los primeros tiempos fueron duros, incluso a principios de la décadas del 90 el país llegó a tener el 10% de desempleo. Gracias a las reformas del Estado, la seguridad jurídica, la estabilidad y el alto nivel de transparencia, creó un verdadero “ambiente” para generar negocios.

Los gobiernos se dieron cuenta que dado el tamaño del mercado interno, no quedaba otra que apostar el perfil exportador, pero no centrándose en un solo mercado, sino buscando diversificar con la máxima cantidad posible.

La primer ministra Jacinta Ardern, lanzó un ambicioso programa de mejora de calidad de vida, dado que ha sido objeto de críticas la atención en materia de salud mental, la pobreza en los indígenas maoríes, el alto costo de la vivienda y las asimetrías entre los que mas tienen y los sectores menos favorecidos.

A pesar de las críticas al régimen de apertura económica y sus consecuencias, el país mantiene elevados niveles de desarrollo, tiene estándares elevados de población con educación secundaria y terciaria. Su calidad educativa se traduce en los índices PISA, donde el país ha tenido desde hace varios años un buen desempeño. La clave de Nueva Zelanda, ha sido saber adaptarse y tener la capacidad de llevar los cambios necesarios para sobrevivir en un mundo cambiante y altamente competitivo.

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