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La tragedia de Agdaban: La confesión mas dura de mi vida

Probablemente muchos de ustedes se han enterado de la agudización del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. Sin embargo, pocos deben conocer la historia de esta verdadera tragedia humanitaria que, además, es parte fundamental en mi vida.

El Minuto | Probablemente muchos de ustedes se han enterado de la agudización del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. Sin embargo, pocos deben conocer la historia de esta verdadera tragedia humanitaria que, además, es parte fundamental en mi vida.

Por: Shahriyar Nasirov

Me llamo Shahriyar Nasirov, oriundo de un pequeño pueblo, Agdaban que en el pasado formaba parte de la región Kalbajar de Azerbaiyán.

Toda mi familia pertenece a esta pequeña región rodeada por las altas montañas del Cáucaso.

Maravilloso lugar donde pasé gran parte de mi infancia junto a mis abuelos.

Mi abuelo, Sovet Nasir Karimov, fue un reconocido profesor de la única escuela local del pueblo, donde yo mismo hice mis primeros estudios.

Él siempre tuvo una gran pasión por los estudios y la educación. Factor que sin duda influyó en el hecho de que seis de sus ocho hijos obtuvieran títulos universitarios.

Asunto nada de fácil en condiciones geográficas adversas, por lo apartado de nuestro pueblo de otras áreas urbanas.

Mi abuela, Qamar Imran Karimova, fue ama de casa. Mujer muy valiente, de carácter fuerte, y con múltiples habilidades. Incluso en avanzada edad, montaba a caballo y realizaba las labores que demanda la vida diaria en el campo. Yo, según ella misma confesaba, era su nieto preferido. Siempre quería tenerme cerca, verme a su lado. Un día, al regresar del colegio, mi abuela me dijo que ya no podía seguir estudiando ahí. Tampoco continuar viviendo en el pueblo pues el lugar ya no era seguro. Era el año 1992, yo tenía ocho años y cursaba entonces el segundo básico.

En ese tiempo, sin televisor, mis abuelos seguían por radio los avances de los militares armenios. Estaban nerviosos. Solo semanas antes, en el mes febrero, los armenios, respaldados por los rusos, atacaron un pueblo de la región de Khojali, masacrando a la mayoría de la población.

Por eso mis abuelos querían que no siguiera en el colegio, que nos fuéramos del pueblo. Yo, siendo niño, me veía afectado sobre lo que me tocaba más directamente: dejar el colegio, partir del pueblo y por ello, cuando me lo dijeron, no paré de llorar.

Días más tarde, llegó mi padre con mi tío mayor. Traían un camión para trasladar a toda la familia a una región mas segura. Durante la larga conversación entre mi papá y sus padres, mi abuelo insistió en que no quería abandonar su casa, tampoco el pueblo de toda su vida.

Nada hice a los armenios. ¿Por qué, entonces, tengo que dejar mi pueblo? – argumentaba mi abuelo.

Fue una discusión muy tensa. Incluso participó hasta el chofer del camión. Al final no fue posible convencer a mis abuelos y a mis dos tíos más jóvenes de partir.

Ese, mismo día, un tristísimo 13 de marzo de 1992, me despedí de todos ellos sin saber que sería la última vez que los vería. Nosotros nos trasladamos a una región llamada Shaki, donde vivía uno de mis tíos y era más seguro ya que no tenía frontera con Armenia.


Kəlbəcər döyüşü — Vikipediya

La batalla de Kalbajar


Después de aproximadamente un mes, el 8 de abril de 1992, mi tío llegó corriendo y nos contó llorando que los “armenios” habían entrado a nuestro pueblo. Habían asesinado a mi abuela (65 años) y a mi tío (34 años). En total asesinaron a 67 personas, incendiaron las 130 casas del poblado y tomaron rehenes, entre ellos a mi abuelo y mi tía.

A parte de vivir en mi propio país como desplazado interno, el no poder regresar a mi hogar fue una experiencia muy dolorosa. Verdadera tragedia que trastornó a mi familia entera. Mis padres y mis tíos se sentían humillados y avergonzados, por lo cual nunca contaron esta historia. Quizás por la pérdida de sus seres queridos o por sentirse responsables de no poder convencer a sus padres de partir o de proteger al pueblo.

Este testimonio, que tal vez a muchos de Uds. puede conmoverles, es una de las miles de historias de más de un millón de compatriotas azerbaiyanos que debió padecer los efectos trágicos de una violenta e inhumana ocupación. Que también, es una ocupación ilegal y violatoria del mandato de los organismos internacionales

Aunque han pasado 25 años de aquel conflicto, nadie en mi familia ha dejado de soñar con volver a sus tierras. En el 2010, antes de morir mi abuelo a los 85 años, pidió a sus hijos que cuando se liberara el pueblo, le volvieran a enterrar allí, al lado de su mujer: mi abuela.

Como el recuerdo de este doloroso episodio le hacía muy mal a mi familia, siempre llevé este drama en secreto. Nunca conté los detalles de esta tragedia familiar. Incluso, ni siquiera a mi esposa, ¡a pesar de llevar ya nueve años juntos! Tan grande es el dolor, tan grande es el desgarro. Lo siento padre mío.

Hoy, mi tierra natal es nuevamente noticia, igual que hace tres décadas; las fuerzas ocupantes armenias siguen desoyendo el mandato de la ONU, atacando nuevamente a la población civil en Azerbaiyán.

Contar esta historia, por primera vez; es un sentimiento liberador para mí. Sé que es triste. Pero a mi padre me dirijo, el hecho de contarla, te seguro, afianza mis (nuestras) raíces y el amor y el orgullo de ser lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos. Tu hijo.

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