La muerte del histórico líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, el pasado 29 septiembre de 2024, puede decirse que es la fecha oficial del inicio de la guerra entre Irán e Israel, en el marco de un conflicto asimétrico, donde no veremos grandes batallas. Teherán libra la guerra por medio de terceros actores – Hezbollah, hutíes, Hamas – ya sea en los cielos de Israel como en las montañas libanesas, entre los escombros de Gaza o las callejuelas de las barriadas palestinas en Cisjordania. Estamos ante un conflicto que variará en su intensidad y se caracterizará por acciones de desgaste.
Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina.
El fatídico 7 de octubre de 2023 con el cruento ataque terrorista de Hamas, dio comienzo a un largo conflicto armado entre Israel y el citado grupo y sus aliados, que derivó en una extensa campaña militar. Jerusalén se vio envuelto en varios frentes, ante la actividad armada en Cisjordania, azuzada por un gobierno palestino que es una realidad virtual y completamente desprestigiado, abrió las puertas a una mayor inserción del extremismo, agregándose la postura del gobierno israelí liderado por Netanyahu respecto a los territorios palestinos. Los estrategas de Teherán vieron estos puntos débiles y decidieron elevar la escalada dentro de su estrategia de desgaste. La respuesta israelí fue sin ninguna duda consecuencia de la crueldad del ataque de Hamas, junto con el drama de los rehenes. Esto generó una presión interna al gobierno israelí y un triunfo claro de los halcones. El conflicto escaló y derivó una tragedia humanitaria en Gaza, generando el rechazo de la opinión pública internacional. Los rehenes israelíes y el comportamiento criminal de Hamas pasaron a segundo plano.
Las tácticas empleadas por los combatientes de Hamas en la Franja de Gaza, donde no existe una diferencia entre objetivos civiles y militares, provocó una tragedia. Israel optó por escalar el conflicto, generando la mayor presión posible, asumiendo un alto costo político externo e interno, encontrando una “ventana de oportunidad” para la destrucción de Hamas y cambiar el estatus quo, planteando un nuevo diseño del mapa de Próximo Oriente de manera unilateral. Esto recuerda a grandes rasgos a la Guerra contra el Terrorismo, librada por Estados Unidos en 2001. Washington invadió Afganistán, desalojó al gobierno taliban, pero la falta de una estrategia clara, lo llevó al abandono del citado país en 2021, permitiendo el retorno de los extremistas y una clara derrota geopolítica.
La Casa Blanca quiso remodelar el orden internacional acorde a sus intereses de manera unilateral. Esto generó críticas desde los mismos aliados – como Francia en la invasión de Irak – y alimentó la retórica anti occidental en el Próximo Oriente, Rusia y China. En el caso de estos dos últimos observaron la proyección de Washington como una amenaza a sus intereses, especialmente en un área tan sensible como Asia Central y la “cruzada” contra el terrorismo, fue reinterpretado como una excusa para justificar el expansionismo de Estados Unidos.
La tragedia iraquí, que desde el punto de vista militar en una primera etapa fue una victoria contundente. El caos sobreviniente con la desaparición del liderazgo de Saddam Hussein y el partido Baas, abrió las puertas para la llegada de otros actores completamente radicalizados. Pronto los restos del ejército iraquí y sus milicias, quedaron atomizados, impidiendo la existencia de un interlocutor válido para una salida política. La escalada de la violencia vino acompañada de abusos del ocupante y sentimiento anti occidental creció como reguero de pólvora. La aparición del genocida Estado Islámico, puso en evidencia los graves errores de la Casa Blanca de imponer un orden sin consensos. Esta fue la oportunidad de Irán extendiendo su influencia al caótico Irak y luego Siria, donde una vez más Occidente cometió gruesos errores y abrió las puertas para el regreso de Moscú a la región como actor de peso. Un escenario caótico en el Líbano abre interrogantes
Estamos frente a una estrategia sin tiempo, apoyado por una férrea voluntad nacional, que tiene como objetivo el reconocer a Irán como potencia regional. La guerra que libra Teherán se lleva a cabo en distintos campos, donde el militar es secundario, dado que los dirigentes iraníes están plenamente conscientes de su debilidad en este campo. Es por ello que apelan a la guerra asimétrica y al factor psicológico. Los ataques con misiles balísticos, de limitado efecto militar, tienen como objetivo impactar en la moral de la población y en el plano político, generar presión para que se cometan errores con respuestas “en caliente”. Teherán con un mínimo de esfuerzo, llevó a Israel a movilizar miles de reservistas y estar enfrascado en una guerra que lleva un año. El ataque a Hezbollah, significó abrir un nuevo frente y una escalada del conflicto, donde Israel encontró en su aliado estratégico, Estados Unidos, ciertos reparos. Irán busca explotar las contradicciones de sus adversarios. Los ataques a objetivos militares en el territorio yemení gobernado por los hutíes, contribuye a la retórica anti occidental.
