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Reflexiones para un mundo POST-PANDEMIA

Mientras el mundo se debate entre la nueva ola, los últimos coletazos y promisorias vacunas, es necesario ir abandonando el discurso bélico y asumir las causas ambientales de este voluminoso mal, junto a las cuestiones sanitarias, y colocar todo en la agenda política.

Por: Daniel Alberto Defant | Corresponsal Argentina


Esto nos ayudaría positivamente para responder el gran desafío de la humanidad en estos tiempos tan oscuros y complejos para repensar más de cerca y desde lo profundo la crisis climática enfocada desde un gran pacto eco social y económico.

Pandemias hubo muchas en la historia cuando se las repasa comenzando por la “Peste Negra” en la Edad Media y pasando por las enfermedades que vinieron desde Europa arrasando la población autóctona de América en los tiempos de la conquista.

Se estima que entre gripes, sarampión y tifus murieron entre treinta y noventa millones de personas. Mas recientemente, todos evocan la gripe española de 1918 y 1919, la gripe asiática de 1957, la gripe de Hong Kong en 1968, el sida en la década de los ochenta, la gripe porcina del 2009, el SARS de 2002, el ébola de 2012, el MERS coronavirus de 2015 y ahora el Covid de 2019.

Sin embargo, nunca vivimos un estado de cuarentena global, nunca pensamos que sería tan veloz la instalación de un Estado de excepción transitorio, un Leviatán sanitario, por la vía de los Estados nacionales en donde actualmente casi un tercio de la humanidad se halla en situación de confinamiento obligatorio, en que por un lado se cierran fronteras externas, se instalan controles internos, se expande el paradigma de la seguridad y el control, se exige el aislamiento y el distanciamiento social.

Por otra parte, aquellos que defendían ayer políticas de reducción del Estado hoy rearman su discurso en torno a la necesaria intervención estatal, se mal dicen los programas de austeridad que golpearon de lleno la salud pública, incluso en los países del Norte global…

Resulta difícil pensar que el mundo anterior a esta gran pandemia fuera un mundo “solido”, en términos de sistema económico y social. El coronavirus nos arroja al gran ruedo en el cual importan sobre todo los grandes debates sociales:

Como pensar la sociedad de aquí en más.

Como salir de la crisis.

Qué tipo de Estado necesitamos de ahora en más.

Como pensar un futuro civilizado al borde del colapso sistemático.

Quisiera en este articulo contribuir a estos grandes debates, con una reflexión que propone avanzar de modo precario en algunas lecciones que nos ofrece la gran pandemia y bosquejar alguna hipótesis acerca del escenario futuro posible.

Reformulando la idea del Leviatán climático de Geoff Mann y Joel Wainwright, podemos decir que estamos ante la emergencia de un Leviatán sanitario transitorio, que tiene dos rostros.

Por un lado, parece haber un retorno del Estado social. Así, las medidas que se están aplicando en el mundo implican una intervención decidida del Estado, lo cual incluye desde gobiernos con Estados fuertes – Alemania y Francia – hasta gobiernos con una marcada vocación liberal como los Estados Unidos.

Angela Merkel anuncio un paquete de medidas sanitarias y económicas por 156.000 millones de euros, parte del cual va como fondo de rescate para autónomos sin empleados y empresas de hasta diez trabajadores.

En España las medidas movilizaran 200.000 millones de euros, el 20% del PIB.

En Francia, Emmanuel Macron anuncio ayudas de 45.000 millones de euros y garantías de préstamos por 300.000 millones.

La situación es de tal gravedad, ante la pérdida de empleo y millones de desocupados que esta crisis generara, que incluso los economistas más liberales estén pensando en un segundo New Deal en el marco de esta gran crisis sistemática.

A mediano y largo plazo, la pregunta siempre es a que sectores beneficiaran estas políticas.

Donald Trump antes de dejar su gobierno dio una señal muy clara con la llamada Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica, con un paquete de estímulos de dos billones de dólares para, entre otros objetivos, rescatar sectores sensibles de la economía, entre los cuales está la industria del fracking, una de las actividades más contaminantes y más subsidiadas por el Estado.

Por otro lado, el Leviatán sanitario viene acompañado del Estado de excepción.

Mucho se ha escrito sobre esto y no abundaremos. Basta decir que los mayores controles sociales se hacen visibles en diferentes países bajo la forma de violación de los derechos, la militarización de territorios y de la represión de los sectores más vulnerables.

En realidad, en los países del Sur, antes que una sociedad de vigilancia digital al estilo asiático, lo que encontramos es la expansión de un modelo de vigilancia menos sofisticado, llevado a cabo por las diferentes fuerzas de seguridad, que puede golpear aún más a los sectores más vulnerables, en nombre de la guerra contra el coronavirus.

Hay hoy una pregunta que resuena fuerte todo el tiempo:

¿Hasta dónde los Estados tienen las espaldas anchas para proseguir en la clave de recuperación social?

Esto es algo que veremos en los próximos tiempos y a este devenir no serán ajenas las luchas sociales, esto es, los movimientos desde abajo, pero también las presiones que ejercerán los de arriba y los sectores económicos más concentrados.

Por otro lado, es claro que los Estados periféricos tienen muchos menos recursos, ni hablar de mi

Argentina, a raíz de la situación de cuasi default y desastre social de los últimos tiempos.

Debemos saber que ningún país se salvara por sí solo, por más medidas de carácter progresistas o no que se implementen, todo parece indicar que la solución será global y requiere de una reformulación radical de las relaciones Norte – Sur, en el marco de un multilateralismo democrático, que apunte a la creación de Estados nacionales en los cuales lo social, lo ambiental y lo económico aparezcan interconectados y en el centro de la agenda 2030.

