El Banco Central de Chile proyectó un crecimiento del PIB no minero de apenas 1,8% para el período 2025-2034, una cifra alarmante que refleja una década perdida en términos económicos. Paralelamente, Michelle Bachelet resurge como posible candidata presidencial para 2025, consolidándose como el único liderazgo con opciones electorales desde la DC hacia la izquierda.
Ambas noticias están íntimamente relacionadas. El estancamiento económico que enfrenta Chile tiene gran parte de su origen en las políticas implementadas durante los gobiernos de Bachelet, especialmente en su segundo mandato (2014-2018). Un período marcado por reformas mal diseñadas, como la tributaria, educacional y laboral, que desincentivaron la inversión, aumentaron la burocracia y debilitaron la certeza jurídica. Estas medidas no solo ralentizaron el crecimiento, sino que también erosionaron la confianza en las instituciones.
Hoy, con Bachelet como posible candidata, surge la pregunta: ¿Chile está dispuesto a repetir los errores del pasado? El país necesita un cambio de rumbo hacia políticas que fomenten el crecimiento, la innovación y la productividad, en lugar de volver a fórmulas que ya demostraron su fracaso.
El legado de Bachelet: Reformas fallidas y estancamiento económico
El segundo gobierno de Bachelet comenzó con grandes promesas: reformas estructurales que, según se dijo, transformarían Chile en un país más justo y equitativo. Sin embargo, lo que siguió fue una serie de errores estratégicos que dejaron al país en una situación peor que la inicial.
La reforma tributaria fue uno de los primeros fracasos. Diseñada para aumentar la recaudación y financiar otras reformas, terminó desincentivando la inversión privada y afectando la competitividad del país. Las pymes, motor de la economía chilena, fueron las más perjudicadas, enfrentando cargas impositivas que limitaron su capacidad de crecimiento. A pesar del aumento de los impuestos, los objetivos de recaudación a largo plazo no se cumplieron, y el país quedó con un sistema fiscal más complejo y menos eficiente.
La reforma educacional, supuestamente la joya de la corona del gobierno, fue otro desastre. Prometió educación gratuita y de calidad, pero su implementación fue caótica. Se eliminó el lucro, pero no se abordaron problemas fundamentales como la calidad de la enseñanza o la formación técnica. El resultado fue un sistema más burocrático, con mayores gastos estatales y pocos avances reales. La educación preescolar y la reforma curricular quedaron en el olvido, mientras que la libertad de elección y el mérito fueron sacrificados en nombre de una ideología mal entendida.
La reforma laboral de 2016 fue otro error monumental. Introdujo rigideces en el mercado laboral, encareciendo las contrataciones y desincentivando la creación de empleo, especialmente en las pequeñas y medianas empresas. En un mundo donde la flexibilidad laboral es clave para adaptarse a los cambios tecnológicos, Chile optó por aumentar los costos y las barreras para los empleadores, lo que ha tenido un impacto negativo en la productividad y el crecimiento.
El debilitamiento de la certeza jurídica fue otro golpe devastador. La ambigüedad en la aplicación de normativas, como la Ley de Glaciares, paralizó proyectos mineros de gran envergadura y ahuyentó inversiones. Un marco regulatorio cambiante y poco claro no solo desincentivó la inversión extranjera, sino que también envió una señal preocupante sobre la estabilidad institucional del país.
Finalmente, la reforma al sistema político, con la eliminación del sistema binominal, terminó por fragmentar el Congreso y poner fin a la política de los acuerdos. Hoy, partidos con mínima representación ejercen un veto sobre las decisiones, dificultando la gobernabilidad y perpetuando la parálisis legislativa.
El Frente Amplio y la profundización del error
El legado de Bachelet no se limita a su gobierno. El Frente Amplio, que hoy es una fuerza política relevante, no existiría sin las políticas y el discurso de su segundo mandato. La actual administración de Gabriel Boric ha profundizado este camino: más impuestos, más regulaciones, más rigideces en el mercado laboral y una creciente estatización de los servicios sociales.
Incluso en temas de seguridad, donde el país enfrenta un aumento alarmante de la delincuencia, las respuestas han sido ridículas. Un subsecretario llegó a hablar de "equidad territorial de la delincuencia", como si el crimen fuera un logro distributivo. Este tipo de declaraciones reflejan la desconexión de la clase política con la realidad de los ciudadanos.
Bachelet 2025: ¿Volver al pasado?
A pesar de este desastroso legado, Michelle Bachelet parece ser la única figura con opciones electorales en la centroizquierda. Esto no solo refleja la falta de renovación en el sector, sino también el riesgo de perpetuar las mismas políticas que llevaron al estancamiento del país.
Chile no puede permitirse otros diez años perdidos. Necesitamos un cambio de rumbo, un giro hacia políticas liberales que privilegien el libre mercado, la reducción de la burocracia estatal, el incentivo a la inversión privada y la libertad individual. Países como Singapur y Nueva Zelanda han demostrado que es posible combinar un alto crecimiento económico con una sólida red de protección social.
Conclusión: Mirar hacia adelante
El estancamiento de Chile es el resultado directo de políticas públicas erróneas implementadas durante el segundo gobierno de Bachelet y profundizadas por la izquierda progresista. No podemos permitirnos la amnesia colectiva. Es necesario recordar los errores del pasado para no repetirlos.
Chile necesita urgentemente un giro hacia la derecha, un retorno a políticas liberales que fomenten el crecimiento, la innovación y la productividad. Solo con un cambio profundo en su enfoque político, el país podrá recuperar su lugar como líder económico y asegurar un futuro de prosperidad para todos.
