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Los intereses estratégicos y de seguridad de EE. UU. en la zona y en el mundo hoy pasan por Taiwán, se avecinan años peligrosos para todos.

El Minuto | Xulio Ríos (Moaña, Galicia, 1958) es Licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela. Ha sido investigador visitante en universidades y centros de investigación de China continental y Taiwán. Es director del Observatorio de la Política China, asesor de Casa Asia, promotor y coordinador de la Red Iberoamericana de Sinología  y miembro de la asociación independiente Cátedra China.

Entre sus iniciativas cabe destacar la celebración de los simposios electrónicos internacionales sobre Política China desde 2011, la elaboración de los informes anuales de política china que se publican desde 2007 y del informe sobre Taiwán desde 2015, la edición del digital trimestral de análisis y pensamiento iberoamericano sobre China, Jiexi Zhongguo, desde 2011. También dirige el Taiwan Hebdo, semanario de información política sobre Taiwán que se edita desde 2013.

Distinguido especialista en cuestiones internacionales, entre sus obras recientes cabe destacar La política exterior china (2005), El problema de Taiwán (2005), Mercado y control político en China (2007). China, de la A a la Z (2008), China en 88 preguntas (2010), China pide paso. De Hu Jintao a Xi Jinping (2012), Las relaciones hispano-chinas. Historia y futuro (coordinador, 2013), Bienvenido, Míster Mao (2014), China moderna. Una inmersión rápida (2016) y La China de Xi Jinping (2018), entre otras.

Por: Sebastián Ianiero | Diario El Minuto de Argentina

DM-¿Cuál/es cree usted que fueron los temas centrales de conflicto entre China y Taiwán durante el 2022? 

La agenda de tensiones tiene como eje central el pulso en torno al rumbo político de la isla, que en Taipéi reafirman como la defensa del statu quo y en el continente califican como de evolución gradual hacia la independencia de iure. Desde que el Minjindang (PDP, Partido Democrático Progresista) volvió al poder en 2016, la negativa de la presidenta Tsai Ing-wen a suscribir el Consenso de 1992 (que preceptúa la existencia de una sola China y que Taiwán forma parte de ella) determinó la suspensión del diálogo y la comunicación bilateral, fuertemente impulsados en el mandato precedente de Ma Ying-Jeou (2008-2016), del Kuomintang. Paradójicamente, más allá de pequeños aspectos puntuales, la salud del intercambio económico bilateral se mantiene prácticamente intacta en términos absolutos si bien con conflictos en la letra pequeña; sin embargo, en lo político, el enrarecimiento de la atmósfera es una evidencia que preocupa en la medida en que no para de agravarse. 

Ese empeoramiento en la relación bilateral es inseparable de la mejora de las relaciones de Taiwán con EE. UU. (y a otra escala con Japón, también poco a poco con la UE). En la dinámica actual,  partir del mandato de Donald Trump, EE. UU. no parece apostar por la moderación de los conflictos; al contrario, con el argumento principal de la defensa de la democracia frente al autoritarismo, ofrece un inestimable apoyo a Taipéi en todos los órdenes (económico, estratégico, político, diplomático…) que agrieta sensiblemente la relación con China. Sabido es que para el PCCh el principio de ‘una sola China’ es la clave de bóveda de la relación con cualquier otro país y teme que EE. UU. la esté vaciando de contenido de forma deliberada en el marco de su rivalidad estratégica con China.  

DM-¿Existe para usted una vinculación entre estos temas y los intereses económicos y geoestratégicos de Estados Unidos sobre Taiwán? ¿Cuál es esa vinculación? 

Las relaciones entre Beijing y Taipéi con el PDP en el gobierno –y con mayoría absoluta en el Yuan Legislativo- nunca serían fáciles. Así se manifestó también durante el doble mandato de Chen Shui-bian (2000-2008). Sin embargo, hay una diferencia sustancial con el actual período. En aquel entonces, EE. UU. no coqueteaba con el independentismo y primaba la cooperación con China. Ahora, la confluencia de los intereses del secesionismo taiwanés y de los EE. UU. es más que evidente y tiene su traducción en múltiples manifestaciones. Por ejemplo, en lo económico, la apuesta de EE. UU. por desplazar a China de ciertas cadenas industriales, como la producción de semiconductores, es una muestra clara. Dado el papel de Taiwán en este sector tecnológico y el interés de aislar a China, es comprensible que Washington promueva la alianza Chips4, con Corea del Sur, Japón y Taiwán, y maniobre sin complejos a este nivel en el marco de un llamamiento al desacoplamiento en áreas estratégicas. Es posible que en 2023 se suscriba un importante acuerdo comercial, lo que irritará enormemente a China.  

En lo estratégico, la doctrina del Indo-Pacífico realza el valor de Taiwán en materia de seguridad y en consecuencia veremos un creciente involucramiento entre ambos países, que se dará a la par que la potenciación del AUKUS, el QUAD, la Alianza Cinco Ojos, etc., incrementándose en China la sensación de ser víctima de un cerco. Es más, en la agenda está la designación de Taiwán como ‘principal aliado no perteneciente a la OTAN’. Los intereses estratégicos y de seguridad de EE. UU. en la zona –y diría que en el mundo- hoy pasan por Taiwán.  

