“El Estado chileno traicionó dos veces: dictadura y SENAME”

Matias Orellana Toro
Matias Orellana Toro
Columnista | Diario el Minuto

¿Justicia para quién?

Septiembre es reconocido como el mes de la patria, periodo en que se conmemora la independencia de Chile. Pero también es un mes marcado por un hito histórico: el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Antes de iniciar mis palabras, quiero expresar mi cariño y empatía hacia todas las víctimas de todos los septiembres de nuestra historia.

Quiero que me escuchen. No como presidente de Fundación ECAM, ni como egresado de residencias, ni como activista político en derechos de la infancia. Quiero que me escuchen como Matías Orellana, como un sobreviviente que vivió bajo el alero del Estado chileno, un sistema cuya misión teórica era cuidar, proteger, atender y superar situaciones de desprotección, promoviendo el bienestar de los niños, niñas y sus familias.

Algunos creen que hablar de violaciones a los derechos humanos en Chile significa únicamente referirse al golpe de 1973. Que recordar a los muertos de aquel día es suficiente. Se equivocan.

Porque mientras el país realiza ceremonias, coloca flores y pronuncia discursos solemnes por quienes murieron en aquel golpe, hay otra tragedia que ha sido invisibilizada durante 46 años: la de los niños, niñas y adolescentes que, como yo, fuimos entregados al sistema estatal SENAME o a su brazo estratégico, los OCAS (Organismos Colaboradores del SENAME), incluyendo residencias privadas.

No se trata de simples errores. Se trata de un patrón sistemático: niños arrancados de sus familias, internados en residencias, abusados, medicados con psicofármacos como sustituto de afecto, jóvenes condenados a la exclusión social y, en muchos casos, a la muerte. Todo bajo la custodia del Estado, tanto en dictadura como en democracia, sin reconocimiento ni perdón.

La última cuenta pública del SENAME fue una bofetada al corazón de quienes sobrevivimos. Se habló de infraestructura, programas y talleres, pero ni un minuto de silencio en honor a los niños muertos o sobrevivientes, ni un gesto de perdón, ni un reconocimiento de la tragedia. Ese silencio no es casual: es el mismo que nos acompañó durante años. Es el olvido, la indiferencia, la invisibilización.

Quiero que entiendan la diferencia. Con el golpe militar, el país recuerda. Con el SENAME, el país esconde. Con el golpe, hay memoria. Con el SENAME, hay vacío. Con el golpe, hay juicios, condenas y testimonios. Con el SENAME, la reparación sigue siendo un sueño que el Estado se niega a cumplir. Ni hablar del perdón que nos debe, ni del memorial solicitado a los gobiernos en democracia que sigue sin existir.

No podemos hablar de democracia mientras miles de niños y niñas sigan siendo ignorados. No podemos hablar de derechos humanos mientras el Estado no se arrodille y pida perdón.

La Comisión Presidencial de Verdad, Justicia y Reparación tiene ahora una oportunidad histórica: abrir las puertas del país a nuestra verdad completa, sin eufemismos, sin miedo, sin silencios. Escuchar a quienes sobrevivimos, reconocer lo que ocurrió y garantizar que nunca más un niño será despojado de sus derechos por el Estado.

Chile no puede llorar a unos y esconder a otros. No puede decidir qué memoria honrar y qué tragedia silenciar. Los niños que sufrimos en el sistema residencial y en el SENAME seguimos vivos. Y nuestras heridas, invisibles para muchos, son un recordatorio brutal: el Estado nos traicionó.

Así que les pregunto, como alguien que lo vivió en carne propia: ¿Justicia para quién? Porque mientras no se nombre a los invisibles, la respuesta es clara: para nadie.

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