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Turquía Los sueños de Erdogan y sus delirios de grandeza

Así comenzó la infiltración de funcionarios y personajes ligados al Islam político en todas las áreas del Estado.

El 24 de julio de 2020, se inició el primer servicio religioso en la Mezquita Hagia Sofia – famoso centro turístico de Estambul – luego de años de ser un museo, como había sido impuesto por el régimen de Mustafa Kemal, el padre de la república turca en los años 30.


Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina


Este hecho fue televisado en muchos países musulmanes, ante la indiferencia de Occidente y las tímidas declaraciones de la UNESCO. ¿El Sueño de la república laica ha muerto?

La república turca, fundada en 1923 por el general Mustafá Kemal “Atatürk” o padre de los turcos, pretendió en sus primeros tiempos iniciar una rápida modernización y el establecimiento de un estado laico.


Unutulmaz Fotoğraflar en Twitter: "Gazi Mustafa Kemal Atatürk, Ankara Hipodrom'da geçit töreninde (Haziran 1934).… "

La república turca, fundada en 1923 por el general Mustafá Kemal “Atatürk” o padre de los turcos.


El triunfo sobre la guerra greco turca de los años 20, significó la salida de 1.300.000 griegos ortodoxos y otros grupos cristianos, además de la limpieza étnica en tiempos de la Gran Guerra en 1915, con el genocidio armenio, el antiguo imperio multiétnico se convirtió en un estado mayoritariamente turco, excepto los incómodos “turcos de las montañas”, los indomables kurdos. No obstante ello, Kemal reescribió la historia, rompió lazos con el pasado otomano, hubo cambios en el idioma con la introducción del alfabeto latino, el calendario gregoriano, normas civiles provenientes de Europa e incluso sobre vestimenta de estilo occidental y el intento de emancipar a las mujeres.

La república post Kemal. Golpes militares, restauración, liberalismo e Islam político

Turquía luego de la muerte de Kemal, tuvo una existencia agitada, con golpes militares, inestabilidad económica, corrupción, pero firme aliado de los intereses occidentales, no en vano forma de la OTAN, excelentes relaciones con Israel (las cosas con Erdogan han cambiado sustancialmente).

Pero el Islam político tuvo un importante crecimiento, especialmente en sectores rurales y populares. En la década del 90, el político islamista Necmettin Erbakan, tuvo que ceder ante las presiones de los militares, guardianes legitimados por la misma constitución de 1982, de la república laica. En 2002 el partido de la Justicia y el Desarrollo o AKP en sus siglas en turco, ganó las elecciones parlamentarias por poco margen y Erdogan formó gobierno.

Era un político popular gracias a su reputación de honesto como alcalde de Estambul Sus primeros años al frente del país, logró contener el drama de la inflación, estabilizar la economía y convertir al país en una economía pujante y abierta. En 2010, el país llegó a ser considerado la vigésima economía del mundo. Pero el trabajo de desarrollar la economía, fue realizado por el gobierno de Turgut Özal, en los 80, un político pro occidental, que recuperó las instituciones republicanas. Este ex funcionario del Banco Mundial, con fuerte apoyo de la Casa Blanca, liberalizó la economía, llevó a cabo diversas reformas que terminó con viejas recetas de control de cambios, divisas y estatismo. La muerte sorprendió a Özal en 1993, pero había fijado el camino a seguir. Explotado hábilmente por Erdogan.

El AKP construyó una sólida base electoral de sectores religiosos del interior de Anatolia y sus hijos emigrantes en las grandes ciudades. La idea de hacer política de la mano de la religión, no es algo nuevo en Turquía. Los Demócratas que vencieron las elecciones de la década del 50, durante la presidencia de Inonü, iniciaron un tímido acercamiento a la religión.

Pero sus relaciones con las minorías fue negativa, con el tiempo, se convirtieron en corruptos y autoritarios, generó una crisis con el ejército y sectores de elite secular, que terminó en 1960 con un golpe y la ejecución del primer ministro Adnan Menderes (ni el Papa, ni el Patriarca Ortodoxo, ni políticos occidentales lo salvaron de su trágico final).

El carisma de Erdogan, su popularidad y los éxitos de los primeros años alimentaron su ambición de poder, derivando en un proceso autoritario, que comenzó a vislumbrarse en 2007. En 2016 el fallido golpe militar, que para algunos, fue en verdad una maniobra para deshacerse de sus detractores en las poderosas Fuerzas Armadas turcas, dando un golpe mortal a las mismas, y quitándoles el peso político que tuvieron desde los días de la creación del Estado turco.

Pero debemos recordar que este auge de Islam político fue alimentado por los mismos militares turcos, para hacer frente a la izquierda radicalizada, recuperando las escuelas la enseñanza religiosa obligatoria. En este contexto aparecieron escuelas islámicas, lentamente se crearon los cimientos, sobre los cuales ha prosperado el gobierno de Erdogan.

