Bajo el manto del terror: La alarma de la locura del Estado Islámico y el Islam Radical

Oed Marcelo Bustamante
Oed Marcelo Bustamante
Columnista | Diario el Minuto

Los asesinatos perpetrados por el autoproclamado Estado Islámico (EI) y otros grupos afines son comúnmente asociados con el fanatismo y la locura, así como con interpretaciones distorsionadas del Corán. Sin embargo, el vínculo entre violencia e islam es mucho más complejo. Para entender esta conexión, es crucial considerar una serie de circunstancias históricas, debates teológicos, y las relaciones entre el mundo árabe y el sistema colonial, especialmente desde el siglo XIX hasta hoy. Como ocurre con otros textos sagrados, lo que cuenta en el Corán es la interpretación y el uso de la religión y la historia como justificación de acciones violentas.

A nivel global, existen aproximadamente 1.600 millones de musulmanes, y una confusión extendida es que ser musulmán implica ser islamista, religioso practicante o, incluso, estar a favor de un programa político yihadista violento. No obstante, la gran mayoría de los musulmanes no apoya los movimientos políticos islamistas, y mucho menos los violentos.

Las Rupturas Internas del Islam

Desde la fundación del islam por parte de Mahoma en el siglo VI, hubo enfrentamientos violentos por su liderazgo. El Estado Islámico, que proclamó a su líder Abu Bakr al Baghdadi como califa —ahora lo conocen como Califa Ibrahim—, afirma que su dominio se extenderá desde Alepo, en el norte de Siria, hasta la provincia de Diyala, en el este de Irak. A partir de su muerte, y tras la sucesión de cuatro califas entre 632 y 661, se produjo una ruptura interna en el islam entre sunitas y chiitas, que desarrollaron identidades y prácticas religiosas distintas. Esta división persiste hasta hoy, representada especialmente por Irán (chiita) y Arabia Saudita (sunita).

Daesh y el Resurgimiento del Viejo Califato

Desde el siglo XIII, el islam fue perdiendo autoridad central y fragmentándose, hasta el surgimiento del Imperio Otomano en el siglo XV. Su colapso entre 1917 y 1918, en parte producto de la guerra declarada contra Rusia, Francia y Gran Bretaña en 1914, generó un intenso debate en las filas del islam sobre su futuro y su identidad.

Orígenes de la Violencia en el Islam

Las raíces de los movimientos violentos dentro del islam se encuentran, en gran medida, en las corrientes del salafismo y el wahhabismo, ideologías que han influido profundamente en la radicalización y la violencia en el mundo musulmán.

Entre los teóricos más influyentes de estas corrientes se encuentra Taqi al-Din Ahmad ibn Taymiyyah, un destacado pensador del siglo XIV, quien argumentó que el islam había sido corrompido por diversas interpretaciones y prácticas a lo largo de los siglos. Propugnó la necesidad de regresar a una lectura estricta del Corán y de la sunnah (las prácticas de Mahoma) como medio para restaurar la pureza y la integridad del islam. Esta insistencia en una interpretación fundamentalista ha dejado una huella duradera, inspirando movimientos yihadistas siglos más tarde.

El salafismo promueve un retorno a lo que se considera la época "pura" y "dorada" del islam, en respuesta a los cambios sociales, políticos y tecnológicos que han afectado al mundo musulmán moderno. Esta ideología se presenta como una reacción a la percepción de que las influencias externas han socavado los valores y principios del islam auténtico.

El wahhabismo, que emergió en el siglo XVII, se configura como una interpretación aún más rigurosa del salafismo, al criticar diversas prácticas religiosas que considera como innovaciones o desviaciones del verdadero islam. Este movimiento fue fundado por Mohamed ibn Abd al-Wahhab, quien se alió con la Casa de Saud a principios del siglo XIX con el objetivo de construir un Estado que recuperara las esencias del islam. Esta colaboración entre el clero wahhabita y la dinastía saudita no solo moldeó la ideología política de Arabia Saudita, sino que también sentó las bases para la expansión de esta interpretación radical del islam en otras regiones.

A pesar de que el intento de Ibn Abd al-Wahhab fue frustrado en varias ocasiones debido a la resistencia local y a las potencias coloniales, sus ideas continuaron siendo promovidas por las milicias leales al rey saudita. Hoy en día, el wahhabismo sigue siendo un componente fundamental de la ideología y la estructura de poder de Arabia Saudita, influyendo en la política interna y externa del país.

Desde Arabia Saudita, se han apoyado, por ejemplo, a las milicias sunitas más radicales que luchan contra el régimen de Bashar al-Assad en Siria, creando un entorno propicio para la proliferación del extremismo islámico. Este apoyo ha alimentado el sectarismo y ha contribuido a la escalada de la violencia en la región, en un contexto donde el wahhabismo se presenta como un modelo de islam auténtico en oposición a otras corrientes que consideran heréticas o desviadas.

