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Wladimir Putin: Un Zar para todas las Rusias

El pasado 1 de julio de 2020, 109 millones de rusos fueron a las urnas para votar más de doscientas reformas a la Constitución de la Federación Rusa. Los medios hicieron referencia a la posibilidad que el presidente Vladimir Putin pueda ser reelecto nuevamente al frente de la jefatura del país.

El pasado 1 de julio de 2020, 109 millones de rusos fueron a las urnas para votar más de doscientas reformas a la Constitución de la Federación Rusa. Los medios hicieron referencia a la posibilidad que el presidente Vladimir Putin pueda ser reelecto nuevamente al frente de la jefatura del país.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director Diario El Minuto para Argentina.


Su permanencia en el poder sin ninguna duda lo convierte en el líder más importante que tiene Rusia en el siglo XXI y artífice de convertir a dicho país es una potencia de proyección global, superando hábilmente su debilidad económica frente a sus adversarios y competidores geopolíticos.

En marzo de 2018 hubo elecciones presidenciales en Rusia. El ganador, sin ninguna era una vez más, Vladimir Putin con el 76.66% el mejor resultado de su carrera política. Las elecciones, mas allá de las formalidades y la existencia de “alternativas” recordaron a los tiempos soviéticos, donde los comicios eran una suerte de formalidad, para ratificar simbólicamente un liderazgo ya consolidado.

Putin tiene gravitación en la política rusa, ya sea como primer ministro o presidente hace veinte años. Superó con suma habilidad los tiempos del presidente “etílico” Boris Yeltsin. Se impuso a los poderosos dueños de las empresas rusas privatizadas – por decir de alguna manera de quienes se apoderaron de ellas – con comportamientos mafiosos.

Más de uno tuvo que irse, otros terminaron tras las rejas. La humillación de Chechenia, fue superada, con puño de hierro, lo que sin ninguna duda le granjeó popularidad, como respeto fuera de las fronteras nacionales.

La crisis del submarino Kursk, donde los expertos se cansaron de hablar de una Rusia militarmente débil, salvada gracias a su inmenso arsenal nuclear, que permitió tener cierto grado de presencia internacional, fue superada con suma habilidad.

Rusia, gran exportador de armamento y tecnología de defensa puntera, llevó a cabo una importante reforma de su sistema de defensa, donde la doctrina sobre guerra híbrida, permitió llevar a cabo golpes maestros, como el caso de Crimea, incorporada en 2014 y el conflicto con Ucrania, donde muchos consideran que tarde o temprano, las zonas controladas por milicias pro rusas, quedarán bajo el control directo de Moscú.

En el caso de Siria, puso en evidencia que las fuerzas armadas rusas habían alcanzado un alto nivel operativo y profesional, desempeñándose con suma habilidad en el escenario de guerra asimétrica de dicho país. Este golpe maestro de Rusia en el plano geopolítico y militar en Siria, le permitió convertir a Moscú en un actor clave en el Oriente Medio, como en tiempos soviéticos.

Rusia, su retorno a la “arena” internacional y nuevos viejos conflictos-

Vladimir Putin prometió hacer retornar a Rusia al rol de potencia. Económicamente hablando, el país es vulnerable, dado que depende de la exportación de energía, pero que ha utilizado como un “arma” con Europa Occidental. Moscú ha retornado a la “arena” internacional gracias al talento estratégico de Putin.

Quien sabe identificar las oportunidades favorables y golpear al adversario en el momento oportuno, explota las debilidades del oponente, como también guardar silencio y mantenerse a la defensiva.

Rusia sufrió duros golpes, no solo por la pérdida de influencia en Europa del Este desde el fin de las guerra Fría, sino la invasión de Irak, la destrucción de la Libia de Gadaffi y luego, la guerra civil siria.

Rusia en este conflicto, decidió decir “basta”. En Siria, Rusia conserva la estratégica base de Tartus, vital para tener cierta presencia en el Mediterráneo. En el marco de este drama, cuando el régimen de Assad, acosado por la oposición (eufemismo de Occidente para los salafistas/terroristas de todos los pelajes ligados muchos al odiado Al Qaeda) estaba contra las cuerdas. Putin dio un triple salto mortal, asistió a su aliado en agonía y le dio “vida”.

Sorprendió a Estados Unidos, que quedó en medio de una polémica por la aparición del ISIS o Estado Islámico, feroz grupo genocida que asoló Irak y Siria, controlando vastos espacios, gracias a la anuencia de actores regionales y extrarregionales. El odiado Assad, ahora devenido en mal necesario, se transforma en una opción – opinión en voz baja de muchos expertos europeos – ante los grupos salafistas/islamistas, que podrían incitar llegado el caso a Israel, gobernado por “halcones” dispuestos a usar el arma nuclear, si creen que dicho estado corre peligro su existencia.

