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La Unión Soviética: El ocaso de un gran poder

El Minuto | Hace tres décadas, en 1991, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, o URSS, desaparecía, dando inicio a una nueva etapa histórica, siendo Estados Unidos, la única superpotencia existente. Las consecuencias del fin del régimen soviético, fue el surgimiento de nuevos estados, que en más de un caso no estaban preparados para esta nueva etapa, que dieron origen a dictaduras, guerras y secesiones. Las consecuencias geopolíticas del ocaso de este gran poder, repercuten hasta el día de hoy.

Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Diario El Minuto Argentina

En los años 50, las tasas de crecimiento de la Unión Soviética fueron elevadas. El desarrollo industrial gracias a la incorporación de los países del Este de Europa, bajo la órbita de Moscú, especialmente las áreas altamente industrializadas de Polonia, Checoslovaquia, permitieron a la URSS, incorporar tecnología que facilitó mejoras en su industria.

El sector ligero, descuidado por Stalin, recibió impulso bajo sus sucesores. El descubrimiento de inmensas reservas de gas, petróleo, carbón en Siberia, junto a la construcción de grandes centrales hidroeléctricas, y el programa nuclear, ayudaron a generar abundante energía de bajo costo para el desarrollo del país.

El gran problema del país, fue siempre el sector agrícola, pero el modelo adoptado de explotación, basado en granjas colectivas, no ayudaba mucho. Jruschov, logró incrementar la producción de cereales – el modelo adoptado tuvo un impacto ambiental muy negativo en el largo plazo – como bajo la era Brezhnev.

El gran esfuerzo, permitió que en 1980, los propios Estados Unidos reconocieran a la URSS como su igual, como superpotencia. A pesar que el Producto Bruto Interno, era muy inferior al de Estados Unidos, pero Moscú poseía un inmenso arsenal militar convencional y atómico, que le permitían equipararse con su adversario americano. Su influencia global era un hecho, especialmente en el Sudeste de Asia, África e incluso América, con su firme aliado cubano.

La carrera de armamentos, fue sin ninguna duda el talón de Aquiles del régimen, esto insumía enormes recursos, que a pesar de traducirse en tecnologías punteras, pero que afectaban a una economía que a todas luces precisaba un cambio. Brezhnev., se caracterizó por el inmovilismo. El relevo generacional, que de alguna manera impulsaba Jruschov, en manos de su sucesor, termino en manos de una verdadera gerontocracia, como señalan algunos historiadores.

Entre 1964 y 1979 la rotación de los dirigentes locales del PCUS fue un 50% inferior a la registrada entre 1953 y 1964. De las 58 personas que en 1966 tenían la condición de ministro o de viceministro, únicamente 12 la habían perdido en 1978, y ello pese a que un año después el promedio de edad del grupo correspondiente era de 70 años.

Entre los miembros del Politburó la edad promedio había ascendido desde 62 años en 1972 hasta 69 en 1979, mientras que entre los del Comité Central del PCUS se había elevado desde 56, en 1966, hasta 63, en 1982; para estos dos últimos años, las cifras correspondientes al Consejo de Ministros eran de 58 y 65.(TAIBO, Carlos: La historia de la Unión Soviética. Ed. Primo, 2010). El Politburó del Partido Comunista, afectado por el inmovilismo de Brezhnev, impactó en los niveles inferiores del régimen, donde los funcionarios se caracterizaban por un margen reducido de autonomía en la toma de decisiones.

En un intento de granjearse las simpatías de las nomenklatura y del poderoso aparato burocrático, Brezhnev, eliminó ciertos mecanismos de presión, para impulsar mejoras, generaron condiciones para su estancamiento. La diferencia del nivel de vida entre los burócratas y el resto de la población se incremento en beneficio de los primeros. La corrupción hizo aparición en diversos estamentos del aparato estatal, abusando de los viajes, acceso a viviendas, etc. En un intento de generar algún cambio, más cosmético, que real, fue promulgada la Constitución de 1977, reemplazando el texto estalinista de 1936. En esos años aparecieron los llamados: disidentes” que tuvieron eco fuera del país, mas que en el frente interno, donde el implacable aparato policial, reducía enormemente su margen de maniobra.

