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“Rebelión” a la chilena

El lado oscuro del modelo chileno, es una clase política que no se renueva, la falta de reformas estructurales, para adaptar la Constitución vigente – herencia del régimen dictatorial de 1973-1990 – y la desigualdad acusada que existe entre diferentes sectores. Salud y educación, varían según el poder adquisitivo del ciudadano.

El mundo observa con sorpresa las protestas en Chile, con estallidos de violencia. La tensión reinante llevó al gobierno del presidente Piñera a decretar el estado de emergencia y el toque de queda.

Los Carabineros – policía de seguridad y orden público – se han visto desbordado por el accionar de grupos violentos.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro Director Diario El Minuto


Esto llevó a la movilización del Ejército, que dado la magnitud del problema, el ministerio de defensa, convocó a reservistas.

En este contexto, desde Venezuela, los referentes del régimen, como el presidente Maduro y el presidente de la Asamblea Constituyente, Diosdado Cabello, hablan de “vientos bolivarianos”. No cabe duda que existen actores claramente interesados en desestabilizar Chile.

Chile durante décadas fue el “alumno” ejemplar.

Los éxitos de la “economía abierta” han significado una moderada tasa de crecimiento (2.5%), una elevada renta per cápita (ronda unos 25.000 US$), moneda estable y el acceso de los productos agrícolas chilenos al mundo.

El país cuenta con una excelente imagen internacional, con fuertes lazos con Estados Unidos y la tradicional alianza con el Reino Unido.

No obstante ello, a pesar de la reducción de la pobreza y los logros en materia de estabilidad institucional y económica. El país tiene pesadas deudas internas, especialmente en materia socio económica.

El lado oscuro del modelo chileno, es una clase política que no se renueva, la falta de reformas estructurales, para adaptar la Constitución vigente – herencia del régimen dictatorial de 1973-1990 – y la desigualdad acusada que existe entre diferentes sectores. Salud y educación, varían según el poder adquisitivo del ciudadano.

Las jubilaciones en manos de entidades privadas, generan que millares de chilenos cuando se jubilan, apenas tienen para subsistir. El 50% de las familias de Chile accede apenas al 2.1% de la riqueza, el 1% se queda con el 26% del PIB, la mitad de los trabajadores gana el salario mínimo.

El 70 por ciento de la población gana menos de 770 dólares por mes, el precio de las viviendas en Santiago se disparó en 150% en los últimos diez años. La clase media esta precarizada, no hay una red de de protección social del Estado. Se estima que el 75% del ingreso promedio familiar, lo conforman deudas, para financiar bienes de consumo, educación y salud. 11 millones de los 18 millones de chilenos tienen deudas.

El costo de vida es alto y loa magros ingresos de sectores medios y bajos son engullidos por el transporte, alquiler de vivienda y servicios públicos. La falta de reformas en materia social, creó las condiciones para el “reventón” social, que el actual gobierno conservador de Sebastián Piñera, robustecido aparentemente por el reciente triunfo electoral, no supo ver el problema que subyacía desde hace décadas.

La crisis en materia de representación, dado que ningún partido con representación legislativa, tiene incidencia en los millares de manifestantes y grupos radicalizados que explotan esta situación a su favor.

Existe en dichos partidos, mas allá que se dicen llamar de derecha o izquierda un consenso sobre el “modelo” económico y también político que rige los destinos del país desde 1990.

El clima de tensión que estallaba de tanto en tanto, especialmente con manifestaciones estudiantiles, criticando severamente el modelo vigente de educación, precisaba una chispa, para que explotara y el país viva más de una semana con millares de ciudadanos en las calles protestando.

El alza del costoso boleto de subterráneo – o Metro como dicen en el país trasandino – fue del detonante para que la sociedad saliera a las calles. Junto a ellos grupos radicalizados, que en apariencia no tienen una conducción orgánica, que han generado destrozos, incendios y saqueos.

El accionar de estos grupos, motivó al gobierno a decretar el Estado de emergencia y el toque de queda. Prueba de la magnitud del problema. El gobierno en su respuesta a la crisis, cometió varios errores, al subestimar la situación. El problema es que los movimientos sociales que han salido a la calle, están fuera del sistema político tradicional y es muy complicado encontrar interlocutores válidos.

Asimismo quienes se han movilizado en las principales ciudades del país, además de la capital, Santiago, son desde estudiantes, grupos feministas, críticos al sistema de pensiones y sectores medios, consecuencia del crecimiento económico 1990-2000, pero que se encuentran en una situación

siempre endeble, dado que para acceder a buenos servicios de salud y educación, deben hacerlo en el ámbito privado e hipotecar parte de sus vidas para financiarlos.

