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Los Boras: una sociedad en el Edén Amazónico

Sudamérica, se estremece aún ante la flama de la crisis sociopolítica en Chile; por Argentina, donde un gran sector avizora retrocesos de modelo económico

Sudamérica, se estremece aún ante la flama de la crisis sociopolítica en Chile; por Argentina, donde un gran sector avizora retrocesos de modelo económico e imposiciones “progres”; ante la tensa polarización política cuasi religiosa del gobierno frente a los grupos pro-Evo en Bolivia; por la ojeriza en Ecuador entre el gobierno y la calle con presencia campesina. Ante una Colombia donde el gobierno enfrenta a sindicatos-estudiantes-campesinos quienes rechazan paquetazos y exigen un plan de paz; por un cuestionado gobierno en Venezuela que aún persiste en el poder.


Escribe: Gary Ayala, Director de El Minuto en Perú


Pero, no todo es conflicto en la región, hay naciones que viven su exótica realidad y no leen noticias que alteren su mundo natural, es el caso de los Boras en la amazonía del Perú.

Los Boras son una comunidad nativa de la amazonía peruana cuya territorialidad está ubicada en Padrecocha (tras la ribera del río Momón), lugar al cual se llega desde el puerto de Bellavista-Nanay, jurisdicción de la ciudad de Iquitos en el departamento de Loreto.

Río Momón en Loreto.


El viaje desde la urbe iquiteña dura 25 minutos y se realiza con lancha a motor; el trayecto de por sí abstrae al viajero en el mágico mundo de la naturaleza silvestre; el escenario se dibuja con río, cielo despejado y tejido de nubes iluminadas, bosques frondosos en ambos flancos así como ruido de aves y fauna selvática.

Cabe señalar que Iquitos ocupa el primer lugar como la ciudad mediterránea más poblada del mundo. Sus habitantes solo pueden tener contacto interpersonal con el exterior a través de la vía aérea (lo cual explica lo costoso de sus pasajes en avión). La otra forma de llegar a dicha capital es por río desde la ciudad de Pucallpa o de Yurimaguas, aunque ello puede demandar varios días de navegación.

El departamento carece de carreteras que lo conecten con el país y con el continente, por esta razón su actual autoridad regional tiene entre sus objetivos lograr la conectividad terrestre mediante grandes proyectos.

Los Boras constituyen un pueblo muy acogedor que ha aprendido a convivir con los foráneos; contrariamente a las comunidades no contactadas estas personas han comprendido que la amistad y la comunicación con quienes llegan desde muy lejos, desde otras culturas -con fonética de lengua extraña- les representa una oportunidad de desarrollo socioeconómico.

 Jefe Pablo y su familia.


Las prácticas antropocéntricas de esta comunidad conservan el encanto de su mística y de un mundo interior ligado a la naturaleza y la divinidad, su visión del cosmos amazónico está muy bien definida y expresada a través de alegres danzas y emotivos cánticos en su propio dialecto que suenan muy gratos al oído.

Una muestra de su acogedora invitación es pintar el rostro del foráneo, animarlo a danzar y vestirlo con sus prendas y alhajas artesanas. De este modo celebran efusivamente cada visita a su casa mayor (la malloca).

Bora, significa: “Oreja sin perforar””. Su arte también se expresa en la instrumentación musical a través del manguaré, un tambor de madera caoba con una impresionante percusión capaz de ser oída por otras comunidades nativas distantes hasta 30 kilómetros a la redonda.

“Pablo”, es el jefe de la comunidad Bora cercana al río Momón, él comenta que hay aproximadamente 20 familias bajo su liderazgo las mismas que se mudan de orilla según las estaciones de verano o de invierno.

Dice que desde que se levantan se dedican al cuidado de la familia, así salen a pescar, cazar y recolectar.

Pescan a la carachama, palometa, boquichico, liza negra y la cahuara como alimentos de río; también toman de los bosques al majaz y al mono; y producen principalmente plátano y yuca. Asimismo, elaboran artesanía en base a semillas, escamas de pescado y fibras vegetales.

Esta comunidad como otras que viven por siglos en la región de la amazonía construyen su día a día en una perfecta armonía con el mundo que los vio nacer, en una sincera comunión con el ciclo de alimentación de animales terrestres, voladores y de agua.

Están conscientes de su tiempo y del mundo global, pero no se desviven por copiarlo ni por implementar falsos valores en su sociedad, viven en su edén natural, en abierta fraternidad con la vida y eso es lo que destaca la Asociación por la Vida y la Paz Global, ASVIPAZ, en su misión de cultivar y resaltar el humanismo entre los pueblos del orbe.

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