El caso más célebre fue el de Aleksandr Solyenitsin. La década del 70, estuvo marcada por cambios culturales, el crecimiento de las ciudades con sus consecuencias, un creciente interés por Occidente, especialmente en el aspecto cultural, más que político. El estancamiento político, se tradujo en el económico, el nivel de productividad de las empresas decreció. Los directivos se apegaban a cumplir, o hacer parecer que alcanzaban los objetivos fijados por el Estado. La cuestión de los incentivos económicos en los trabajadores, estaba en muchos casos ausente y esto afectaba la disciplina laboral.

No existía un mercado de trabajo, como era en el mundo occidental, sino que el Estado garantizaba el empleo y un número de servicios básicos gratuitos o subvencionados, mas allá de la calidad, muchas veces mediocre, la sociedad estaba siguiendo los pasos de la burocracia, de estancamiento.

El sistema de planificación centralizada, mostraba fisuras, ante la incapacidad de ejercer un adecuado control al gigantesco aparato económico del país. El GOSPLAN, organismo responsable de esta tarea, muchas veces fijaba metas poco realistas, especialmente en materia de costos, precios, relación de oferta – demanda, lo que empezó a generar mayores problemas. Dado que las empresas deficitarias no eran cerradas, sino que eran apoyadas con ayudas, esto permitía mayores abusos. Problemas del sistema de comercialización, créditos, fomentó la existencia de una economía informal, incluso entre empresas, para obtener materias primas, insumos, que por conductos oficiales eran difíciles de obtener o demoraba mucho su adquisición. También

era frecuente en el ámbito de la ciudadanía, esta difusión de la economía informal o mercado negro, para obtener bienes de consumo. Esto fue especialmente relevante en las repúblicas de Caucaso y Asia Central. La rigidez del sistema de precios y la falta de estímulos para las empresas productores de bienes para la población en general, afectó la innovación tecnológica. Esto afectó especialmente a los sectores de las industrias química, informática y automotriz. El creciente gasto militar, sin ninguna afectaba al país. El 15% del PIB estaba destinado al complejo industrial militar, además del sostenimiento de las poderosas fuerzas armadas, frente al 6% del PIB que invertía Estados Unidos.

Un aspecto poco tratado, fue el impacto ambiental de los ambiciosos proyectos de desarrollo. Esto generó serios problemas, con ciudades con altos índices de contaminación, o reducir a la más mínima expresión el llamado Mar de Aral, con la política de riego en Asia Central. La modalidad de cultivo extensivo, también trajo aparejado agotamiento rápido de tierras y serios problemas, derivados de la ausencia de regulaciones adecuadas, en el ámbito minero y energético.

Esto afectó especialmente a la salud de la población, dado que se incrementaron los índices de enfermedades como el cáncer, por la falta de controles sobre uso de pesticidas, contaminación del agua, terrenos agrícolas, etc. Los problemas de productividad, fueron reflejados en 1982, por el primer ministro soviético, Nikolai Tíjonov, se perdía una quinta parte de los cereales, vegetales, frutas y bayas durante la cosecha, el transporte, el almacenamiento y el procesado industrial.

A pesar de anunciar los dirigentes soviéticos sobre el incremento de la producción de acero, energía, cemento, carbón y otros bienes, superando a los Estados Unidos, los métodos anticuados, encarecían los costos. Prueba de ello, que en el plan 1981-85 de explotación petrolera, los costos por tonelada de petróleo, se incrementaron nueve veces en comparación al período 1975-1980.

En la década de los 60/70, los cambios sociales trajeron aparejado un impacto en el crecimiento de la población y su envejecimiento prematuro. El aborto, el divorcio, impactaron también en las tasas de nacimientos. Un hecho que fue motivo luego de preocupación por parte del régimen, la elevada tasa de alcoholismo, que incrementó sustancialmente la tasa de mortalidad de los varones y afectaba a la productividad. El 37% de la población varonil activa, consumía alcohol en exceso. En las repúblicas de Asia Central, el crecimiento vegetativo era más alto, y ello motivó a los expertos en planificación a impulsar la industrialización de dichas regiones.