Rusia mantiene de alguna manera, a pesar de la creciente presencia china en el marco del llamado “Nueva Ruta de la Seda”, influencia en Asia Central. El esfuerzo de mantener su influencia es enorme, incluso ha promovido la llamada Organización de Cooperación de Shanghai, un mecanismo de seguridad regional, liderados por China y Rusia, especialmente preocupados por los intentos de la Casa Blanca de hacer pie en un área muy sensible para dichos países, especialmente desde 2001 cuando Estados Unidos en el marco de la Guerra global contra el terrorismo, se instaló en Afganistán (hoy convertido en un atolladero) y comenzó a proyectarse sobre países vecinos.

Moscú no hizo esperar su respuesta, como mantener un despliegue militar concreto y llegar a un acuerdo con China, un aliado, que Rusia busca contener a través de mecanismos de cooperación y ayuda militar, dado que este gigante extiende su influencia en áreas sensibles como Siberia, gran vacío estratégico.

La presión demográfica del gigante asiático es fuente de preocupación, agregándose la baja tasa de crecimiento vegetativo en Rusia, que impulsó al presidente Putin hacer un llamamiento a la población e impulsar valores tradicionales de familia.

Una suerte de búsqueda de regeneración moral. Algo que muchos sectores conservadores europeos ven con ciertas dosis de admiración y porque no envidia, dado que por ser “políticamente correctos” no se atreven a seguir el ejemplo ruso.

El Cáucaso fue otro escenario de colisión entre una OTAN que busca avanzar hacia el Este. Georgia, antigua república filo rusa, luego se convirtió en estrecho aliado de Estados Unidos. Sin tener en cuenta la existencia de conflictos con minorías nacionales abiertamente pro rusas. En 2008, Rusia luego de una serie de incidentes de frontera, barrió con el ejército georgiano y logró que Osetia del Sur se convirtiera de hecho en estado independiente. Las tensiones con la OTAN no cesaron.

Ahora el conflicto se trasladó a Ucrania, donde una serie de crisis políticas, terminando con el llamado “Euromaidán” en 2013. Amplios sectores de la población ucraniana se mostró favorable a integrar el país a la Unión Europea.

La caída del presidente pro ruso Víktor Yanukóvich, abrió las puertas a un gobierno favorable a integrarse a la OTAN. Algo inaceptable para los intereses rusos, agregándose que Ucrania es un país, donde más del 40% es rusoparlante.

Rusia concede el asilo a Yanukóvich, quien defiende que sigue ...

La caída del presidente pro ruso Víktor Yanukóvich.


Las regiones industrializadas del este de Ucrania, pobladas por rusos, sin ninguna duda perjudicados por la posible incorporación a la UE, estallaron en rebelión. Putin, hizo una gran jugada. La crisis de Crimea, en 2014, significaron sanciones económicas, que afectaron a Rusia, pero la anexión de este territorio (que fue ruso en tiempos soviéticos hasta mediados de los 50) formaba parte de un acto de vital importancia, desde lo geopolítico, por conservar la estratégica base naval de Sebastopol y dar una señal clara para los Estados ex soviéticos en relación a las minorías rusas.

La nueva Guerra Fría existe, prueba de ello es la presencia de la OTAN en los países Bálticos, la ayuda prestada al gobierno ucraniano contra los separatistas rusos en el este, donde han creado dos repúblicas, que libran una guerra con apoyo velado de Rusia.

El escándalo de la ataque químico contra el agente de inteligencia ruso (refugiado en el Reino Unido) Serguei Skripal, puso en evidencia la existencia de crecientes tensiones, entre Estados Unidos y parte de sus aliados con Rusia.

En mayo de 2020, Trump anunció la salida de Estados Unidos del Tratado de Cielos Abiertos – que permite a los países miembros realizar vuelos de reconocimiento de corto plazo, desarmados, sobre otros países – acusando a Moscú de no respetarlo, dado las restricciones para vigilar ejercicios militares y bases donde se presume que hay unidades de misiles nucleares que sean un riesgo para la seguridad de Estados Unidos.

Esta medida de la Casa Blanca afecta seriamente los mecanismos de control de armas y reduce aún más el margen de maniobra de los organismos internacionales, pero que desde la perspectiva de los intereses rusos pareciera ser una victoria.

