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Una espina “rusa” clavada en el medio de la OTAN: Kaliningrado

El Minuto | En el marco de la guerra de Ucrania, los estados miembros de la Unión Europea, adoptaron sanciones de diverso tipo, una de ellas generó tensiones entre Rusia y Lituania, por la cuestión del enclave de Kaliningrado. Resabio de la Segunda Guerra Mundial que quedó en manos de Rusia luego de la implosión de la Unión Soviética.  La fuerte presencia militar rusa ha generado siempre tensión con sus vecinos de Polonia y Lituania.

Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto Argentina

En junio de 2022, el gobierno lituano bajo el argumento de aplicar sanciones de la UE, bloqueó el tránsito de determinadas mercaderías, desde Rusia hacia el enclave de Kaliningrado: carbón, metales y elementos tecnológicos. Este tipo de productos son la mitad de las importaciones del territorio. La situación se agravó con la posibilidad que el bloqueo se extendiera al gas y petróleo. La respuesta de Rusia fue que no identificaría las mercaderías que van hacia Kaliningrado y a emplear el mar como medio de conexión, evitando los bloqueos de sus vecinos. Este incidente puso los ojos del mundo, ante este particular territorio.

En 1255, fue fundada la ciudad de Königsberg (hoy la ciudad de Kaliningrado), sede de la Orden de los Caballeros Teutónicos, que extendieron su poder en los actuales países Bálticos y el territorio del antiguo reino de Prusia.  En 1525, el Gran Maestre de la Orden, Alberto, gracias a la Reforma protestante, se hizo con los territorios, ya como duque de Prusia. La capital del ducado, fue Königsberg. En 1618, el territorio fue heredado por la Casa Hohenzollern, unificando los territorios de Brandeburgo y Prusia, que alcanzó la plena soberanía en 1657.  En 1701, el Ducado dio paso al Reino de Prusia, que con el tiempo se convirtió en una potencia militar.

El territorio fue escenario en la Primera Guerra Mundial, , de la famosa batalla de Tannenberg – en 1914  – victoria para las armas alemanas frente al ejército del imperio ruso.  Hasta  1918, el territorio de lo que es hoy el enclave de Kaliningrado, formaba parte del Imperio Alemán, dentro del reino prusiano. La conexión con Alemania quedó rota, con la creación del “corredor polaco” que permitía la salida del mar a la renacida república polaca y la Ciudad Libre de Danzig.  La guerra golpearía la vieja ciudad de Königsberg, a partir de 1944 con la ofensiva del Ejército Rojo en el frente del Este. La ciudad fue sometida a intensos bombardeos generando la destrucción de valioso patrimonio histórico y con millares de víctimas. En 1945, se libró la batalla del mismo nombre entre las fuerzas de la Unión Soviética y el III Reich, entre los meses de enero y abril de dicho año. Finalmente, a pesar de la orden de Hitler de resistir a ultranza, el comandante alemán, general Otto Lasch, se rindió ante los soviéticos, a cambio de trato humanitario a prisioneros y ayuda a la población civil. Esto solo duro un breve tiempo, la violencia perpetrada por los soviéticos, especialmente contra mujeres y niños, empujó a millares de alemanes hacia el oeste.

La Conferencia de Potsdam, que dibujó el mapa de Europa, dejó parte del territorio de Prusia Oriental en manos soviéticas, dando origen al enclave. Entre 1945-47, 200.000 alemanes que todavía quedaban en la región, fueron expulsados y cualquier rastro cultura e historia alemana fue borrado. La antigua y germana Königsberg, ahora iba ser la soviética y rusificada Kaliningrado, en honor al presidente de la Unión Soviética, Mijail Kalinin.  El territorio se incorporó como un oblást o “provincia” de la República Federativa Socialista Soviética Rusa.  Por su posición geográfica, se convirtió en una importante base naval, con una fuerte guarnición militar, que permaneció tras la disolución de la Unión Soviética, pero con el tiempo se fue reduciendo. Desde 1991, la situación cambió radicalmente, al convertirse en un enclave aislado del resto de Rusia, con la independencia de la vecina Lituania.  Hoy día es un oblást o sujeto federado de la Federación Rusa, con 15100 km2 y una población de un millón cien mil habitantes.  El régimen especial ha facilitado el impulso de la industria, especialmente la electrónica, célebre por la producción de televisores, como el montaje de automóviles, astilleros, pesca y la producción de ámbar, estimándose que están el 90% de las reservas mundiales de este preciado producto está en el enclave.