A fines de los 70, hubo mejoras en los trabajadores industriales y agrícolas, las diferencias salariales cayeron drásticamente. En 1981, los trabajadores ganaron el derecho de poder cambiar de residencia y de trabajo de un lugar a otro del país, lo que facilitó la movilidad geográfica. En 1980, el 10% de la población más rica de la URSS, detentaba el 40% de la riqueza nacional, a pesar que en general las diferencias sociales no eran tan acusadas como en muchos países de la órbita capitalista. Algo que si era objeto de orgullo del régimen era el nivel de participación de las mujeres en la economía, que llegó alcanzar a fines de los 60, el 51% de la economía. La mujer estaba muy presente en la salud, servicios sociales, comunicaciones, banca, administración y docencia. En cambio a nivel de dirección, solo el 12% de los directores de empresa eran mujeres.

La URSS se jactaba de tener un sistema de salud de buen nivel, pero el estancamiento económico, y las falencias de la administración, llevaron a que la mortalidad infantil creciera, especialmente en los países del Cáucaso y Asia Central, especialmente a partir de 1974, con mejoras en los años 80. El nivel de crecimiento interno, decayó desde los años 60, unido a una deciente calidad de los bienes de consumo interno y problemas en su adquisición. Un auto demoraba unos ocho años hasta que finalmente podría ser entregado a su usuario.

En 1977 había en la Unión Soviética 15 000 ordenadores y 17 millones de teléfonos, cifras ambas muy alejadas de las correspondientes a los EE UU: 170 000 y 138 millones, En materia de inversión en vivienda también fue decayendo desde los 70, lo que favoreció el hacinamiento en las grandes ciudades. En materia educativa, el país tenía elevados índices de población activa con estudios secundarios y universitarios. A pesar de la calidad del sistema educativo, no siempre esto garantizaba el acceso a un puesto acorde a la formación adquirida.

La era Brezhnev dejó muchos descontentos. En las repúblicas, ante la demanda que cuadros locales alcanzaran el liderazgo de los partidos comunistas locales, fue admitido, que los secretarios generales fueran de la etnia de la república, secundados siempre por un adjunto de origen eslavo, generalmente ruso o ucraniano. La reducción de la población eslava, frente al crecimiento vegetativo de otros grupos nacionales, significaba un riesgo político, especialmente en materia de control de las fuerzas armadas, y liderazgos del PCUS. El régimen incrementó el proceso de rusificación, y para 1981, el ruso había avanzado como segunda lengua en las repúblicas no eslavas. En las fuerzas armadas, casi el 80% de los cuadros eran de origen eslavo, y la presencia en el politburó del PCUS, llegó en los 80 al 70%.

El conflicto de Afganistán, llevó a que el régimen fuera más tolerante con el Islam, y se abrieran las puertas para el ascenso de otras minorías nacionales a puestos de dirección nacional. La tolerancia religiosa en 1979, se amplió a los ortodoxos, y más de diez mil iglesias, comenzaron a operar abiertamente.

En materia de política exterior, la URSS, seguía teniendo un papel clave. El control sobre Europa del Este se mantuvo de manera férrea, a pesar que desde mediados de los 80, se observaron claros signos de deterioro y creciente descontento interno. Las fuerzas navales soviéticas, obra del gran almirante Gorshkov, surcaban los océanos. Moscú tenía una importante cuota de influencia política en Asia y África. El atolladero de Afganistán, sería el gran desacierto estratégico de Moscú, y sería un factor que debilitaría la economía soviética, ya seriamente afectada por los altos gastos militares.

El comienzo del fin

En 1985, llegó al secretariado general del PCUS, el futuro sepulturero de la URSS, Mijail Gorbachov. En las grandes ciudades había aparecido un importante núcleo de población, que ya no estaba ligada a trabajos manuales, una clase proletaria que había tenido una mejora en su calidad de vida, pero el sistema político económico imperante impedían que siguieran en la senda del ascenso social. La llamada perestroika o reconstrucción, fue para muchos una mera declaración de buenas intenciones. La URSS llevaba dos décadas de falta de reformas estructurales, que afectaban especialmente su economía, además políticas. Las nuevas generaciones tímidamente, mostraban descontento por el régimen imperante, agregándose por el reclamo de las minorías nacionales, de mayores libertades y un creciente nacionalismo, especialmente en los estados bálticos. En materia de política exterior, hubo una suerte de distensión, con un mayor diálogo entre las grandes potencias, destacándose firma de acuerdos con Estados Unidos de reducción de armas de alcance intermedio, la retirada de Afganistán en 1988.

