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Trump y Jerusalén: en el ojo de la tormenta otra vez

El presidente Trump, siempre sorprende, como lo hemos indicado en El Minuto no hace mucho. Estados Unidos enfrenta un importante debate sobre la reforma tributaria, la cuestión de los inmigrantes, la crisis en el seno de la Casa Blanca.

El presidente Trump, siempre sorprende, como lo hemos indicado en El Minuto no hace mucho. Estados Unidos enfrenta un importante debate sobre la reforma tributaria, la cuestión de los inmigrantes, la crisis en el seno de la Casa Blanca.


Por:  Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director del Diario el Minuto para Argentina


Pero todo ello quedó de lado con otro “bluff” de Mr Trump, haciendo alarde de cumplir con una promesa electoral, reconocer a Jerusalén como capital del Estado de Israel, hizo público hace pocos días tal reconocimiento.

Un hecho delicado, dado que la parte oriental de la ciudad, se encuentra sujeto a un régimen de ocupación militar desde la Guerra de los Seis Días en 1967. Ningún país en el mundo reconoce la anexión israelí.

La historia reciente de Jerusalén está marcada por el conflicto árabe israelí, que estalló abiertamente en 1948 con la proclamación del Estado israelí. En 1947, las Naciones Unidas determinó la creación de dos estados, uno árabe y otro judío en el territorio del antiguo mandato británico de Palestina. Jerusalén y Belén formarían un “cuerpo separado” bajo administración directa de las Naciones Unidas.

La guerra de 1948 dio por tierra este proyecto, el sector oriental, que incluía el lugar más sagrado del judaísmo, el “Muro de las Lamentaciones” o Kotel, quedó del lado árabe, cuando las tropas jordanas se apoderaron de Cisjordania o Margen Occidental. Los árabes rápidamente comenzaron a expulsar la minoría judía existente desde tiempos inmemoriales.

La amenaza cierta de una ataque árabe llevó a Israel a lanzar una “guerra relámpago” de seis días, donde Israel conquistó Cisjordania, la Franja de Gaza, el Sinaí y los Altos del Golán. La conquista de Jerusalén, obra del general “Motta”Gur, sorprendió al propio Moshe Dayan, el brillante líder militar de Israel y entonces ministro de defensa.

Desde el punto de vista psicológico y moral para los judíos fue muy profundo. Su valor histórico y religioso, lo transforman en un factor no negociable para los israelíes en el conflicto con los árabes.

En los años setenta, contrario al derecho internacional, Israel lanzó un programa de colonización de los territorios palestinos y ello incluyo a Jerusalén.

La “hebraización” generó más de un conflicto, abusos diversos que llevó a Naciones Unidas a declarar que el sionismo como ideología racista. Esto fue por medio de la resolución A/RES/3379 de 1975. En 1980, el Parlamento israelí oficializó la anexión, declarando capital eterna e indivisible de Israel y el pueblo judío”. A pesar de ello, Israel nunca presionó para que otros estados reconocieran la ciudad como capital. El grueso de las legaciones diplomáticas están en Tel Aviv.

En 1994 con la creación de la Autoridad Nacional palestina, en los llamados Acuerdos de Oslo, las negociaciones sobre la ciudad fueron dejadas para otra oportunidad, una vez avanzado el plan de paz. La intransigencia de las partes, incluida la falta de oportunidad política por parte de Yasser Arafat, impidió dar una solución a la cuestión.

El eje del problema el control de los lugares de culto, además que ambas partes pretenden que la ciudad sea la capital de los respectivos estados. Se han buscado diversas soluciones, pero ninguna logró llegar a buen puerto. El último intento fue la

llamada “Hoja de Ruta” durante la presidencia de George Bush, pero tampoco llegó a nada. No solo el ascenso de sectores duros israelíes limitó las negociaciones, sino también de la contraparte palestina.

La crisis terrorista, significaron serias restricciones para que musulmanes accedieran la llamada Explanada de las Mezquitas. La construcción de muros de seguridad, fueron criticados severamente, e incluso Naciones Unidas tuvo un pronunciamiento al respecto. Antes que Trump hiciera público el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado israelí, la situación en la región estaba estancada. Los palestinos están divididos, por un lado Hamas en la sitiada Franja de Gaza, ejerce el poder de facto de manera independiente, mas allá de los intentos de buscar un candidato para suceder al ya entrado en años presidente palestino, Abbas.

