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La otra orilla

El Minuto | Y luego, de nuevo, esta guerra, esa guerra comenzada a lo lejos, y que, se sabe ya, se extenderá al mundo entero gracias al juego de las alianzas.

Por: Daniel Defant | Corresponsal para Argentina

¿Como decirlo?

Es el sueño de una realeza, el sueño de un dominio en el que no hubiera ya ni pasado ni futuros angustiantes, sino en el que todo fuera libre, fuerte, en un tiempo realizado, en su deseo, en esa especie de era de felicidad que debía ser desde sus comienzos. Una realeza o un reino. No la dominación sobre los otros, ni esa embriaguez de conquista que vuelve locos a tantos aventureros, triste e inevitable, el mundo dispone de una nueva guerra, en busca de otra vida, de una nueva libertad quizás sin sentido.

¿Como olvidar el mundo?

¿Puede buscarse la felicidad cuando todo habla de destrucción?

El mundo es envidioso, viene a tomaros, viene a encontraros allí donde estáis, en el fondo de una quebrada, hace escuchar su rumor de miedo y de odio, introduce su violencia en todo lo que os rodea, transforma la luz, el mar, el viento, los gritos de los pájaros incluso.

El mundo esta entonces en vuestro corazón, su dolor os despierta de vuestro sueño y, como el capitán que descubre que la tierra donde habéis querido crear vuestro reino no sea expulsado o arrojado.

Nuestro siglo no es ya un siglo de tesoros; es un siglo de consumo y huida, un tiempo de fiebre y olvido, donde los poderosos parecen querer mostrar el poderío.

Hoy son Rusia y Ucrania, que con su poder y mal pasar buscan sus aliados.

Es el mismo mundo que desde siempre permanece partido en dos, dos bandos, tirando la misma soga para conquistar “la otra orilla”.

La otra orilla es la conquista, de tierras, oro o petróleo.

¿Como creer en esta historia de tesoros en esta búsqueda?

Pero el botín, como todos los sueños termina en nada.

Sera que se está preparando ya la guerra nuclear, cuando el continente antártico se ha constituido en un vasto cartel y a todo el mundo le parece normal.

El botín de los bucaneros es salvaje y brutal: no hay joyas ni objetos preciosos, sino el verdadero oro que es el sufrimiento de los hombres, su pasión, su sangre y su inalcanzable búsqueda por la paz universal.

Es la luz de este siglo perdido, su olor, su calidez, el gusto por esa vida rápida, el gusto por la muerte también, como una sombra que apaga el oro y devuelve los diamantes a sus escondrijos bajo tierra.

El fin de los viajes es siempre triste, porque es el fin de los sueños también.

En la otra orilla como por desaliento se descubre que ha llegado al final de la aventura; se sabe que no descubrirá el tesoro, que se ha anulado el increíble calculo geométrico que durara por años y años hasta la llegada de una nueva guerra y el sueño de una nueva partida, en que cada ser, en cada cosa y en cada planta ha perdido la expresión de una voluntad, de una magia que tuvieron durante algún tiempo un sentido propio.

¿Como explicarlo?

¿Qué es lo que se busca detrás de cada guerra?

¿Quién no ha soñado en ser el primero de un reino, o en el mito de un linaje?

Pro deo et libertate.

Republica utópica donde los hombres son libres e iguales, fueran cuales fueran su origen, su raza o su fe y sus credos.

Es lo que se debió sentir tras el holocausto de 1914, cuando el mundo se disponía a una nueva guerra inhumana y catastrófica que no fue devastadora.

Hoy lo de Rusia y Ucrania, nos vuelven al debate universal.

¿Como sería una tercera guerra mundial nuclear y porque debe ser evitada a toda costa?

En principio una guerra nuclear no serviría para resolver cuestiones estratégicas.

Hablar de guerra nuclear solo nos serviría para resolver cuestiones universales extremas; a pesar de esto las reservas nucleares se han reducido, pero el riesgo sigue siendo alto.

La onda de choque y el calor que crea la detonación de una sola arma nuclear puede acabar en unas pocas horas con la vida de millones de personas.

Por estos días luego que los ejércitos de estas dos naciones se enfrentaran en la planta nuclear de Zaporizhia donde se produjeron algunos incendios que pudieron ser controlados pusieron por algunas horas en vilo toda Europa, la catástrofe hubiera sido diez veces mayor que la de Chernóbil.

Por su parte, EE. UU fue vista el lunes pasado sobrevolando el estado de Nebraska con el conocido “avión del juicio final” de las Fuerzas Aéreas, resistente a las bombas atómicas, después que Vladimir Putin aumentara la preparación de las fuerzas nucleares rusas.

¿Porque tanto temor en el mundo desde la otra orilla?

Primero se sabe que una guerra de esta naturaleza generaría una “lluvia radioactiva” que al detonar elevarían a la atmosfera para luego caer y producir radiación letal.

Segundo se sabe que se produciría el poco conocido “invierno nuclear” y la hambruna mundial que la seguiría como consecuencia grave para toda lo que es vida ante temperaturas extremas inferiores a los 60 y 86 grados bajo cero.

Tercero se sabe que produciría una “tormenta de fuego”, con llamas en todas las direcciones que ayudadas por vientos huracanados las avivarían produciendo en principio calor, humo y hollín sobre todas las ciudades en su atmosfera y hasta en la estratosfera, no pudiendo llover y oscureciendo el cielo por años con producido de seca y enfriamiento del que ya hablamos. 

Existen hoy en el mundo unas 10.000 armas nucleares distribuidas en 9 países las que podrían detonar por accidente, por un ataque informático terrorista o un líder irresponsable.

Sería la última guerra humana o de nuestra especie, no habría sobrevida; la mayor parte de Europa quedaría rápidamente devastada.

Seria ese el momento cuando la OTAN lanzaría un ataque nuclear estratégico de otras 600 cabezas nucleares desde misiles terrestres y submarinos estadounidenses dirigidos hacia las fuerzas nucleares rusas.

Antes de perder sus sistemas de armamento, Rusia respondería con misiles desde silos, vehículos móviles de carretera y submarinos.

En tan solo 45 minutos, habrían muerto otros 3,4 millones de personas, sumando muertos y heridos.

Para evitar la recuperación de su oponente, tanto Rusia como la OTAN apuntan a las 30 ciudades y centros económicos más poblados del otro bando. Utilizarían entre 5 y 10 ojivas en cada ciudad, dependiendo del tamaño de la población que en otros 45 minutos terminarían por matar a más de 85, 3 millones de personas con otros 57,4 millones de personas heridas, lo que confirma unos 91,5 millones de víctimas inmediatas en una guerra nuclear de estas características.

Las aves marinas serían los últimos testigos del enigma que en tiempo récord será devorado por las tempestades y el mar.

Es un simple resumen con números y estadísticas lo que se puede percibir hoy desde la otra orilla.

El buscador de oro, la historia de una iniciación, y en ambas los protagonistas, a pesar de saber que su búsqueda de felicidad estaría condenada al fracaso en su búsqueda más ambiciosa de poder, terminando por encontrar un tesoro pirata hecho cenizas.

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