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Cuando la Pandemia puede Transformarse en el consumo de drogas

Para vivir la vida que nos propone la civilización hay que encontrar el coraje dormido dentro de nosotros mismos, que tendemos a refugiarnos en un frágil fuselaje, a merced de fuerzas muy superiores a las nuestras.

Para vivir la vida que nos propone la civilización hay que encontrar el coraje dormido dentro de nosotros mismos, que tendemos a refugiarnos en un frágil fuselaje, a merced de fuerzas muy superiores a las nuestras.

Puede ser más cauteloso mantenerse dentro de los límites de nuestra vida actual, sin prestar atención a lo frágil que puede ser el conjunto de seguridades que nos ofrece el confort de un trabajo remunerado, o una jubilación estable hasta el fin de nuestros días.

Quizás porque muchos encuentran una realidad paralela entre aquellas montañas insuperables y las que rodean su propia vida, que bien pueden ser enormes edificios como los picos de aquella barrera que nos impide salir paradójicamente de entre glaciares eternos.

Un pueblo o una ciudad populosa puede ser igual de solitaria y fría, aunque este bajo el sol radiante del trópico. Hay un aumento clarísimo del consumo y como consecuencia de él también los hay de la delincuencia, del bajo el rendimiento y la deserción estudiantil, de la indigencia, de la inseguridad, de la violencia callejera, de los suicidios, de las muertes tempranas, de internaciones en hospitales y sanatorios, del abandono laboral, de los conflictos familiares y de los divorcios, que parecen acentuarse en tiempos de pandemia.

Se puede estar totalmente a favor o en contra de la legalización del consumo de drogas, comenzando por las más livianas para llegar a las más pesadas y quizás más difíciles de conseguir.

Podemos respondernos de manera contradictoria, pero sin dudarlo es el fiel reflejo de la realidad.

Lamentablemente no todos pueden abstenerse de alguna que otra adicción que no esté relacionada con la sustancia en sí, depende fundamentalmente de las personas.

El síndrome de abstinencia es mucho más fuerte de lo que una persona que jamás ha consumido pueda imaginar.

Toda adicción va echando raíces en las profundidades biológicas de la persona, y desde allí coarta su voluntad, le exige, altera sus emociones y sus afectos. Le ordena a delinquir y hasta si es posible que un día lo abandones para que opte por su muerte.

¿Existe alguna droga benévola, capaz de proporcionar placer sin que el individuo pierda el control sobre su voluntad?

¿Un vermut, por ejemplo? Es posible.

También la gastronomía ofrece infinitas posibilidades de disfrutar de una comida sabrosa que no represente riesgo para la salud, sin embargo, la civilización actual come mucho y se alimenta mal.

No se trata de un vermut, se trata de tener conciencia de lo que diez vermuts por día pueden causar en cualquier persona.

No se trata de las drogas, se trata de la adicción. Adicción a los medicamentos, por ejemplo.

Parece imparable la tendencia a legalizar drogas, en la convicción de que es tan inofensiva como un vermut.

El problema se le presenta al que se queda, al que esta todo el día y todos los días al lado de una adicción. Al que tiene un hijo o una hija que se pasea a las siete de la mañana con una botella de cerveza en la mano, después de haberse aturdido toda la noche. Y cuando vamos al dormitorio para ver como esta, en realidad ya no sabemos cómo esta, aunque al parecer no muy borracho/a, pero ya no nos animamos a preguntarle como esta, ya que siempre dice que bien. Pero sabemos que no está bien. El dormitorio huele a una mezcla de cerveza y porro, y a esa madre o a ese padre le duele todo el cuerpo.

Sabemos que en las calles hay un gran negocio en marcha, tan ilegal como robar en una tienda o evadir los impuestos, y esperamos algo de quien sabe cuidar a nuestros hijos cuando salen de casa.

Se trata de un negocio en marcha, en toda su complejidad, que al gobierno se le ocurrió enfrentarlo con sus mismas armas: las armas de un negocio que es prospero en la clandestinidad.

Y cuando la marihuana sea legal y no tan cara, todos se pasarán a esa droga regulada por el Estado. ¿Cuantos?

¿Hay un vademécum definitivo de las drogas?

La pasta base era desconocida hasta no hace mucho, y hoy es una plaga.