Pero falta un actor clave en este ascenso, el movimiento Gülen, creado por un imán turco, Fethullah Gülen (exiliado en Estados Unidos), que promueven los valores islámicos, solidaridad, pero que más de un observador, tiene una agenda conservadora y sutilmente desplazar a sectores laicistas o seculares. Su lento trabajo gracias a una red de escuelas y un poderoso andamiaje mediático permitió adquirir un gran poder.

Se estima que el 10% de la población apoya este movimiento, además de los apoyos en el extranjero. Desde los años 80 este movimiento se fue extendiendo y el partido islamista AKP de Erdogan, vio en este peculiar grupo, un socio ideal, por su creciente poder mediático, dinero y presencia en la sociedad para alcanzar el poder.

Pero esta alianza quedó rota cuando el presidente Erdogan acusó al movimiento de infiltrar al estado y amenazar con su estabilidad. Estaba cobrando mucha fuerza su socio Gülen, y sin ninguna duda amenazaba el propio poder del presidente turco, quién decidió en la primer oportunidad deshacerse de tan incómodo aliado, declararlo enemigo, y de esa manera justificar su accionar autoritario, que tiene como objetivo, acumular poder.

No obstante ello, Gülen un poder en las sombras, quienes intentaron investigar este “estado paralelo” que ha logrado infiltrar a la policía y poder judicial, terminan bajo rejas o tienen que irse del país.

Este movimiento, tiene una agenda nacionalista, dado que apoya la idea de una Turquía potencia regional, reivindicando de alguna forma al viejo imperio otomano, y que en vez de debatir con los árabes, ha optado por un intenso intercambio con Europa y Estados Unidos, además de apoyar sin tapujos una visión de economía neo liberal, lo que ha permitido que poderosos empresarios formen parte de movimiento.

Este modelo otomano, idealizando la convivencia de etnias, religiones, bajo el liderazgo islámico, debería ser el nuevo eje del poder global. Aunque muchos ven al movimiento moderado, es posible que su agenda tiene que ver con un nuevo proselitismo islámico, que busca desplazar el poder e influencia que tiene desde hace largo tiempo Occidente.

Los sueños “otomanos” de Erdogan

En materia de política exterior, Erdogan, no buscó en un primer momento chocar con Estados Unidos o la Unión Europea, a fin de que apoyaran este peculiar modelo de democracia “islamista”. Así comenzó la infiltración de funcionarios y personajes ligados al Islam político en todas las áreas del Estado. Dando comienzo a tensiones con sectores laicos. En 2010, militares y jueces eran arrestados por diversos motivos, la prensa comenzó a ser amordazada y la construcción del modelo autoritario de Erdogan era una realidad manifiesta.

Este modelo también tiene que ver posiblemente para contrarrestar las acciones de sectores opositores que han realizado desde hace varios años serias denuncias de corrupción. Algunas de ellas son muy graves, donde un ex alto funcionario de la agencia de inversiones turcas, ISPAT, Ilker Ayci fue denunciado por haber realizado negocios con un reconocido financista, Yasin al Qadi del grupo terrorista Al Qaeda.

El partido Republicano del Pueblo denunció en mayo de 2020 ante la Corte civil de Ankara, la existencia de fraude del presidente Erdogan y su familia a las arcas públicas. Según los dirigentes de este partido y la presentación judicial, dicen que hubo llamadas telefónicas, donde están vinculados Erdogan y su hijo Bilal, destacándose la compra de una propiedad por US$ 25 millones, sobre el plan de venganza contra el dirigente islámico Fetullah Gülen por el intento de golpe de 2016 y el plan para neutralizar la justicia, e impedir que esta investigue los casos de corrupción que afecta especialmente a la “familia presidencial”.

La hija de Recep T. Erdogan, está casada con un importante empresario ligado a la energía y los combustibles, Berat Albayrkar. Es el ministro de Hacienda, pero anteriormente lo fue de Energía. En esa etapa el gobierno ruso lo acusó directamente de participar activamente en la compra de petróleo robado por el Estado Islámico.

Los buenos tiempos de la economía se ven afectados por la inflación creciente – un 13% – el desempleo que llega al 15% y un incremento de cierre de empresas. El electorado mostró su enojo apoyando a la oposición laica que ha ganado posiciones en las elecciones municipales de abril de 2020, especialmente en las grandes ciudades como Ankara y Estambul.

Erdogan sabe que está en apuros, la crisis del COVID ha golpeado duramente a su pais, la economía no lo acompaña, y en el frente interno, su autoritarismo genera resistencias y el avance de sectores laicos se hizo notar. Es por ello que contraataca para reforzar su base electoral, como el acto en Hagia Sofía en Estambul, también la vuelta de viejas iglesias bizantinas, convertidas en

museos, en mezquitas. En el plano exterior, Turquía se embarcó en el atolladero sirio, esta vez chocando con los intereses de una potencia como Rusia, y otro actor regional, Irán. El gobierno turco tuvo un importante éxito de terminar con el experimento kurdo en el norte de Siria, con la idea de crear una zona de amortiguación y de reasentamiento de parte de los millones de refugiados sirios que viven en el pais, y que son una pesada carga. Fuerzas turcas han dado apoyo a las milicias islamistas, y de alguna manera también favorecieron el surgimiento del siniestro Estado Islámico, con el objetivo de liquidar al régimen de Assad.

