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La Salud Mental No Requiere Paliativos

El Minuto | “Sabemos que el dolor es orgánico y el sufrimiento es opcional. La condición existencial del sufrimiento está en función del pensamiento, el sentimiento y la conducta de cada persona, pero es insoslayable que el sufrimiento con esta coyuntura de absoluta complejidad nacional y global está por encima del índice de felicidad, principalmente en países cuya infraestructura sanitaria es deplorable”, anota un estudioso peruano, profesional de la comunicación humana en un interesante artículo.

Por: Iván Sánchez Herrera, Colaborador en Perú

Cuando hablamos de la condición mental del sufrimiento se debe tener en cuenta que está articulado con el factor psicológico, biológico y social. Dentro de este engranaje las políticas de Estado en el Perú y en toda la región no superan los estándares de calidad de vida en lo concerniente al índice de desarrollo humano. Esto va más allá de los guarismos y las cifras estadísticas que muestran los medios de comunicación, es evidente y ostensible cualitativamente que los problemas mentales han aumentado exponencialmente con esta pandemia.

En el caso peruano la realidad de la salud mental es uno de los últimos peldaños dentro de la formulación de las políticas públicas.

En el ámbito académico son muy tenues las voces que difunden y reclaman una mayor atención a este grupo etario. Como antecedente histórico existen dos ilustres ejemplos: Hermilio Valdizán y Honorio Delgado, el primero investigó la alienación y la enajenación con aportes bibliográficos trascendentes en las ciencias sociales, la sociología y la historia, entre otras disciplinas humanísticas; y Honorio Delgado, el humanista de la toga blanca, quien como director del Hospital de Salud Mental e intelectual cumplió un papel relevante en la problemática de salud mental de su época.

A la postre esta preocupación científica no tuvo un hilo conductor trascendente. La salud mental ha quedado como una temática subalterna en una realidad que pide a gritos la estructuración de políticas públicas que prioricen la mejora en la calidad de la atención primaria y el abordaje terapéutico, sobre todo, en las políticas de prevención y difusión de temas de salud mental.

No basta con líneas de ayuda como la 113 del Ministerio de Salud en Perú, se requieren redes de soporte interdistritales y regionales para aumentar el espectro de atención. No solo está aumentando la depresión, la ansiedad y el estrés en esta crítica coyuntura sanitaria también están incluidos los trastornos de estrés postraumático, los trastornos obsesivos compulsivos, los trastornos limítrofes de la personalidad, entre otros.

Esta situación se agudiza en situaciones límite, en este caso preciso -como ya se afirmó- por la coyuntura sanitaria de la pandemia.

Como alternativa de solución frente a esta dinámica social, brusca y cruenta de índole epidemiológica es necesario tomar en cuenta el papel de la inteligencia emocional, paralelo a la cognición, y la resiliencia, término extraído de la física y extrapolado a la psicología. Estos dos aspectos son relevantes en su difusión y programación, y no sólo para el referido grupo etario. Se debe incluir a toda la población a través de talleres virtuales y la inclusión de ambos en la malla curricular de educación básica regular y superior.

Hay que tomar en cuenta que ante situaciones como ésta, donde los niveles de pobreza, desempleo y problemas personales han ido en aumento, existen personalidades muy sensibles y proclives a tener problemas mentales de diferente índole. No todas las personas tienen el mismo umbral de tolerancia a la frustración.

Se necesita el concurso de los colegios profesionales, medios de comunicación y de toda la colectividad. Frente a este problema de salud mental no se requiere tan solo paliativos, se necesitan programas sistemáticos y científicos categóricos.