El país empezó a padecer la falta de alimentos, de bienes de consumo, y una creciente dependencia financiera de Occidente. En este proceso de cambios, el líder soviético anunció la glásnost, o transparencia, que de alguna manera, muchos consideran que esta reforma en el estilo de administrar el estado, permitió que el mundo conociera el accidente nuclear de Chernobyl. Asimismo, la “transparencia” abrió las puertas para un debate de ideas y una revisión de la historia reciente.

En las repúblicas se gestaban movimientos nacionalistas, exigiendo en el caso de las repúblicas bálticas, la independencia En 1989, se celebraron elecciones para el Congreso de Diputados, las primeras donde el PCUS perdió el monopolio del control electoral, que abrieron paso a la apertura política, pero la esperanza que fuera el espacio para el debate para reformar la URSS, naufragó.

El equilibrio entre fuerzas reformistas y conservadoras, lo paralizaron, agregándose la ausencia de los estado bálticos, en pleno proceso de secesión y los caucásicos, al borde de una guerra, que complicaron aún más las cosas. Gorbachov, en el XVIII Congreso del PCUS, se vio envuelto en la pugna entre conservadores y reformistas.

Los primeros tenían una fuerte gravitación, y apoyándose en ellos, autorizó la represión de los estados bálticos, intentó imponer un nuevo tratado de unión entre las repúblicas soviéticas y cesó al liberal ministro del Interior. Esto provocó la salida del reformista Edvard Shevardnadze, como ministro de Exteriores. Mientras tanto, para conformar a los reformistas, Gorbachov apoyó a Estados Unidos en la crisis del Golfo, cuando Irak invadió Kuwait, firmó nuestros tratados de reducción de armas y fuerzas convencionales, redujo el papel del PCUS y asumió como presidente de la URSS, con importantes atribuciones, relegando la influencia del politburó del Partido. Las medidas económicas generaron una disparada de precios, la impopularidad del gobierno era creciente, unido al ascenso de un nuevo líder reformista, Boris Yeltsin.

Finalmente Gorbachov rompió con los conservadores, abrazó a los reformistas, y avanzó hacia el abandono del marxismo leninismo. El Muro de Berlín había caído en 1989, Alemania era un país unificado en 1990, y el COMECON, antiguo mercado común de estados socialistas, se había esfumado, siendo un golpe para la URSS. Las serias falencias de gestión económica, no hicieron más que agudizar los problemas existentes.

La crisis de los nacionalismos, tiene que ver, entre otras cosas, con al pérdida de credibilidad del modelo soviético, especialmente ante una excesiva centralización de toma de decisiones, que perjudicó a muchas regiones periféricas. El vacío vino a ser llenado por posturas nacionalistas, que tampoco planteaba soluciones para los graves problemas económicos, y desconociendo, el delicado equilibrio que ataba a las distintas regiones y sujetos federativos que formaban la URSS. Los problemas medioambientales ayudaron a las tesis nacionalistas, como el accidente de Chernobyl, incentivó el nacionalismo ucraniano, el cierre de la central nuclear de Igualina, en Lituania, unido a la renovación de liderazgos locales, incentivados por las reformas de Gorbachov, permitió que los partidos comunistas de las repúblicas cayeran en manos de elementos nacionalistas, con el objetivo de exigir más autonomía.

La política de organización territorial, heredada de tiempos de Stalin, también azuzaron crisis en las regiones periféricas, donde etnias distintas, habían sido incorporadas en una república contra su voluntad, como el caso de Nagorno Karabaj, territorio históricamente armenio fue asignado a Azerbaiján, motivó una crisis, que derivó pronto en choques armados y matanzas, o el caso de Crimea, incorporado a Ucrania en 1954, por una decisión del entonces secretario general del PCUS, Jruschov, que generó tensiones posteriores entre Moscú y Kiev. Georgia fue otro ejemplo de la influencia perniciosa de los nacionalismos, dado que el gobierno del presidente Gamsajurdia, suprimió la autonomía de las regiones de Osetia, Abjasia y Adzharia, que generó conflictos armados y la intervención de tropas soviéticas. En Asia Central también hubo reclamos, y esto se potenció en zonas especialmente empobrecidas.