¿Se podría limitar la investigación y fabricación de nuevas drogas sintéticas, por ejemplo?

¿En que se basan algunos gobiernos para protagonizar una campaña tan decidida a la legalización al consumo de drogas?

Después de acentuado el habito de consumir drogas, hasta las más inofensivas, quien pondrá el límite para evitar que se prueben y consuman otras?

Algunos van más lejos y sostienen que se deben legalizar todas las drogas y en este caso mandara el mercado, absolutamente como opera en función de la oferta y la demanda.

Suena todo como un problema de competidores comerciales.

La estrategia para evitar que se amplié el consumo de drogas no puede basarse en la lógica comercial.

La verdad, es que me siento distante y alejado como para opinar en calidad de experto sobre el tema en medio de una sociedad violenta, que en medio de esta pandemia es tema casi cotidiano.

En el plano individual es una especie de ente en el que sé que el alcohol se encuentra en todas las edades, en todas las clases sociales, en todos los países, en ricos, en pobres, mujeres y hombres, además de conocer Holanda que suele ponerse como ejemplo de la liberación total de todas las sustancias manejando así pautas culturales muy diferentes a las nuestras.

No se puede legalizar solo un segmento de esta cadena, al legalizar la puerta de acceso, junto al alcohol, se le otorga una legalidad innecesaria al resto de sustancias que actúan en un momento u otro.

La legalización de una droga es el fracaso de los que buscan iniciar una nueva vida, libre de drogas, con mucho sacrificio.

La vida contemporánea corre el riesgo de codificar a los individuos y negarles su capacidad de elegir un destino con su propia intervención.

Sera que con esa medida se lograrían más votos?

Y me hago otra pregunta: ¿El que la promueve estará realmente interesado en las personas?

Este es uno de los casos propios de la ley, para mí la ley no es sinónimo de justicia.

Con la ley en las manos se cometen grandes injusticias. Es decir, ya vendrá uno que hará bueno al otro. Estos llevaran a la cárcel aquellos, pero después aquellos llevaran a los otros a prisión.

Si se preocupan tanto por la salud como dicen deberían entonces preocuparse para que no se fumara ninguna clase de droga o sustancia extraña.

Es sabido que ya existen muchos estudios científicos sobre la labor destructiva de las mismas en el propio cerebro, por ejemplo, en las estructuras psicóticas.

En Londres se han hecho investigaciones muy importantes de estos temas.

¿Qué hay gente que el consumo de ciertas sustancias no les hace nada?, como ya sabemos, también es cierto que el consumo de un poco de alcohol tampoco hace nada.

¿Y que se busca con semejante afirmación?

San Agustín decía que las manzanas del huerto vecino siempre son más ricas que las suyas.

Es que son de otro.

Hay personas que, por la estructura psicológica, por trastornos de personalidad, algunas son psicopatías sectarias, para sentirse bien necesitan de la transgresión.

El alcohol no es una droga así considerado y es bastante bien tolerado por todos, además de ser legal, a menos que una buena parte del día se decida estar borracho, en definitiva, un estorbo para los demás.

El alcohol tiene la virtud, que se le ha concedido graciosamente, de ser tratado como un buen compañero. Lo ha hecho así la literatura y un gran cancionero popular, que lo recomienda para ciertas situaciones anímicas o afectivas.

Los efectos del consumo de algunas drogas, no consideradas legales, más allá que descontrolen quitan miedo a la censura y permiten poder ver la realidad ampliada y profunda, es un paso hacia un riesgo enorme, y un fallo podría ser determinante para que mucha gente pueda superar así estas situaciones, esto no es una figura metafísica, el alma está en el cuerpo, se la siente; una enfermedad del alma puede destruir a una persona.

Somos incondicionales a las circunstancias, como en estos tiempos de pandemia, en el que en cierta forma se necesitan liderazgos y equipos para aceptar las normas. Todos sabemos que, perdidos en las montañas, la montaña nos puede matar, ninguno por si solo es capaz de ganarle a las inclemencias.

De esta combinación de factores, del reconocimiento de los poderes ajenos, nace la humildad que nos permite aceptar los liderazgos y a los líderes no creérsela, porque solo basta una señal autoritaria para que no todos lucháramos por lo mismo. Es evidente que esta pandemia no sea la excepción y nos conduzca a caminos equivocados como podría serlo el consumo de drogas.

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