El apoyo ruso, las divisiones entre las facciones que luchan en siria, los intereses occidentales de impedir que Siria se transforme en un santuario para grupos que a la postre serán enemigos declarados de Estados Unidos y la Unión Europea, han impedido que estos se consolidaran. Turquía además presiona a la UE, abriendo las fronteras para que los refugiados sirios lleguen a Europa, como herramienta de presión.

En su momento la fórmula resultó un éxito, y Bruselas soltó una generosa ayuda En Siria, Turquía quiere impedir el triunfo definitivo de Assad, especialmente por el problema kurdo y la cuestión de las aguas del Eufrates, donde Ankara lleva a cabo ambiciosos proyectos hidroeléctricos, y los quiere llevar a cabo sin consultar con los países aguas abajo.

Turquía ha desplegado tropas en apoyo al llamado Gobierno Nacional Libio, que en una rápida ofensiva puso contra las cuerdas al gobierno de Trípoli y su Ejército Nacional en manos del mariscal Haftar. Este ha sido auxiliado por Rusia, y cuenta con el apoyo también de Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Egipto y Francia. Turquía, gracias al dinero de Qatar puede financiar la aventura, donde se habla de la llegada de mercenarios sirios, muchos de ellos ex terroristas de al Qaeda y el ISIS.

Incluso existe una idea por parte de Turquía de una fuerza de 10.000 “voluntarios” para sostener al llamado Gobierno Nacional Libio, reconocido formalmente por Naciones Unidas, pero sin apoyo de las grandes potencias.

Los conflictos continúan, y esta vez con su vecino y “aliado” de la OTAN, Grecia, país con el cual existen viejas disputas que datan de tiempos de la guerra greco turca de la década del 20 y el conflicto por Chipre. La existencia de vastos recursos petroleros y de gas en un área disputada con Atenas, ha llevado a situaciones de tensión que puso en alerta al liderazgo de la OTAN.

El envío de un buque turco Oruc Reis a realizar tareas de investigación al sur de la isla griega de Kastelórizo (que se encuentra a pocos kilómetros de la costa turca), puso en alerta al gobierno griego, dejando en claro que se entendería como una violación de la soberanía.

En 2010 fueron hallados ricas reservas de gas y petróleo en aguas cercanas a Chipre, Franja de Gaza, Líbano e Israel. No en vano este último país está potenciando su arma naval. La existencia de dichos valiosos recursos en aguas de la isla de Chipre, potencia las diferencias en ambos países.

Turquía el aliado incómodo.

El país está ubicado en una zona de alto valor estratégico, durante la Guerra Fría, tuvo un rol clave especialmente por ser un país limítrofe con el Bloque del Este. El país tiene zonas que son claves para la estrategia de la OTAN, y especialmente de Estados Unidos, como son la región del Cáucaso – con su débil aliado Georgia – los Estrechos que son un cuello de botella y vía de salida de las fuerzas navales rusas al Mediterráneo, los conflictivos Irak y Siria, además de los siempre complicados Balcanes.

Pero el Islam político en Turquía tiene otra visión, mira con nostalgia el pasado del imperio otomano, tiene una visión crítica de la república kemalista (todavía nadie se atreve a tocar la imagen sacrosanta de Mustafá Kemal) y considera que la salida a todos los males es un rol protagónico de la religión.

Los conflictos externos son válvulas de escape para un país con problemas económicos y una corrupción siempre presente. Erdogan sube la apuesta, pareciera querer una suerte de “Segunda República’ alejada de la herencia laica del kemalismo, sino ahora poniendo énfasis en el pasado otomano. Ha logrado neutralizar a las Fuerzas Armadas, guardianes históricos de la república laica, pero que este se está desdibujando por la infiltración del movimiento Gülen.

Las purgas afectaron la operatividad de estas, especialmente de la Fuerza Aérea, pero Erdogan, no quiere competencia, y busca eliminar cualquier oposición a su proyecto de poder, del cual el movimiento Gülen, dado su inserción en el Estado (que el facilitó abiertamente en 2002), es un principal rival.

El país no cuenta con tantos recursos económicos para financiar la aventura exterior del gobierno de Ankara, tiene un socio “capitalista”: Qatar. Las fuerzas armadas turcas cuentan desde hace un año de una base militar en dicho país, una garantía frente a su competencia,

Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Pero veremos como funciona esta alianza, especialmente ante la poderosa Arabia Saudita, cuya “chequera” es mucho más abultada que Qatar y tiene su propia agenda para convertirse en un poder regional de primer orden. Erdogan está jugando con fuego, veremos si se quema o no.

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