Los Hermanos Musulmanes

Dentro del salafismo, que se ha expandido más allá de Arabia Saudita, surgieron diversas facciones. Una de estas facciones se mostró favorable a una política proactiva que pudiera responder a la creciente influencia occidental producida por el colonialismo. Los Hermanos Musulmanes, la organización del depuesto presidente egipcio Mohammed Morsi, fue declarada terrorista después de haber sido proscrita, en medio de una de las peores crisis que ha enfrentado el movimiento en sus más de 80 años de historia. En 1928, el teólogo Hasan al-Banna fundó los Hermanos Musulmanes, promoviendo una yihad militante.

¿Qué es la Yihad?

La yihad se define como una obligación colectiva para los musulmanes, diferente de las obligaciones personales, como hacer ayuno. En la doctrina clásica del islam, el mundo se divide entre dos campos hostiles: el dar al-Islam (la esfera del islam) y el dar al-harb (la esfera de la guerra). Este concepto es extremadamente controvertido y está sujeto a diversas interpretaciones, desde hacer cambios a través de la acción política hasta la revolución violenta. Los movimientos yihadistas salafistas actuales no obedecen a un mando unificado y muestran grandes divergencias entre sí.

Contra el Comunismo y el Capitalismo

Los Hermanos Musulmanes, perseguidos en Egipto, se refugiaron en las décadas de 1960 y 1970 en Arabia Saudita, donde, siguiendo las enseñanzas del teólogo Sayyid Qutb, promovieron y alentaron las prácticas salafistas. Qutb, el más prominente ideólogo de la época, reaccionó en sus escritos contra los colonialismos británico y francés, y el creciente papel de Estados Unidos, elaborando su teoría de un sistema islámico que compitiera con el comunismo, el capitalismo y lo que consideraba la corrupta democracia liberal. Para Qutb —quien fue ejecutado por el gobierno egipcio en 1966 tras intentar ser cooptado—, el mundo vive en una época de ignorancia (jahiliyya) pre-islámica hasta que llegue la era del dominio de Dios, guiada por el Corán.

En sus últimos escritos desde prisión, promovió la idea de crear una "vanguardia" que luchara para establecer un "Estado islámico", una noción que fue recogida más tarde por Abu Bakr al-Baghdadi, actual líder del EI.

La Revolución Chiita y su Impacto

La revolución chiita liderada por el ayatolá Jomeini en 1979 fue otra fuente decisiva de radicalización en el islam, inspirando la creación de Hezbolá en Líbano y otros grupos armados chiitas en regiones como Arabia Saudita, Bahréin, Afganistán, Yemen, Irak y Pakistán. Los yihadistas sunitas consideran a estos grupos como "apóstatas".

La Guerra Contra los Poderes Locales

La revolución en Irán, el fracaso del comunismo como ideología liberadora, y la incapacidad de las revoluciones nacionalistas y modernizadoras árabes para proporcionar libertad, participación y servicios a los ciudadanos de los países postcoloniales, junto con la corrupción de las élites locales y el apoyo de Estados Unidos a Israel, han sido factores que han provocado diferentes grados de radicalización.

Las ideas revolucionarias se expandieron gracias a canales modernos de comunicación, desde los casetes que enviaba Jomeini desde el exilio en París hasta las campañas de propaganda del Estado Islámico en redes sociales. En muchos núcleos urbanos, las mezquitas se convirtieron en centros de reunión, organización, adoctrinamiento y apoyo social, supliendo las carencias de Estados que no brindaban servicios.

En este contexto, la religión emergió como un factor de identidad frente a la modernidad del colonialismo y del nacionalismo con influencias marxistas. Este fenómeno no solo trajo escasos beneficios, sino que también buscó borrar o reemplazar muchas señas de identidad cultural. La religión se convirtió en un arma para preservar lo tradicional ante lo moderno; la pureza originaria frente a la corrupción externa.

La modernización, sin embargo, penetró en las sociedades provocando tensiones en torno a cuestiones como el papel de la mujer y la conciliación de tradiciones, algo especialmente dramático para las comunidades musulmanas emigrantes. Por otro lado, gobiernos como los de Pakistán y Turquía intentaron uniformar las prácticas religiosas como legitimación de sus planes nacionalistas, lo que resultó en choques con diversas tradiciones musulmanas. Esto exacerbó la tensión violenta entre los movimientos yihadistas y los gobiernos locales, que ven como representantes de la modernización imperialista.

Una de las ideas clave de Osama bin Laden era destruir los poderes corruptos en el mundo árabe y sus aliados internacionales.

Los Internacionalistas: Desde Afganistán a Bagdad

Las guerras en Afganistán y Argelia también influyeron en la radicalización del islam. Durante la ocupación soviética de Afganistán (1979-1989), militantes de diversos países, entrenados en la ortodoxia religiosa en Arabia Saudita, combatieron contra la ocupación de la Unión Soviética, en parte apoyados por Estados Unidos, Gran Bretaña, Arabia Saudita y países del Golfo Pérsico, debido a la lógica de la Guerra Fría.