DM-¿Cabe la posibilidad de que el gobierno central de China decida invadir Taiwán antes que finalice este 2022? ¿Cuáles serían los costos y beneficios que debería afrontar China si decidiera tomar esta decisión? ¿Cuál sería la reacción de Estados Unidos (la OTAN) y Rusia?  

No lo creo. Estamos a las puertas del XX Congreso del PCCh y lo que Xi Jinping necesita es estabilidad. Bien es verdad que la situación es cada vez más complicada, pero la complejidad de la agenda china en estos momentos y en los próximos años desaconseja cualquier acción de este tipo. Es mucha tarea la que Beijing tiene por delante para alcanzar sus objetivos históricos en la presente etapa y una guerra los pondría en serio peligro. La única excepción a esta situación es que otros quieran empujarla hacia el conflicto. Es una posibilidad hipotética pero gana realismo si la guerra comercial, tecnológica, etc., fracasan, lo que podría ocurrir. Beijing ha dicho en demasiadas ocasiones que si se cruza la ‘línea roja’ habrá respuesta y si alguien busca esa respuesta ya sabe el camino…. Si a China le interesa la reunificación pacífica, que estaría en mejores condiciones de abordar dentro de 15 o 20 años que hoy, a otros, precisamente en vista de ese escenario, quizá les pueda interesar provocar un conflicto cuando ahora mismo tendrían más posibilidades de victoria. Y muy probablemente, el efecto de esa derrota haría descarrilar la modernización de China. Por tanto, Beijing debiera excluir la guerra y confiar en el desarrollo de otros mecanismos que si bien ahora atraviesan horas bajas, un cambio en la situación política en la isla (elecciones locales en noviembre de este año, presidenciales y legislativas en 2024) pudiera favorecer también un cambio en la atmosfera bilateral. 

Nos estamos aproximando al epicentro de un cambio de era en el sistema internacional. Si partimos de que la cuestión central es el cambio de hegemonía, cabe suponer que a quien no interesa dicho cambio es a quien la detenta actualmente, es decir, EE. UU. China y Rusia apuestan por un orden multipolar no hegemónico. Por tanto, aunque EE. UU. no ha desmentido su compromiso con la ambigüedad estratégica en relación al compromiso de defensa con Taiwán, es previsible que de producirse una guerra, en función de aquel cambio citado, EE. UU. se implique. Es que si no lo hiciera, la hipotética victoria de China supondría su automática expulsión del Pacífico y la confirmación de su declive, ya por muchos certificados tras lo que vimos en Afganistán. Los que vienen serán años peligrosos. Y con riesgos para todos.  

DM-¿Cuáles son para usted las condiciones internas chinas que influyeron, hasta el momento, sobre su decisión de mantener vínculos pacíficos con Taiwán? 

La apuesta por el desarrollo de vínculos pacíficos con Taiwán es una característica que diferencia al denguismo del maoísmo. El xiísmo es una profundización de la política de reforma y apertura y, por lo tanto, implica una importante dosis de continuidad con el enfoque de Deng Xiaoping, aunque con ajustes. Sin embargo, debemos tener en cuenta el importante cambio experimentado en el contexto interno e internacional. Lo determinante en el xiísmo es la ‘revitalización de la nación china’, es decir, el cierre de la época de la decadencia y, por lo tanto, la recuperación del signo histórico que hizo de China la principal potencia global. La estrategia para completar la modernización, con ese horizonte del segundo centenario (2049) es inseparable de la reunificación. Y ahí, Taiwán, tras Hong Kong y Macao, cierra un ciclo. En ese contexto, la apuesta por una vía pacífica sigue vigente. No obstante, bien es verdad, la coyuntura estratégica puede imponer giros de otro cariz. Hoy por hoy, consumar la reunificación con Taiwán equivale en cierta medida a referenciar el inexorable declive de la influencia de EE. UU. en la región.  

Pero lo que China y el PCCh siguen necesitando es estabilidad para centrarse en el desarrollo, que sigue siendo su preocupación máxima porque la segunda potencia económica del mundo tiene aún muchas taras por encarar y resolver. Ello le exigirá 20-30 años más, al menos para cohesionar su estrategia y completar el ambicioso objetivo de la modernización. Esa demanda de estabilidad excluye las guerras, por supuesto. Xi ejemplificó su apuesta pacífica con la cumbre con Ma Ying-jeou en 2015. Y la opción prioritaria hoy, en ese marco, es evitar que Taiwán se deslice hacia la independencia de iure. Aunque Xi dijo en 2013 que este asunto ‘no puede ser dejado de generación en generación’, la paciencia estratégica china debiera prevalecer ante la ansiedad estratégica de EE. UU.  

En la misma línea, al PCCh le convendría hacer más por reflexionar sobre la idoneidad de algunos conceptos propuestos para resolver este problema y que quizá requieran de cierta actualización a la vista del rechazo provocado en la isla, no solo entre los secesionistas sino incluso entre los propios partidarios de la unificación.  

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