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Irán: Los halcones regresan al poder

El Minuto | La elección de un nuevo presidente de la República Islámica de Irán, estuvo marcado por el alto nivel de abstención electoral. La crisis económica, derivada de los embargos y sanciones por los conflictos que tiene Irán, especialmente con Estados Unidos y sus aliados, la pandemia y el fracaso de los reformistas, genera falta de interés en la política por parte de un electorado.

Los sectores ultra conservadores se han impuesto, alcanzando la presidencia de la República, el ex presidente del Tribunal Supremo de Irán, Ebrahin Raisi, que asumió en su cargo el pasado mes de agosto.

Por: Jorge  Suárez Saponaro | Director El Minuto para Argentina

La crisis sanitaria, el descontento de la población hacia la clase dirigente, como la aguda crisis económica derivada de las sanciones internacionales, ha sido una de las causales para que gran parte de los más de 50 millones de iraníes, habilitados para votar, se abstuvieran de ir a las urnas. Ebrahim Raisi, presidente del Tribunal Superior, que salió electo en las pasadas elecciones de junio de 2021, Es un viejo conocido en la política iraní.

Miembro del clero chiíta, el hoyatoleslam (“Autoridad del Islam”) es uno de los niveles jerárquicos más altos. Derrotado en las elecciones presidenciales anteriores, por el presidente reformista Rouhani, se transformó en un personaje clave, apoyado directamente por el Líder Supremo, Alí Jamenei.

En su momento dirigió una fundación religiosa, que en los hechos es un holding industrial. La población lo reconoce como un referente de la lucha contra la corrupción – un mal endémico de la Revolución – lo que le permitió incrementar su peso político.

Estados Unidos, aplico sanciones contra este personaje, acusado de haber sido parte de la dura represión que siguió a la Revolución Islámica, que costó millares de victimas, en manos de los comités revolucionarios y tribunales islámicos.

Otro dato relevante, del flamante presidente, fue en la designación en su gabinete en el poderoso ministerio del interior, Ahmad Vahidi, personaje acusado abiertamente de ser autor intelectual del ataque terrorista contra la mutual judía, AMIA, en Argentina. Buenos Aires, hizo una tímida protesta al respecto.

En el lado de los reformistas que compitieron por la presidencia, encontramos a Abdolhossein Hemmati, que fue funcionario del Banco Central, Instituto de Radiodifusión, y embajador en China. Fue propuesto, para la candidatura por el también reformista moderado, Mohsen Mehralizadeh, que se retiró la contienda de manera intempestiva.

Los conservadores no solo tenían como candidato a Raisi, sino también a ex cuadros del Cuerpo de Guardianes. Esta institución militar creada en 1979 por el mismo ayatollah Jomeini, ha crecido como fuerza política los últimos tiempos, y que para más de un observador, esto preocupa a ciertos sectores del clero chiíta, que ven con preocupación perder el control político del país.

Los candidatos de este cuerpo eran Jalili Sabed, doctor en ciencias políticas, veterano de la Guerra con Irak y ex secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional En 2013 participó en las elecciones presidenciales, sin mucha suerte y terminó como funcionario del Consejo de Convivencia, un organismo destinado a preservar el ordenamiento jurídico islámico.

Mohsen Rezaee, ex comandante del Cuerpo de Guardianes, economista, participó en varias elecciones por el ejecutivo iraní. Por último, pero fuera de la pertenencia al Cuerpo de Guardianes o Pasdaran, estaba el médico y ex parlamentario ultra conservador Amirhossein Ghazizadeh-hashem,

Dado el alto nivel de abstención electoral, el mismo Líder Supremo, Alí Jamenei, exhortó a la población a participar de las elecciones e ir a las urnas. Asimismo, no dudó el soltar diatribas contra medios de Estados Unidos y Gran Bretaña, al considerarlos responsables, de impulsar de alguna manera la desconfianza hacia la clase política iraní.

Las elecciones se dieron en un contexto complejo, no solo por la crisis COVID, sino por las negociaciones en el marco del Acuerdo Nuclear, torpedeado por el ex presidente Trump, que no hizo más que fortalecer a los sectores más duros del régimen iraní.

La llegada del presidente Biden, despertó expectativas en Teherán, para ver si es posible avanzar en un nuevo acuerdo. Raisi, prometió que las sanciones serían levantadas. Esto afecta seriamente al país, especialmente en el aspecto sanitario, dado que las malas relaciones con Occidente, han impedido el acceso a las vacunas de Estados Unidos y el Reino Unido, las principales que existen en el mercado.

