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¿Nueva guerra del Sahara? Una catástrofe geopolítica

La estrategia se ubica en el nivel de las decisiones políticas, se caracteriza por la racionalidad e interdependencia de los actores, se encuentra inmersa en la incertidumbre de los actores y busca conservar la libertad de acción, mediante la dialéctica de voluntades. Se ocupa de operacionalizar objetivos.

El conflicto, cada actor interactúa con él/los otro/s actores en busca de resolver su situación a través de un proceso de comunicación, que podrá ir desde una simple expresión oral, una actividad, un gesto o una combinación  de ellos.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina.


La manera en se utilicen estos instrumentos, es lo que se da en llamar la MANIOBRA. De esta forma se busca influir en la mente de su contraparte, de la manera que mejor le convenga a sus intereses. Vista asi, la guerra no es más que una forma de comunicación dramática, la última instancia de diálogo entre competidores.  En consonancia con estas palabras, Clausewitz dijo que la guerra era la continuación de la política por otros medios.

En el marco de la grave crisis desencadenada por Marruecos, al expulsar al componente civil de la MINURSO, sin ninguna duda está “comunicando” sus intenciones. A ello se suma los mensajes dados desde la RASD ante esta reacción de Rabat ante la visita del Secretario General de Naciones Unidas.  

Es por ello consideramos sobre la base  de un autor clásico del pensamiento estratégico argentino, explicar la crisis y considerar que la guerra, sería una tragedia geopolítica de proporciones.

En un tiempo la estrategia estudiaba el uso de los medios como su objetivo, para luego pasar a mediar sobre los fines que perseguía con la utilización de los medios asignados.

Por ende la guerra sería un medio para el logro de mejores condiciones para la paz preexistente, visualizada como un fin. Se genera una cadena de objetivos, donde la victoria de una batalla – nivel táctico –  resulta ser un medio para alcanzar un bien superior (la paz en el nivel estratégico).

Es preciso para que se materialice debe existir una relación racional entre los medios que uno posee y los fines que persigue, en interdependencia con los fines  y medios de los participantes.

La adecuación de medios que uno dispone a los fines que persigue se llama Racionalidad estratégica. Algo que brillantemente manejaron los saharauis en los días de la Guerra de liberación. El liderazgo de la RASD, sabiendo que los medios eran inadecuados para imponer una decisión unilateral, los empleó para llegar en las mejores condiciones para negociar.

Así Marruecos aceptó el Plan de Arreglo de 1991.  Ahora observamos como Marruecos hace “estrategia” para la prosecución de sus propios fines, evitar a toda costa cumplir con el Plan de Arreglo y desencadenar un conflicto que termine la eliminación de su adversario: la RASD.

La estrategia se ubica en el nivel de las decisiones políticas, se caracteriza por la racionalidad e interdependencia de los actores, se encuentra inmersa en la incertidumbre de los actores y busca conservar la libertad de acción, mediante la dialéctica de voluntades.  Se ocupa de operacionalizar objetivos. Un objetivo es operacional, cuando puede lograrse  un efecto deseado sobre el mismo con las capacidades de los recursos de que se dispone.

En este conflicto tan complejo, como es el caso saharaui, observamos como los actores por su interdependencia, circunstancia que no solo afecta a Marruecos – Frente Polisario/RASD, sino que intervienen otros actores: Argelia, Mauritania, España, Estados Unidos, Francia, al Qaeda en el Magreb Islámico o AQMI.   

En el marco de las distintas crisis generadas los últimos años, observamos que Marruecos ha lanzado una maniobra muy clara, en el marco de buscar una escalada del conflicto. Por ejemplo, con la expulsión del componente civil de la MINURSO, las manifestaciones armadas por Rabat contra el Secretario General de Naciones Unidas, los abusos en el proceso de Gdeim Izik, donde también juristas, periodistas que vinieron como observadores, fueron expulsados y maltratados, los acuerdos de asistencia militar con Arabia Saudita y los grandes contratos militares con Estados Unidos, China, Francia, son claros mensajes que el “actor” Marruecos busca escalar el conflicto.  

En cuanto a su motivación, en el lenguaje estratégico actúa como un halcón, frente a otros actores que claramente tienen una “aversión al riesgo” y en otros casos como Estados Unidos y Francia existe una clara “empatía”.