Asimismo la política de asentamientos en Cisjordania promocionada por el premier Netanyahu, generó nuevas tensiones, pero no hubo reacciones internacionales de importancia. En los hechos, el gobierno israelí, donde un sector del gabinete son sectores ultranacionalistas y religiosos, adopta medidas concretas para que el Estado palestino, sea en la práctica una ficción y tirar por la borda los Acuerdos de paz de 1994.

Las divisiones árabes, que quedaron de manifiesto en la guerra de Siria, dejaron a la causa palestina de lado. Incluso el próximo conflicto que debería enfrentar Israel, es con el movimiento chiíta libanés, Hezbollah, con los palestinos se reducen a escaramuzas y algún acto terrorista aislado. Los ejercicios en las colinas de Chipre, puso de manifiesto las sospechas de ello, de en algún momento tropas israelíes intervendrán en el Líbano. En este contexto explosivo, de ilegalidad internacional creciente, Trump tomó esta lamentable decisión

., que pone en evidencia que estamos viviendo un retroceso en las relaciones internacionales. El presidente Trump, pareciera querer volver a tiempos de la política del “Big Stick”o Gran Garrote de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

A contrario de lo que muchos piensan e incluso de lo que se ha escrito en medios de comunicación, no ha sido la comunidad judía de Estados Unidos – por cierto muy influyente – que apoyó esta medida, sino la población conservadora protestante, base del electorado de Trump. Que por una visión religiosa consideran que Jerusalén es la capital indiscutida del Israel bíblico. Por otra parte, este sector del electorado apoya las políticas aislacionistas de Trump, que a nuestro juicio no hace más que promover la ilegalidad internacional y potenciar conflictos.

Los gobiernos árabes reaccionaron, pero como es sabido, no pasará a mayores, a excepción de grupos terroristas que encontrarán argumentos de peso para atacar objetivos occidentales, y particularmente de Estados Unidos. Los palestinos se han manifestado y han tenido la respuesta draconiana israelí, desde la Franja de Gaza, se lanzaron cohetes, ya casi sin efecto, dado el sistema defensivo israelí “Iron Drome”.

Trump reafirmó a su manera – atropellando el derecho internacional – la alianza estratégica con Israel. Meses antes, había anunciado el establecimiento de una base de entrenamiento conjunto con las fuerzas israelíes. Esto vendría ser, la “frutilla del postre”.

Los países árabes tienen graves problemas, y no ejercerán gran presión. Arabia Saudita, mira con atención a Irán, está además en el marco de una lucha de Palacio y el callejón sin salida de Yemen. Egipto, tiene serios problemas con el terrorismo, una pesada herencia social y un régimen que busca bloquear cualquier avance de grupos como los Hermanos Musulmanes, agregándose problemas económicos. Por ende Israel

juega un papel clave para combatir al extremismo y sellar la frontera del Sinaí. Los palestinos hace mucho tiempo que han sido abandonados a su suerte. T

ienen fuertes divisiones, dado las posturas irreconciliables entre al Fatah y Hamas en el liderazgo del Estado palestino existe jurídicamente pero en los hechos…no deja de ser una mera autoridad cuasi municipal) y el único recurso para hacerse oir son las resoluciones de las Naciones Unidas, contundentes, pero de escaso efecto en la realidad y la tradicional intifada.

Todo pareciera que ha triunfado una vez más, la ilegalidad. La idea de un Estado palestino, solo quedará en la ficción, consideramos que tarde o temprano en los hechos Israel se fagocitará los territorios palestinos, dejando fuera a la Franja de Gaza, que por cierto atraviesa una crisis humanitaria sin precedentes.

Pero mas allá de lo que pasa con los palestinos, sienta un precedente peligroso, por el cual el negar la intervención de organizaciones internacionales, indicaría que el futuro será un mundo de hechos consumados, de un regreso a una suerte de “diplomacia de las cañoneras”. Parece todo esto lejano para nuestra región, pero tarde o temprano nuestros líderes deberán tomar una postura definida ante estos hechos.

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