El país, apostó al desarrollo de una vacuna nacional, COVIran Barekat, pero que demandará tiempo, para que beneficie al país, mientras los contagios y muertes están a la orden del día.

Se estima que la pandemia le costó la vida a 84.000 personas y respecto a la vacunación, solo el 4.78% de la población tiene alguna vacuna y solo el 1% de la población tiene las dos dosis. El avance de nuevas variantes, plantea un escenario para nada halagüeño, para el país respecto a la gestión de la crisis, con su impacto para la economía del país.

La presidencia de Rouhani, ha estado marcado por problemas de todo tipo, lo que generó perdida de confianza de los reformistas por parte de la población. Las protestas de 2019, duramente reprimidas, dejaron en evidencia los problemas de corrupción, la imposibilidad de romper con las sanciones internacionales. Los conservadores pasaron a la ofensiva, y gracias al poder de control que tiene el Consejo de Guardianes, pudieron influir en los candidatos al Parlamento, donde muchos fueron vetados, permitiendo de alguna manera que los sectores más duros, se impusieran en las elecciones, controlando 220 bancas de 290.

El peculiar sistema de gobierno iraní y el control de los conservadores

Los candidatos en las elecciones generales, para competir en los distintos cargos, deben ser sometidos al control del Consejo de Guardianes. Este organismo, designado por el Líder Supremo y el Parlamento, es responsable de ratificar las leyes, interpretación y control constitucional, y aprobar las candidaturas a presidente, además de supervisar las elecciones legislativas, referendos, etc.

Esto habilita también para tener injerencia directa en el veto de los potenciales postulantes a cargos electivos. El ayatolá Ahmad Yannati, es el máximo responsable de este organismo. En este complejo sistema de controles y contrapesos, está el Consejo de Discernimiento, que entiende en conflictos que pueden derivar entre el Consejo de Guardianes y el Parlamento.

El presidente de este organismo es Hashemi Rafsanyani, ex presidente de la república, y también implicado por la Justicia federal argentina en el atentado terrorista de la AMIA en 1994. Este político es considerado un hombre fuerte del régimen. Este consejo, tiene un gran valor, dado que es una suerte de caja de resonancia, donde quedan reflejados las distintas tendencias del sistema iraní.

Dado que los conservadores, tiene la facultad de vetar candidatos que no sean funcionales al sistema, les permite influir en un poderoso organismo: la Asamblea de los Expertos. Esta asamblea de 86 miembros, todos clérigos chiítas, tienen la función de elegir al Líder Supremo, como también destituirlo. Esta asamblea es electa por voto directo cada ocho años. Su titular es el poderoso Rafsanyani.

En la cúspide del sistema esta el Líder Supremo o Velayat-e faqih. El ayatolá Jomeini en los años sesenta, por medio de la doctrina de la guía del docto, estableció que tras la ocultación del duodecimano imán, y hasta su retorno como Mahdi, los asuntos del Estado estarían en manos de versados en jurisprudencia islámica o faqih.

En 1501, cuando el sha Ismail, declaró al Islam chiíta duodecimano como religión nacional, la relación con el clero chiíta fue sólida, hasta el siglo XX, cuando comenzaron las reformas y los conflictos, especialmente con la dinastía Pahlevi. Esto derivó que el clero se transformara en un actor político, y hoy Irán está en manos de una elite política religiosa, por eso pocos laicos han sido jefes de estado.

Raisi, es un hombre de Jamenei, y es posible que por medio del complejo sistema de controles y equilibrios, que tiene la República Islámica, pretende preparar una sucesión sin sobresaltos. Similar a lo que ocurrió con la muerte de Jomeini, cuando el era presidente en 1989.

Aunque desde el punto de vista formal, no puede imponer un sucesor, si lo puede hacer de manera indirecta, dado el control que tienen los conservadores en el Consejo de Guardianes, que funciona como un filtro para los candidatos para la Asamblea de Expertos.

Esto tiene su precio, dado que el Consejo en su afán de mantener la línea dura en torno al Líder Supremo, descartó miles de candidaturas, que en las elecciones parlamentarias significó la abstención del casi 58% del electorado, frente al 51% en la pasadas elecciones de junio de 2021. El nivel de rechazo del electorado, quedó manifestado por el recuento de más de 4 millones de votos inválidos (nulos o en blanco). Raisi fue electo por el 38% de los votantes que componen el padrón electoral, lo que indicaría que su base social, es limitada, y solo las instituciones del régimen, permitirán la gobernabilidad del país, en un contexto muy delicado.