En la teoría estratégica, en el término “poder” es la relación que se genera entre dos actores, basada en la dependencia que existe entre los fines de unos con los medios del otro.  Por ejemplo, la teoría nos explica que un actor X tiene poder sobre Y cuando los fines de éste último dependen de los medios del primero, o sea Y depende de los medios de X, con lo cual X puede influir con sus medios sobre Y para lograr sus fines.

Un ejemplo claro es la relación hispano – marroquí, donde claramente Rabat ejerce poder en los ámbitos político y económico sobre España.

Otra perspectiva sobre el poder, es el grado de libertad de acción, que no es más que el grado de poder que tiene el actor sobre otros. En el caso de Marruecos, este nivel es elevado.

Por otra parte el nivel de vulnerabilidad, representa el grado de poder que tienen otros actores sobre lo que denominaremos el “protagonista”, siendo este caso, Marruecos.  Su nivel es bajo, en atención con la libertad con que maniobra este actor e influye en las decisiones de otros actores.  Rabat influye a Francia y Estados Unidos, impidiendo reacciones negativas a sus intereses, como también a Madrid, que ha optado por mantenerse al margen del conflicto, o por lo menos en apariencia.

La relación de fuerza es el vínculo entre dos actores basada en el balance entre la fuerza de sus medios de cambio. La relación de fuerza contribuye a estimar el sentido de la orientación de poder. En el caso de Marruecos – RASD, la relación de fuerza es superior frente al segundo caso, no se refiere solo a la capacidad militar, sino a los medios de cambio de otros ámbitos: político, económico.

El escenario del conflicto se desarrolla en varios ámbitos: Naciones Unidas, Unión Europea, Unión Africana, además del escenario geográfico del Magreb. En cuanto a las reglas del juego, tenemos el Plan de Arreglo de 1991, la Carta de las Naciones Unidas, las resoluciones de Descolonización y el régimen de derecho internacional humanitario y de derechos humanos.

Que como observamos Marruecos, solo respeta en parte, a fin de no “sacar los pies del plato” y obligar que otros actores se vean obligados actuar en su perjuicio. Sin ninguna duda tiene una gran habilidad en la comunicación, impidiendo conocer o develar públicamente sus reales intenciones.

Marruecos ha delineado una política, con una serie de maniobras con objetivos claros sobre los diversos actores involucrados, teniendo como horizonte impedir que se lleve a cabo el proceso de autodeterminación del pueblo saharaui. 

La política sobre el Sahara se caracteriza por tener un nivel de control total, como se puede observar con la instalación de colonos, expolio de recursos, imposición de una administración y leyes ajenas al régimen previo a la ocupación, en coalición con Estados Unidos y Francia, sostenedores de la política marroquí en la zona.

En cuanto a la maniobra abarca una serie de pasos que debe tomar el decisor, en este caso el régimen de Rabat. Por un lado tenemos intenciones bien claras en relación al Sahara Occidental. Existe una relación de costo beneficio, que dado la condición de halcón tiene una inclinación natural a sumar todo en beneficio propio, al costo del resorte del uso de la fuerza, si así fuera necesario.  En cuanto a las opciones, hay una clara identificación de competencia, donde Marruecos asume el riesgo de escalada, ámbito deseado por Rabat. 

Entre las opciones adoptadas encontramos la persuasión, siendo ejemplo de ello la negociación diplomática y el armisticio de 1991. Esto está orientado a actores de peso como Argelia y también frente a Estados Unidos, ante los intentos de cambiar las reglas de juego vigentes en la MINURSO.

Rabat apela a la diversión, observándose que busca disfrazar los fines propios para distraer medios ajenos.  Ejemplos de ello lo observamos con el vínculo con España, donde el doble discurso es un elemento habitual y porque no con Argelia, principal rival en el Magreb. 

La coacción  es aplicada hacia la RASD y Mauritania, también aplicadas en ciertos momentos a España, donde se viven climas de guerra fría (deterrence), armamentismo por parte de Rabat y acciones desestabilizadoras (como en el caso de Mauritania), el manejo con refugiados y migraciones clandestinas. Finalmente los actos de fuerza que pueden derivar en guerra, aquí Marruecos ha realizado expulsiones, amenazas de boicot comercial (caso IKEA con Suecia).

Los mensajes de Rabat son claros, donde el contenido establece que existe una negativa rotunda aceptar cualquier otra solución al conflicto, que no sea el reconocimiento de la marroquinidad del Sahara. La autoridad del mensaje esta apoyados por 160.000 soldados en las zonas ocupadas y 2.700 km de muros defensivos, siendo argumento de ese mensaje, la posibilidad de un conflicto armado si no se aceptan las condiciones impuestas. No hay otra salida que un Sahara Marroquí.

