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África: Golpe de Estado en Burkina Faso

El Minuto | En estos días, en enero de 2022, las fuerzas armadas de Burkina Faso, dieron un golpe de estado. El país desde hace unos años está siendo azotado por el terrorismo en su frontera norte. Los militares culpan a las autoridades civiles de incapacidad para lidiar con el problema, en un contexto regional volátil, especialmente ante el fracaso de la intervención francesa en Malí para superar el drama del extremismo que controla grandes franjas de dicho país, afectando ahora a países vecinos como Burkina.

Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto para Argentina

El 25 de enero, el país amaneció con nuevo gobierno. Un golpe militar derribó al presidente electo democráticamente Roch Kaboré. Este renunció ante los hechos consumados y los militares, decretaron el cierre de las fronteras, disolución de la asamblea y el establecimiento de un nuevo gobierno, liderado por el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, presidente del Movimiento Patriótico por la Salvaguarda y Restauración (MPSR).

Este oficial de 41 años fue educado en la escuela militar del Ejército francés. Una vez más, los intereses franceses se conectaron con lo que pasa en Burkina. El presidente depuesto, tuvo que lidiar en su mandato con el avance del terrorismo, pero a pesar de ello, rechazó la idea de seguir los pasos de sus vecinos Malí y Níger, y aceptar la ayuda militar francesa, y por ende la presencia de tropas galas en el territorio. Un hecho que podría haber tenido un alto costo político con el frente interno, pero el cálculo le salió mal a Kaboré, y le costó la presidencia.

Pobreza y terrorismo los males de Burkina

En Diario El Minuto, hemos tocado en su momento, parte de la historia de Burkina Faso, recordando al brillante líder revolucionario que tuvo el país, Thomas Sankara. El golpe que derribó a su régimen en 1987, terminó con un proceso político de reformas progresista, con importantes hitos en materia de derechos de la mujer, reforma agraria, austeridad fiscal, educación y salud. El miedo que el antiguo Alto Volta, rebautizado por los revolucionarios como Burkina Faso (país de los hombres honestos) terminara en la órbita de Moscú, por cierto una apreciación exagerada, que sectores tradicionales y Francia hicieran causa común terminando con el experimento de Sankara, y con el propio jefe revolucionario. Nuevamente el país, volvió al esquema del cual intentó zafar.

Las consecuencias de años de corrupción y dependencia, han significado que sea el cuarto país mas pobre del mundo, con una esperanza de vida menor de 60 años, el nivel de analfabetismo alcance más del 60% de la población; y un nivel de pobreza que afecta a la mitad de la población.

La región donde se inserta Burkina, el Sahel, afectada por el cambio climático, con el avance de la desertificación, junto con los problemas de gobernabilidad, crearon condiciones para la expansión del yihadismo. Mientras Al Qaeda en el Magreb Islámico o AQMI prosperaba en la región, afectando la seguridad de sus vecinos Malí y Níger, Burkina permaneció al margen. La situación que complicándose con el ingreso al área de nuevos actores terroristas, afiliados al Estado Islámico, como el Estado Islámico en el Sahara. En Burkina apareció un grupo local, Ansarul Islam, cercano al genocida Estado Islámico. La frontera norte, común con el convulso Malí, permitió que grupos terroristas atacaran objetivos civiles y militares de Burkina.

Pero pronto apareció un actor local en 2015. La caída del presidente Blaise Compaore, en 2014, por una revuelta civil, terminó con un interlocutor que mantenía canales de dialogo informales con grupos yihadistas, lo que facilitaba el rescate y liberación de rehenes occidentales. Compaoré, sin ninguna duda se beneficaza con los rescates y mantenía por otro lado alejado a los grupos terroristas, que se beneficiaban con el lucrativo negocio de los secuestros.

El cambio de gobierno, rompió con dicho negocio, convirtiendo a Burkina en territorio enemigo para los yihadistas, pasando a la acción. En 2016, al poco tiempo de asumir el presidente Kaboré, terroristas asesinaron a 30 ciudadanos occidentales en un café y hotel de la capital, Uagadugu Los ataques terroristas se incrementaron contra policías, gendarmes, soldados, y turistas occidentales. En dicho año, el grupo local Ansarul Islam, mató a doce militares en un ataque a un puesto de seguridad en el norte. Para el 2017, las muertes continúan y casi dos mil personas huyen de sus hogares ante el clima de inseguridad de las aldeas del norte.

Malam Dicko, líder religioso del norte, creador de una organización de ayuda, aparentemente, su misión era puramente social, pero los servicios de inteligencia locales, indicaron que había iniciado el camino a la radicalización. El problema no fue atendido por el gobierno y el grupo Ansarul Islam, comenzó su expansión e inició de acciones violentas. La propaganda revolucionara de este grupo se hizo presente en escuelas, amenazando a profesores que enseñaban el francés – idioma oficial del país – bajo amenaza de muerte. Muchos maestros huyeron y las escuelas cerraron. Los terroristas asesinaron a un profesor, en su escuela, cuando daba clases. El resultado fue que millares de niños quedaran sin educación.

El gobierno respondió con la Operación Panga, en conjunto con tropas de Malí y Francia, en ambos lados de la frontera. Esto permitió reconocer un área, santuario de terroristas, y dar un mensaje a la población que Burkina estaba haciendo algo ante el terrorismo.