¿América Latina? El reciente documento de estrategia de seguridad nacional, de Estados Unidos, habla claramente de riesgo el avance de la influencia rusa y china en la región. Algo que parece que los líderes de la región, no toman en cuenta, que mal que nos pese, tarde o temprano seremos campo de batalla de otros intereses.

La cuestión es saber por quién o quiénes, deberá tomarse partido. Las señales hacia la región son claras, van desde cooperación militar, hasta gestos de Moscú buscando el acercamiento con diversos países de la región, entre ellos la Argentina. La presencia de

un buque ruso, en la búsqueda del submarino San Juan en 2017, puso en evidencia que el Kremlin, tiene pensado incrementar su presencia en estas latitudes.

Reforma constitucional y pandemia

La reforma habilita al presidente Putin para postularse para las elecciones de 2024, y muchos hablan que su gobierno se prolongará hasta 2036(la reforma prevé dos períodos presidenciales de seis años). Su liderazgo es indiscutido. El 75% del electorado apoyó su paquete de reformas. Los cambios aprobados en el referéndum, abarcan el considerar el idioma ruso como lengua oficial – que generó reclamos de las minorías nacionales al respecto – considerar a Rusia heredera de la extinta Unión Soviética, la prohibición de ceder territorio nacional.

Eso se vincula, según observadores externos a la disputa por las islas Kuriles con Japón, la mención del nombre de Dios en la Constitución (a iniciativa del patriarca ortodoxo Viril), supremacía del derecho interno sobre los tratados internacionales como mecanismo de interpretación; defensa de la memoria histórica, especialmente con lo vinculado a la Segunda Guerra Mundial; rechazo a los matrimonios de personas del mismo sexo, dejando en claro que este solo se limita a la unión legal entre un hombre y una mujer; régimen de salario mínimo e incremento de jubilaciones y pensiones; protección de la cultura rusa y considerar al pueblo ruso, como “vertebrador” del Estado.

Esto es un signo de claro corte nacionalista. La reforma constitucional mantiene un fuerte liderazgo presidencial, al conservar el nombramiento de los jefes de seguridad, ministerio de exteriores, funcionarios judiciales y mayor control sobre el consejo de ministros.

La decisión de remover al primer ministro no será necesaria notificarla al Parlamento. El Consejo de Estado, cámara alta del Parlamento, formada por los titulares de las llamadas “entidades federativas”, tendrá mayor protagonismo en el diseño de políticas públicas, pero con fuerte influencia de la figura presidencial en este proceso.

El apoyo a las reformas, que tienen que ver con una mayor centralidad del poder, está relacionado con la respuesta del gobierno ruso a la crisis del coronavirus, que puso especial atención en subsidios a familias numerosas y desempleados, medidas de incentivo fiscal, impuesto a las grandes fortunas. Las medidas de apoyo inmediato se estiman en 40.000 millones de euros La pandemia afectó seriamente a Rusia, provocó una caída del 5% del PIB y dos millones de desempleados.

La respuesta fue un anuncio de medidas de estimulo por más de cien mil millones de euros, pero aún no hay definiciones para tocar el fondo nacional de 105.000 millones de euros, una suerte de seguridad anticrisis. Las críticas no se hicieron esperar, dado que Rusia es muy dependiente de la exportación de materias primas y energía, siendo su sector privado reducido en comparación con potencias como Japón, China o países de Europa Occidental.

Rusia post pandemia sin ninguna duda tiene serios desafíos: recesión económica, sanciones internacionales, el ascenso del aliado “incómodo” chino, el envejecimiento demográfico, la necesidad de reconvertir la economía en un mundo más competitivo y un claro retroceso de las organizaciones internacionales, que limitan los canales de diálogo. Putin hábil estratega, sabe de las vulnerabilidades de su país y es posible que la concentración de poder tenga que ver con los riesgos que tendrá que enfrentar Rusia.

Los críticos hablan de autoritarismo, si lo vemos con ojos occidentales. Rusia no es Occidente, tiene una cultura política muy distinta y una visión del mundo también diferente. El país busca poner en valor tradiciones y consolidar su identidad, que a lo largo de su historia, ese tipo de acciones siempre vinieron de la mano de un poder altamente centralizado y robusto.

Una vez más Putin ha superado el temporal de la pandemia, por lo menos en términos políticos, impulsó una reforma constitucional que consolida su poder, convirtiéndolo en una suerte de nuevo “Zar para todas las Rusias”.

No cabe duda que tiene su lugar ganado en la historia, repleto de polémicas, pero a pesar de los defectos aludidos, ha logrado sacar a Rusia al borde del caos, a ser considerado un actor de relevancia, no solo regional, sino global

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