No en vano los estados árabes mantienen una postura aparentemente neutral por los frentes domésticos. El rechazo a Israel en la opinión pública árabe se incrementó sustancialmente al ver las escenas de la guerra en Gaza, por ende, la continuidad de los llamados Acuerdos de Abraham se verán comprometidos. Irán apuesta a este escenario para dinamitar definitivamente el intento de una coalición anti Teherán. El ataque de Hamas del 7 de octubre evitó que Arabia Saudita se sumara aquellos acuerdos.
Hezbollah inició en octubre de 2023 una escalada gradual de incidentes, con el objetivo de distraer fuerzas israelíes y aliviar la presión de sus aliados del Hamas en Gaza. En una primera etapa tuvo sus efectos, con la salida de 60.000 israelíes, ante la escalada de ataques desde el sur del Líbano, cuyo número varió de 150 y 250 incidentes por semana entre el 7 de octubre de 2023 y el 18 de agosto de 2024. Pero a fines de agosto, el número de incidentes aumentó a más de 280 por semana. El liderazgo de Hezbollah reclamaba poner fin a los ataques si había un cese del fuego en Gaza y de alguna manera ser una suerte de actor en el conflicto palestino, siempre bajo la atenta mirada de Irán. Los incidentes fueron protagonizados por cohetes y misiles de corto alcance. El grupo libanés no utilizó a fondo su enorme arsenal que puede golpear todo Israel. El golpe estratégico contra el liderazgo de Hezbollah afectó posiblemente la posibilidad del empleo del arsenal a fondo.
Israel escaló el conflicto, dio un golpe estratégico que terminó con gran parte del liderazgo de Hezbollah. Desde la lógica militar, el segundo paso una vez desarticulado al alto mando enemigo, es destruir su capacidad de combate y logística. El problema reside que la infraestructura militar de Hezbollah se confunde con al civil. Su cuartel general está en los suburbios de Beirut rodeado de edificaciones civiles. Estamos ante una tragedia humanitaria, donde millares de civiles huyen del combate. Es posible que el mensaje de Israel a los libaneses, sea poner en evidencia que el padecimiento que están viviendo, tienen dos culpables: Irán y Hezbollah.
La probabilidad que grupos cristianos, drusos y sunnitas libaneses vean la oportunidad de sacarse de encima a la citada organización, no la vemos factible. La presión militar es constante, sin ninguna duda los estrategas israelíes libran una verdadera guerra contra el tiempo, dado las próximas elecciones en Estados Unidos, y presentar al nuevo presidente electo de dicho país, los hechos consumados. El gobierno del primer ministro Netanyahu busca imponer un orden acorde a los intereses de seguridad de Israel con un alto costo político en el frente externo. En Europa y Estados Unidos miles de personas se manifestaron contra Israel y ondearon las banderas palestinas (casi nadie habla del drama de los rehenes israelíes). El domingo 6 de octubre miles de seguidores del partido islamista Jamat e Islami en Pakistán proclamaron el 7 de octubre como el día de Palestina. En Turquía miles de militantes del partido oficialista AKP se manifestaron contra el “genocidio” palestino en Gaza.
Los iraníes con sus problemas internos relativos a la sucesión del Líder Supremo, Alí Jamenei, años de embargos y las tensiones internas por una liberalización del régimen, no desean una guerra regional a escala. Necesitan ganar tiempo para su programa nuclear. El primer ministro Netanyahu no oculta sus intenciones de atacar la infraestructura petrolera y nuclear iraní. Estados Unidos considera una opción inaceptable, dado que tiene sus intereses y Washington no cederá su lugar de árbitro en la política internacional. Los iraníes pueden cerrar el Estrecho de Ormuz y en ataques balísticos destruir la infraestructura petrolera del Golfo Pérsico, escalando el precio del oro negro por las nubes. Algo que otros actores no aceptan, como la Unión Europea o China. Una verdadera guerra de nervios. Estamos ante un tiempo de espera.