Estas crisis generadas en medio de la pandemia son un auténtico aprendizaje para todos los sectores y nadie debe caer en falsas soluciones, no las hay.

La pandemia ha puesto de manifiesto el alcance de las desigualdades sociales y la enorme tendencia a la concentración de la riqueza que existe en el planeta.

Esto no constituye una novedad, pero si nos lleva a reflexionar sobre las posibles salidas que han tenido otras crisis globales, por ejemplo, la de la burbuja inmobiliaria en 2008 en los Estados Unidos que se trasladó a otras partes del mundo para convertirse en una convulsión económica de proporciones globales. También persiste como el peor recuerdo en cuanto a la resolución de una crisis, cuyas consecuencias todavía estamos viviendo.

Salvo excepciones, los gobiernos organizaron salvatajes de grandes corporaciones financieras, incluyendo a los ejecutivos de estas, que emergieron al final de la crisis más ricos que nunca.

Así las cosas, la resolución de crisis de 2008 y sus efectos negativos se hacen sentir aun hoy con más claridad que nunca.

Todas las crisis desembocan en nuevos ordenes geopolíticos, sociales, económicos y ambientales inesperados, motivo por el cual todo análisis que se realice debe ser realizado con vistas al bosque y no a un árbol.

Diferentes estudios científicos están revelando que los últimos tiempos estuvieron directamente relacionados y asociados con la destrucción de los ecosistemas, a la deforestación y al tráfico de animales silvestres para la instalación de monocultivos.

Sin embargo, parecería que la atención sobre la pandemia en sí misma y las estrategias de control que se están desarrollando no han incorporado este núcleo central en sus discursos, lo que vuelve todo muy preocupante.

¿Acaso alguien escucho en los discursos de los grandes líderes mundiales como Merkel o Macron hacer alguna alusión ambiental que está detrás de esto?

¿Escucharon que Alberto Fernández, quien ha ganado legítimamente elecciones hablar de políticas preventivas pese a su permanente contacto con un comité técnico de expertos, tratando causas socioambientales de la pandemia?

Las causas socioambientales de la pandemia muestran que el enemigo no es el virus en sí mismo, sino aquello que lo ha causado.

Si hay un enemigo, es este tipo de globalización depredadora y la relación instaurada entre capitalismo y naturaleza.

Aunque el tópico circula por las redes sociales y los medios de comunicación, no entra en la agenda política esta “ceguera epistémica” siguiendo el termino de Horacio Machado Araoz, tiene como contracara la instalación de un discurso bélico sin precedentes.

La proliferación de metáforas bélicas y el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial atraviesan los discursos, desde Macron, Merkel y hasta Trump y Xi Jinping, algo que se repite en el propio Alberto Fernández, quien habla constantemente del “enemigo invisible” ese que nadie encuentra y todos intentamos con desesperación intentar eliminar con barbijos, lavados de manos, alcohol en gel y distanciamiento social frente al miedo, el contagio y la misma muerte para cerrar filas al enemigo común siempre sin contribuir en nada a entender la raíz del problema, sino más bien ocultarlo, además de naturalizar y avanzar en el control social sobre aquellos sectores considerados como problemáticos: los pobres, los presos, los que desobedecen, los que tienen encuentros clandestinos en todas sus formas, desde una fiesta hasta encuentros amorosos muy tapados.

El discurso bélico confunde y oculta las raíces verdaderas del problema, ataca el síntoma, pero no las causas, que tienen que ver con el modelo de sociedad que se ha creado desde el capitalismo, consumismo, expansión de fronteras y explotaciones en el marco de los circuitos del intercambio con animales silvestres, que provienen de sistemas desbastados.

Por último, la formula bélica se asocia más al miedo que a la solidaridad y ha conllevado incluso una multiplicación de la vigilancia ante el incumplimiento de las medidas dictadas por los gobiernos para evitar los contagios.

No son pocos los relatos, en Argentina, así como en otros países, que dan cuenta de la asociación entre el discurso bélico y la figura del “ciudadano policía”, erigido en atento vigía, dispuesto a denunciar a su vecino al menor desliz en la cuarentena.

En suma, es necesario abandonar el discurso bélico y asumir las causas ambientales de la pandemia, junto con las sanitarias, y colocarlas en la agenda pública, lo cual ayudaría a prepararnos positivamente para responder el gran desafío de la humanidad, ese desafío que hoy todos tenemos, pero todos incumplimos:

“La Crisis Climática”

Los horizontes posibles, desde el paradigma de nuestros cuidados hasta el gran pacto eco social y económico es el único camino que nos resta a TODOS, no hay otros, ni los busquemos porque no existen si es que queremos salvar LA TIERRA que celebra su día todos los 22 de abril de cada año.

Nadie dice que este desafío será fácil; pero tampoco es imposible.

Necesitamos reconciliarnos con la naturaleza, reconstruir con ella y con nosotros mismos un vínculo de vida y no de destrucción.

El debate queda abierto, lejos de convertirse en alguna BANDERA que ha de ser la misma para todos en un momento crucial de la historia humana que nos ha puesto a todos en Jake y prevalece sobre las izquierdas y derechas ante tanta ceguera epistémica de tantos progresismos desarrollistas, que no conducen a nada, más que no sea otro que la desaparición de nuestra especie.

La pandemia del Coronavirus nos abre un proceso de liberación cognitiva, tras el cual debe activarse toda la imaginación necesaria ante la necesidad de supervivencia y el cuidado de la vida erradicando viejas luchas: sociales, étnica, feministas y ecologistas.

Bajo estas circunstancias las únicas puertas abiertas son las que nos conducen a un pensamiento holístico, integral y transformador, hasta hoy negado.

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