El fracaso del “Gas a Precio Justo”: populismo disfrazado de política pública

Oed Marcelo Bustamante
Oed Marcelo Bustamante
Columnista | Diario el Minuto

El fracaso del “Gas a Precio Justo”: populismo disfrazado de política pública

La promesa del Gobierno del Presidente Gabriel Boric y su exministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, con el plan “Gas a Precio Justo” ha quedado expuesta como un ejemplo de improvisación, populismo y pésima gestión de recursos públicos. Lo que se presentó como una iniciativa emblemática para apoyar a las familias chilenas terminó siendo un completo descalabro que, lejos de beneficiar a quienes más lo necesitaban, evidenció la falta de seriedad y planificación en su ejecución.

Una promesa vacía: discurso sin sustancia

Cuando el Presidente Boric y sus ministros anunciaron este plan, el país escuchó palabras esperanzadoras: se invertirían $517 millones para que 100.000 familias pudieran acceder a gas a un precio accesible. Sin embargo, hoy sabemos que esta fue una promesa hueca. Según el informe de la Contraloría General de la República, no sólo el número de beneficiarios fue ínfimo –3.000 personas en total– sino que el dinero asignado no ha podido ser rendido ni localizado. ¿Dónde están esos recursos? Chile merece una respuesta, y la merece ahora.

Los costos de la irresponsabilidad

Uno de los puntos más escandalosos del informe es que cada cilindro de gas costó alrededor de $117.000 al Estado, un precio que supera varias veces el valor de mercado. Esto pone en evidencia no sólo la mala gestión del programa, sino también la ausencia de un análisis básico sobre los costos de implementación. La administración de este proyecto no sólo fue incompetente, sino que además irresponsable, especialmente considerando la crisis económica y las necesidades urgentes de la población.

Política pública o estrategia electoral disfrazada?

La cercanía de los plebiscitos en 2022 plantea dudas legítimas sobre las verdaderas intenciones detrás del programa. Más que una solución seria y bien estructurada para un problema real, “Gas a Precio Justo” parece haber sido una herramienta electoral, diseñada para ganar simpatías temporales en lugar de generar un impacto duradero. Se priorizó el rédito político sobre el bienestar ciudadano, y el resultado es el despilfarro de recursos públicos que podrían haber sido destinados a solucionar otras urgencias sociales.

La falta de rendición de cuentas

El actual gobierno y las autoridades a cargo del proyecto deben dar explicaciones. La Subsecretaría de Energía aún no ha restituido los recursos a ENAP, y las autoridades han sido incapaces de tomar medidas concretas para reparar los daños. La falta de una política clara y efectiva en este ámbito no sólo pone en peligro la credibilidad del Ejecutivo, sino que también refleja una desconexión preocupante con las verdaderas necesidades del país.

Lecciones urgentes para el futuro

Cuando las políticas públicas se construyen sobre discursos populistas y sin bases técnicas, los resultados son previsiblemente desastrosos. Este caso debería ser una advertencia para el actual y futuros gobiernos: las buenas intenciones no son suficientes. La gestión pública exige responsabilidad, planificación y una verdadera voluntad de servicio.

El fracaso del programa “Gas a Precio Justo” no sólo afecta a quienes esperaban beneficiarse de él, sino que también profundiza la desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones del Estado. Las palabras del diputado Marco Antonio Sulantay son claras y contundentes: cuando las cosas se hacen sin seriedad, los recursos del Estado se malgastan y las verdaderas necesidades de los ciudadanos quedan desatendidas.

Conclusión: Poesía política que sale cara

El Gobierno de Gabriel Boric y Giorgio Jackson no sólo fallaron en cumplir su promesa, sino que convirtieron un proyecto necesario en un bochorno público. Basta de poesía política que no resuelve problemas reales. Chile necesita más que palabras bonitas: necesita líderes capaces de gestionar con responsabilidad los recursos de todos. Es hora de exigir rendición de cuentas y aprender de este desastre para que nunca más las necesidades de la gente se utilicen como moneda de cambio político.

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