Un panorama difícil para el nuevo gobierno

Irán, entre las sanciones y la crisis sanitaria ha tenido una caída del PIB, un 6.8% y la inflación, según el Fondo Monetario Internacional ronda el 36.5%. El régimen de sanciones, afecta especialmente a los sectores medios iraníes, agregándose un elevado nivel de desempleo y una economía incapaz de crear suficientes puestos de trabajo para una enorme población joven, afectado por falta de oportunidades, que ha desencadenado fuertes protestas en 2019, duramente reprimidas, pero este colectivo social sigue siendo una olla a presión.

El país sigue siendo sumamente dependiente de la exportación de petróleo y sus derivados, pero las sanciones, dificultan su comercialización, como la llegada de inversiones en el sector, vitales para mantenerlo competitivo frente a sus vecinos y adversarios árabes del Golfo Pérsico. El Acuerdo Nuclear, abrió una perspectiva y gran entusiasmo.

Irán, es un país con un elevado nivel de población con formación universitaria, buena infraestructura y un gran mercado en potencia, pero el incumplimiento del Acuerdo, según el presidente Turmp, provocó un serio retroceso y la tímida apertura, termino abruptamente, generando serios contratiempos a la economía persa.

Ello no ha impedido, que Irán continúe con sus programas militares, el apoyo de agentes desestabilizadores en Yemen, Siria, e Irak. Herramientas que emplea el régimen para presionar a sus adversarios occidentales, e incrementar su peso geopolítico en la región. Dicha maniobra ha tenido cierto éxito, dado que Teherán se ha convertido en un actor clave en la guerra civil siria y en la política interna de Irak.

Estados Unidos reaccionó y el endeble gobierno de Bagdad que lentamente caía en la esfera de Irán, recibió el apoyo necesario para derrotar el siniestro ISIS. Pero todo ello tiene un alto costo, para una economía que se va deteriorando cada vez más por el aislamiento internacional, compensado en cierto punto por su actuación regional y una mejora de relaciones con Rusia y China.

Estados Unidos está en retirada, desde la administración Trump, de carácter aislacionista, salvo su apoyo a Israel, el papel de la Casa Blanca en el Próximo Oriente se ha reducido. Se ha optado, por apoyar ciertos actores, como Egipto, que hábilmente busca explotar esta situación, para garantizar apoyo económico y militar, vital para su estabilidad interna. El presidente Al Sisi, ha intervenido en el acercamiento con Bagdad, a fin de reducir la influencia iraní, aunque de manera más sutil, evitando que Teherán haga una lectura hostil hacia sus intereses.

Los errores políticos y estratégicos de la Casa Blanca, especialmente con su salida del Acuerdo Nuclear, en 2018, hizo que Teherán considerada tener las manos libres para su programa de enriquecimiento de uranio. Es cuestión de tiempo que Irán cuente con capacidad de ataque nuclear, observando que el programa de misiles balísticos es de vieja data y cuenta con importantes desarrollos en la materia.

El acuerdo nuclear es de vital importancia para el frente interno iraní, especialmente para reducir el impacto de las sanciones. El tiempo que Estados Unidos salió del acuerdo, le ha permitido a Irán avanzar varios casilleros en el programa de enriquecimiento de uranio y mejorar capacidades propias para gestionar sus instalaciones nucleares. La crisis COVID debilitó mucho a Estados Unidos, que tiene muchos frentes que cubrir. Un nuevo Acuerdo con Irán, significa ganar tiempo, frenar a China y Rusia, dado que pueden aprovechar la situación de Irán para obtener ventajas a cambio de transferencia de tecnologías sensibles.

La escalada del conflicto en su momento benefició a los halcones del régimen iraní, que les permitió regresar al poder, consolidar posiciones. Saben que las sanciones no pueden durar mucho más tiempo, dado que la economía iraní ha sido duramente golpeada y en las urnas, ello quedó bien reflejado. Esto golpea a los jóvenes que pueden verse seducidos por ideas reformistas, y la elite política religiosa, sabe que no puede sostenerse a costa de represión.

Raisi está ante una oportunidad, para llegar a buen puerto con un acuerdo nuclear, lo que permitiría reducir el impacto de las sanciones, y mejorar su propia imagen de cara al frente interno. El régimen hace sus apuestos, siempre con alto riesgo, algo que los líderes iraníes, escenario donde se han manejado con suma habilidad, para ganar tiempo.

Un Irán con industria nuclear, abre las puertas para un escenario por muchos temido, que el uso pacífico, derive en el militar, convirtiéndose en una potencia y una amenaza real, no solo para rivales geopolíticos como Arabia Saudita, sino para países como Israel y el propio Occidente, cumpliendo los “halcones” del régimen, con los sueños del padre de la revolución iraní, Jomeini.

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