En 1997, Rusia y la Unión Europea alcanzaron un acuerdo, que permitió a Moscú ser considerada una “Nación Más Favorecida” en materia comercial. Rusia en un intento de impulsar la economía local, declaró zona económica especial, con facilidades para la radicación de empresas y utilizarlo como un “puente” con el lucrativo mercado europeo.  Para el Kremlin era – y lo sigue siendo – de vital importancia garantizar la libertad de circulación de mercancías y personas. Este aspecto generó mayores resistencias por parte de Lituania, seguramente motorizadas o sustentadas de manera indirecta por parte de Polonia. Finalmente, hacia 2003, se adoptó un documento simplificado para facilitar el tránsito de pasajeros entre Rusia y el enclave. Los intentos de convertirlo en una suerte de “Hong Kong” ruso fracasaron, por cuestiones tanto jurídicas como políticas.  Los estados bálticos, como Polonia, no ven con buenos ojos que dicho espacio ruso se pueda transformar en polo de atracción geopolítica y, por ende, se traduzca en una mayor influencia del Kremlin en el Báltico.Su accionar ha sido limitar cualquier maniobra para el desarrollo de Kaliningrado.

En 2016, Moscú retiró el estatus especial de zona de libre comercio, como consecuencia del enfriamiento de las relaciones con Occidente.  Previo a la anexión de Crimea, el anuncio de Estados Unidos del despliegue de un escudo antimisiles, llevó a Rusia a incrementar la presencia militar en el enclave, siendo una de las primeras medidas el despliegue de misiles tácticos Iskander E de 500 km de alcance. Dado que el enclave está libre de hielos todo el año, allí tiene su base la Flota del Báltico rusa.  

Los estados bálticos ven con preocupación desde la crisis de Crimea en 2014, dado la existencia de minorías ruso parlantes en Narva (Estonia) y Daugapvils (Letonia), así como la región de Latgale (Letonia). En el caso de Estonia, dado la política que tiene dicho país hacia la población ruso parlante, se ha considerado de tipo discriminatoria. El acceso al pasaporte estonio, depende del grado de conocimiento del idioma nacional. Se estima que el 10% de los rusos en Narva, no tienen ciudadanía ni de Estonia, ni de Rusia. A pesar de no existir tensiones con dicha minoría, Tallin, sigue nervioso, ante cualquier intento de Moscú de emplear las poblaciones ruso parlantes para una intervención indirecta.

La desconfianza está presente desde 2017, cuando aliados de la OTAN desplegaron medios aéreos y terrestres para la protección de sus socios bálticos. Mientras Estonia teme por una quinta columna, Lituania y Polonia, observan con preocupación el llamado Corredor de Suwałki, que conecta Bielorrusia con el territorio de Kaliningrado a lo largo de la frontera entre los países citados. Este consiste en un área de pantanos donde lo atraviesan dos carreteras, una línea de tren que conecta a polacos y lituanos. Es un área que solo está a 70 km de la frontera con Bielorrusia. En su momento Rusia, intentó ejercer algún tipo de presencia, pero no pudo llevarse a cabo. Lo único que logró el Kremlin un acuerdo de circulación en 2003 con la Unión Europea.

La probabilidad de una anexión del Corredor es remota, dado que implica un acto hostil hacia dos socios de la OTAN. Este escenario está fuera de discusión, pero ello no impide que sea un área de tensión permanente. Las medidas aplicadas por Lituania, generaron una seria advertencia por parte del gobierno ruso, a través del presidente del Consejo de Seguridad, Nikolai Patrushev. La escalada verbal, se tradujo, al parecer con el despliegue de armas nucleares en el enclave, según ha denunciado el gobierno lituano. Su valor estratégico se incrementa sustancialmente, dado que, con el ingreso de Suecia y Finlandia, el Mar Báltico, es un espacio controlado por países de esta alianza, abiertamente hostiles a Moscú. 

Estamos ante un área con una creciente presencia militar, en un espacio reducido, que gracias al despliegue de determinados medios que potencian las capacidades en materia de estrategias anti acceso/denegación de área, ha impulsado a los estados vecinos a incrementar sustancialmente sus gastos de defensa, que sin ninguna duda impactará en sus economías. Es la respuesta rusa, junto a otras acciones, ante las sanciones impuestas por la guerra de Ucrania que ya genera en la población europea malestar, por las consecuencias para sus bolsillos.

El sueño de convertir el enclave de Kaliningrado en un centro de comercio regional y cooperación, se ha convertido en una “espina” para la OTAN, en el marco de la nueva Guerra Fía que vive actualmente el mundo.

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