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Sinología para asintomáticos: La diplomacia del barbijo

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define la palabra sinología como “el estudio de las lenguas y culturas de China”. A partir de esta definición, les propongo reformular esta definición con el objetivo de ampliarla al estudio de algunos aspectos de la economía, la política, la tecnología y la cultura de China dirigido a personas asintomáticas.

Por: Sebastián Ianiero | El Minuto de Argentina


¿Cuál es el significado atribuido al término “asintomático” en esta columna? Utilizando una licencia literaria, defino a las personas asintomáticas como aquellas que aún no se han dado cuenta de que les interesan, o podrían interesarles, los temas relativos al área de estudios sobre China. Entonces, esta columna está dirigida a los asintomáticos; y mi objetivo es transmitirles mi pasión por estos temas que estudio y analizo desde hace más de una década.

La diplomacia y la diplomacia del barbijo

Si algunos asintomáticos se propusieran investigar la etimología del término diplomacia, probablemente descubrirían que proviene del francés diplomatie, que a su vez deriva del latín diploma y este del griego διπλομα (diploma).

El término διπλομα se compone del vocablo δίπλο (diplo), que significa doblado en dos, y del sufijo μα (ma), que hace referencia a un objeto.

¿Qué eran los diplomas? Los diplomas eran los despachos, privilegios u otros instrumentos (que se entregaban doblados y en ocasiones cosidos) autorizados por un soberano y respaldados por sus sellos y sus armas. Pero luego el término “diploma” se asoció a la conservación de archivos, análisis de antiguos tratados, entre otros; y su significado se fue ramificando hacia diversas direcciones tales como la carrera y las personas que trabajan en asuntos vinculados con la política exterior de un país, la política internacional, el ámbito de la negociación, el protocolo y el ceremonial.

En este sentido, Carlos Pereyra (coord.) (2008), en el diccionario de Relaciones Internacionales y política exterior del Ministerio de Defensa de España, define diplomacia como la “encargada de la formulación y ejecución de la acción exterior de un Estado, realizada por medios pacíficos, así como de los órganos encargados de ella”.

Además, según afirma Pereyra, está encuadrada en el nivel político, es decir en la “formulación de los objetivos a realizar en la acción exterior del Estado”; y en el nivel técnico, “plasmado en la ejecución de los fines políticos de la acción exterior realizada por los distintos miembros del cuerpo diplomático”.

A partir de este concepto de diplomacia, ejercida por un Estado a través de su cuerpo diplomático, se desprenden otros conceptos como por ejemplo el de diplomacia económica.

La diplomacia económica es definida por Woolcok y Bayne (2018) en términos amplios como una sumatoria de procesos, prácticas e instrumentos mediante los cuales se crean y distribuyen los beneficios de las relaciones económicas internacionales. Y en un sentido más específico, Hill (2016) subraya que “la diplomacia económica deriva de la necesidad particular de promover la prosperidad nacional y conducir una política económica externa para lograrlo”.

Por otra parte, en el contexto reciente ha surgido la expresión “diplomacia del barbijo”, cuyo desarrollo teórico es prácticamente inexistente. Se trata de una expresión muy actual que representa un verdadero neologismo que surge a partir de la necesidad de un sector de la prensa internacional, de nombrar la decisión de algunos gobiernos, como el chino, de donar gratuitamente tanto vacunas contra el COVID-19 como también kits de testeo y respiradores artificiales, entre otros, a países con economías menos desarrolladas.

Estas acciones emprendidas por el gobierno chino admiten, como mínimo, dos lecturas; una derivada de una perspectiva occidental, y otra desde una eminentemente oriental.

Soft Power

Ustedes como buenos asintomáticos se preguntarán, ¿qué es el soft power? Desde una perspectiva occidental, el concepto de soft power o “poder blando”, fue introducido en el debate académico y político en 1990 por Joseph Nye, un especialista en relaciones internacionales de la Universidad de Harvard. Nye sostiene, en términos generales, que el soft power es la capacidad de influenciar sin coerción las acciones de otros.