Israel como en la Guerra de Yom Kippur logró recuperar la iniciativa. Los restos de Hamas pelean entre los escombros de la Franja de Gaza y su otrora capacidad militar quedará reducida a llevar actos terroristas de escala limitada. La Autoridad Palestina se esfumó, dejando solo en el plano retórico la solución “Dos Estados”. Hezbollah perdió la iniciativa, sus mejores cuadros han sido eliminados y libra un combate meramente defensivo, en el marco de un Líbano al borde del colapso. Los yemeníes tienen un rol marginal, solo de efecto propagandístico, pero siguen siendo fuertes, tienen un gobierno viable y lograron convertirse en más que un dolor de cabeza en el estratégico estrecho de Bab el Mandeb. Los israelíes lograron efectos de corto plazo, pero quedarán problemas latentes, en especial con la necesidad de lidiar con 5 millones de palestinos, como también una sociedad israelí profundamente marcada por la guerra. Los avances en torno a los Acuerdos de Abraham pueden quedar en letra muerta. Parece repetirse la historia cinco décadas después de la guerra de 1973. La cuestión palestina quedará sin resolverse, una victoria para los extremistas y los problemas quedaran ocultos, para volver a explotar nuevamente en algún momento.
La primera víctima de las guerras, es la verdad, por ende, será difícil saber el número de víctimas de ambos lados, a excepción de los civiles. Las fuerzas israelíes tendrán que lidiar con la red de túneles y posiciones defensivas de Hezbollah. El gran desafío es crear una nueva zona de amortiguación para impedir ataques desde el Líbano al norte de Israel. Por razones de prestigio, el grupo libanés, opondrá una seria resistencia con elevadas pérdidas propias y de civiles. La destrucción de parte del sistema de comando y control de Hezbollah, impedirá acciones terrestres coordinadas, limitándose las distintas unidades a resistir a ultranza, mientras los que puedan cruzar el norte del río Litani lo harán mezclados con los refugiados para la futura reconstrucción de la organización.
La campaña libanesa permitirá a Israel ganar tiempo al generar el máximo de daño posible sobre Hezbollah. En ese momento hará aparición la diplomacia para buscar un alto el fuego. Un tema central será lo que pase en Gaza, donde Hezbollah asumió un compromiso abierto de continuar las hostilidades hasta tanto haya un cese el fuego en dicha zona. Mientras tanto habrá que esperar cuál será la operación de “castigo” a Irán, lo que impactará también en la situación en Líbano.
Un hecho no menor, un ataque israelí a objetivos iraníes, reforzará la retórica antioccidental del régimen y un mayor posicionamiento de los “halcones”, que movilizarán a la ciudadanía iraní exacerbando ánimos y podrá servir de justificación para que Irán apuesta a tener abiertamente armas nucleares. En esta delicada situación tendrá un rol central el papel del Líder Supremo Alí Jamenei para equilibrar los ánimos puertas adentro en Irán.
La estrategia israelí de establecer su “orden” en la región, gracias a la superioridad militar y los servicios de inteligencia, sus efectos no serán duraderos, sino existen consensos por parte de actores regionales y de las grandes potencias de establecer ciertas reglas de juego. Un aspecto que los analistas pareciera no tener en cuenta: Israel fue arrastrado a una guerra de más de un año de duración, con más de un millar de muertos civiles, toma de rehenes, daños a su economía y una erosión de la imagen internacional del país (con un hecho no menor que la Corte Penal Internacional se pronunció negativamente por el accionar no solo de Hamas, sino de Israel, algo que ha impactado en la opinión pública mundial), con un ataque terrorista, con un mínimo de fuerzas pero de alto impacto. Es por ello, que consideramos que las victorias que obtenga Israel frente a Hamas, Hezbollah, los daños que infrinja a Irán y los hutíes, solo será un respiro. Todavía queda un largo camino hacia la paz.