Las protestas en Chile se caracterizan por ser un movimiento de carácter horizontal, donde no se identifica un liderazgo claro. Recuerda a los “chalecos amarillos” franceses y las protestas pro democracia en Hong Kong.

El estallido de esta crisis ha sorprendido al gobierno de Chile, especialmente si observamos su respuesta. Se observaron falencias a la hora de prevenir desmanes, especialmente con saqueos de hoteles, centros comerciales, incendios, actos vandálicos diversos, que incluyeron graves destrozos en la red de Metro.

Recuperación de la infraestructura pública costará el equivalente ...

Se observaron falencias a la hora de prevenir desmanes, especialmente con saqueos de hoteles, centros comerciales, incendios, actos vandálicos diversos, que incluyeron graves destrozos en la red de Metro.


En este grave contexto, el gobierno decidió dar marcha atrás con el alza de tarifas, instar a un diálogo nacional, se encuentra en el país, la avanzada de la delegación del presidente Trump, dado que Chile será sede del Foro Asia Pacífico.

No cabe duda que la cuestión seguridad ante esta crisis, genera honda preocupación a los jefes de Estado que concurrirán a la cita. La imagen de normalidad que quería dar el gobierno de Chile, se ha visto deteriorada por estas movilizaciones.

Los miles de detenidos y decenas de muertos han servido de argumento para que el régimen de Caracas, criticara abiertamente a Chile, lo que llevó a decir tanto al presidente Maduro como su “hombre fuerte” Diosdado Cabello hablar de vientos “bolivarianos”.

¿Oportunismo? ¿Prueba de injerencia en el conflicto chileno? ¿Escenario de guerra social como habla el Foro de San Pablo?.

Es sabido que el gobierno de Piñera ha tenido un papel muy crítico dentro del llamado Grupo de Lima, y se ha dado la ocasión para devolver “el guante” por parte del régimen chavista. A nuestro entender, la crisis social de Chile, ha sido aprovechada por actores radicalizados, que buscan que la respuesta del Estado sea lo más violenta posible, para explotarlo para sus fines y generar más caos.

Creemos que hay una combinación de actores, que van desde grupos antisistema, sectores políticos marginales, movimientos sociales y agitadores profesionales, que explotan el descontento de la sociedad Es por ello que la respuesta de las fuerzas de orden público deben ser medidas y evitar desbordes que pueda beneficiar al discurso de los violentos.

Esto fue percibido por el Ejército chileno – golpeado estos meses por escándalos de corrupción de altos mandos – que ha tenido una respuesta adecuada. Sin ninguna duda el alto mando tiene ante sí el desafío de desarrollar una doctrina acorde a crisis de seguridad interna.

El viernes 25 de octubre, Santiago fue objeto de una impresionante movilización de protesta, que dio la vuelta al mundo, con un millón de participantes. Los camioneros bloquearon la capital exigiendo baja en las tarifas de la red de carreteras privatizadas.

El presidente Piñera ha pedido la renuncia de todo el gabinete y prometió terminar con el Estado de emergencia.

La población sigue movilizada y ello prueba la crisis de legitimidad que tienen referentes políticos tradicionales. De alguna manera se asemeja a la crisis argentina de 2001. Esto demanda un diálogo nacional donde participen activamente partidos políticos y entidades representativas de la sociedad chilena, como personalidades, fuera de la política que gocen de prestigio o reconocimiento social.

Por las características de las movilizaciones, tendrá un valor importante crear a nivel municipal, mesas de diálogo, e instrumentar desde este nivel de gobierno respuestas a los problemas de los menos favorecidos.

Chile es una economía abierta, afectada sin ninguna duda por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que le ha generado crecimiento y reconocimiento internacional. Esto puede ser una oportunidad, para que los beneficios que genera este modelo, lleguen a la mayor parte de la población.

El fortalecimiento de la clase media, promover su expansión, será factor clave para la estabilidad y paz social del país.

Los líderes chilenos deben dar una respuesta las demandas sociales, especialmente en materia de salud, educación para que sean accesible a toda la sociedad, prestando servicios de calidad y compita con el sector privado en excelencia.

Debatir el sistema de pensiones y tal vez hablar de un sistema mixto, donde el Estado garantice un mínimo de ingresos a jubilados y pensionados, es una discusión que debe darse en el país.

También ha llegado la hora reflexionar sobre la institucionalidad del país. Una gran reforma política que acerque el Estado a todos los chilenos, con servicios de calidad y transparencia. Evitando caer en el riesgo del ascenso de liderazgos populistas y alejen a Chile de una democracia que tanto costó construir.