Vale aclarar que el contexto de aparición de este concepto estuvo caracterizado por tres acontecimientos trascendentales: la caída del Muro de Berlín en 1989, los incidentes de Tiananmen en 1989 y el derrumbe de la URSS en 1991.

De esta manera, algunos académicos, analistas, y comunicadores occidentales relacionaron este concepto de soft power con las supuestas intenciones por parte de China de acrecentar su influencia en algunos países subdesarrollados de América Latina, África y Oriente Medio, a partir de la donación de sus vacunas Sinopharm, Sinovac, entre otros elementos sanitarios, en forma gratuita. Pero… ¿Por qué querría China acrecentar su influencia en estos continentes?

Desde una lógica de pensamiento puramente occidental, se podría suponer que China utiliza su soft power porque desea ganar nuevos mercados y consolidar su imagen positiva en los países donde ya tiene una posición privilegiada, en el marco de la lucha por la hegemonía mundial con Estados Unidos.

Tianxia

Ahora bien, desde una perspectiva oriental, Qing Yaqing (2012), vicepresidente de la Universidad de Asuntos Exteriores de China, se concentra en el concepto de tianxia, traducido como “lo que está bajo el cielo”, que se remonta a la dinastía Zhou (1046-256 a. C.), en donde se instaló y practicó como el sistema ideal de gobierno del mundo.

Según Yaqing, esta teoría se rige por tres ideas centrales de carácter normativo: para resolver los problemas del mundo se requiere un sistema universalmente aceptado, éste debe beneficiar a todos los pueblos, y debe generar una armonía universal.

Asimismo, supone el ideal del imperio perfecto y se sostiene en tres elementos: la tierra o el mundo, el corazón de los hombres o la voluntad popular, y la institución mundial o sistema universal.

Según Yaqing, esta filosofía contradice la construcción realista occidental, ubicando en primer lugar al mundo en vez de a los Estados; dando centralidad a la familia como su principio rector, la cooperación y los intereses comunes; trasladándose esto a la organización política, y reemplazando el utilitarismo por la reciprocidad en los vínculos sociales. En resumen, según este pensamiento chino, habría que reemplazar la teoría internacional por una teoría mundial.

¿Cómo se trasladarían estas creencias teóricas a la práctica de la “diplomacia del barbijo”? Se podría afirmar que, a partir de la creencia del Tianxia y de las ideas centrales que componen esta cosmovisión del mundo por parte del gobierno chino, la “diplomacia del barbijo” se podría entender como una herramienta de la política exterior, y de la política económica exterior, utilizada en beneficio de todos los pueblos con el objetivo final de generar cierta armonía universal en el contexto actual de creciente caos causado por la pandemia.

Algunas palabras de cierre para mis queridos asintomáticos

Con el respeto que ustedes merecen, debo decirles que en medio de la noche más oscura que representó esta terrible pandemia para toda la humanidad, la llegada de vacunas a los lugares más recónditos del planeta siempre representa una luz de esperanza; sobre todo para aquellos habitantes menos favorecidos.

En este contexto, poco importa de qué país provengan las vacunas; siempre y cuando se encuentren en excelente estado de conservación y cumplan su función primordial de brindar los anticuerpos necesarios para la protección integral de los individuos contra el virus.

Ahora bien, si algún asintomático se pregunta cuáles son las verdaderas intenciones de aquellos países como China que donan vacunas sin pedir nada a cambio, les sugeriría esperar un tiempo prudencial para saber si China exige o no alguna contraprestación al respecto, y así poder sacar sus propias conclusiones. La “diplomacia del barbijo”, llevada a cabo por el gobierno chino, se encuentra en pleno desarrollo y, como tal, les sugiero que esperen que decante un poco para apreciar más claramente sus verdaderos alcances.

El autor de esta columna de opinión es Licenciado en Comunicación Social (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina); Magister en Relaciones Internacionales (Centro de Estudios Avanzados – Universidad Nacional de Córdoba, Argentina); y Doctorando en Relaciones Internacionales (Universidad Católica de Córdoba, Argentina).

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