La guerra en Afganistán se ha utilizado por muchos extremistas para propagar sus posturas radicales. La invasión de Washington y sus aliados en 2001 continuó transformando a Afganistán en un centro de lucha y entrenamiento para yihadistas internacionales. La presencia soviética en el país y la posterior instalación de bases militares estadounidenses en Arabia Saudita fueron justificaciones suficientes para que algunos teólogos lanzaran ofensivas.

Los ataques del Ejército de los Puros (Lashkar-e-Taiba) son un ejemplo de yihad contra la ocupación de Cachemira por parte de India. En Argelia, el Frente Islámico de Salvación (FIS) tenía todas las cartas para ganar las elecciones en 1991, pero el gobierno del Frente de Liberación Nacional (FLN) canceló los comicios, dando lugar a una guerra entre grupos islamistas radicales y el gobierno que duró hasta 2002. También participaron milicianos extranjeros, provenientes de Afganistán y otros lugares.

La invasión de Estados Unidos y sus aliados de Irak en 2003 tuvo efectos variados; por un lado, otorgó mayor poder a los chiitas, que anteriormente estaban sometidos a los sunitas. El surgimiento de milicias sunitas fue acompañado de una profunda violencia sectaria que continúa hasta hoy. Muchos oficiales y miembros sunitas de las fuerzas armadas de Sadam Hussein huyeron durante casi una década, y muchos han reaparecido como estrategas del Estado Islámico.

Objetivos del Yihadismo

Las prácticas de tortura, el traslado ilegal de prisioneros y la prisión indefinida sin juicio de musulmanes en las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo fueron utilizadas como justificación para acciones terroristas contra los "apóstatas", respondiendo en sus propios territorios. El uso de drones por parte de Estados Unidos en Yemen aceleró la idea de que es legítimo tomar represalias sobre civiles occidentales.

La operación militar de Francia en Mali contra grupos yihadistas en 2013 y su participación en la coalición internacional en Siria han convertido a este país en un objetivo principal del yihadismo. Rusia, que ha sufrido diversos ataques de terrorismo checheno, se ha convertido en un blanco debido a la radicalización de sectores de su población musulmana (14 millones), así como los actuales bombardeos sobre objetivos yihadistas y del Estado Islámico en Siria.

Las fuerzas del yihadismo moderno son difíciles de cuantificar; algunas fuentes indican que hay centenares de grupos, pero alrededor de 16 tienen una capacidad letal alta. Dentro de esta corriente, hay debates sobre la legitimidad de asesinar civiles musulmanes y no musulmanes, aunque se acepta cada vez más que la población civil occidental es cómplice por apoyar el "corrupto sistema democrático" y a sus gobiernos.

Conclusión:

La guerra en Siria, que comenzó en 2011, ha provocado posiciones radicales entre jóvenes de Occidente. El líder de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, considera que el único lenguaje que entiende Occidente es el de la violencia, lo que justifica el asesinato de civiles. Los musulmanes afectados por sus ataques, como ha ocurrido en Mali o en Francia en días recientes, son vistos como mártires necesarios de la causa revolucionaria.

Los yihadistas actuales, la mayoría de ellos basándose en conocimientos superficiales de las tradiciones y debates del islam, justifican prácticas brutales, como decapitar a sus prisioneros o someter sexualmente y esclavizar a mujeres no musulmanas, además de utilizar el suicidio como arma. El Corán no respalda estas acciones, pero los miembros de grupos como Boko Haram (en Nigeria), Al Shabab (Somalia), Al Murabitún (Sahel), Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el Frente Al-Nusra (Siria) y el Estado Islámico, inmersos en una cultura brutal de exhibicionismo y machismo violento, invocan a Dios y el anti-colonialismo antes de cada crimen.

Estas prácticas constituyen una lectura perversa del islam, una violación del derecho internacional humanitario, y una caricatura grotesca de las luchas anti-coloniales de líderes como Frantz Fanon o Patrick Lumumba. La guerra en Siria ha sido el último episodio que ha alentado al yihadismo, y la represión del gobierno de Bashar al-Assad (que representa a una rama del chiismo) contra los sunitas ha actuado como un llamado a jóvenes de Europa, Estados Unidos, Marruecos y otros países para unirse a la lucha en Siria.

Muchos de estos jóvenes, provenientes de familias inmigrantes en Europa o Estados Unidos, se sienten marginados y, gracias a una eficaz propaganda, ven al Estado Islámico y sus acciones en Libia, Túnez, Líbano, Mali, París o el Sinaí como un horizonte revolucionario para la construcción romántica y sangrienta de un nuevo mundo ilusorio.

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