Los esfuerzos se materializan por el despliegue de medios militares, fuertes inversiones en defensa, el traslado de millares de colonos marroquíes, a fin de eliminar la identidad saharaui.

A grandes rasgos, sin entrar en profundidad sobre la teoría estratégica, observamos que Marruecos claramente puede influir a los diversos actores que actúan en el conflicto. Asimismo su relación con Arabia Saudita, le facilita recursos para sus acciones, y de alguna manera es funcional a los intereses sauditas.

Esto puede ser empleado como un arma de coacción, fomentando determinados grupos islamistas que rechazan de plano las posturas laicistas y nacionalistas del Frente Polisario, que pueden pretender instalarse en las zonas controladas por la RASD, Mauritania y la propia Argelia, desgastando a sus oponentes, con la distracción de recursos/esfuerzos.

Marruecos cuenta con una coalición, apoyada por Estados Unidos y Francia, que intervienen a su favor en escenarios como la UE y las Naciones Unidas, limitando la libertad de acción de la RASD, llevándola a su “juego” el de escalar un conflicto con claras intenciones de ocupar la totalidad del territorio saharaui y eliminar la RASD. 

A ello se suma que en el escenario, la coalición favorable a la RASD se encuentra en una seria crisis interna – Argelia – por la sucesión presidencial, unido a factores económicos como la caída del precio del crudo y la presencia de poderosos actores no estatales en Libia y en sus propio territorio: AQMI, ISIS, etc.

La guerra seria una tragedia geopolítica, dado la superioridad marroquí y sus apoyos. Facilitaría el ingreso de AQMI, con consecuencias inimaginables. Ejemplo, el caso Malí, donde los separatistas tuareg, fueron desplazados por el yihadismo y ahora tuvieron que aceptar con el fin de garantizar su supervivencia un estatus autónomo dentro de Malí.

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Magreb Islámico o AQMI.   


El juego de Marruecos es claro, ir a la guerra, generar el caos con el ingreso de terroristas, que llevará a la comunidad internacional (léase Estados Unidos y sus aliados) a imponer una solución basada en el Plan Baker (solo para mantener las apariencias de buena voluntad), al considerar al Frente Polisario como un actor débil e incapaz de hacer frente al terrorismo, financiado y apoyado por actores que buscan tener un papel de liderazgo en el mundo árabe.

Rabat considera que la debilidad interna de Argelia (siempre según la óptica marroquí) y la amenaza muy seria de los grupos extremistas en Libia, impedirá que reaccione a tiempo y llegado el caso acepte un plan de paz que le garantice su seguridad en el frente occidental.

La RASD en el marco de la “dialéctica de las voluntades” debe dar señales en busca de un impasse a fin de consolidar su propia posición en la zona liberada. Impedir la salida de Naciones Unidas y llegado el caso extender la coalición a otros actores africanos, llevando el conflicto de lleno a otros escenarios: América Latina, CELAC, Unión Africana.

En este último caso debería abogar por un cambio en el proceso de paz: la conversión de una simple misión de mantenimiento de paz, por una operación de peacebuilding en la zona liberada, incrementando la presencia de agencias internacionales, cooperantes y también el establecimiento de legaciones extranjeras, reduciendo la vulnerabilidad propia. 

Asimismo es imprescindible explotar acuerdos no formales en materia de lucha antiterrorista, a fin de consolidar nuevas coaliciones, también incluir nuevos interlocutores y nuevos actores para promover acercamientos con países centrales. Acuerdos con Mauritania sobre cooperación económica son imprescindibles, a fin de dar utilidad al enclave de La Güera.

La maniobra de la RASD debe orientarse a incrementar nuevos reconocimientos como Estado y buscar ayuda destinada hacerlo viable económicamente. Las principales opciones son de cooperación, a fin de incrementar canales de comunicación, exponer el drama saharaui al mundo y poner en evidencia las reales intenciones de Marruecos, como factor de desestabilización regional. Creemos que el objetivo de ser Estado Observador de las Naciones Unidas es factible en el mediano plazo, si se trabaja en ello, y su impacto político será notable.

El juego de Rabat con sus intenciones desestabilizadoras puede tener consecuencias que se extenderían no solo al Magreb, sino fuera de el, que puede atraer otros actores, como el caso sirio, con consecuencias mucho peores a las descriptas.

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