Chile: El Edén y el Futuro Esplendor

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He caminado por tierras distintas, donde la vida y la fe se ponen a prueba de maneras opuestas. En Israel, descubrí que cada piedra guarda la voz de los profetas, que el desierto florece gracias al esfuerzo y a la fe, y que la bendición divina se siente en lo cotidiano. Allí aprendí que un pueblo sobrevive porque nunca deja de creer en su destino, aunque lo rodee la guerra.

Por: Ariel Markovits Rojas

En África, conocí la contradicción brutal de la abundancia y la carencia. Tierras fértiles y ricas en recursos que, por falta de justicia y visión, se convierten en escenarios de pobreza y dolor. Allí entendí que la riqueza sin cuidado ni equidad no es bendición, sino tragedia.

Y también me tocó ver los horrores de la guerra. Vi cómo son siempre los civiles quienes más sufren: madres, niños y familias que no buscan poder ni banderas, sino paz y un futuro digno. Aprendí entonces que la paz y el respeto entre los pueblos son sagrados, y que debemos cuidarlos con la misma devoción con la que cuidamos la vida.

Y cuando regresé a Chile, comprendí el mensaje más grande de todos. Aquí Dios no susurra como en Israel, ni se esconde en los contrastes como en África. Aquí habla a lo grande:
Habla en el océano infinito, en las montañas que parecen custodios del cielo, en los bosques que son templos verdes, en el desierto que brilla como fuego bajo el sol.

El mensaje es claro:

“Hijos míos, les di la naturaleza más bella del mundo.
Honren este Edén, cuídenlo, háganlo prosperar con sabiduría, y de ahí nacerá su libertad y su futuro esplendor”.

El mandato en nuestro himno

Ese mensaje no es nuevo. Está grabado en nuestra Canción Nacional.
Cuando cantamos “Puro, Chile, es tu cielo azulado”, reconocemos la voz divina en nuestra geografía.
Cuando proclamamos “O la tumba serás de los libres o el asilo contra la opresión”, declaramos que nuestro destino es defender la libertad como valor sagrado.
Y cuando entonamos “Y ese mar que tranquilo te baña, te promete un futuro esplendor”, estamos recordando la profecía que señala hacia dónde debemos caminar.

Nuestro himno no es solo poesía: es un plan, una doctrina de Estado.

La lógica de nuestra misión

Ser guardianes de nuestro Edén natural no es una idea romántica. Es la estrategia más inteligente y necesaria para asegurar paz, prosperidad y libertad para todos los chilenos.

  • Energía limpia y abundante
    Chile tiene sol eterno en el norte, viento incansable en el sur, un mar que nos rodea con fuerza infinita y volcanes que laten bajo la cordillera. Si invertimos en energías limpias —solar, eólica, geotérmica, mareomotriz— no solo podremos abastecer nuestras necesidades, sino exportar energía al mundo. Eso significa empleo, menor costo de vida, independencia y respeto internacional.
  • El mar como motor económico
    El mar puede ser nuestro granero y nuestra fuente de vida. Una política de acuicultura sustentable, pesca responsable, biotecnología marina y desalinización a gran escala puede garantizar alimento, agua y trabajo para todos. Convertir al océano en un aliado es asegurar soberanía y bienestar.
  • Industria naval y portuaria
    Con más de 4.000 km de costa, Chile no puede conformarse con puertos aislados y astilleros limitados. Necesitamos una industria naval moderna, capaz de construir y reparar barcos, de liderar la logística en el Pacífico, de sostener comercio y generar empleos de alta calidad. Un país que controla su mar controla su futuro.
  • Marca país: custodios del Edén
    El mundo busca ejemplos de cómo crecer sin destruir. Chile puede convertirse en faro global, mostrando que es posible desarrollar una economía sólida y moderna mientras se protege la naturaleza. Eso atrae inversión extranjera, turismo, ciencia y alianzas estratégicas. Ser “el guardián del Edén” puede ser nuestra marca de prestigio internacional.
  • Paz y cohesión social
    Un país que cuida lo suyo y genera riqueza limpia no necesita dividirse. Cuando el desarrollo es equitativo y nace de nuestra propia tierra y mar, cada chileno, más allá de su ideología, puede vivir con dignidad y orgullo. Cuidar nuestra naturaleza es también cuidar la paz interna y la unidad nacional.

El futuro esplendor

He visto el desierto florecer en Israel.
He visto la injusticia consumir vidas en África.
He visto la guerra arrebatar lo más sagrado a los pueblos.

Por eso creo que Chile tiene una misión diferente. Nuestra tarea es demostrar al mundo que sí se puede vivir en paz, prosperar sin destruir, y unirnos en libertad más allá de nuestras diferencias.

Si cuidamos lo que Dios nos regaló, si honramos este Edén con visión y respeto, si hacemos del mar nuestro futuro esplendor, Chile no será un país más en el mapa.
Será la esperanza viva de que la humanidad puede convivir con la naturaleza, con libertad y con dignidad.

Ese es nuestro llamado.
No de derechas ni de izquierdas.
Es el llamado de nuestra tierra, de nuestro himno y de Dios.

Y llegará el día en que, al mirar nuestro cielo azul y nuestro mar infinito, cada chileno —del norte y del sur, del campo y la ciudad— sentirá lágrimas de alegría al comprender que sí cumplimos nuestra misión:
ser libres, ser justos y custodiar el Edén que Dios nos confió.

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