En el referéndum en marzo de 1991, sobre el Tratado de la Unión, tuvo fuertes abstenciones en los estados bálticos resueltos a recuperar la libertad perdida en 1940, como en el Cáucaso.

En agosto de 1991, los sectores conservadores protagonizan en un intento de golpe. El 18 de agosto, un día antes que fuera firmado el Tratado de la Unión, una búsqueda de continuar la URSS, el vicepresidente Gennady Yanayev, junto al jefe del KGB, los ministros de defensa e interior, formaron un grupo, que destituyeron a Gorbachov, y fue enviado detenido por un comando del KGB a Crimen. Yeltsin, líder de los reformistas, movilizó a la ciudadanía a las calles, fue declarada una huelga general. Grandes manifestaciones en las principales ciudades salieron a las calles. De las 15 repúblicas, solo una apoyó el golpe, Uzbekistán.

El vacío de poder generado a los golpistas, obligó a los militares a regresar a los cuarteles. En el seno de las fuerzas armadas también había divisiones y Gorbachov volvió al poder, pero completamente debilitado. Los estados bálticos habían proclamado la independencia, Los reformistas del PCUS, se refugiaron en instituciones y movimientos políticos en Rusia, En las elecciones de otoño, los sectores nacionalistas se impusieron en los gobiernos de las diferentes repúblicas. A principios del mes de diciembre, luego de sendos referéndum de autodeterminación, los gobiernos de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, firmaron el acuerdo de crear la Comunidad de Estados Independientes, en reemplazo de la virtual URSS. Gorbachov, presidente de una entidad que ya había dejado de existir en los hechos, renunció como presidente el 26 de diciembre de 1991, desapareciendo de la historia, la otrora poderosa Unión Soviética.

El fin de la URSS ¿Una tragedia geopolítica?

En muchas antiguas repúblicas soviéticas, excepto los estados bálticos que forman parte de la UE y la OTAN, existe una suerte de nostalgia por el imperio soviético. Una suerte de idealización, dado que los liderazgos nacionalistas locales, embarcaran a las flamantes naciones a crisis económicas, dictaduras, guerras, conflictos internos., y una creciente dependencia de nuevos actores regionales, como China, que con el proyecto de la Ruta de la Seda, sin ninguna duda, convertirá a los países de Asia Central en satélites de Pekín. Turquía ha ingresado también como actor clave, especialmente en apoyo Azerbaiján en su conflicto con Armenia. Georgia, tuvo una revolución de “color” y el gobierno pro ruso, fue reemplazado por otro pro occidental, que intentó controlar sin éxito las regiones separatistas, por obvias razones encontraron apoyo de Moscú, convirtieron a dicho país, en una isla, que al parecer a pesar de las promesas de la Unión Europea y Estados Unidos, no ha logrado salir de los serios problemas que atraviesa.

Ucrania, también tuvo su revolución de color, pero tiene una historia y una realidad que la une estrechamente a Rusia. El resultado, un conflicto envuelto en un callejón sin salida. Moldavia, es un estado afectado por la corrupción y el crimen organizado. Los estados de Asia Central, terminaron en procesos autoritarios, conflictos internos y pobreza, lo que los convierte en potenciales rehenes del creciente poderío chino.

Rusia ha emergido como potencia, gracias a su poderoso arsenal, una hábil política exterior y maniobras geopolíticas audaces, que colocaron a Moscú como un actor clave en el tablero mundial. Su influencia en el antiguo espacio soviético, se mantiene con limitaciones. La crisis de Nagorno Karabaj en 2019, y la caída del régimen pro occidental de Afganistán, ponen en evidencia el papel de Rusia como garante de la seguridad. Pero el país carece del suficiente peso económico, que permita convertirse en un actor de mayor influencia en las antiguas repúblicas soviéticas, que al romper los antiguos lazos económicos, pagaron las consecuencias. Esto se tradujo también en el ámbito de la seguridad.

La URSS fue sin ninguna duda una superpotencia, con importantes logros en el campo industrial, tecnológico y social. El precio fue sin ninguna duda muy alto para su población, especialmente durante el régimen de Stalin, responsable de la muerte de millones en el marco de la brutal política de industrialización y consolidación del régimen. Pero no cabe duda que la desaparición de la URSS, han dejado un vacío geopolítico, que hasta el día de hoy se sigue sintiendo. 

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