Desde los años 60, con el regreso de burkineses de una peregrinación a La Meca, que en el país – de mayoría musulmana – se instaló la rama wahabita del Islam. Una lectura rigorista, ultraconservadora, vigente en Arabia Saudita. No obstante, ha convivido con ramas mucho más moderadas y abiertas del Islam. Por diversas razones, especialmente ante la ausencia del Estado como prestador de determinados servicios, organizaciones islámicas han suplido este rol, incrementándose el número de practicantes conservadores, lo que genera un ambiente propicio para predicadores radicalizados, con un discurso antioccidental, explotando un contexto de falta de educación, pobreza y una herencia colonial, que no ha dejando muy buenos recuerdos, agregándose la corrupción en la clase política.

La ayuda de Arabia Saudita y especialmente de Qatar, ayudó a la expansión de posturas ultraconservadoras, por medio de una poderosa ONG, Qatar Charity que ha construido centros de salud, escuelas, mezquitas, pozos de agua, etc. La ausencia del Estado, contribuyó a la difusión de discursos radicalizados, unido una llamativa presencia de predicadores extranjeros. El gobierno burkinés, de manera tardía, creó una serie de organismos en el ámbito de la Justicia y Seguridad, para combatir el terrorismo, contrarrestar sistemas de financiamiento, y establecer un sistema de inteligencia, especializado para lidiar con dicho fenómeno. Los escasos recursos, limitan seriamente el accionar de estas estructuras, creadas para muchos, demasiado tarde.

Los terroristas apelaron a la solidaridad étnica, con la reivindicación del antiguo reino de Djelgoodji, en un intento de reclutar jóvenes de la etnia peul, abriendo un capítulo riesgoso para el país, que es la violencia interétnica. Vale la pena señalar que el área donde operan los grupos terroristas, el Estado poco y nada ha hecho por estar presente. Miles de jóvenes se ven frustrados por no acceder al empleo, su marginación social, la imposibilidad de emigrar a Europa u otros destinos en África, crean condiciones para que los reclutadores de las organizaciones terroristas, ofrezcan una vida mejor en apariencia que llevan millares de jóvenes condenados a la pobreza.

Los grupos ofrecen casa, comida, algún tipo de bien material, como una moto y una esposa. La ignorancia es un factor clave a la hora de manipular y “lavar cerebros”. Tampoco olvidemos, que Ansarul Islam, provee seguridad a pastores y aldeas, afectadas por la presencia de bandidos. Esto esta generando base social y una competencia al gobierno de Burkina.

La incapacidad de brindar seguridad por parte del Estado, dado el lamentable estado de sus fuerzas armadas, aparecieron milicias rurales de autodefensa, que por diversas razones, pueden terminar en manos de señores de la guerra, con fuentes de financiamiento como el crimen organizado y el narcotráfico, un temor que no es infundado por los especialistas, dado el contexto del país. Estados Unidos puso sus ojos en Burkina e implementó un discreto programa de asistencia militar. El drama del terrorismo ha provocado el desplazamiento de más de un millón de personas, miles de muertes, y una creciente presión demográfica en centros urbanos, como el serio problema que atraviesa la Unión Europea, que se ve presionada por esta marea humana, que huye del terrorismo, miseria y la desertificación.

La ayuda extranjera y las limitaciones propias del estado burkinés para lidiar con este tipo de problemas, llevó a que parte del norte del país, sea tierra de nadie, donde campean a sus anchas, grupos terroristas vinculadas al Estado Islámico como AQMI. Las pérdidas en materia de personal, unido a la carencia de medios generaron un hondo malestar en las modestas fuerzas armadas de Burkina, abriendo un abismo con el gobierno.

Crónica de un final anunciado.

El presidente depuesto, Kaboré, a pesar de las promesas de hacer algo por los militares, poco y nada hizo por los 12.000 efectivos de las fuerzas armadas, caracterizados por su escaso equipamiento y limitaciones en el entrenamiento. Ello no ha impedido que 1900 soldados de Burkina participen en la misión de paz en Malí, país que ha caído desde hace varios años en el abismo de la violencia por la irrupción de poderosos grupos terroristas, que amenazan a toda la región del Sahara – Sahel.

En diciembre de 2021, el asesor de asuntos africanos del Ministerio de Exteriores galo, Christophe Bigot, se reunió con el presidente Kaboré, junto al embajador francés en Burkina, altos jefes militares y expertos en inteligencia. Seguramente París, presionaba para que Uagadugu abriera las puertas a la presencia plena de fuerzas francesas. Los lazos entre los militares burkineses y Francia son estrechos, en incluso los servicios secretos de dicho país emplearon el territorio de Burkina junto a fuerzas especiales, para operaciones encubiertas contra objetivos terroristas. Por ende la mala relación de Roch Kaboré con las fuerzas armadas, era algo que a Francia no le convenía, incluso el presidente galo, Macrón, hizo saber públicamente su desconfianza hacia el presidente de Burkina para lidiar con el problema terrorista.

La población ante el fracaso del gobierno ante el flagelo del terrorismo, que ha costado al país 2.000 muertes, creó el clima necesario para que los golpistas encontraran argumento para su accionar. Seguramente la “sombra” de Francia tuvo bastante que ver, agregándose el hecho, que el gobierno de Malí, ha tomado la decisión de romper lazos con París, ante el fracaso de la estrategia contra los grupos yihadistas, obligó al gobierno francés a buscar una plataforma para mantener una presencia activa, en una región, donde cada día, su influencia se reduce ante el avance de dos actores de peso, Rusia y China, que están adquiriendo un rol relevante en materia económica y de seguridad.

El gobierno militar de Burkina ha sido objeto de condenas internacionales y sanciones de la Unión Africana, no obstante ello, para millares de burkineses, es visto como una tabla de salvación ante la escalada de terror llevada a cabo por los yihadistas, que cada día ganan más terreno.

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