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La tragedia del submarino San Juan

El submarino ARA San Juan, fue un buque diseñado en Alemania por los célebres astilleros Thyssen para la Argentina en los 80. Este barco como su gemelo el ARA Santa Cruz, son prototipos de un ambicioso proyecto de construcción de dichos buques en astilleros argentinos.

El submarino ARA San Juan, fue un buque diseñado en Alemania por los célebres astilleros Thyssen para la Argentina en los 80. Este barco como su gemelo el ARA Santa Cruz, son prototipos de un ambicioso proyecto de construcción de dichos buques en astilleros argentinos.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director del Diario el Minuto para Argentina


En su momento se levantaron modernas instalaciones y se creó una empresa específica para ello Astilleros Ministro Manuel Domecq Garcia SA, siendo el 25% de las acciones de Thyssen y el resto del Estado argentino). La llamada reforma del Estado, y el “neoliberalismo” terminaron con el citado proyecto industrial, encontrándose varios buques en construcción.

Durante casi más de una década el astillero permaneció cerrado hasta el gobierno del “kirchnerismo” decidió su apertura y su integración a una empresa vecina, TANDANOR, otra empresa estatal que sobrevivió al torbellino de los 90.

A título de curiosidad TANDANOR, es el taller de reparaciones navales más importante del Atlántico Sur. Los Astilleros Domecq Garcia – rebautizados Almirante Storni – y TANDANOR conformaron el Complejo Industrial Naval Argentino o CINAR y fueron responsables de la reparación del San Juan. Ahora cargado de polémicas.

El buque fue sometido a una serie de reparaciones, que incluyó el “replacado” de baterías, o mejor dicho su reciclaje, mejoras varias y reemplazo de la planta diesel. El desafío fue hecho sin intervención del fabricante, apoyado por la experiencia de antiguos operarios de la extinta Domecq Garcia.

En 2014 el buque volvió al mar, no exento de cuestionamientos que derivó en denuncias varias en sede judicial, por irregularidades en el contrato con TANDANOR. A los que se agregaron críticas, en voz baja, por el trabajo realizado.

En el marco de estas polémicas, que poco trascendió a los medios masivos, en los primeros días de noviembre el buque zarpó de la base de Mar del Plata hacia una patrulla en apoyo a la aplicación de la ley Federal de Pesca, además de las ejercitaciones propias de a especialidad del Arma. El 15 de noviembre, la fecha fatídica, es la última comunicación del submarino, estando a 240 millas náuticas (432 kilómetros) de la costa, en el Golfo San Jorge, al sudeste de la Península Valdés y a unos 1.300 kilómetros al sur de la Ciudad de Buenos Aires.

El 16 la Armada al no poder contactar el San Juan, comenzó la búsqueda y para el 17 de noviembre es pedida la ayuda internacional. Esta fue contundente y ha generado un gran impacto en la sociedad, dado que no se esperaban los gestos de solidaridad de la magnitud recibida.

En el caso de Chile fueron desplegados medios que incluyó el envio de un moderno avión de patrulla C295 y el también, moderno, buque de apoyo Cabo de Hornos. Estos medios forman parte de una verdadera fuerza multinacional que han desplegados aeronaves, buques, especialistas del Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Rusia, Uruguay, Perú, Colombia, Brasil. En los casos de Estados Unidos y Rusia han movilizado sofisticados medios de exploración submarina y un submarino de rescate.

La ayuda, para muchos que ha sido sorprendente, pero para nosotros ha sido consecuencia de la llamada “diplomacia naval” llevada a cabo exitosamente por la Armada Argentina. Esta “diplomacia” tuvo importantes hitos, como uno de los primeros acuerdos de cooperación industrial en materia de defensa en la región, como fue el

envío del destructor ARA Hércules, para la construcción de un hangar para helicópteros medianos, que fue realizado en los astilleros chilenos ASMAR. Las llamadas “medidas de confianza mutua” en casos como este, tienen sus resultados.

Los días pasan y para los familiares de los tripulantes, la espera se ha transformado en una verdadera agonía. Los trascendidos, los rumores, los expertos y pseudos expertos desfilaron y lo siguen haciendo en medios de comunicación. 

En el marco del aluvión de noticias, el 19 de noviembre la noticia de un problema severo de las baterías cobró fuerza y la Armada no lo desmiente. Finalmente el 20 de noviembre a través de un sistema de escuchas, la Agencia Internacional de Energía Atómica detectó un sonido anómalo, en la zona donde por última vez el submarino envió su mensaje al comando naval.

El embajador argentino en Viena rápidamente hizo gestiones para obtener información y el 23 de noviembre se habla directamente de explosión. El drama se desencadenó en la base naval Mar del Plata donde estaban los familiares esperando el milagro de ver a los tripulantes.

Las reacciones de los familiares han sido diversas, desde personas que directamente hablan del fallecimiento tras la explosión y otros, que esperan un milagro. Sin ninguna duda viven horas desesperadas. Incluso esta situación llevó a la intervención de una jueza federal de Caleta Olivia Marta Yánez, quién ha mantenido prudencia y dio comienzo a la investigación sobre el siniestro.

Los días pasan, la angustia de un país continúa y más aún de 44 familias. Mientras tanto observamos el uso político que le quieren dar algunos medios, como también sectores de la política. El estado del buque no fue solo responsabilidad de la gestión anterior, que llevó a cabo reparaciones más que cuestionables y de dudosa transparencia, sino también de la actual, que ha realizado en el medio de un programa de ajuste económico, importantes recortes del presupuesto de defensa.

A pesar de las críticas, el programa de austeridad se mantendrá en el área de defensa y se habla de buscar “nuevos roles” para las Fuerzas Armadas, especialmente en materia de apoyo a la seguridad interna. ¿Gatopardismo? El tiempo nos dará la respuesta.

Mientras tanto, la vigilia continúa, con el ansia de toda una sociedad, y especialmente de las familias de los tripulantes de saber la verdad, un derecho que muchas veces ha sido negado sistemáticamente en la Argentina. Esperemos que esta tragedia sea una excepción y podamos saber realmente cual fue la suerte de los “héroes del San Juan”, secreto todavía guardado en las profundidades de las frías aguas del Atlántico Sur.

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